lunes, marzo 03, 2008

McCain necesita lugarteniente

George Will

Tres gobernadores con dos mandatos acumulados cada uno podrían ayudar a McCain, incluyendo a Haley Barbour de Mississippi, de 60 años, que tiene dos características de las que carece el senador: un historial conservador impecable y un talante cordial.

"¿Cree que aceptaría?" Esa fue la primera pregunta que hizo Ronald Reagan cuando, 24 días antes de la convención republicana de 1976, su director de campaña sugirió que nombrase de inmediato al senador de Pennsylvania Richard Schweiker como su segundo en la presidencia. En aquellos momentos Reagan estaba ligeramente por debajo del presidente Gerald Ford en el recuento de delegados a fin de arrebatarle la nominación. Tres días más tarde, Schweiker se unió a su candidatura. El movimiento estaba diseñado para liberar a algunos de los delegados de Ford, particularmente entre los 103 de la delegación de Pennsylvania (Schweiker era uno de ellos), y evitar que Ford se asegurase la nominación antes de la convención de Kansas City.

Un joven columnista inexperto y sin el menor sentido común (un tal George Will) criticó la táctica como “bufonada”, pero funcionó: Walter Cronkite retiró lo que habría sido la noticia de cabecera de esa noche en la CBS afirmando que la nominación estaba garantizada, y la batalla prosiguió hasta la convención.

Hoy, Hillary Clinton podría contemplar una maniobra in extremis similar: las primarias del 22 de abril de Pennsylvania podrían ser decisivas, y el gobernador Ed Rendell está abierto a la posibilidad. Pero hasta la fecha sólo John McCain está seguro de que necesita un segundo en la lista, y sus opciones están limitadas por sus necesidades y su naturaleza.

McCain necesita a alguien que le ayude a ganar y a ser un presidente plausible durante los próximos cuatro años. Lleva en Washington más tiempo que Clinton y Barack Obama juntos. Como es costumbre, pero más aún hoy, Washington es considerado un lugar inicuo, gracias en parte a que McCain, nuestro crítico nacional, informa incesantemente al país de que su capital se encuentra inmersa en "la corrupción".

Sería tranquilizador que eligiera un candidato con más experiencia ejecutiva que la de la oficina de un senador. De manera que un senador que de otra manera se consideraría bien capacitado, como la señora Kay Bailey Hutchison, podría no ser conveniente.

Además, McCain, que contaría 72 años el primer día de su mandato presidencial, podría necesitar a alguien más joven. Lo cual evitaría la elección de Colin Powell, de 70 años. Asimismo, una lista McCain -Powell soslayaría los asuntos nacionales, a los cuales Powell nunca se ha dedicado profesionalmente y por los que McCain rara vez se ha preocupado.

En política, la gratitud es algo opcional, aunque admirable, y McCain está en deuda con el gobernador de Florida, Charlie Crist, de 51 años, que lo apoyó la víspera de las primarias de su estado. Dado que los desastrosos resultados recientes del Partido Republicano de Ohio harán difícil que McCain conserve los 20 votos electorales de ese estado que ganó Bush, tiene que conservar los 27 de Florida. Crist ganó las primarias republicanas para gobernador en 2006 con un 64% de los votos contra 33%, un éxito incluso cuando se tiene en cuenta que, como escribe Michael Barone en su Almanaque de la política americana, esas elecciones fueron notablemente desagradables: "Un candidato fue atacado a la vez por homosexual y por tener un niño fuera del matrimonio."

Crist sigue siendo popular, pero no más que su predecesor, Jeb Bush, de 55 años. Bush, sin embargo, parece decidido a tomarse un período sabático de la política. Y podría parecer tribal tener a un Bush en los comicios nacionales por séptima vez en ocho elecciones.

Tres gobernadores con dos mandatos acumulados cada uno podrían ayudar a McCain, incluyendo a Haley Barbour de Mississippi, de 60 años, que tiene dos características de las que carece el senador: un historial conservador impecable y un talante cordial. Su actuación en los días posteriores al Katrina fue evidentemente competente. Como director político de la Casa Blanca de Reagan y como presidente nacional del partido entre 1993 y 1997, cuando los republicanos pusieron fin a 40 años de control demócrata de la Cámara de Representantes, Barbour demostró delicadeza política y una agradable ausencia de aires de superioridad moral, rasgos que McCain necesitaría tener cerca.

Lamentablemente, Barbour también fue miembro de un grupo de presión durante un tiempo, y el derecho a "solicitar al Estado una compensación de agravios" es otra parte de la Primera Enmienda que al co-autor de McCain-Feingold no le parece particularmente interesante.

El gobernador de Carolina del Sur Mark Sanford, de 46 de años de edad, tiene más de rebelde que McCain. Sanford critica al partido en su estado por ser insuficientemente conservador. Su frugalidad le ha tenido de uñas con el poder legislativo, controlado por los republicanos. Su populismo es un gusto adquirido –no debió haber metido a esos dos cerdos vivos en la sede del Legislativo para expresar su desagrado hacia el "pork", o apropiación de fondos para proyectos locales–, pero es partidario de expandir la libertad de educación, eliminar el impuesto estatal sobre la renta y, a nivel nacional, reformar las prestaciones sociales.

Finalmente, Tim Pawlenty, por Minnesota, de 47 años, es co-presidente nacional de la campaña de McCain. El suyo es el único estado (10 votos electorales) que se ha convertido en demócrata en el transcurso de las últimas ocho elecciones presidenciales. El candidato que obtenga la mayoría de los votos electorales en el valle del Mississippi suele ganar la Casa Blanca. Pawlenty es un político de centro-derecha. Además, los Minnesota Twins abrirán un nuevo estadio en el 2010 porque él ayudó obteniendo fondos públicos para su construcción, una práctica que los americanos de pro deploran en teoría, aunque en la práctica la disfruten.

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