miércoles, junio 22, 2011

Coahuila: ¿Sepulcro de la democracia?

El enfrentamiento a muerte entre los Moreira y Calderón

Coahuila: ¿Sepulcro de la democracia?

Por Jesús González Schmal

La única esperanza frente a este avance de la barbarie político-electoral entre la familiocracia y la compadocracia era que el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana se pusiera las pilas
En Coahuila existe el riesgo del peor retroceso democrático de nuestra historia política contemporánea. El brutal despliegue de recursos económicos, de publicidad, acarreos, chantajes, compra del voto y las peores prácticas de campaña negra entre el PRI y el PAN están haciendo que, a cada momento, las campañas normales del PT-Convergencia y del PRD resulten solamente simbólicas y el riesgo de choque violento se presente, sin remedio.
El enfrentamiento a muerte entre los Moreira y Calderón, cada uno con su candidato ilegal al haber dejado, ambos, inconclusos sus cargos para los que fueron electos (Rubén Moreira en la Cámara de Diputados y Guillermo Anaya en la de Senadores) y, por tanto, suspendidos en sus derechos políticos, por lo que son inelegibles (Artículo 20 Constitucional de Coahuila). Adicionalmente, con el ingrediente de la relación de consanguinidad del gobernador con licencia, Humberto Moreira, con el candidato Rubén, en un estado asfixiado por una deuda inmensa que acaba de ser calificada de peligrosa por Standard & Poors y Fitch, y la existencia del compadrazgo entre el candidato del PAN y Calderón, que actualiza el que durante el periodo de alcalde de Torreón del primero se caracterizó por la represión a las comunidades gay e incluso el ataque violento a la diputada de oposición Beatriz Granillo, a quien, con todo y fuero, mantuvo en la cárcel, presagian un incierto resultado electoral.


La única esperanza frente a este avance de la barbarie político-electoral entre la familiocracia y la compadocracia era que el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila se pusiera las pilas y, por principio, aplicara la Constitución para no dar entrada al registro de los candidatos del partido oficial local y el partido oficial federal, Moreira y Anaya, obligando a ambos institutos políticos a reemplazar a sus candidatos, regularizando así la validez de la contienda.
El IEPC no lo hizo así, a pesar de que se lo solicitó el representante del PT ante ese organismo y, por el contrario, éste árbitro electoral ha dado muestras de parcialidad a favor del PRI y de condescendencia a favor del PAN para taparle el ojo al macho. Durante todo el periodo después de la precampaña, de tres meses y medio, con los que dichos partidos, con los demás candidatos, debían haber guardado silencio sin hacer proselitismo, ni propaganda abierta ni institucional, los dos recurrieron a toda clase de subterfugios de reparto de propaganda, tarjetas y afiliaciones disfrazadas de encuestas, pero, además, el PRI no dejó de traer a Humberto Moreira con la cachucha de presidente de ese instituto y el PAN trajo a Guillermo Padrés Elías, gobernador de Sonora, al refuerzo de su candidato.
La campaña ha ido degenerando y la propaganda anónima de uno contra el otro se ha incrementado en los últimos días. Apenas apareció el caso del multimillonario profesor Vicente Chaires, ayudante de Humberto Moreira. Tampoco nadie duda ya que las manos de Elba Esther Gordillo a través de Carlos Moreira, que es secretario de la sección 38 del SNTE en el estado, están metidas para obligar a los docentes a colaborar con las sucias maniobras electorales. De igual manera, se sabe que Carlos Salinas de Gortari apadrina a los Moreira, con quienes comparte amistad fraternal. Por el otro lado, el PAN tiene a todo vapor a los delegados federales en el estado, haciendo campaña y aportando fondos y todos los programas nacionales de apoyo al campo de salud y sociales para conseguir votos.
El Estado está acabado por los incendios, la sequía, la incuria e indolencia de sus gobiernos, la corrupción crónica, la pobreza extendida, la violencia en apogeo, el desorden, la falta de autoridad del gobernador provisional y, pese a todo, los dos grupos de poder se disputan la hegemonía del amplio y contaminado territorio coahuilense.
Las campañas distritales para diputados locales reproducen el cuadro de la de gobernadores. El chiquero es manifiesto, la manipulación de la miseria es tarea de todos los candidatos, azules y tricolores. Nadie tiene pudor, todo se vale para conseguir votos.
La pregunta es obvia: ¿Qué tiene la gubernatura de Coahuila que ha llevado a esta triste, como reprobable, traición a la democracia? ¿Se puede llamar de otro modo a este tráfico de recursos, obviamente, de dudoso origen para obtener un botín de poder? ¿El sentido democrático de la política de Francisco I. Madero ha quedado sepultado?

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