martes, junio 28, 2011

Ecuador: El cuento del rey sonrisas

Ecuador: El cuento del rey sonrisas – por César Coronel Garcés

En un reino no muy lejano, había un monarca intolerante, agresivo, y sus acciones habían llevado al caos al país y a sus súbditos. Ellos lo llamaban el “Rey Sonrisas”, porque, cada vez que enviaba a sus bufones a fusilar, lo hacía con una sarcástica y alegre mirada que había creado terror en la aldea.

En una soleada mañana de septiembre, la real guardia del Palacio se reveló ante el abuso del gobernante y decidió hacer una protesta en las caballerizas. El rey, en lugar de llamar al jefe de la Guardia ante el trono para que le rindiera cuentas, decidió montarse en su carroza y visitar el lugar, en el que se armó el caos, y Sonrisas decidió pasar el día en el hospital más cercano, porque tanto escándalo lo hizo fatigar un poco.

Cuando empezaba a oscurecer, Sonrisas decidió regresar a su Palacio, pero su vanidad no le permitía salir desapercibido: había que hacer un espectáculo inolvidable que incluyera cohetes y cañones, a pesar de que en el lugar había muchos niños recién nacidos que no dormían en cartones, sino en cunas; y, sin importar que estaba vigente un acuerdo entre los reyes para no que no se atacaran bajo ninguna circunstancia los hospitales, ni siquiera en guerras, uno de los bufones reales ordenó que se abriera fuego.

Aquel día, muchos murieron, y, para evitar empeorar su imagen ante los súbditos, Sonrisas decidió culpar del caos a varios de los aldeanos que no se arrodillaban a su paso. Para ello, usó el dinero de los súbditos, sin importarle la terrible situación de escasez en el pueblo.

Su Majestad intensificó el gasto de todas las monedas de oro disponibles en la bóveda real con el objetivo de echar bombas de desprestigio a los opositores y hacer una campaña para hacer creer a los súbditos que se les consultaba sobre varios asuntos importantes.

Si algún súbdito decía algo en contra de Su Majestad, este ordenaba a los bufones letrados para que sentenciaran pagos millonarios a título de Sonrisas, quien enviaba todo el oro a otros reinos lejanos, porque el mismo rey sabe lo mal gobernada e insegura que es esta aldea.

Un día, Sonrisas visitó las bóvedas en las que se guardaba el oro del pueblo y notó que se había agotado casi todo; entonces, decidió enviar a varios bufones disfrazados de ecologistas para que cobraran más tributos reales y subir así el precio de las lámparas con las que se iluminaba la aldea para poder continuar con el gasto de dinero en lujosas carrozas, en viajes onerosos y en publicidad de constante desprestigio a quienes pensaban distinto.

Han pasado nueve meses desde que la vanidad de Sonrisas creó caos en la aldea. Se ha demostrado que la mayoría de sus cuentos ha sido simple fábula, pero los bufones reales han seguido con su propósito de hacer creer a los súbditos algo que jamás ocurrió y que, hasta ahora, ninguna de las fantasías enfermizas del rey ha podido ser probada.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Esto no es más que puro cuento. Como está de moda echar cuentos a la gente todas las semanas, no quería quedarme atrás y he decidido compartirles esta fábula. ¡Hasta la mentira siempre!

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