sábado, junio 11, 2011

El asno de Buridán

El asno de Buridán

A días apenas de su victoria, Humala está sometido a previsibles presiones. Están aquellos, como su hermano Ulises, que lo emplazan: “Hay expectativas de cambio radical. Si no cumples, los caudillos regionales exacerbarán los conflictos sociales”. En el mismo sentido, Marisol Espinoza, la vice electa, le sale al paso a especulaciones crecientes sobre el desarrollo de las relaciones entre el presidente y Alejandro Toledo. Se habría pactado la entrega de ministerios a “Perú Posible”, el partido cuyo nombre adaptó Toledo de “la Venezuela Posible”, de Arturo Uslar Pietri.

Marisol enfatiza que el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) nunca será objeto de negociación. “Sería absurdo”. Sospecho que en este punto le rinde culto a una vieja bandera tomada de alguna manera de Marx. Sobre la base económica, que dijera Engels en uno de sus prólogos al Manifiesto Comunista, se levanta la superestructura ideológica-política. Revolucionando aquella se desmoronaría ésta. La economía sería entonces la quintaesencia del pensamiento revolucionario.

Sé que se trata de una risible especulación, pero casi toda mi generación, en los años 60, la llevó en la sangre cuando menos por dos lustros. Si bajo esta perspectiva “lo económico” es sagrado, el ministerio que la atiende lo será también. El espíritu agitado de Marisol lo refleja.

En la otra acera la presión va en sentido opuesto. En las últimas semanas de campaña, el hoy presidente modificó cuatro veces su programa inicial porque su victoria pasó a depender de que diera pruebas incontrovertibles de moderación. Por darlas y contar con la fe democrática de los intelectuales encabezados por Vargas Llosa y Toledo, uno de los padres del exitoso modelo que ha puesto a Perú en la cima del crecimiento sin inflación, Humala consiguió los votos necesarios (51.489%) para ponerle a Keiko (48.511%) tres puntos porcentuales por encima.

Se comprende que el flamante presidente pueda ser víctima de una honda indecisión que me trae a la memoria al asno de Jean Buridán. Con dos haces de heno de igual calidad y a la misma distancia pero uno a la derecha y otro a la izquierda, el jumento no se decide. Si avanza hacia uno pierde el otro. Sé que no es verosímil, pero al final el pobre animal muere de hambre.

La muerte por indecisión aparece en el horizonte del nuevo gobierno. No obstante, no seamos dramáticos, Humala podría armonizar una cosa con la otra, disfrazar sus concesiones con la adecuada retórica y sostener el lenguaje esperado por quienes lo llevaron inicialmente a la lucha, si logra reducir la incomprensible pobreza de Perú. A diferencia del mulo de Buridán intentará hacerlo sin afectar para nada el ritmo acelerado y sostenido de crecimiento sin inflación que exhibe su país. El impetuoso desarrollo de Brasil, acompañado del plan pobreza “cero” aplicado por Lula, le servirá de inspiración.

Acosado por la prensa, Humala ha adelantado significativas definiciones. Ha dicho que fortalecerá la CAN y Mercosur a quienes le preguntaron si se incorporaría al eje encabezado por el delirante líder venezolano. Ha asegurado que no tocará las inversiones privadas extranjeras y nacionales. En fin, nada de estatizaciones que ralenticen o hagan perder la certificada buena salud de Perú. “No tiraré por la borda el crecimiento económico”, aseguró. ¿Aunque disminuyan los gastos sociales? No cree con razón Humala que se trate de opciones excluyentes: “soluciones sociales sin afectar las inversiones”.

El presidente –cualquier presidente– debe renunciar a algunas de sus propuestas electorales. Una ruidosamente aplaudida fue la de bajar el precio del balón de gas de 35 soles a 12 soles, y resulta que no se ha posesionado del cargo y ya uno de sus colaboradores ha aclarado –contra decenas de testimonios gráficos y audiovisuales– que Humala no se comprometió a modificar el precio doméstico del gas.

Si los socialistas Lula, Tabaré Vázquez, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet no hubieran gobernado como lo hicieron, Humala –socialista también– podría sentirse en el aire. Pero no tiene que inventar nada. El agua tibia ya está inventada. En Brasil, los socialistas continuaron a los socialdemócratas, en Chile a los demócratacristianos. En Perú le tocaría a Humala continuar el modelo económico de García y Toledo. Falta ver si el comandante es de la fibra de Lagos, Lula, Tabaré o Bachelet.

¿Y por qué no unirse a la Alba?

Sería su decisión, claro está. Pero la Alba es una alianza de pobres conducida por un moderno Creso. Perú ya no es pobre ni tiene necesidad de mendigar ayudas. No tiene sentido despreciar modelos victoriosos para atarse a una fórmula que rompe la inversión y está en conflicto con todo el mundo, salvo algunos siniestros dictadores. El asno de Buridán sólo tendría que ir a uno de los montones de heno y después al otro.

Bueno, si hay lógica en este agobiado planeta.

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