miércoles, junio 29, 2011

El Perú que aguarda a Humala

El Perú que aguarda a Humala

Fue sintomático tras conocerse la elección de Ollanta Humala como presidente que la bolsa peruana se precipitara el 12 por ciento. También ocurrió en los Estados Unidos y Brasil con Obama y Lula, respectivamente. Era impostergable el diálogo con el líder de CONFIEP, uno de los gremios más influyentes del país. Recibió su voto de confianza y la noticia rebotó en los medios como agua bendita, calmando los ánimos de quienes aún temen a los cambios radicales.

Atrás quedó el lenguaje incendiario. El virtual mandatario ha prometido respetar el modelo económico que impulsó el crecimiento. Millones de ciudadanos esperan una distribución más equitativa del ingreso y oportunidades, pero el reto inmediato es preservar la cohesión social sin socavar la estabilidad macroeconómica.

Perú necesita una cirugía para concretar la paz social. Además, la cuota del electorado no constituye un cheque en blanco. El partido gobernante sólo dispone de 47 curules y requiere 80 para ser mayoría en el Congreso; por ende, debe concertar y hacer alianzas. La situación financiera es favorable, mientras la deuda es 34 mil millones de dólares. Las reservas en divisas suman 46 mil millones de dólares. Humala ha prometido respetar la autonomía del Banco Central de Reserva.

Alan García fue prudente con la caja fiscal, pero hace poco redujo el impuesto general a las ventas de 19% a 18%, el impuesto a las transacciones financieras, aumentó salarios a las Fuerzas Armadas y a la Policía, reajustó aranceles. A esas medidas se suma el Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles y acaba de derogar el decreto que limitaba los gastos de la administración actual, hecho que fue censurado por Luis Arias, miembro del equipo de transferencia del próximo gobierno.

Tenemos un país viable, pero nuestra población es pluricultural, no existe uniformidad racial, étnica, ni territorial. En Lima un sector importante de 9 millones de habitantes vive como en las grandes metrópolis, excepto en los cinturones de miseria de la capital, pero el contraste con la Costa, la Sierra y la Selva es desolador. Allí abundan la pobreza, la corrupción y el narcotráfico, que constituyen el talón de Aquiles del Perú. Pese a sus recursos naturales, el país aún no ha encontrado la fórmula del desarrollo integral y está entre las 10 naciones con mayor desigualdad del mundo.

Según la OMS, el 23% de los infantes padecen desnutrición, y medio millón sufre retraso en el crecimiento. El gasto en educación es el 2.7% del Producto Bruto Interno. El problema de comprensión de lectura es trascendental. Más de 2 millones de niños entre 6 a 17 años trabajan en las calles, 21% hacen ambas tareas y el 6% solamente trabaja. La OIT señala que alrededor de un millón de jóvenes está desempleado, 18% del total. La ONG Young Lives de la Universidad de Oxford sostiene que en Perú hay más pobres que ricos en mayores niveles que la India.

Humala ha generado expectativas, especialmente entre los humildes, y su triunfo es un veto a los políticos tradicionales, pero también obedece a una lluvia de promesas de corte asistencial, como una pensión de 250 soles mensuales para personas mayores, aunque no hayan laborado. Prometió a las comunidades indígenas y selváticas derecho de voto sobre los proyectos de minería y petróleo en sus tierras, una Universidad en cada pueblo y becas para los jóvenes.

La financiación de estos ofrecimientos sería mediante la imposición de impuestos a las sobreganancias mineras y esto es sensible porque las inversiones más importantes de los últimos tiempos corresponden a este rubro.

Si revisan los Tratados de Libre Comercio habrá que hacerlo dentro del marco jurídico, tomando en cuenta que estos tratados cubren más del 90 por ciento del comercio exterior y que en 2010 las exportaciones fueron de 35 mil millones de dólares y el mayor intercambio comercial se hace con China, los Estados Unidos, la Unión Europea, Singapur, Chile, etc.

Este 28 de julio el presidente Humala asume una gran responsabilidad con el pueblo polarizado, un sector temeroso de sus primeros anuncios y millones de peruanos que esperan que cumpla sus ofrecimientos. Está obligado a mantener la estabilidad política y económica, y lo importante es no erosionar la confianza de los inversionistas e instituciones. Es un momento histórico y no puede tomar decisiones erradas.

Surgen interrogantes: ¿el presidente Humala adoptará el modelo brasileño o seguiremos con la misma plantilla? ¿Cómo enfrentará las presiones del presidente venezolano Hugo Chávez? ¿Podrá cumplir con sus promesas sin sacrificar el desarrollo?

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