viernes, junio 24, 2011

El valor de Sicilia

El valor de Sicilia

Aunque suene a cliché, detrás de cada una de las víctimas hay una historia de gente buena o mala. Y hasta los malos deben preocuparnos.

Leo Zuckermann

Va a dar mucho de qué hablar la reunión de ayer en el Castillo de Chapultepec entre el gobierno federal, encabezado por el presidente Calderón, y el movimiento de desaparecidos y víctimas de la violencia en México, liderado por Javier Sicilia. En los próximos días tendremos que hacer un análisis sereno y mesurado de este acontecimiento inédito en la historia reciente del país. Sin embargo, en este artículo quisiera hablar de uno de los logros que ha traído Javier Sicilia a la discusión sobre la lucha en contra del crimen organizado: el darle nombre, rostro y voz a las víctimas de la violencia en México.

Hay una frase que me gusta citar porque la creo cien por ciento cierta: “La muerte de un millón de soldados es una estadística; la muerte de un soldado es una tragedia”. Desgraciadamente la dijo Joseph Stalin quien era un genocida. Pero, más allá de que fue un asesino quien la acuñó, se trata de una verdad de a kilo. Cuando pensamos en personas como números, perdemos la perspectiva. En cambio, cuando vemos las historias detrás de cada una de estas personas, inmediatamente sentimos empatía, ese sentimiento que nos hace entender el dolor humano por identificación.

En México hablamos mucho de los 40 mil homicidios relacionados con el crimen organizado durante este sexenio. Los periódicos publican sus ejecutómetros con 300 muertos en promedio por semana. Observamos estos números como si fuera el tipo de cambio del peso frente al dólar. Pero, aunque suene a cliché, detrás de cada una de las víctimas hay una historia de gente buena o mala. Y hasta los malos deben preocuparnos. Incluso dolernos. No por una razón espiritual o religiosa. Eso que cada quien lo decida de acuerdo a sus convicciones personales. Las víctimas que son gente mala también deben lastimarnos e inquietarnos porque, como sociedad, hemos fallado. Por alguna razón hemos producido monstruos que violan, secuestran y asesinan. ¿Qué hemos hecho mal para que haya ejércitos de mexicanos dispuestos a agraviar de esta manera?

Andrés Lajous y Mario Arriagada, quienes asistieron a la Caravana del Consuelo organizada por Sicilia, me contaron varias historias que escucharon en el largo viaje y que los dejó emocionalmente exhaustos. Una era la del sicario que no quería serlo pero que tuvo que ceder porque lo obligaron y por no tener dinero ni oportunidades. De ninguna forma justifico que se haya metido en ese macabro negocio. Cada individuo tiene que hacerse responsable de sus decisiones. Pero algo está chueco en una sociedad cuando un joven, que al parecer era muy simpático, tuvo que irse al lado malo casi por obligación. Y, como muchos otros, terminó acribillado. ¿Debemos celebrar su muerte?

Gracias a Sicilia, estos días hemos escuchado un montón de historias de víctimas de la violencia. Sobre buenos que estaban en el lugar equivocado a la hora equivocada, sobre cómo se hicieron los malos, de policías desaparecidos que ni siquiera sus compañeros policías los buscan o de militares que han sido masacrados. Son 40 mil almas, más o menos porque, bien a bien, la cifra exacta no la conocemos. Javier Sicilia y su movimiento nos han recordado que es necesario ponerle nombre y rostro a cada una de ellas. Que hay que tener una lista. Que hay que recordarlos en placas en los zócalos del país. Para que los mexicanos sepan que en este país la vida vale algo. Por lo menos un nombre y apellido.

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