lunes, junio 13, 2011

Fuga de capitales, una medida del costo K

Fuga de capitales, una medida del costo K

Capitales Por Enrique Szewach
Perfil
En todo año electoral, a la habitual dolarización de portafolios (aumento de la participación de dólares en el ahorro de los argentinos) se le suma una compra adicional de dicha moneda, derivada de la incertidumbre que un eventual cambio de autoridades produce. Este año, sin embargo, esa dolarización se está anticipando, dado que, por lo general, la misma transcurre durante el trimestre previo a las elecciones.
Se podrían arriesgar dos hipótesis respecto de este adelantamiento de la llamada fuga de capitales. No es necesariamente tal, porque una parte –aunque mínima– de los dólares que se compran quedan en el sistema en forma de depósitos bancarios, y otra parte queda en el país –colchones, cajas de seguridad, latas de galletitas, y escondites varios–, pero no en la economía.
Vuelvo a las hipótesis. La primera es que ya no hay incertidumbre. En efecto, existe cierto consenso entre los analistas políticos de que Cristina Fernández de Kirchner podrá renovar sin problemas su mandato presidencial en octubre, si se presenta. Dado que no hay incertidumbre, y que el kirchnerismo amenaza con profundizar el modelo, ¿para qué esperar?
La segunda es que, a medida que se acerquen las elecciones, la presión para dolarizarse aumentará y, con ella, las restricciones, prohibiciones, información molesta, etc., que el Gobierno está imponiendo a la compra de dólares, y subirá el precio de fugar.

Es probable que la verdad sea una combinación de ambas hipótesis, o ninguna de ellas, pero lo cierto es que la actual compra de dólares, sumada a la que ya se hace aun en años más “tranquilos”, pone de manifiesto que el ciclo de bonanza comenzado en 2003 no ha podido recuperar el ahorro en moneda local y, por lo tanto, no ha logrado un crecimiento fuerte del sistema financiero, el mercado de capitales y el crédito de largo plazo, asociado a ese ahorro.
Si hubiera un indicador del costo de ignorar o avasallar instituciones. De no tener un sistema judicial independiente. De “sorpresas” regulatorias diarias, mediante llamados telefónicos. De ataques a la libertad de expresión y de trabajo. De precios relativos lejos de su valor razonable. De restricciones al comercio. De controles de precios. De manejos discrecionales y opacos de los fondos públicos, de la ausencia de equilibrio de poderes, etc., ese indicador sería el tamaño del mercado de capitales, el tamaño del ahorro en moneda local. Es en ese mercado en donde la gente manifiesta su opinión acerca de la calidad de largo plazo de las políticas públicas, porque lo que está en juego es su ahorro y, por lo tanto, su futuro.
En inglés hay una expresión muy gráfica respecto de esto: put your money, where your mouth is. Es decir, poner la plata en aquello que se respalda de palabra. Una cosa es hablar bien del Gobierno, aplaudir en primera fila en todos los actos, hasta votarlo.
Otra cosa es ahorrar en la moneda que ese gobierno emite y respalda.
El tamaño del sistema financiero argentino, en términos de PBI, se cayó a la mitad, con la crisis de 2001/2002 (y ya era pequeño), y nunca se recuperó de esos valores.
Esto contrasta con lo que sucede en el resto del mundo emergente. En la mayoría de esos países, la preocupación actual de los gobiernos es frenar las presiones inflacionarias y la apreciación cambiaria que surgen, entre otras cosas, del ingreso de capitales que reciben. Ingresan dólares porque el resto del mundo y sus ciudadanos apuestan por su moneda, y los bancos centrales enfrentan el dilema de comprar dólares para evitar que se aprecie nominalmente, emitiendo moneda local, convalidando presiones de demanda sobre los precios internos. O no emitir, dejar apreciar la moneda local creando problemas de competitividad a sus sectores industriales menos productivos. Mientras, obviamente, tratan de frenar con restricciones e impuestos, ingresos meramente especulativos de corto plazo.
El Banco Central argentino, en cambio, ha decidido no combatir la inflación –su único mandato, ¡y el Congreso que dio ese mandato apoya la renovación del período de sus autoridades!– y trata de maniobrar para evitar perder reservas, con restricciones administrativas.
Más allá del resultado de las elecciones de octubre, muchos, inclusive muchos de los que votarán a Cristina, prefieren los dólares a los pesos, y esa es toda una opinión. Toda una elección.

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