jueves, junio 30, 2011

la guerra contra los narcotraficantes

¿Estamos ganando la guerra contra los narcotraficantes?

   Un soldado venezolano muestra un paquete de cocaína confiscada en Ciudad Bolívar.
Un soldado venezolano muestra un paquete de cocaína confiscada en Ciudad Bolívar.
Ariana Cubillos / AP

Claro que no. Yo no sé cómo podemos seguir pensando que se puede ganar contra los miles de millones que se generan en ese y cualquier negocio clandestino.

Lo que hace interesante esos negocios es precisamente el morbo de la clandestinidad y la falta de regularización en ellos.

Pero es que ya el mundo (y más aún en Estados Unidos) tenemos la experiencia de lo qué es el tráfico de sustancias ilegales y cómo se resolvió el problema anteriormente.

En 1920, cuando entró en vigor la Ley Volstead (llamada Ley Seca), promulgada un año atrás por el Tribunal Supremo de Estados Unidos, la cual prohibía la fabricación y comercialización del alcohol en territorio norteamericano, se produjo un efecto parecido al de las drogas en nuestros tiempos actuales: el enriquecimiento ilícito y el gangsterismo que vemos hoy, pero con mayor dificultad incluso que en nuestros días (ya que eran frascos de cristal los que se debían transportar).

Lo cierto es que no hay mucha diferencia entre los gángsters y los narcos, pues los sicarios de hoy día nos recuerdan la época de Chicago y Nueva York entre 1920 y 1960, las mismas balaceras y luchas por territorios de los narcos de hoy.

La experiencia es prácticamente la misma. Solo que en esa ocasión se tomó una medida más acertada y fue la de legalizar el alcohol.

Lo cierto es que no podemos ignorar que la situación de hoy es parecida. Las drogas afectan la salud de los consumidores, los narcos son comerciantes altamente poderosos con mucho dinero y con influencias políticas en algunos casos o países, e incluso terroristas (como es el caso de las guerrillas en Colombia), pero con poca o ninguna preparación escolar, que buscan solo el dominio y distribución ilegal de sus productos.

El comercio es entonces el factor más importante, y es el punto que hay que atacar y controlar, cobrando impuestos y manteniendo una norma de distribución y fabricación con estándares de calidad.

Con esto no solo desplazamos a los productores con falta de conocimiento general de normas de fabricación, sino que se pierde el interés de comercializar un producto atado a un porcentaje de beneficio preestablecido.

De cualquier forma los jóvenes de hoy tienen a su alcance una amplia gama de narcóticos en su medio. El logro en este caso sería limitar el uso y controlar la concentración de estas drogas, haciendo que el daño a la salud sea el menor posible.

Obviamente, al tener un ingreso basado en la fiscalización mencionada anteriormente, tendremos también una fuente de ingresos que nos permitirá todo tipo de campañas contra el uso de estas drogas, así como tratamientos de desintoxicación y cura de adicciones.

Es lo que ha pasado en gran medida con los cigarrillos en la actualidad. Producen un efecto nocivo a la salud, pero su venta y comercialización son legales).

Ver las necesidades y faltas como problemas sin soluciones nunca es apropiado. Lo apropiado en estos casos es dar el frente a los problemas y buscar las soluciones que anteriormente han funcionado.

Empecemos una nueva guerra más inteligente y más productiva: una guerra por la salud. Y busquemos una vía legal de acabar con el flagelo de las drogas desde el centro mismo de producción y control.

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