martes, junio 28, 2011

Un antecedente hispano del liberalismo

El decano

Un antecedente hispano del liberalismo económico

Juan Velarde

&quote&quoteEl famoso sefardí Baruch Spinoza, en su obra fundamental, Etica, demostrada según el orden geométrico señaló que "cuanto más busca cada uno de los hombres lo que a él le es útil, tanto más útiles son los unos para los otros".

Pocas piezas de los planteamientos económicos han tenido tanta fuerza como el teorema de la mano invisible de Adam Smith. Sabido es que en el capítulo II del libro IV de La riqueza de las naciones, por cierto en un contexto evidentemente impregnado del nacionalismo mercantilista triunfante en el siglo XVIII, se lee:

Es cierto que, por lo general, nadie se propone fomentar el interés público, ni sobre hasta qué punto lo está fomentando (...) Busca únicamente su propia ganancia, y en éste, como en otros muchos casos, una mano invisible le lleva a fomentar una finalidad que no entraba en sus propósitos (...) Buscando su propio interés, fomenta frecuentemente el de la sociedad con mayor eficacia que cuando se lo propone realmente. Yo nunca he visto que quienes pretendían promover como sus actividades el bien público hayan hecho muchas cosas buenas.

Las consecuencias de este teorema fueron rapidísimas. Jovellanos, como es bien sabido, lo comparó, para las ciencias sociales, a algo parecido a como para las físicas era la ley de la gravitación universal de Newton, y de inmediato se observa en el economista asturiano esto cuando escribe en Introducción a un discurso sobre el estudio de la economía civil: "Pero, ¿es posible, me decía yo, que no haya un impulso primitivo que influya generalmente en la acción de todas estas causas y que produzca su movimiento, así como la gravedad, o sea la atracción, produce todos los movimientos necesarios en la naturaleza?". La búsqueda de la libertad económica es su consecuencia. En el Informe de la Ley Agraria, los enlaces con esto son continuos. Por ejemplo cuando señala: "Sólo la esperanza del interés puede excitar al cultivador a multiplicar (los frutos) y traerlos al mercado. Sólo la libertad, alimentando esta esperanza, puede producir la concurrencia, y por su medio aquella equidad de precios, que es tan justamente deseada. Las tasas, las prohibiciones, y todas las demás prohibiciones reglamentarias, no pueden dejar de amortiguar aquella esperanza, y por lo mismo desalentar el cultivo, y disminuir la concurrencia y la abundancia; y entonces, por una reacción infalible, la carestía nacerá de los mismos medios enderezados a evitarla".

De todo esto, claro que hay antecedentes españoles importantes. Acabo de leer en el volumen I de ese libro tan apasionante de Adrián O. Ravier, La Escuela Austriaca desde dentro. Historia e ideas de sus pensadores (Unión Editorial), estas declaraciones del profesor Huerta de Soto: "Obra en mi poder una carta que nos escribió Hayek el 7 de enero de 1959, en la que nos indicaba que debemos leer tanto el artículo de Rothbard como los trabajos de Marjorie Grice-Hutchison porque, ‘juntos demuestran que los principios básicos de la teoría del mercado competitivo fueron desarrolladas por los escolásticos españoles del siglo XVI y que el liberalismo económico fue diseñado, más que por los calvinistas, por los jesuitas españoles’".

Todos estos antecedentes hispanos, e inmediatos aplausos, desde España son bien conocidos, pero he aquí que me he encontrado con otro. Un célebre filósofo, el famoso sefardí Baruch Spinoza, en su obra fundamental, llena de influencia de Euclides, Etica, demostrada según el orden geométrico señaló que "cuanto más busca cada uno de los hombres lo que a él le es útil, tanto más útiles son los unos para los otros". No había oído comentar –es posible que se me rectifique– este otro antecedente de la defensa de la economía libre de mercado. Por eso me apetece proclamarlo desde un órgano de expresión que se llama Libre Mercado en el conjunto de Libertad Digital.

Juan Verlarde es catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid

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