Las provocaciones contra Irán siguen una rica tradición
Por Ivan Eland
Las aparentes operaciones encubiertas
israelíes-estadounidenses para inhibir misiles y supuestos programas de
armas nucleares de Irán—haciendo uso de asesinatos, gusanos
informáticos, piezas defectuosas, fábricas que explotan, etc.—muy
probablemente tengan también un objetivo secundario. Cuando Irán
desafortunada y públicamente jura venganza y represalias—como al parecer
ha hecho con los torpes intentos de asesinar al embajador saudí en los
Estados Unidos y atentados con coches bomba al personal de la embajada
de Israel en la India y Georgia—le permite a Israel y los Estados Unidos
exagerar aún más la limitada amenaza iraní a cualquiera de esos países.
Al inflar la amenaza, los dos países pueden justificar mejor cualquier
ataque militar contra Irán en el futuro.
Contrariamente a la creencia popular,
los datos demuestran que las democracias no van a la guerra menos
frecuentemente que las autocracias. Pero cuando lo hacen, a diferencia
de los regímenes autoritarios, precisan ganar el apoyo del público para
el esfuerzo bélico, tratando de demostrar que su oponente comenzó la
pelea.
En la historia de los Estados Unidos,
hay una rica tradición de engañar a los enemigos a fin de iniciar
conflictos. Antes de la guerra con México, el presidente James Polk
bloqueó el Río Grande (un acto de guerra), envió tropas a un territorio
en disputa en la frontera texana-mejicana sobre el que los mexicanos
poseían un mejor derecho, y afirmó falsamente que la respuesta mexicana
había matado a soldados estadounidenses en territorio de los EE.UU.. En
realidad, México se había negado a venderle a Polk lo que actualmente es
el suroeste de los Estados Unidos, por lo que éste decidió atacar a un
país más débil y robar un tercio de sus tierras por la fuerza armada.
En 1861, Abraham Lincoln podría haber
retirado las fuerzas federales de Fuerte Sumter, que carecía de valor
militar, tal como habían abogado todos sus asesores militares de alto
rango, y persiguió un acuerdo con Carolina del Sur y otros estados
secesionistas. Debido a que con anterioridad un buque de
reabastecimiento y un barco mercante fuera de rumbo habían sido
incendiados por las baterías confederadas en el puerto de Charleston,
Lincoln sabía exactamente lo que sucedería si trataba de reabastecer, en
lugar de evacuar, el fuerte. De hecho, para asegurarse que los
confederados no se perdiesen la oportunidad de iniciar una guerra civil
masiva, les anunció que una misión de reabastecimiento que transportaba
sólo alimentos estaba en camino, en lugar de tratar de deslizar
secretamente los suministros dentro del fuerte. Lincoln llegó a admitir
que estaba tratando de provocar a los confederados para que éstos
comenzaran las hostilidades, disparándole a las provisiones de pan, con
el fin de ganarse a la opinión pública mundial y del norte del país.
A pesar de las protestas del comandante
naval de primer rango en la escena de que la explosión en el buque de
guerra estadounidense Maine no ocurrió debido a un acto criminal (que
una reciente investigación ha apoyado), el gobierno de los EE.UU. culpó
falsamente a los españoles, contribuyendo así a la histeria bélica en
los Estados Unidos. La Guerra Española-Americana sobrevino.
En 1941, mucho antes de Pearl Harbor, el
presidente Franklin Delano Roosevelt trató de provocar a Adolfo Hitler
para que declarase la guerra a los Estados Unidos al ayudar activamente a
los británicos a hundir submarinos alemanes en el Océano Atlántico.
Hitler se negó a morder el señuelo hasta que su aliado, Japón, bombardeó
Pearl Harbor. Roosevelt sabía que era probable que Japón atacase a los
Estados Unidos en alguna parte. Franklin Delano Roosevelt había cortado
los suministros de petróleo japoneses, motivándolos a invadir lo que hoy
es Indonesia, que era rica en petróleo. Pero las Filipinas ocupadas por
los Estados Unidos podran amenazar su línea de suministro. De modo tal
que Japón atacó simultáneamente las Filipinas y la base naval
estadounidense en Pearl Harbor.
En 1964, los EE.UU. estaban secretamente
atacando la costa de Vietnam del Norte. Los norvietnamitas fueron
entonces acusados de haber lanzado, con lanchas patrulleras, dos ataques
de represalia contra los destructores de EE.UU. en el Golfo de Tonkin.
El segundo supuesto ataque fue inexistente. Sin embargo, el presidente
Lyndon Johnson ordenó ataques aéreos en represalia, logró que el
Congreso aprobase la resolución del Golfo de Tonkin que suministraba una
autorización indefinida para las hostilidades en el sudeste de Asia, y
luego intensificó la Guerra de Vietnam.
En otra chicana, el presidente Ronald
Reagan invadió la isla de Granada para “rescatar a estudiantes de
medicina en peligro”. Los estudiantes difícilmente se encontraban en
peligro; la verdadera intención de Reagan era remover a un gobierno
pro-comunista. Durante la primera Guerra del Golfo, el presidente George
H. W. Bush afirmó que Saddam Hussein, que había invadido Kuwait, estaba
concentrando tropas para invadir la joya de la corona del petróleo
mundial, Arabia Saudita. Esta afirmación fue utilizada para justificar
el envío de tropas estadounidenses a Arabia Saudita y eventualmente para
atacar a Irak. El problema era que los satélites espías soviéticos y la
investigación de los saudíes de su frontera con Irak y el ocupado
Kuwait no descubrió incremento alguno de tropas de Irak allí. Y todos
recordamos la segunda Guerra del Golfo, en la que el presidente George
W. Bush utilizó la amenaza de las inexistentes armas de destrucción
masiva para justificar la invasión y ocupación del Irak de Saddam.
Por lo tanto, teniendo en cuenta la rica
historia de los Estados Unidos de incitar a sus enemigos a la guerra,
sigamos con atención los prolongados intentos israelíes y
estadounidenses de provocar contramedidas iraníes, que luego podrían ser
utilizadas para ayudar a justificar un futuro ataque militar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario