lunes, febrero 13, 2012

“Teeeeee lo dije…”

Estamos regresando a las épocas de espacios limitados para hablar con libertad sobre la política.

Leo Zuckermann
En el México autoritario había algunos espacios donde se hablaba con libertad de la política; las carpas, por ejemplo. Recuerdo las obras memorables de Jesús Martínez Palillo, como Agarren a López…por pillo. Era conocido —él mismo lo presumía— que Palillo trabajaba con libertad porque tenía un amparo en su bolsa. Gracias a eso, las autoridades no lo podían arrestar o multar. ¿Por qué menciono esto? Pues porque últimamente he pensado mucho en Palillo. Desgraciadamente, en el México democrático de hoy se está limitando la libertad de expresión para supuestamente alentar la equidad en las competencias electorales. A como vamos, los que vivimos de informar y opinar sobre la política vamos a tener que trabajar amparados. Con un problema: el amparo no aplica en materia electoral, por lo que ni siquiera vamos a poder utilizar ese recurso jurídico, como lo hizo el gran Palillo.


Esta campaña, con sus múltiples regulaciones estúpidas, ha sido muy frustrante para los que tenemos ideas de una mejor e intensa cobertura de la competencia electoral. Estamos teniendo que remar a contracorriente.
En primer lugar por la reforma electoral que limitó la libertad de expresión en aras de la equidad en la competencia. Pero luego está el papel de las autoridades electorales para interpretar esa ley. Han resultado más papistas que el Papa, sobre todo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Incluso se han metido a juzgar si el contenido de un programa de televisión es o no propaganda pagada. Ahí está el caso de una entrevista que concedió la candidata a la gubernatura de Michoacán por el PAN, Luisa María Calderón, a Historias Engarzadas, de TV Azteca. Yo nunca he visto este programa que, si bien entiendo, trata sobre relatos de la farándula. La televisora no sólo transmitió dicha entrevista sino que, al parecer, la promocionó en spots. Al IFE llegó una queja, aduciendo que se trataba de una entrevista pagada. El IFE resolvió que no había manera de probar que Calderón había pagado a la televisora. Dicha decisión fue revisada por el TEPJF. Y en una resolución vergonzosa, el Tribunal sentenció que sí se trataba de propaganda pagada y le ordenó al IFE que multara al medio de comunicación y al partido.
Yo no sé si La Cocoa Calderón pagó la entrevista. Lo que sé es que el TEPJF no pudo probarlo. Y en un Estado de derecho, los tribunales sólo pueden condenar con pruebas. No se puede sentenciar a una persona de homicidio sólo porque tiene pinta de asesino. De la misma forma, el TEPJF no puede multar a una televisora sólo porque una entrevista parece pagada.
Como las decisiones del TEPJF son finales, el IFE multará a TV Azteca y al PAN. Acto seguido, los medios electrónicos entendieron el mensaje: la autoridad puede multarlos si consideran que algún contenido parece comprado. Utilizo el verbo “parece” y no “es”, porque el TEPJF se arrogó el derecho a castigar lo que parece.
Aquí entra, entonces, el tercer factor que está haciendo muy frustrante el trabajo de los que informamos y opinamos sobre la política: la reacción de los medios frente a una ley estúpida y los jueces que la interpretan más estúpidamente. Ante al riesgo de que los multen, los medios están decidiendo limitar las coberturas de las campañas al mínimo posible: no más entrevistas a candidatos, por ejemplo.
Un conductor puede quejarse de esta decisión. La televisora, sin embargo, le pregunta: y si nos multan, ¿tú la pagas? El comunicador, naturalmente responde que no porque no tiene ese dinero (a lo mejor estaría dispuesto a irse a la cárcel si la pena fuera corporal). La televisora remata: ¿y yo por qué sí? Como nadie puede pedirle a otro que pague una multa por su culpa, el conductor tiene que tragarse el sapo: no más entrevistas.
Tampoco debates porque, de acuerdo con el IFE, tienen que ser parte de un ejercicio periodístico “genuino”. ¿Y quién juzga esto? Los nueve señores del Consejo General, que ni siquiera están de acuerdo entre ellos de lo que se vale y no, como vimos cuando discutieron este tema. No se puede descartar, entonces, que mañana sancionen a un medio porque realizó un debate entre candidatos que no fue equitativo o periodísticamente “genuino”.
Cuando se discutía la reforma electoral de 2007, muchos dijimos que estábamos entrando a la típica pendiente resbaladiza de cuando el Estado limita la libertad de expresión: se sabe dónde comienza pero no dónde acaba. Los hechos nos están dando la razón. Vamos resbalando a coberturas de campañas electorales ridículamente equitativas, pero limitadas y aburridas. Los que queremos más vigor en la discusión política nos encontramos cada vez más maniatados y frustrados. Ridículamente tenemos que consultar a abogados de qué se puede hacer. En mi cabeza retumba la frasecita de los spots del IFE: “teeeeeee lo dije…” Sí, lo advertimos, y sí, está sucediendo. Estamos regresando a las épocas de espacios limitados para hablar con libertad sobre la política. Y a diferencia de Palillo, ni siquiera podemos defender nuestro derecho a la libertad de expresión con un amparo.

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