Argentina: El Gobierno se está gastando los ahorros para tapar el agujero fiscal
Por Alcadio Oña
La cuestión ya no es el conocido deterioro de las cuentas públicas, sino que aparecen problemas en las cajas que el Gobierno exprime para tapar los agujeros fiscales. Según información del sistema financiero, ya estaría al límite la del Banco Nación y la entidad corre riesgos de entrar en dificultades para cumplir con normas técnicas del Banco Central.
Sólo entre fines de junio y el 20 de julio pasado, los depósitos de los organismos públicos en el Nación habrían caído en cerca de 4.000 millones de pesos. En ese paquete entran el pago de salarios y medio aguinaldos, y mucha plata que el Tesoro Nacional absorbió para gastos que no puede cubrir con recursos propios.
La ANSeS, otra de las cajas fuertes que el Gobierno usa para financiarse, también acusa signos de debilitamiento. En junio tuvo un déficit de $ 1.460 millones, y el superávit del primer semestre cayó 20 % respecto del que había acumulado en el mismo período de 2008.
Pero la clave es que el superávit se achica a pesar de la enorme masa de recursos que, este año, la ANSeS recibe de las ex AFJP. En plata contante y sonante, unos 6.500 millones de pesos en el primer semestre.
Si no hubiera sido por esos recursos, el sistema previsional habría enfrentado un rojo superior a 4.000 millones. No le alcanzó con la recaudación que capta del IVA, Ganancias y de otros impuestos, a expensas de las provincias. Y hay por delante un aumento a las jubilaciones, así sea magro contrastado con los que negocian los grandes sindicatos.
En lo que va del año, sólo por utilidades el Banco Central le transfirió 3.000 millones de pesos al Tesoro Nacional, y pronto habrá 1.000 millones más. Esta es una caja que da lugar a otras conjeturas.
Como los pasivos del BCRA están en pesos y sus activos, las reservas, en dólares, en la entidad dicen que "esas son ganancias de capital asociadas a las diferencias de cambio". Devaluación, en lenguaje directo.
No hay nada de ilegal en estos movimientos, porque el gobierno nacional es el accionista último del Central. Claro que, visto de otra manera, el resultado significa que la devaluación es una poderosa fuente de ingresos fiscales, además de un instrumento para estimular exportaciones.
El Banco también le ha girado al Tesoro más de $ 8.000 millones en adelantos transitorios. Y en agosto pondrá, de sus reservas, los US$ 2.000 millones que al Gobierno le sale el vencimiento de capital e intereses del Boden 2012.
Según Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica, a fines de mayo el stock de depósitos del gobierno nacional y los entes públicos en el sistema financiero alcanzaba a $ 54.347 millones. Es una montaña de dinero, pero de ninguna manera se la puede usar sin límites ni riesgos para el Banco Nación, que es donde está el grueso.
Pasado todo en limpio: el Gobierno exprime cuanta caja tiene a mano, porque la plata que recauda claramente no le alcanza. Pero se está gastando los ahorros. Algo parecido a quienes se quedan sin trabajo y habían podido guardar unos pesos.
Con ingresos que crecen a poco más del 10 % y gastos que corren a cerca del 30 %, el trabajo por delante consiste en recomponer cuentas que ya están en rojo financiero. A eso suele llamársele ajuste.
Está claro que el Gobierno va por los subsidios, aunque lo que se gasta en costear tarifas y precios ahora no sube por el ascensor. Los subsidios llegaron a duplicarse de un año al otro, pero en lo que va de 2009 crecieron menos del 10 %.
Eso ya es ajuste, fortísimo en boletas de electricidad y gas. ¿Vendrán otros? ¿O habrá, ahora, un manejo más eficiente y transparente de los fondos que aportan todos los contribuyentes?
Al final del largo tiempo de subsidios indiscriminados, pasó todo lo que era posible imaginar. Que la factura fiscal sería insostenible, que llegarían los tarifazos y que, a la larga o la corta, gambetear costos políticos trae costos políticos.
Cualquier cosa menos un modelo de gestión cuidadoso. Y tardío reconocimiento al secretario de Energía, si hubo alguno, que nunca logró perforar la intransigencia de Néstor Kirchner.
Lo que también asoma en el horizonte inmediato es un recorte a las inversiones públicas, sobre obras nacionales y provinciales. En la magnitud que sea, pegará en una actividad económica que viene en declive: desde luego, uno mucho mayor al que cuenta el INDEC.
En el mismo territorio encaja la puja entre el gobierno central y las provincias, por recursos ostensiblemente escasos. Los gobernadores que golpean las puertas de la Casa Rosada, la Mesa de Enlace que exige bajar las retenciones y, muy pronto, una disputa para sacarle a la Nación algo del 85 % que retiene de la recaudación del Impuesto al Cheque. Todo igualito a tirar de una frazada corta.
"Internas" uruguayas
Por Julio María Sanguinetti
En Uruguay, desde la última enmienda constitucional de 1997 los partidos políticos están obligados a realizar elecciones internas abiertas.
Antiguamente, como se sabe, regía el doble voto simultáneo (conocido vulgarmente como ley de lemas), en virtud del cual en cada partido se presentaban todos los candidatos que desearan, sumando sus votos frente a los demás. Se consagraba presidente de la República el más votado del partido más votado. El sistema tuvo sus méritos históricos y se basaba en una realidad: la adhesión a los partidos era muy fuerte y el ciudadano votaba por su candidato, o al otro de su partido, pero nunca a un contrario.
Con el correr de los años, esa realidad dejó de serlo. Habían nacido núcleos de opinión independiente y el ciudadano muchas veces se lamentaba de que, habiendo perdido su candidato dentro de su partido, su voto hubiera ido a beneficiar a otro al que habría descartado de haberlo sabido ganador. Se resolvió entonces ir a un sistema de candidatos únicos, elegidos a padrón abierto en el mes de junio del año electoral.
En esas particulares "internas" se eligen a la vez el ciudadano candidato a presidente por el partido y la convención nacional que actuará como órgano supremo de cada colectividad. El precandidato más votado queda automáticamente elegido si obtiene más del 50% o si, habiendo superado el 40% aventaja en un 10% a quien lo escolta. De no darse ninguna de estas circunstancias, el candidato será elegido por la nueva convención partidaria, que también proclamará al candidato a la vicepresidencia.
El acto electoral es idéntico a una elección nacional. Se integran las mismas mesas y los ciudadanos hacen fila y votan en forma secreta. Nadie identifica en cuál de las elecciones internas está sufragando. Al hacerse el escrutinio, se separan las listas de cada partido para establecer cuántas voluntades reúnen los diversos candidatos.
En la tradición nacional, fue el Partido Colorado el que desde principios del siglo XX ha realizado esas elecciones internas. En los últimos años, sólo las organizaba su sector mayoritario, el batllismo, reivindicativo de la ideología socialdemócrata de José Batlle y Ordóñez (1856-1929). En la última reforma se generalizó el sistema y se hizo obligatorio, con el fin de establecer un principio democratizador en la vida interna. Era y es un modo de que la ciudadanía sea la que, libremente, elija el candidato de su preferencia.
Así se hizo ya en dos oportunidades, y ahora acaba de ocurrir la tercera. Lo interesante es que la realidad política muestra una efectiva democratización. Baste pensar que ahora el candidato impulsado por el presidente Vázquez, titular del gobierno y líder indiscutido de la coalición oficialista, no fue el triunfador. El senador Mujica superó al senador Astori, pese al apoyo presidencial a este último. Algo parecido ocurrió en elecciones anteriores en los otros partidos. En general, tampoco resultaron elegidos los que gozaban del favor de las alturas.
Bueno también es señalar la patología del sistema. En las dos elecciones anteriores, el Frente Amplio tenía un candidato indiscutido (el doctor Vázquez), a quien elegía en los órganos partidarios, de modo que sólo asistían sus adherentes a las elecciones impuestas por la Constitución como un trámite por cumplir. Ello hizo que grupos frentistas organizados, al amparo del secreto, votaran por un candidato de otro partido, para elegir el competidor que sentían más débil. Esta práctica espuria ahora resultó imposible, porque había lucha dentro del Frente, al igual que en los partidos tradicionales, habituados a marchar con varios candidatos.
En este caso, los resultados han sido también interesantes y bastante distintos que los anunciados por las encuestas. En un clima muy tranquilo, votó mucha menos gente de la esperada. El Partido Nacional, sorpresivamente, convocó más gente que el Frente Amplio. El Partido Colorado llegó a un 12%, cuando se le vaticinaba un siete o un ocho por ciento, y los partidos tradicionales demostraron que sumados estarían en condiciones de cambiar nuevamente el signo del gobierno. Naturalmente, faltan cuatro meses y una elección nacional con voto obligatorio no es lo mismo que una interna voluntaria, en la que sufragó sólo el 45% de los ciudadanos habilitados.
El candidato elegido por el Partido Nacional es el doctor Luis Alberto Lacalle, quien ya fue presidente (1990-1995). El logró, en dos años, revertir su situación política de modo espectacular e imponerse al doctor Larrañaga, que en la interna de hace cinco años lo había doblado en votos. En el Frente Amplio, Mujica, antiguo guerrillero tupamaro y ministro de Agricultura de este gobierno, superó a su colega Astori, hasta hace poco ministro de Economía. En el Partido Colorado, se impuso Pedro Bordaberry, un joven político que superó los prejuicios ajenos, por ser hijo del presidente de facto de la dictadura, y ahora luce frente a sus competidores como portavoz de una nueva generación que se incorpora a la vida política.
Muchas consideraciones podrían hacerse al respecto. Lo que está claro es que los candidatos poseen una incuestionable legitimidad. Las perspectivas son mucho más discutibles. Todos los resultados están abiertos, aunque el panorama indica que esta vez no habrá resultado definitivo en la primera vuelta de octubre y que todo se decidirá en el ballottage del último domingo de noviembre. Entonces se sabrá si el país retorna al centro o, por el contrario, profundiza una visión socialista que se viste de moderada, pero es profundamente arcaica.
El autor fue dos veces presidente del Uruguay.
Obama, por el mal camino
Libertad Digital, Madrid
El nuevo presidente de Estados Unidos se ha propuesto acabar con la vergüenza de Guantánamo, eliminando la tortura y respetando los procedimientos. Todo lo cual es digno de encomio. Sin embargo, el empecinamiento por consolidar e incrementar los llamados "rescates públicos" no hacen más que agravar la situación económica, produciendo monumentales transferencias coactivas de renta desde las áreas generadores de riqueza hacia las fracasadas, ya sea a través de la fiscalidad o de una inflación causada por la creciente monetización de deuda.
Obama ha incrementado el déficit fiscal del cinco al trece por ciento del PIB en un semestre. Esta transferencia va desde los trabajadores productivos hacia las empresas con más recursos para presionar al poder y a los medios. Durante un cierto tiempo podrá "esconderse la tierra bajo la alfombra" pero esta estrategia tiene las patas cortas: tarde o temprano los costos de la irresponsabilidad se terminarán pagando.
Como he señalado en reiteradas ocasiones, la política de G. W. Bush dejó la economía en una situación lamentable. La tasa de crecimiento del gasto público sobre el PIB fue la más alta desde F. D. Roosevelt. Bush pidió cinco veces autorización al Congreso para incrementar la deuda federal, que llegó a representar durante su mandato el 70% del PIB (de la cual, la mitad está en manos de extranjeros, ya que no tenía suficiente con succionar los ahorros internos); absorbió el superávit fiscal que le dejó su predecesor e incurrió en un déficit colosal; incrementó notablemente el número de regulaciones absurdas –que ya ocupan setenta y cinco mil páginas anuales–; restringió de manera muy considerable las libertades individuales como el secreto bancario, las conversaciones telefónicas privadas y las comunicaciones por internet; inició el hábito de la detención sin juicio previo; autorizó que se tercerizara la tortura en otros países; inventó las figuras del "enemigo combatiente" y del "testigo material" con la intención de desconocer las disposiciones de la Convención de Ginebra respecto al tratamiento de prisioneros de guerra; y convirtió a Guantánamo en una pocilga antijurídica. Todo ello bajo el paraguas de la patraña de la "invasión preventiva" de Irak.
La participación del Estado en el conjunto de la renta nacional se ha multiplicado por diez desde la Primera Guerra Mundial: la burocracia del Gobierno central es hoy de treinta y cuatro millones de personas. Bush insistió en su tesis de starve the beast con la esperanza de que al recortar impuestos se redujera al gasto público; pero no, se elevó paralelamente de modo exponencial. Si se proyecta el presupuesto nacional al año 2017, todos los impuestos federales no alcanzan para financiar solamente el programa de la llamada "seguridad social".
Asimismo, la administración de G. W. Bush presionó a las empresas inmobiliarias cuasi-estatales Freddie Mac y Freddie Mae para que otorgaran préstamos hipotecarios sin las suficientes garantías, lo cual condujo a una estrepitosa burbuja que al poco tiempo estalló por los aires. Siempre, claro, con la ayuda de la Reserva Federal, que redujo constantemente los tipos de interés para que los agentes económicos creyeran que negocios no rentables en realidad sí lo eran. Tengamos también en cuenta que sólo durante los 18 años del mandato de Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal, el IPC se incrementó un 74%.
Todo esto es cierto, pero Obama, en el contexto actual de un creciente desempleo, empeora a pasos agigantados el legado de Bush debido a la extensión de los "rescates" y a la profundización del ruinoso sistema de socialización de la medicina (que no sólo implica nuevos y feroces gastos sino que pone en serio riesgo la salud de los norteamericanos). Además, todas estas propuestas se presentan en un galimatías legislativo que consume nada menos que mil páginas.
El otrora baluarte del mundo libre sigue apartándose de los extraordinarios valores y principios establecidos por los Padres Fundadores. Hace poco, el Fondo de Cultura Económica me editó un libro titulado Estados Unidos contra Estados Unidos en el que señalo estos graves y persistentes desvíos en los campos más variados. Para bien del mundo libre es de desear que ese gran país rectifique su rumbo cuanto antes y se aparte de las políticas que precisamente rechazaron sus habitantes originales, quienes huyeron despavoridos de las persecuciones implacables del Leviatán.
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