viernes, febrero 29, 2008

El manifiesto de Barry Goldwater

Discurso pronunciado por el candidato presidencial Barry Goldwater en la 28ª Convención Nacional Republicana de 1964

Barry Goldwater

Goldwater Institute

A mi buen amigo y gran republicano, Dick Nixon y su encantadora esposa, Pat; a mi compañero y maravilloso republicano que nos ha servido tan bien por tanto tiempo, Bill Miller y su esposa Stephanie; a Thurston Morton, quien ha realizado un muy encomiable trabajo presidiendo esta Convención; al Sr. Herbert Hoover, que espero nos este mirando; y a ese gran americano y su esposa, el General y la Señora Eisenhower; a mi propia esposa, mi familia y a todos mis compañeros republicanos aquí reunidos y a todos los americanos a lo largo y ancho de esta gran Nación.

A partir de este momento, unidos y resueltos, avanzaremos juntos dedicados a la fundamental e innegable grandeza de la humanidad. Juntos, triunfaremos.

Acepto su nominación con un profundo sentido de humildad. También acepto la responsabilidad que acarrea y espero su continua ayuda y guía. Compañeros republicanos: nuestra causa es demasiado grande para que hombre alguno se sienta digno de ella. Nuestra tarea sería demasiado grande para cualquier hombre que no tuviese junto a él las manos y el corazón de este gran Partido Republicano. Y les prometo esta noche que cada fibra de mi ser está consagrada a nuestra causa; que nada que pueda llegar a través del entusiasmo, devoción y trabajo duro será dejado de lado en la lucha. En este mundo, ninguna persona, ningún partido, puede garantizar nada, pero lo que si podemos hacer, y haremos, es merecer la victoria, y la victoria será nuestra.

Nuestro buen Señor erigió esta poderosa Republica para que sea un hogar para los valientes y para florecer como la tierra de los libres; no para estancarse en el pantano del colectivismo ni para arrodillarse ante la intimidación del comunismo. Ahora, mis queridos americanos, la ola ha corrido contra la libertad.

Nuestra gente ha seguido a falsos profetas. Debemos, y lo haremos, retornar a los métodos probados, no porque sean antiguos, sino porque son verdaderos. Debemos, y lo haremos, poner la corriente nuevamente a favor de la libertad. Y este partido, con cada acción, cada palabra, cada aliento y cada latido de su corazón tiene un solo objetivo, y ese objetivo es la libertad. Libertad construida ordenadamente para nuestra Nación a través de su gobierno constitucional; libertad bajo un gobierno limitado por las leyes de la Naturaleza y las leyes de Dios; libertad balanceada de tal modo que el orden sin libertad no se convierta en la esclavitud de la celda de la prisión; balanceada de modo que la libertad sin orden no se convierta en la licencia de la gentuza ni en la ley de la jungla.

Ahora, los americanos comprendemos la libertad. Nos la hemos ganado, hemos vivido y hemos muerto por ella. Esta Nación y su pueblo son un modelo de libertad en un mundo desorientado. Podemos ser misioneros de la libertad en un mundo titubeante pero, señoras y señores, primero debemos renovar nuestra misión de la libertad en nuestros corazones y en nuestros hogares.

Durante cuatro fútiles años, la administración que reemplazaremos ha distorsionado y perdido esa fe. Ha hablado y hablado y hablado las palabras de la libertad pero ha fracasado y fracasado y fracasado en las tareas de la libertad. Ahora los fracasos cimientan el muro de la vergüenza en Berlín. Los fracasos manchan de vergüenza las arenas de la Bahía de Cochinos. Los fracasos marcan la lenta muerte de la libertad en Laos. Los fracasos infestan las junglas de Vietnam. Y los fracasos embrujan las casas de quienes fueron nuestros grandes aliados y minan el más grande baluarte jamás erigido por las naciones libres: la comunidad de la OTAN. Estos fracasos implican un liderazgo perdido, oscuros propósitos, voluntades débiles y el riesgo de incitar a nuestros enemigos jurados a nuevas agresiones y excesos. A causa de esta administración, esta noche tenemos un mundo dividido y una Nación paralizada. Hemos perdido el paso firme de la diversidad y el genio de la creatividad individual. Estamos marchando a un paso lento impuesto por la planificación centralizada, el papeleo, las reglas sin responsabilidad y las reglamentaciones sin recurso.

En nuestro país, a nuestro pueblo, en lugar de trabajos útiles le han ofrecido trabajos burocráticos, en lugar de liderazgo moral le han dado pan y circo, espectáculos y, por supuesto, incluso le han dado escándalos. Esta noche, hay violencia en nuestras calles, corrupción en nuestras más altas oficinas, desaliento en nuestra juventud, ansiedad entre nuestros mayores y una virtual desesperanza en aquellos que miran más allá del éxito material procurando hallar el sentido esencial de sus vidas. Donde los ejemplos de moralidad deberían darse, lo opuesto es visto. Hombres pequeños, buscando gran riqueza o poder han transformado, muy a menudo y por demasiado tiempo, los niveles más altos del servicio público en mera oportunidad personal.

Ahora, ciertamente, no es demasiado pedir la simple honestidad a los hombres del gobierno. La hallamos en la mayoría. Los republicanos la exigimos de todos ellos. La demandamos de todos, sin importar lo exaltada o protegida que su posición pueda ser. Esta noche, en nuestro país, la amenaza creciente a la seguridad personal, la vida y la propiedad en los hogares, iglesias, parques de juego y lugares de negocios, particularmente en las grandes ciudades, es, o debería ser, una creciente preocupación de cada ciudadano consciente de los Estados Unidos.

La seguridad doméstica, no menos que la exterior, es el propósito más elemental y fundamental de cualquier gobierno, y un gobierno que no puede cumplir ese propósito no puede comandar la lealtad de sus ciudadanos. La historia nos muestra, nos demuestra, que nada prepara mejor el terreno para la tiranía que el fracaso de los oficiales públicos en mantener las calles libres de matones y merodeadores.

Ahora, los republicanos vemos todo esto como el resultado de más, mucho más, que meras diferencias o meros errores políticos. Vemos esto como el resultado de una visión absoluta y fundamentalmente equivocada del hombre, su naturaleza y su destino. Aquellos que quieren vivir sus vidas por ustedes, que quieren tomar sus libertades a cambio de librarlos de ellas, aquellos que elevan al Estado y degradan al ciudadano deben ver un mundo en el cual fundamentalmente puede sustituirse el poder terrenal por la voluntad divina, y esta Nación fue fundada sobre el rechazo de esa noción, aceptando a Dios como el autor de la libertad.

Aquellos que buscan el poder absoluto, aún cuando lo busquen para hacer lo que entienden como bueno, están, simplemente, demandando el derecho a imponer su propia versión del cielo en la tierra. Y déjenme recordarles que son justamente ellos quienes siempre crean las más odiosas tiranías. El poder absoluto corrompe, y debemos sospechar y oponernos a quienes lo buscan. Su errada actitud parte de falsas nociones de igualdad, señoras y señores. La igualdad, bien entendida, como nuestros padres fundadores la entendieron, conduce a la libertad y a la liberación de las diferencias creativas. Mal entendida, como trágicamente lo ha sido en nuestro tiempo, conduce, primero, a la conformidad y luego al despotismo.

Amigos republicanos, la causa del republicanismo es resistir las concentraciones de poder, públicas o privadas, que imponen ese conformismo y despotismo. Es la causa del republicanismo el asegurarse que el poder permanece en manos del pueblo. Y, con la ayuda de Dios, esto es exactamente lo que hará un Presidente republicano con la ayuda de un Congreso republicano.

La causa del republicanismo también consiste en restaurar la comprensión del significado de la tiranía del hombre sobre el hombre a lo ancho del mundo. Es nuestra causa disipar ese brumoso pensamiento que evita las decisiones difíciles, en la ilusión de que un mundo de conflicto de alguna manera, misteriosamente, se resolverá por sí mismo convirtiéndose en un mundo de armonía, si tan sólo nos limitamos a no sacudir el bote ni irritar a las fuerzas agresoras. Esto es ingenuo.

Es también nuestra causa el recordarnos a nosotros mismos, y al mundo, que sólo los fuertes pueden permanecer libres y que sólo los fuertes pueden mantener la paz.

Ahora, no necesito recordarles, amigos americanos, que los republicanos ya han acarreado esta dura responsabilidad y marchado en esta causa. Fue el liderazgo republicano de Dwight Eisenhower que mantuvo la paz y entregó a esta administración el más poderoso arsenal defensivo que el mundo haya conocido. Y no necesito recordarles que fueron la fuerza e increíble voluntad demostradas en los años de Eisenhower las que mantuvieron la paz usando nuestra fuerza. Usándola en los Estrechos de Formosa y en el Líbano, y demostrándola valerosamente en todo momento.

Fue durante aquellos años republicanos en que se detuvo el impulso del imperialismo comunista. Fue durante aquellos años de liderazgo republicano que el mundo se acercó, no a la guerra, sino a la paz más que en cualquier otro momento en las tres décadas que acabamos de pasar.

Y no necesito recordarles, pero lo haré, que fue en los años de administración demócrata que nuestra fuerza para evitar la guerra permaneció estancada e incluso fue objeto de un deliberado declive. Ha sido durante las años demócratas que hemos titubeado en nuestros conflictos, rehusando tímidamente a colocar nuestras líneas contra las agresiones, rehusando engañosamente a informar a nuestro propio pueblo de nuestra total participación, y dejando morir trágicamente a nuestros mejores hombres en el campo de batalla , sin propósito ni orgullo, sin un proyecto de victoria.

Ayer fue Corea. Esta noche es Vietnam. Díganlo sin rodeos. No traten de esconderlo debajo de la alfombra. Estamos en guerra en Vietnam. Y aún el Presidente, que es el Comandante en Jefe de nuestras fuerzas, se niega a decir si nuestro objetivo es o no es la victoria. Y su Secretario de Defensa continúa despistando y desinformando al pueblo americano. Demasiado de esto ha pasado ya.

Y no necesito recordarles, pero lo haré, que fue durante los años demócratas que un billón de personas cayeron cautivas del comunismo y su destino fue cínicamente sellado.

Hoy, en nuestro amado país, tenemos una administración que parece ansiosa de negociar con el comunismo en cada moneda conocida: desde el oro al trigo, desde los consulados hasta la confianza e incluso la propia libertad humana. La causa republicana demanda que identifiquemos al comunismo como el principal alterador de la paz en el mundo actual. De hecho, deberíamos identificarlo como el único alterador significativo de la paz, y debemos dejarlo claro hasta que renuncien completamente a sus objetivos de conquista y sus resentimientos con todas las naciones hayan sido moderados. El comunismo y los gobiernos que controla son los enemigos de cada hombre en la Tierra que es o quiere ser libre.

Nosotros, en América, sólo podemos conservar la paz si nos mantenemos vigilantes y fuertes. Solo si mantenemos nuestros ojos abiertos y nuestra guardia en alto podemos prevenir la guerra. Y quiero dejar esto bien claro: no pretendo permitir que se nos escape nuestra libertad por falta de fuerza o de voluntad, se los prometo.

Creo que debemos mirar más que a la defensa de la libertad hoy a su extensión en el mañana. Creo que el comunismo, que se jacta de que nos va a sepultar, acabará rindiéndose ante las fuerzas de la libertad. Y puedo ver en el distante, pero aún reconocible, futuro el perfil de un mundo merecedor de nuestra dedicación, de todos nuestros riesgos, de todos nuestros esfuerzos, de todos nuestros sacrificios a lo largo del camino. Sí, un mundo que redimirá el sufrimiento de aquellos que serán liberados de la tiranía. Puedo ver, y sugiero que todos los hombres conscientes lo contemplen, el florecimiento de una civilización Atlántica, con todo el mundo europeo unido y libre, comerciando abiertamente a través de sus fronteras, comunicándose libremente a lo largo del mundo. Es este un objetivo mucho más significativo que un disparo a la luna.

Es un objetivo verdaderamente inspirador para todos los hombres libres durante la segunda mitad del siglo veinte. También puedo ver, y creo que todos los hombres libres deben sentirlo también, los eventos de esta civilización atlántica unida por esta vía oceánica con los Estados Unidos. Qué destino! Qué destino puede ser nuestro colocándonos como pilar central uniendo Europa, América y los venerables y vitales pueblos y culturas del Pacífico. Puedo ver el día en que todas las Américas, las del norte y las del sur, estarán unidas en un sistema poderoso, un sistema en el cual los errores y malentendidos del pasado serán sumergidos por una creciente ola de prosperidad e interdependencia. Sabemos que los malentendidos de siglos no serán borrados ni en un día ni en una hora. Pero rogamos que la simpatía humana, eso que nuestros vecinos del Sur denominan actitud de “simpático”, no menos que el interés individual, sea nuestra guía. Puedo ver esta civilización atlántica galvanizando y guiando a las naciones emergentes en todas partes.

Sé que esta libertad no es fruta de cualquier suelo. Sé que nuestra libertad fue alcanzada a través de los siglos, por el incesante esfuerzo de hombres sabios y valientes. Sé que el camino a la libertad es largo y desafiante. También sé que algunos hombres se alejarán de este camino, que algunos hombres rehusarán el desafío, aceptando la falsa seguridad del paternalismo estatal.

Y ruego que la América que imagino extienda en los años venideros su mano en salud, educación y cultivo, para que todas las nuevas naciones sean, al menos, motivadas a seguir nuestro camino de tal modo que no se desvíen al oscuro callejón de la tiranía ni a las calles sin salida del colectivismo. Compañeros republicanos, no hacemos ningún bien a la humanidad escondiendo la luz de la libertad bajo un celemín de equivocada humildad.

Busco una América orgullosa de su pasado, orgullosa de sus maneras, orgullosa de sus sueños y determinada a proclamarlos activamente. Pero nuestro ejemplo debe, como la caridad, comenzar en casa.

En nuestra visión de un futuro bueno y decente, libre y pacífico, debe haber lugar para la liberación de la energía y el talento de los individuos, de otro modo, nuestra visión está ciega desde el principio.

Debemos asegurar una sociedad en la cual, sin abandonar a los necesitados ni a aquellos que requieren ayuda, se incentive y se den oportunidades a los creativos y productores. Debemos saber que el bien común es producto de numerosas contribuciones individuales.

Albergo la esperanza de que un día nuestros niños restaurarán como héroes a la clase de hombres y mujeres que, sin miedo ni cobardía, buscan la verdad, luchan para curar la enfermedad, dominan y hacen fructificar nuestros recursos naturales y producen la inventiva locomotora de nuestra producción, ciencia y tecnología. Esta Nación, cuyo creativo pueblo ha realzado este tramo de la historia, debe desarrollarse nuevamente sobre la grandeza de todas aquellas cosas que nosotros, como ciudadanos privados, podemos y debemos hacer. Durante los años republicanos, esta será nuevamente una nación de hombres y mujeres, de familias orgullosas de su rol, celosas de sus responsabilidades, ilimitadas en sus aspiraciones, una Nación en la cual quien pueda dependerá sólo de sí mismo.

Los republicanos vemos en nuestra forma constitucional de gobierno el gran marco que asegura la ordenada pero dinámica realización de la humanidad, y vemos a la humanidad como la gran razón para instituir ordenadamente el gobierno, en primer lugar.

Vemos, en la propiedad privada, en la economía basada en ella y en la protección de la propiedad privada, la única manera de hacer del gobierno un aliado duradero de la humanidad en lugar de su determinado enemigo. Vemos en la santidad de la propiedad privada el único fundamento durable para un gobierno constitucional en una sociedad libre. Y más allá de eso, vemos una querida diversidad de maneras, diversidad de pensamientos, de motivos y capacidades. No buscamos dirigir la vida de nadie. Buscamos solamente asegurar los derechos y garantizar las oportunidades que le permitan luchar a los individuos, con el gobierno desarrollando sólo aquellas tareas necesarias y constitucionalmente sancionadas que no podrían ser desarrolladas de otra manera.

Los republicanos buscamos un gobierno que atienda sus responsabilidades inherentes de mantener un clima de estabilidad monetaria y fiscal, animando una economía libre y competitiva e imponiendo la ley y el orden. Buscamos, pues, inventiva, diversidad y creatividad en un orden estable, para el cual los republicanos definimos el rol del gobierno donde es necesario, en varios niveles, preferiblemente los más cercanos a la gente involucrada. Nuestros pueblos y nuestras ciudades, luego nuestros condados, luego nuestros estados, luego nuestros contactos regionales y sólo entonces, el gobierno nacional. Esa, permítanme recordárselos, es la escalera de la libertad constituida por el poder descentralizado. Sobre ella debe existir también un balance entre las ramas del gobierno en cada nivel.

Balance, diversidad, creatividad, esos son los elementos de la ecuación republicana. Los republicanos estamos de acuerdo, entusiastamente de acuerdo, en que estamos en desacuerdo en muchas, muchas de sus aplicaciones, pero nunca hemos estado en desacuerdo sobre las cuestiones fundamentales por las que ustedes y yo somos republicanos.

Este es un partido, este Partido Republicano, para hombres libres, no para seguidores ciegos y no para conformistas.

De vuelta en 1858, Abraham Lincoln dijo esto acerca del Partido Republicano, y lo cito porque probablemente pudo haberlo dicho la semana pasada: “Está compuesto de elementos tensos, discordantes e incluso hostiles”. Pero todos estos elementos estaban de acuerdo en un objetivo supremo: detener el progreso de la esclavitud y colocarla en el camino de su absoluta extinción.

Hoy, como ayer, pero con más urgencia y amplitud, la tarea de preservar y extender la libertad en casa y la de salvaguardarla de las fuerzas de la tiranía en el exterior, es lo suficientemente grande para desafiar todos nuestros recursos y demandar toda nuestra fuerza. Cualquiera que se nos una sinceramente, será bienvenido. A aquellos a quienes no les importe nuestra causa, no los queremos en nuestras filas en ningún caso. Y no permitan que nuestro republicanismo, tan concentrado y tan dedicado, sea confundido ni trivializado por irrazonables y estúpidas etiquetas.

Les recordaré que el extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio. Y permítanme recordarles también que la moderación en la búsqueda de justicia no es una virtud.

La belleza del sistema que los republicanos queremos restaurar y revitalizar, la belleza de nuestro sistema Federal radica en la reconciliación de la diversidad con unidad. No debemos ver malicia en las diferencias de opinión honestas, no importa lo grande que sean siempre y cuando no sean inconsistentes con los compromisos que cada uno de nosotros hemos hecho en y a través de nuestra Constitución. Nuestra causa republicana no es nivelar el mundo o conformar a su gente en una igualdad regimentada por computadora. Nuestra causa republicana es liberar a nuestra gente e iluminar el camino a la libertad a lo largo y ancho del mundo.

La nuestra es una causa muy humana para objetivos muy humanos.

Este partido, su buena gente, y su incuestionable devoción a la libertad, no cumplirán los propósitos de esta campaña que hoy lanzamos hasta que nuestra causa haya inspirado al mundo y enseñado el camino a un futuro merecedor de todos nuestros días pasados.

Repito, acepto su nominación con humildad, con orgullo, y ustedes y yo vamos a luchar por el bien de nuestra tierra. Gracias.

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