martes, mayo 20, 2008

ARGENTINA

Los Kirchner y el hambre del mundo

Por Ricardo Medina

Néstor y Cristina Kirchner.

Argentina es probablemente el país más competitivo del mundo a la hora de producir granos y alimentos. ¿Y qué hace su Gobierno ante esta innegable ventaja competitiva? Pues imponer a los productores agropecuarios impuestos confiscatorios, agredirlos, y acusarlos de criminales por ser prósperos y productivos.

La cosecha argentina de maíz en 2007-2008 será de unos 21,5 millones de toneladas, mientras que el consumo de ese cereal en el país apenas llega a los 6,5. La cosecha de trigo será de 15,5 millones de toneladas, pero el consumo interno difícilmente llegará a los 5,5. Son sólo dos muestras de que Argentina tiene capacidad productiva de sobra para alimentar a cuatro o cinco Argentinas.

Todos sabemos que hemos entrado mundialmente en un ciclo largo de encarecimiento de los alimentos, después de otro ciclo largo (de casi medio siglo) en el que la productividad produjo un abaratamiento sostenido de los mismos. No se trata sólo de que los chinos y los indios estén comiendo mejor porque tienen más ingresos –fruto de un trabajo duro y productivo–, sino de que el intervencionismo gubernamental (subsidios ruinosos, barreras comerciales, supersticiones antiprogresistas, cultivo político de clientelas y patrocinadores electorales, etcétera) ha contribuido al encarecimiento de los alimentos.

¿Qué ha hecho ante este fenómeno el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que en realidad ocupa simbólicamente el despacho que le encomendó su marido Néstor? Pues desempolvar las teorías fracasadas de Raúl Prebisch, el economista difunto que más daño ha causado a América Latina, e imponer una retención impositiva exorbitante a las exportaciones de granos, algo similar a lo que previamente hiciera con las exportaciones de carne.

Cristina Fernández de Kirchner está repitiendo la nefasta receta de Juan Domingo Perón, que, impulsado por ese poderoso resorte de la miseria moral que se llama envidia, quiso apropiarse de la renta agropecuaria de Argentina, para satisfacción de una burocracia voraz y unos industriales ineficientes que clamaban por subsidios y protecciones. La única motivación que puede haber tras este despropósito es la obsesión de los políticos por apropiarse de la riqueza de los demás.

Un Gobierno de "izquierda moderna", anclado en los nefastos mitos de los años 70 del siglo pasado, contribuye con fervor a incrementar el hambre en el mundo. Malvados y, además, estúpidos.

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