lunes, mayo 19, 2008

El Eje bolivariano busca la guerra

El bolivarianismo es un movimiento expansionista y hasta imperialista. Hugo Chávez, que reprocha a Estados Unidos, a la UE, al secretario general de la OEA, a la Iglesia y hasta a España -cuando gobernaba José María Aznar- presuntas intromisiones en su gobierno o su país, no vacila en denigrar a otros jefes de Estado, amenazar a ciudadanos extranjeros y ofrecer ayuda económica y militar a gobernantes amigos. Ante el fracaso del reforzamiento constitucional del régimen chavista mediante la reelección indefinida, el objetivo actual del Eje Caracas-La Habana-Quito-Bolivia es la anexión ideológica de Colombia.

Para Chávez y los hermanos Castro, así como para la izquierda americana y europea, Colombia es una especie de Israel en Sudamérica: un país gobernado por una oligarquía semifascista respaldada por Estados Unidos y que trata de aplastar a movimientos populares como las FARC[1]. Álvaro Uribe es uno de los escasos gobernantes iberoamericanos que pertenece a una tradición civil y liberal-conservadora, en contraste con los demagogos como Chávez, Evo Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua.

Llegó al poder al margen de los dos partidos tradicionales con el compromiso de enfrentarse a las bandas violentas y ha ganado un segundo mandato gracias a sus logros. Un gobernante civil, aliado con Estados Unidos, propulsor de la economía liberal y partidario de reducir el poder del Estado es un pésimo ejemplo para Hispanoamérica desde el punto de vista del vecino Chávez.
Después de perder el referéndum para la reforma de su Constitución bolivariana, Chávez se ha volcado en la política exterior para atenuar su derrota y el fracaso de su política interior (desabastecimiento de los productos básicos, delincuencia, inflación...), en concreto ha intervenido en el conflicto colombiano mediante la gestión de liberación de rehenes secuestrado por las FARC y sus declaraciones a favor de retirarles a éstas la condición de terrorista[2]. De esta manera, Chávez conseguía ocupar los medios de comunicación del mundo y desgastar el prestigio de Uribe.

La situación ha crecido en tensión y agravios con campañas de desprestigio de la política de Uribe de resistencia a negociar con las FARC y con ofrecimiento de refugio seguro a los terroristas en Venezuela y Ecuador. La irrupción de unidades militares colombianas en Ecuador para perseguir y matar a un alto dirigente de las FARC, Raúl Reyes[3], ha desencadenado una crisis en la que los presidentes Correa, Chávez y Daniel Ortega están actuando de manera coordinada con despliegues militares, insultos y acusaciones a Uribe y retirada de sus embajadores en Bogotá.

Cuando escribimos este artículo, el trío populista ha escenificado una reconciliación con Uribe ante las cámaras, pero por supuesto no es más que una tregua: Colombia sigue siendo el Israel de Sudamérica. Hasta que ha llegado ese momento, Chávez y sus acólitos han insultado a Uribe y le han desprestigiado ante el resto de los latinoamericanos. Puede que Chávez, Correa y Ortega sólo quieran amedrentar a los colombianos, a la vez que desgastar a Uribe sin recurrir al enfrentamiento militar, pero en un dirigente tan impulsivo y aventurero como es el venezolano no es descartable el paso a la invasión militar de Colombia. En ese caso, ¿qué podría ocurrir?
Si nos fijamos sólo en los números, la Fuerza Armada Nacional (FAN) de Venezuela es superior a los Ejércitos colombianos, pues están recibiendo todo tipo de material y tecnología: helicópteros, aviones, armas ligeras, submarinos, centros de entrenamiento...[4] Además, el régimen bolivariano ha entrenado una milicia de voluntarios cuyo valor como fuerza militar de combate es escasa pero que puede servir para controlar las calles e impedir disturbios durante un posible estado de emergencia o de sitio.

Las Fuerzas Armadas colombianas reciben parte de su armamento de Estados Unidos, la mayor potencia militar del mundo. Sin embargo, no es éste su principal activo. A lo largo de los años de combate contra las FARC, el ELN, el M-19 y los cárteles de la droga, los militares colombianos han adquirido experiencia en combate, de la que carecen los mandos y las tropas venezolanas. En la misma línea, han adaptado su armamento y sus tácticas a la guerra en la selva. Otro campo en el que Colombia supera con mucho a Venezuela es en el de los servicios secretos y la información.

La DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) colombiana ha localizado a miembros de las FARC en el extranjero y los ha capturado e introducido en Colombia. Éste fue el caso del terrorista Rodrigo Granda, secuestrado en Caracas, de día, y trasladado en un viaje en coche de cientos de kilómetros a Colombia[5]. La DAS demuestra así estar mejor preparada que la Dirección de Seguridad e Inteligencia (DISIP) venezolana.

Según algunos cálculos hechos por militares colombianos, la capacidad ofensiva de la FAN venezolana les supera en una proporción de cinco a uno, pero, añaden otros “la oficialidad venezolana es una oficialidad de salón”.

Otros frentes que se deben cubrir son la ayuda exterior y los medios de comunicación internacionales. Si la crisis derivase en un enfrentamiento abierto, Chávez contaría con el respaldo de otros miembros de su Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), así como del aparato internacional de las FARC y de parte de la izquierda occidental. ¿Con quiénes contaría Colombia? ¿Con el Gobierno socialista español?, ¿con el presidente de Francia, que ha declarado que está dispuesto a viajar a la selva para persuadir a las FARC de que liberen a Ingrid Betancourt? Por fortuna, la manifestación de ámbito mundial contra las FARC[6], celebrada en febrero pasado con gran éxito, empieza a influir en muchos políticos y periodistas europeos y norteamericanos, y la movilización podría repetirse a favor de Colombia en una posible guerra con Venezuela y Ecuador.

Si Chávez consiguiera colocar a un adicto a su ALBA en Bogotá, reuniría bajo su influencia una continuidad territorial que recordaría el virreinato de Nueva Granada. El siguiente paso del Eje sería, sin ninguna duda, Panamá, desgajada de Colombia a principios del siglo XX, y su canal, ahora en ampliación. Si cae Colombia, no sólo aumentaría el tráfico de drogas a Estados Unidos y Europa, sino que, también, el canal de Panamá quedaría a un tiro de piedra de los cañones y los fusiles bolivarianos.

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