viernes, junio 20, 2008

¿Hacia dónde reformar la economía?

por Manuel Hinds

Manuel Hinds ex Ministro de Finanzas de El Salvador y autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Council on Foreign Relations, 2006).

Si hay un prejuicio que es popular en El Salvador y que no tiene ninguna base en la realidad, es que lo "moderno" en la economía es que el Estado intervenga en ella, definiendo (a través de incentivos tales como subsidios a las tasas de interés, o prohibición de importar competencia, o exenciones de impuestos) cuáles sectores y empresas tendrán éxito y cuáles no.

Se ha puesto de moda también decir que ahora en el mundo ya pasó de moda el ver a la economía desde un punto de vista ideológico, de tal forma que tanto países de derecha como de izquierda aplican políticas económicas muy similares. Esto es cierto, pero al revés de lo que se entiende aquí, ya que lo que triunfó en el mundo entero, lo que es "moderno", no es la intervención estatal sino la libertad económica, y la dirección de las reformas en los países más avanzados ha sido hacia más, no menos, libertad —tanto en los países gobernados por la derecha como por los gobernados por la izquierda.

Esto se ve claramente observando la relación que hay entre la libertad económica (medida en el eje horizontal por el recién publicado Índice de la Fundación Heritage y el Wall Street Journal de 2008) y el ingreso por habitante (medido en el eje vertical), para cada uno de 134 países. Esta relación demuestra cómo los países más ricos, más desarrollados y más modernos son los que tienen mayor libertad económica, lo cual desmiente la idea de que lo moderno y lo que lleva a más riqueza es reducirla. El prejuicio en El Salvador contradice la realidad.

También se puede ver que los países social demócratas más desarrollados están entre los que son a la vez más ricos y más libres en su economía. Estos incluyen algunos países —como Suecia, Islandia, Dinamarca, Reino Unido, Finlandia y Alemania. Estos países entienden que la eliminación de las libertades del mercado sólo trae mayores burocracias, más oportunidades de corrupción y menor desarrollo. El socialismo allí no está definido en términos económicos —la Inglaterra de Tony Blair y Gordon Brown, dos primeros ministros socialistas, es aún más libre que la de Margaret Thatcher, la primer ministro conservadora que liberalizó el país en los años ochenta. Esta relación entre desarrollo y libertad económica se confirma con otros indicadores de libertad económica, como el del Instituto Fraser, del que he escrito en otras ocasiones.

Es claro, entonces, que de acuerdo a las tendencias mundiales, debemos dejar de ser ideológicos en las políticas económicas, pero también que al descartar las ideologías debemos movernos hacia más y no menos libertad económica.

Este punto demuestra una vez más los problemas que trae al país la manera en la que se discuten aquí los problemas económicos: sin cifras, sin datos, sin ninguna referencia a la realidad. Cualquiera sale a la palestra y dice cualquier cosa y la gente le cree porque no está acostumbrada a pedir evidencias.

Así es como se han tragado que la libertad económica está pasada de moda. Esta manera de discutir está buena para comentar arte y literatura, pero no para algo que depende tanto de la medida de la realidad como la economía. La próxima vez que oiga que la libertad económica ya pasó de moda, pregunte usted por qué es que los países más avanzados tienen las economías más libres, mientras que las economías con menos libertad son las más pobres y menos desarrolladas. Es el tercermundismo el que es intervencionista.

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