miércoles, julio 20, 2011

Calidad de vida, la que quieran

Calidad de vida, la que quieran
Luis Petersen Farah

La población de Monterrey ha sido obligada a transformarse por la inseguridad y la violencia que dieron por campear en sus calles. Todos aquí hemos tenido que modificar algo: salidas, horarios, trayectos. Y hasta un poco el carácter.


Extrañamos sin duda una calidad de vida que sorpresivamente nos abandonó, que ahí estaba, que incluso ni nos habíamos dado cuenta que teníamos antes de perderla y que no sabíamos siquiera de dónde venía. Era algo dado.


Se acabó y se debe reconstruir. Pero nada se hará solo. Se hará tal como lo decidan los que participen, opinen, exijan. Aunque no parezca, sólo por hacer lo que hacemos, somos los que elegimos el rostro que va tomando la ciudad. Cuando decidimos a dónde vamos, abarrotamos una calle, un parque o un bar, ponemos las condiciones para que se multiplique.


Es importante pensar en qué ciudad quisiéramos vivir y comenzar a vivirla aunque no exista plenamente la estructura para hacerlo. Y creo que bien vale la pena preguntarnos qué entendemos por calidad de vida y cómo queremos que esta sea una ciudad que la propicie.


La calidad de vida no sólo abarca el trabajo o los servicios de salud y de educación. También incluye cómo me divierto, cómo me transporto, si tengo un contacto saludable con la naturaleza, si vivo con árboles, si puedo llegar a comer a la casa y ver a mis seres queridos.


La ciudad es la mejor invención de la humanidad, según dice Edward Glaeser en El triunfo de la ciudad, libro reseñado hace unos días en MILENIO Monterrey por Miguel Ángel Vargas V. Lo es, porque la convivencia concentra los más graves problemas… y sus soluciones.
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