Drogas: entre dos males, el menor
Por Ramón Parellada
El tema de liberación o legalización de las drogas sigue siendo muy polémico y sensible. Sigo compartiendo algunos pensamientos en relación con el mismo.
La Iglesia Católica considera el consumo, tráfico y producción de drogas como un pecado social al que algunos han sumado a los siete pecados capitales. Argumenta entonces que la prohibición a las drogas debe continuar y que la liberación no es una alternativa. También hay debate dentro de la Iglesia por las terribles consecuencias no intencionadas que la prohibición acarrea.
Algunos pastores protestantes también se oponen a la legalización de las drogas, aunque creo que hay más que están a favor de la liberación porque han entendido claramente que existirá menos daño en la sociedad que continuar con la postura actual.
Creo que la liberalización de las drogas y su legalización es el paso correcto y que la ética tiene que ver con la decisión, en completa libertad, de cada persona para escoger entre el bien (no drogarse) y el mal (drogarse).
La prohibición de las drogas, al igual que cualquier otra prohibición, como lo fue en el pasado el alcohol, simplemente implica que la sociedad ha perdido el poder de persuasión y ha decidido utilizar el poder de la fuerza o la coerción. La ética radica precisamente en el poder de la persuasión y no de la fuerza. Una sociedad de personas libres y virtuosas se conforma permitiendo a las personas tomar sus propias decisiones en libertad y ser responsables de las consecuencias de sus propios actos. La religión tiene mucho que ver con el orden moral personal en una sociedad libre y virtuosa.
Recién me enviaron un correo electrónico en el que, para disuadir a las personas de que no consuman drogas, enseñaban unas fotos de drogadictos la primera vez que habían sido capturados y llevados a la oficina del Sheriff del Condado de Multnomah, Portland, Oregon, en Estados Unidos, y las comparaban con una foto de una captura reciente. Las fotos del antes y después son dramáticas. La desfiguración del rostro de estas personas debido al consumo de drogas es impactante. Esto es lo que vemos por fuera, así que imaginen el daño interno del cerebro y otros órganos. No cabe duda que la drogadicción es una tragedia.
Pues bien, la prohibición no ha servido con los que aparecen en las fotos, pues a pesar de que la droga está prohibida ellos siguieron drogándose. La prohibición ha hecho más peligroso el que la persona que quiere drogarse lo haga.
Es preferible hacer este tipo de campañas disuasivas (y muchas más) para que la gente vea las consecuencias nefastas del consumo de drogas y la demanda disminuya. La prohibición no ha eliminado la demanda, más bien ha encarecido el precio, creado corrupción a todo nivel, creado drogas artificiales más peligrosas y de contenidos mortales y provocado más problemas que los que se querían solucionar originalmente.
El argumento más fuerte para la liberación y legalización de las drogas sigue siendo ético, en el sentido de que la decisión de elegir entre el bien y el mal, entre drogarse y sufrir las consecuencias o no hacerlo y evitarlas prudentemente, recae sobre cada persona.
Sin embargo, las consecuencias no intencionadas de la prohibición me llevan a otro argumento más para su liberación. No es mi principal argumento, pero creo que puede ayudar a pensar. Un dilema moral surge en el momento de tener que escoger entre dos males. En esta situación deberíamos escoger el menor entre ambos. La liberación y legalización de las drogas es el menor, sin lugar a dudas.
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