El mejor plan para reducir el déficit
El techo de endeudamiento se acerca. Reina la confusión. Proliferan los planes. Estamos en el hoyo con, por ahora, sólo tres formas de salir.
Por Charles Krauthammer
El techo de endeudamiento se acerca. Reina la confusión. Proliferan los planes. Estamos en el hoyo con, por ahora, sólo tres formas de salir: el plan McConnell, el plan del G6 y el plan del medio billón.
-- El McConnell esencialmente traslada la cuestión hasta después de las elecciones de 2012. Un buen último recurso si nada más funciona.
-- El G6, propuesto por el bipartidista Grupo de los Seis senadores, reduce la deuda a 10 años alrededor de 4 billones de dólares. Tiene ciertas ventajas, defectos aún más importantes.
-- El del medio billón eleva el techo de la deuda por ese importe a cambio de recortes del gasto público por un valor equivalente. Al obsceno ritmo actual de gasto deficitario -- alrededor de 100.000 millones de dólares al mes -- produce alrededor de cinco meses de respiro antes de que vuelva a alcanzarse el techo de la deuda.
En mi opinión, el del medio billón es mejor: es limpio, sencillo, produce recortes reales, evita la actual crisis y sufraga el gasto hasta final de año para negociar un acuerdo más amplio. Al mismo tiempo, revienta la estrategia del Presidente Obama políticamente fructífera hasta el momento de no proponer nada en público, nada por escrito y nada que tenga cifras al tiempo que a través de una prensa dócil se filtran presuntas ofertas de alcance y razonabilidad sobradas.
Como parte de esta postura de cara a la galería, Obama había amenazado con vetar cualquier pequeño incremento del techo de la deuda a corto plazo. Cosa que se ha convertido en el extremo más vulnerable de Obama. ¿Es preferible la catástrofe del descubierto de la deuda a un acuerdo que nos dé, digamos, cinco meses para negociar algo más significativo -- porque no traslada a Obama hasta más allá de las elecciones?
Lo cual es la razón de que Obama se esté batiendo en retirada. El miércoles, el secretario de prensa Jay Carney mostraba las primeras grietas al decir que el presidente aceptaría una ampliación de unos cuantos días de ser necesario para completar un acuerdo a largo plazo ya convenido.
¿Quiere decir que ejercería su veto si ese acuerdo más amplio exigiera varios meses en lugar de varios días? Hay que levantarle el farol. Que la Cámara tramite el del medio billón. Se le reta a poner a América en mora porque él considera insuficientemente ambicioso un acuerdo a corto plazo. Después de todo, encaja perfectamente con los capítulos del plan del Grupo de los Seis, al que el presidente ha manifestado apoyar y que brinda explícitamente la misma cantidad de tiempo más o menos -- seis meses -- para cerrar el acuerdo de mayor calado de entre 3 y 4 billones de dólares.
El plan del G6 se presenta convenientemente en dos partes. La Parte Uno introduce en vigor con efecto inmediato, sí, medio billón de dólares en recortes, incluyendo un cálculo de la inflación más preciso (que con el tiempo reduce considerablemente el gasto de la seguridad social) y deroga la ley CLASS (la menos conocida de las dos nuevas prestaciones del Obamacare, una estafa piramidal de la atención a largo plazo fiscalmente ruinosa).
La Parte Dos del plan del Grupo de los Seis es más problemática. Fija por ley seis meses de negociaciones en comité en torno a los grandes temas -- el programa Medicare de la tercera edad, la seguridad social, la reforma del marco tributario y los límites al gasto público independiente de la defensa. Por desgracia, los capítulos relativos al programa Medicare y la seguridad social son excepcionalmente tibios -- no se menciona ningún cambio estructural, como elevar la edad de jubilación para equiparar a la esperanza de vida. En cuanto a los límites del gasto público, no me apostaría la comida del perro a su longevidad.
En la cuestión de la reforma tributaria, el Grupo de los Seis insta a eliminar las desgravaciones, deducciones, excepciones y exenciones fiscales con el fin de reducir los tipos a todas las horquillas tributarias. Los nuevos tipos fiscales -- máximo individual de entre el 23% y el 29% -- nos devolverían a los niveles de la era Reagan (28 por ciento). Esto sería un buen resultado, pero hasta el momento las cifras son confusas y en parte contradictorias. Además, esas negociaciones aún no han comenzado.
En principio, sin embargo, si la mayoría sustancial de la recaudación pública recaudada a base de cerrar lagunas en el código se justifica bajando los tipos impositivos, y si la gran mayoría de la recaudación neta viene del incremento de la actividad estimulada a base de rebajar los tipos y eliminar las lagunas del código que producen deficiencias, la renuncia estaría justificada. Veremos.
¿Qué hacer ahora? La Cámara debería tramitar con efecto inmediato el plan del medio billón, poniendo así sobre la mesa algo eminentemente razonable que el presidente tendrá que encarar con una contrapropuesta rigurosa que utilice cifras reales. Si la contrapropuesta es la del Grupo de los Seis, los Republicanos deben aceptar la primera parte con su medio billón de dólares en recortes, el cambio del cómputo y la derogación de la ley CLASS, es decir, la parte del plan del Grupo de los Seis que se promulga con efecto inmediato y que es real. Esto se acompaña de un incremento del techo de la deuda por un importe equivalente a la reducción del gasto público, dando lugar casi exactamente al tiempo concebido en el seno del plan del Grupo de los Seis para cerrar los cambios de recaudación pública y gasto público más ambiciosos -- y se aplaza cualquier medida relativa a la segunda parte justamente hasta ese momento.
El del medio billón con o sin la primera parte del plan G6: techo de la deuda elevado, crisis aplazada, recortes en vigor y tiempo ganado para cerrar cualquier Gran Acuerdo. No se puede ser más razonable.
A ello. Y que el presidente se atreva a vetarlo.
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