Los rechazados
Sergio SarmientoLa razón por la cual tan pocos estudiantes ingresaron a la UNAM es porque la mayoría de los lugares los ocupan estudiantes, alrededor de 20 mil, que entran de forma automática desde las preparatorias y colegios de ciencias y humanidades de la propia institución. Muchos de los que están entrando con este pase automático o reglamentado, sin embargo, están menos preparados que quienes fueron rechazados en el examen de admisión.
La UNAM es de alguna manera víctima de su propio éxito académico, pero también de su bajo precio. A pesar de su tamaño y sus problemas, la institución sigue siendo una de las mejores del país. En muchos campos de estudio es de hecho la mejor. Pero su colegiatura de 20 centavos al año la vuelve infinitamente más atractiva que las universidades privadas que tienen un nivel similar de calidad. No hay mejor relación precio-calidad.
La solución no radica en ampliar el cupo de la UNAM para aceptar a todos los estudiantes que quieran ingresar. Estamos viviendo ya una situación en la que muchas profesiones universitarias están irremediablemente saturadas. El resultado es que, después de una costosa carrera sufragada por el erario, los graduados se enfrentan a enormes dificultades para obtener un empleo en su campo de instrucción. Muchas veces tienen que aceptar posiciones que no tienen nada que ver con su educación, con lo que en buena medida se desperdicia la inversión pública que se realiza para este propósito. La saturación laboral, por otra parte, hace que los graduados obtengan en muchos casos ingresos inferiores a los que recibirían con menos educación.
Parte de la solución es el impulso a carreras técnicas, ya sea de nivel medio o superior, que son las que tienen mejores perspectivas laborales. Esto es algo que el gobierno de la república ha hecho con el desarrollo de nuevas instituciones de instrucción técnica en todo el país. Pero los líderes del movimiento de los rechazados se oponen a este tipo de enseñanza porque piensan que es de inferior calidad o que los disminuye como personas.
Seguir cerrando los ojos al mercado laboral no ayudará a nadie. Hay un límite al número de abogados, administradores de empresas o licenciados en comunicación que puede absorber una economía. Si un sistema de admisión bien diseñado no limita el ingreso a las universidades públicas, será el mercado laboral el que lo haga, pero después de que los contribuyentes hayan sufragado el enorme costo de la preparación de los nuevos desempleados con título universitario.
La UNAM está condenada a ser una universidad de excelencia, pero por eso mismo debe tener un proceso de admisión más justo. El actual sistema que privilegia a los egresados de las prepas y CCHs de la propia institución permite el ingreso a las facultades de muchos que tienen una inferior preparación y un menor compromiso con el estudio que los rechazados. El proceso de admisión, por otra parte, favorece a los capitalinos en lo que debería ser una universidad nacional, ya que los adolescentes de la ciudad de México son los que pueden cursar la enseñanza media en las escuelas de la UNAM y gozan así de una enorme ventaja en el ingreso a la mejor universidad pública del país.
Caro y disfuncional. Ya ni los senadores defienden su nuevo y lujoso edificio sobre Paseo de la Reforma. El comité técnico a cargo del fideicomiso para la construcción está buscando demandar a la empresa GAMI Ingeniera e Instalaciones. Desafortunadamente, esta preocupación llega demasiado tarde. Los ciudadanos hemos tenido ya que cargar con el costo de un edificio caro y disfuncional.
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