domingo, julio 17, 2011

Madrazo contra Elba reloaded

Madrazo contra Elba reloaded

Juego de espejos

Federico Berrueto

Uno de los errores más costosos para el PRI fueron los pleitos de Madrazo y de su círculo con la maestra. No fue una lucha ideológica, sino una disputa por soberbia y mezquindad. Ahora, los priistas y su dirigente están decididos a enmendar esas equivocaciones, pero no se puede regresar al punto de partida. Elba Esther es más fuerte e independiente, y con partido propio.

Lucha de poder. Julio de 2011. Foto: Mónica González/Archivo

No debe sorprender la embestida de los remanentes del madracismo contra la profesora Elba Esther. Tampoco que el senador Labastida sirva a la causa de quien le llamó “el perfecto inútil”; para quien que no sabe lo que representa, sin brújula, ni quién es cada cual, fácil es perderse en el camino. Lo que sí llama la atención es que quien fue gobernador, secretario de Energía, Agricultura y Gobernación, y candidato presidencial no entienda que no se puede emprender una alianza con los maestros si esto no incluye al gremio, su dirigente y a la organización política que los representa.

Roberto Madrazo fue presidente del PRI por Elba Esther Gordillo y por los votos que en Tabasco y Oaxaca inventaron Ulises Ruiz y José Murat. Ganó a Beatriz Paredes por una muy reducida diferencia. Con un sentido de reciprocidad semejante al de Calderón con Manuel Espino, una vez en la dirigencia del PRI resolvió expulsar a la profesora de la coordinación de los diputados, del cargo de secretaria general y del PRI. Error mayúsculo: la profesora quedó libre de todo compromiso y con la fuerza política y económica de su gremio decidió crear su propio partido, el que alcanzó la cuarta parte de los votos de Madrazo.

Elba Esther negoció con Felipe Calderón porque López Obrador prefería perder la Presidencia antes que un acuerdo con la dirigente magisterial. Manuel Camacho y Marcelo Ebrard intercedieron por ella con AMLO, pero Calderón fue más decidido en el acuerdo y más preciso en los compromisos. Desde una posición pragmática, el candidato presidencial del PAN acertó; no hay duda que el apoyo de Elba significó mucho más que la discutible diferencia de votos entre López Obrador y Calderón. Efectivamente, López Obrador decidió perder la Presidencia antes que acordar con la profesora.

Calderón concedió candidaturas y cargos. Posiblemente no cumplió todo lo acordado. Seguro es que la designación de Josefina Vázquez Mota en la SEP no fue parte del acuerdo, sí lo del ISSSTE, la secretaría técnica del sistema nacional de seguridad pública, la Lotería Nacional, la subsecretaría de Educación Básica y otras cosas más. Es un hecho que Felipe Calderón no hubiera ganado sin el respaldo de la profesora. Roberto Campa, candidato presidencial del Panal obtuvo mucho menos votos respecto a los candidatos a legislador, de éstos muchos se trasladaron a Calderón.

Uno de los errores más costosos para el PRI fueron los pleitos de Madrazo y de su círculo con la profesora. No fue una lucha ideológica, sino disputa por soberbia y mezquindad. Madrazo perdió doble; menos, quien le llevó al pleito. Ahora, los gobernadores priistas y su dirigente están decididos a enmendar los errores del pasado, pero no se puede regresar al punto de partida. Ahora, la profesora es más fuerte e independiente, además, con partido propio.

Dulce Ma. Sauri y los senadores Labastida y Jiménez Macías con honradez debieran examinar por qué los gobernadores con mayor deterioro (Ulises Ruiz, Mario Marín, Leonel Godoy y Marco Adame) son aquellos con la peor relación con el magisterio y aquellos mejor evaluados los de mejor entendimiento. Debieran reflexionar por qué las buenas cuentas electorales casi siempre se asocian al respaldo del Panal, incluyendo estados donde el PRI ha perdido o ha ganado con estrecha diferencia. Para los madracistas no es válido invocar valores y principios, no saben de qué se trata. Su terreno es el pragmatismo y desde allí tienen que opinar si su partido debe mantener una alianza con la profesora.

Desde muchos puntos de vista, particularmente el electoral, el periodo madracista es uno de los más penosos de la historia del PRI. Los tricolores tienen mucho qué presumir, pero, también, mucho de qué apenarse. De esto último, el piso lo representa el estándar de ética de Roberto Madrazo y sus cercanos. El por qué el Senado haya resuelto una contrarreforma electoral, dañar al IFE, reducir las libertades políticas, boicotear las reformas trascendentes y que en fechas recientes se dé una embestida contra Moreira y Peña Nieto no es casual. Los remanentes del madracismo persisten en la disputa.

Queda claro que no es el pasado lo que importa, sino el futuro. La lucha es por el gobierno y la integración del Congreso. En el anhelo de quienes todo lo perdieron vislumbran mayor poder e impunidad del que alcanzaron con Fox y Calderón. Su pretensión es clara: que el país continúe con una Presidencia disminuida por el Congreso y cuestionada por la opinión pública; que las Cámaras federales persistan en el sabotaje a los cambios legales que el país requiere. El madracismo, con otros nombres y otros medios, persiste en su sentido destructivo y mezquino. Los senadores promovidos por él son sus mejores exponentes.

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