México y Noruega: cada quien sus virus
¿Comparados con los noruegos, somos más afortunados? No.
José CárdenasDurante diez años les hicieron creer a siete millones de noruegos que el enemigo era el otro, el diferente, el de piel oscura, el que venía del este.
Fue un joven blanco de 32 años, nórdico, rico y terrorista, quien les robó el paraíso. Anders Behring Breivik se los dinamitó con explosivos. Lo perforó con balas expansivas hasta cobrarse la vida de 76 personas.
Es el acto de un loco, consecuente con una islamofobia cómoda, largamente cultivada y parecida a la de otros países de Europa. O incluso de América. Los noruegos aprendieron que “el enemigo” está en casa. Sus ultras crecen en las márgenes extremas de sus partidos de derecha. Como en otros países.
Por ser Noruega miembro de la OTAN y enviar soldados a participar en operaciones contra el terrorismo en Afganistán, parecía lógico culpar de la masacre a Al-Qaeda, apuntar hacia “los árabes”.
¿Hay motivos de genuina preocupación? Claro, no hay fórmulas para convivir con minorías tan numerosas, visibles y de culturas tan diferentes, ni en escandinavia ni en el resto del mundo. Tampoco las habrá ya para enfocar automáticamente las baterías hacia el Islam. Mientras la Tierra sea redonda, los países son al mismo tiempo el Sur y el Norte socioeconómico de otros.
Los radicales en Europa no suelen cambiar de geografía. Más bien cambian de partido. La política abierta les resulta demasiado fresa. Pasan entonces a la militancia por internet en agrupaciones cerradas. Y a veces enloquecen.
Después de Oslo y la isla de Utøya, los gobiernos comenzarán a preocuparse más por vigilar a sus ultras. Tendrán que hacerlo sin perder de vista la crisis del euro y sus efectos en la disminución de la calidad de vida de la población, donde se gestan también el descontento y el odio al diferente. Dura lección.
¿Y en México la ultra política nos quita el sueño? Parece que no, ni la de izquierda ni la de derecha.
Nuestras ultras son otras.
Cuando la violencia extiende por todo el país un gran telón de color rojo, con 50 mil muertos en menos de cinco años, es difícil ver la sangre que derraman los crímenes de odio o sorprendernos del extremismo político.
Dentro, a la gente la matan a punta de metralla, no por su color de piel, tampoco por su religión, lengua o cultura. Los asesinos son los ultras violentísimos del crimen organizado, no de la ideología. Es la corrupción y la impunidad cuyo dios no está en los cielos. Está en los suelos.
Aquí, el mal tiene su peor rostro.
Fuera, los ultras más próximos están en Arizona, Texas o Nuevo Mexico. Son tan teatrales y notorios como un skinhead de brazos tatuados con una suástica. Tan discretos como un granjero o un asalariado de la clase media armado con rápido y furioso fusil de mira telescópica.
¿Comparados con los noruegos, somos más afortunados los mexicanos? No. Pero cada quien sus virus.
MONJE LOCO. ¿Con Al-Qaeda disminuida cómo será el nuevo villano internacional favorito?, ¿cuál su color de piel, qué idioma habla, cómo es su apariencia? Ahora se busca enemigo nuevo. Urge. Ya se sabe, ya se supo.
El beso de Chucky
Maquiaelba es siempre la más audaz para tener en sus manos a quien desea.
Yuriria Sierra¿Qué estará pasando, qué estarán midiendo realmente en los estudios de opinión pública que pareciera que esta semana se convirtió en la semana del “todos contra Marcelo”? Desde la dirigencia panista encabezada por Gustavo Madero hasta el más lamentable pejelagartismo encabezado por René Bejarano, pasando, como manita de puerco, por unas innecesarias declaraciones de Felipe Calderón. ¿Será que Ebrard está mucho mejor posicionado y con más posibilidades de crecimiento de lo que nos han contado hasta el momento?
La cereza de este pastel (o, mejor dicho, la mosca en este betún) fue la de antier. Elba Esther Gordillo le dio, literalmente, el beso del diablo al jefe de Gobierno. O bien, el beso de Judas (al logaritmo de ambos ósculos bien lo podríamos definir como “el beso de Chucky”, ¿no?)
Desde que Elba Esther Gordillo se autoproclamó dirigente vitalicia del SNTE, no ha llegado quién, desde el gobierno, cualquiera que sea el color que lo represente, se atreva a contradecirla o retarla. Maquiaelba es siempre la más audaz para tener en sus manos a quien desea. Es una seductora política profesional, que guiña el ojo y con costumbre de viuda negra, condena a quien sea que haya caído en su telaraña. Elba Esther, quien atrapa, usa y desecha a voluntad. A algunos les ha hecho creer que su músculo electoral es invencible; a otros, que ella es la peor enemiga que cualquiera pueda echarse encima. Y siempre, desde siempre, planea, como Maquiaelba que es, en más pistas de las que alcanzan a apreciarse.
Y eso lo sabe. No hay nada que se haya dicho de ella, bueno o malo, sobre todo esto último, que no haya escuchado o leído. ¿Y le importa? Evidentemente, no. Porque para muchos más vale quedar bien con ella que ser el próximo blanco a destruir.
Lo dejó claro en la entrevista que dio al diario español El País. Ufanándose de la fama que ha creado, más allá de la ropa de diseñador, de las Hummers o los rumores de incontables cirugías, Elba Esther es, y quiere ser por siempre, el poder que ha logrado tejer con sus manos, a costa de quien sea y lo que sea. No importa que hoy o mañana deba enfrentarse a su cariño más entrañable (si acaso los tiene, los expresa siempre desde una perversidad absolutamente cuestionable). Ella siempre está dispuesta a sacrificar los afectos con tal de no ver disminuido su reino ni el control que tiene sobre él. ¿Esos son “afectos”? Habría que preguntarle a Jorge G. Castañeda o a Miguel Ángel Yunes…
Elba Esther no es ninguna improvisada. Sabía lo que implicaban las declaraciones hechas en la entrevista al diario español. Porque, de entre todas las declaraciones dadas a El País, la que sin duda tuvo más que ninguna otra la marca Maquiaelba fue, justamente, la que le dedicó a Marcelo Ebrard. Con todo el dolo y, por supuesto, mala leche, del mundo, aunque disfrazado de buena intención: “Que si digo que este país necesita ahora un gran pacto, y que el candidato que más me gusta es Marcelo Ebrard, tal vez pueda estar perjudicando al señor. Eso es duro…”
Ah, pa’favorcito que le hizo al jefe de Gobierno del Distrito Federal. Tal declaración no pudo haberla hecho ni el mismo Judas. Ese beso dado a voluntad y sin consentimiento, cuyo único beneficio va en quien no lo recibe. Me pregunto cómo habrá caído esto en la oficina de Enrique Peña Nieto, por ejemplo. Y eso lo supo Ebrard, de ahí el deslinde que hizo de cualquiera relación pasada, presente o futura que quiera adjudicársela. Y es que ¡ufff!, qué susto recibir el beso del diablo, digo, de Maquiaelba (que para el caso es lo mismo).
Addendum. Hay adictas al poder, pero también hay adicciones que destruyen con mayor velocidad. Amy Winehouse o la profecía que se autocumple, Amy Winehouse o la crónica de una muerte anunciada… Con su voz y sus letras desgarró su alma siempre atormentada y que se encargó de llenar con claroscuros. Tenía 27 años, el número que en el mundo de la música pareciera ya una maldición. No había otro final para ella, dijeron muchos, incluso su propia familia que la vio convertirse en un montón de pedazos apenas hilvanados a mitad de su gran dolor. Amy, la que ganó cinco premios Grammy en una sola noche y que, al mismo tiempo, le decía al mundo que, para ella, vivir no era más que el momento en que sus adicciones le permitían escapar o, tal vez, lo contrario o lo que sea, ya qué importa. Amy, representación sintomática de una generación que vota por la oscuridad como vía para fijar postura y hace de su dolor una metáfora que nunca acaban de contar, sino que simplemente acaba con ellos. A unos por sobredosis del otro lado del océano; a otros por balas perdidas o por enfrentamientos de sicarios en tierras que las producen y las trafican. Así son las muertes que las drogas van dejando como estela…
Chávez arremete contra quienes lo acusan de inventarse el cáncer
El presidente venezolano afirma que en unos días empezará a sufrir la caída del cabello como consecuencia del tratamiento de quimioterapia
AGENCIAS - Caracas -
El presidente venezolano Hugo Chávez ha vuelto a aparecer en televisión y lo ha hecho para arremeter contra quienes murmuran que se ha inventado su enfermedad para ganar popularidad. "Dicen que estoy montando un show y son ellos los que están haciendo un espectáculo macabro", ha dicho el presidente, que está multiplicando sus apariciones públicas desde sus viajes a Cuba para curarse del tumor cancerígeno que padece.
Aunque ningún líder de la oposición ha sugerido públicamente que la enfermedad del presidente no sea verdadera, han sido pocos los detalles médicos que han trascendido y los venezolanos han especulado sobre las condiciones del presidente. Así, en su aparición Chávez se ha dado palmadas en el estómago para demostrar que no lleva una bolsa de colostomía, en respuesta a una de las teorías que hablan de que sus problemas son intestinales.
Algunos de los círculos de militantes anti-Chávez han murmurado que la historia del cáncer es una estratagema para aumentar sus posibilidades de ser reelegido. "Algunos de los portavoces de los escuálidos, la contrarrevolución, los derechistas capitalistas y el imperio... primero estaban celebrando que Chávez estaba muriendo", ha dicho entre risas "y ahora dicen que ahora lo estoy superando".
En un excelente estado de ánimo previo a cumplir el jueves 57 años, Chávez también se ha burlado de otro tema de especulación nacional: ¿quién podría reemplazarlo si se queda incapacitado. "Hey Adán, te ves bien afeitado, vestido, puedo ver que estás preparando para la sucesión ", ha dicho en una conexión telefónica con su hermano mayor Adán, el gobernador del estado Barinas, que ha sido una especie de mentor ideológico del presidente.
Algunos también han dicho que la hija de Chávez, María Gabriela, la primera dama no oficial, podría ser una posible sucesora. "No se metan con mi hija", ha dicho Chávez. "Soy el candidato para las elecciones de 2012 y yo voy a ganar otra vez ".
En otro acto, una comunicación telefónica con un evento entre el Gobierno y empresarios del país, el presidente ha afirmado que en unos días empezará a sufrir la caída del cabello como consecuencia del tratamiento de quimioterapia para tratar el cáncer. "Seguramente dentro de pocos días ustedes ya verán a Chávez calvo. ¿Se acuerdan ustedes del actor Yul Brynner?, Yul Chávez seré".
Chávez fue sometido el pasado día 20 a una intervención quirúrgica en Cuba donde se le extrajo un tumor maligno, y regresó a la isla el pasado día 16 para tratarse durante una semana. El presidente se sometió a quimioterapia la semana pasada en Cuba para responder a un cáncer que anunció el pasado día 30, aunque según indicó él mismo el pasado sábado a su regreso de la isla, en este momento, según los estudios, no tiene "células malignas" en su cuerpo.
A pesar de esto, el presidente ha indicado que eberá someterse a una segunda etapa de quimioterapia y probablemente a una tercera en fechas aún por definir.
El desconcierto manda en Washington
Las divisiones internas de los republicanos y la confusión de los demócratas traban la negociación en el Congreso para evitar la quiebra estadounidense
ANTONIO CAÑO - Washington -
Estados Unidos entró ayer en un limbo alarmante en el que nadie sabía si se va a poder evitar la suspensión de pagos, cuándo y en qué condiciones. El reloj hacia el desastre económico sobre el que Barack Obama ha alertado avanza hacia la fecha del 2 de agosto sin que la clase política norteamericana ofrezca muestras, no ya de encontrar una solución, sino de ser capaz de establecer orden y control en esta situación. El desconcierto se ha impuesto en la mayor potencia del mundo.
Obama se resiste a ofrecer una alternativa por temor a su rechazo
Las posiciones políticas son tan duras que hay poco margen de acuerdo
Sigue habiendo dos planes sobre la mesa para evitar el impago, uno republicano y otro demócrata, pero esos planes son por ahora irreconciliables -cada parte ha amenazado con impedir el otro- y ni siquiera es seguro que cada uno de ellos pueda sobrevivir dentro de su propio partido.
Los republicanos viven en el reino de la anarquía. Su líder, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, tuvo que dar marcha atrás en su intento de votar ayer su propuesta por la sublevación de los congresistas del ultraconservador Tea Party, que la creen muy moderada.
Los demócratas no saben si respaldar la iniciativa de su líder en el Senado, Harry Reid, o esperar a que la oposición se avenga a negociar algo viable. El presidente Obama se resiste a ofrecer una alternativa ante la certeza de que sería rechazada por los republicanos -fuese la que fuese-, y se mantiene encerrado en la Casa Blanca a la espera de acontecimientos.
Superada ya la polémica sobre los impuestos, dado que Obama y los demócratas aceptan una reducción del déficit público mediante recortes de gastos únicamente, sin nuevos ingresos, el debate ahora se centra en cuánto se reducen esos gastos y cuánto endeudamiento se le permite, a cambio, al Gobierno.
Boehner quiere una reducción de un billón de dólares y un aumento del límite de deuda por una cantidad idéntica, lo que retrasaría la amenaza de quiebra hasta el final de este año. Como la Oficina de Presupuesto del Congreso -la máxima autoridad en esta materia- dijo el martes que ese plan recorta, en realidad, solo 800.000 millones, el Tea Party puso el grito en el cielo y boicoteó la votación ante el pecado de que se permitía un endeudamiento mayor que el recorte del déficit. Los líderes republicanos volvían ayer a echar números y trataban de reunificar fuerzas para que el plan de su líder en la Cámara pueda votarse hoy.
En el otro lado del Capitolio, los demócratas advertían en el Senado que no les envíen ese proyecto, porque no lo aceptarán. "Esa propuesta no es digna de consideración y el presidente nunca la firmará", aseguró ayer el senador Charles Schumer. Eso es lo que dicen los líderes demócratas, pero estos no están seguros de que, una vez tramitada, ante la evidencia de que es la única salida para evitar el impago, algunos senadores demócratas no decidan darle su voto.
El liderazgo demócrata sigue defendiendo la fórmula propuesta por el senador Harry Reid: dos billones de dólares de reducción de gastos y elevación del techo de la deuda para que el Gobierno pueda pagar sus compromisos hasta finales de 2012.
¿Qué estrategia se esconde detrás de la actuación de cada uno? Los republicanos pretenden claramente forzar los hechos hasta el punto de que sean los demócratas los que se vean requeridos a rechazar la ley que evitaría el desastre. O bien, si esa ley pasase por el Senado, obligar a Obama a vetarla. Una ley votada por el Congreso y vetada por el presidente es el sueño dorado de los republicanos. Siempre podrían decir: nosotros le dimos un instrumento para evitar la suspensión de pagos y él la rechazó. En el caso de los demócratas, la estrategia es más defensiva y más confusa. Tratan al mismo tiempo de evitarle al presidente el trauma de una suspensión de pagos, que podría minar seriamente sus posibilidades de reelección, sin hacer renuncias que les hagan aparecer como perdedores ante los electores. Ya han hecho muchas renuncias, especialmente la de los impuestos, pero aceptar sin más el plan de Boehner significaría darle a este una gran victoria política.
Obama, por su parte, necesita evitar el impago, pero tiene que hacerlo de una manera que le salve también del dudoso privilegio de ser la primera presidencia de la historia bajo la que las agencias calificadoras rebajan la nota máxima del crédito norteamericano. Una elevación del techo de deuda de solo seis meses, como quiere Boehner, probablemente no lo conseguiría.
Las posiciones políticas son tan fuertes que el margen de negociación es muy estrecho. Algunos expertos han anticipado que el Departamento del Tesoro, con los impuestos que cobrará el 3 de agosto y otras herramientas financieras, podría estirar el plazo para el impago una semana más, pero eso no despeja la incertidumbre que ya se ha creado en la economía.
La principal organización empresarial estadounidense, la Cámara de Comercio, que gasta una fortuna en las campañas electorales de los candidatos republicanos, ha advertido de que el daño que se puede causar a las empresas y al empleo es tan grave como el de la reciente crisis financiera.
El escenario perfecto del Tea Party
El movimiento ultraconservador dirige los pasos del Partido Republicano
A. CAÑO - Washington -
Una de las principales organizaciones que integran lo que se conoce como el movimiento Tea Party, los Tea Party Patriots, ha hecho esta semana una encuesta entre sus afiliados para medir su estado de ánimo en este momento tan decisivo de la política norteamericana: un 98,8% se opone a la política de Barack Obama, un 97,6% desaprueba al Senado (de mayoría demócrata), un 71,7% critica a la Cámara de Representantes (dominada por los republicanos) y un 81,5% está insatisfecho con el liderazgo del Partido Republicano por considerarlo demasiado moderado. Es decir, casi la totalidad abomina del comportamiento de las principales instituciones del sistema político norteamericano.
Los republicanos tradicionales son incapaces de resistir la presión ultra
Sus opiniones contrastan con las de la mayoría de los ciudadanos. Según una encuesta del Instituto Pew, un 68% de la población está a favor de un acuerdo para elevar el techo de deuda del Gobierno, aunque eso signifique hacer concesiones en las posiciones que cada partido defiende.
Lo llamativo de la situación actual es que el Partido Republicano, al menos hasta este momento, presta más atención a la primera que a la segunda encuesta. Es la prueba de hasta qué punto los radicales del Tea Party están influyendo en los acontecimientos y disfrutando de más gloria de la que nunca soñaron.
El Tea Party entró en la escena política norteamericana en el verano de 2009 con la promesa de limpiar Washington, sanear sus instituciones, acabar con la clase política tradicional y devolver el protagonismo al pueblo, al viejo estilo de la revolución estadounidense, de donde toma su nombre.
Para ello, era imprescindible primero deslegitimar las instituciones que pretendía derribar. Y, como se daba la circunstancia de que los demócratas ocupaban entonces todas esas instituciones y había elecciones parlamentarias en el horizonte, el Partido Republicano abrazó esa causa con furor.
Los líderes republicanos probablemente pensaban que, una vez recuperado el poder, como ocurrió en la Cámara de Representantes en 2010, los ánimos del Tea Party se aplacarían y los políticos tradicionales serían capaces de reconducir la situación hacia una mayor normalidad.
Pero no fue así. Para evitarlo, el Tea Party les hizo jurar a los republicanos elegidos que jamás, bajo ninguna circunstancia, votarían a favor de un aumento de los impuestos o del aborto. Más de 200 republicanos en la Cámara y 40 en el Senado, aceptaron hacerlo.
Presos de ese juramento y asustados por el peso que el Tea Party sigue teniendo en las bases conservadoras, los republicanos tradicionales han sido incapaces de resistirse a la presión de ese movimiento ultra. El propio presidente de la Cámara de Representantes y máxima figura republicana en el Capitolio, John Boehner, se ha visto superado esta semana por el empuje del Tea Party. Su posición en la crisis de la deuda ha sido muy dura y conservadora, pero no tan dura y conservadora como exigen quienes creen que le dieron el cargo. Ninguno de los candidatos presidenciales o figuras relevantes de la derecha, salvando cada una su propio pellejo, ha salido en defensa de Boehner.
El resultado es este clima de completa disfuncionalidad del sistema político estadounidense, de fracaso de las instituciones democráticas, que era el objetivo inicial de los radicales del Tea Party. Esto se aproxima al paraíso nihilista que sus líderes predican en las manifestaciones. Tiene, además, cierta semejanza con ese país revolucionario en el que el pueblo destruye los intereses creados y decide, sin intermediarios ni miedo a quebrar el statu quo.
Termine como termine esta crisis, la amenaza desestabilizadora del Tea Party continuará hasta que el Partido Republicano rompa sus lazos con ellos, lo que no parece fácil a seis meses de los caucus de Iowa y poco más de un año de las elecciones presidenciales. El Tea Party quiere debilitar el poder del presidente y los republicanos quieren derrotar a Obama; el Tea Party quiere atar las manos del Congreso y los republicanos quieren que los demócratas no aprueben leyes; el Tea Party se mueve entre los ciudadanos que votan y el Partido Republicano quiere ganar las elecciones.
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