Peru: El “indescifrable” gobierno de Ollanta – por Sergio Tapia Tapia
Ha transcurrido, ya, más de un mes del acto electoral que determinó el triunfo del candidato de “todas las izquierdas”. Hace más de 30 días que Ollanta Humala es y será el presidente del Perú por los próximos cinco años.
Para ese objetivo, apeló a “Dios y al diablo”: Lo que es un decir, pues no creo que nada de divinidad haya en el cotarro de tal pluralidad de intereses, como el que se ha amalgamado en “Gana Perú: izquierdas de diversos pelajes, apetitos de novísimas clases empresariales, indulgencias e incienso venido de intereses liberales atemorizados, destreza de perdedores que se transforman en ganadores, etcétera.
La diversidad de compromisos tan contradictorios, asumidos sin ningún recelo por Ollanta, con el solo objeto de ganar el poder político. Que sólo es por cinco años, es lo que esperamos y con duda creemos. Tal diversidad de compromisos llama la atención, y angustia a tirios y troyanos: ¿Qué sucederá cuando Ollanta opte, políticamente, en materia social, política o económica? Pues, en cada ocasión que algo decida producirá un beneficiado y varios desdichados, aunque ambos hayan sido electores de Ollanta, y algunos hasta financistas de su campaña.
Es lo que le sucede cuando se aspira a gobernar sin tener partido, remendando planes de gobierno y sin norte doctrinal. Es decir, cuando se es supra-pragmático.
Merece detenerse, en esta póstuma etapa del gobierno que se va, lo que ha venido destacándose con frenesí, planteándose si el gobierno de Ollanta tendrá o no la atribución de renovar parcial o totalmente el equipo profesional que defiende los intereses patrios ante el Tribunal de La Haya, como consecuencia de las insaciables apetencias chilenas que secularmente hemos padecido los peruanos.
No siendo yo admirador de Ollanta, ni partidario de su alianza “Gana Perú”, ni prosélito de su campaña liderada por un empresario multi-ideológico, ni elector de su fórmula presidencial, no puedo negarle a Ollanta la legítima atribución para modificar los “equipos” profesionales que participan en diferente medida en el contencioso de La Haya.
Sí, porque no es un equipo, sino son varios los “equipos”. Esta es la primera distinción que debe discernirse: Los estudios jurídicos de internacionalistas contratados en Francia e Inglaterra; el grupo de juristas peruanos (Ugarte del Pino, Mac Lean y Ferrero); los diplomáticos que saben del tema entre los que destacan Marisol Aguirre; el equipo consultivo integrado por especialistas en diferentes disciplinas, y finalmente, el grupito que reside permanentemente en La Haya, encabezado por el Embajador Wagner, entre los que se encuentra el profesor Fabián Novak.
Entonces, hay mucho que rebanar en este espectro de círculos concéntricos, que agrupa –sin que necesariamente esto signifique mezcla de dignidades e indignidades– a muy diversas personas, de todo tipo de catadura moral, porque entre ellos hay desde plagiadores de tesis universitarias hasta publicistas de los puntos de interés de las tesis pro-chilenas.
Entre tantos que debían estar y otros que nunca debieron ser contratados, destaca por su ausencia y omisión, el general de Brigada EP (r) Gustavo Bobbio Rosas, a quien el Perú le debe, ejerciendo la jefatura del Instituto Geográfico Militar, el haber desentrañado el problema y la solución de la frontera marítima con Chile. No es el primer mal pagado de la Historia, ni será el último acreedor de las deudas de la Nación para con sus hijos destacados. Pero, a Ollanta podría caberle la autoría de dignificar en la persona del Gral. Bobbio, a aquel Ejército que sueña y dibuja en el único libro que ha escrito.
Si Ollanta fuese inteligente, evitaría dar oídos al “lobbing” que le viene imponiendo a Gustavo Gorriti como Ministro de Defensa, y designar en cambio al Gral. Bobbio, lo cual no es sólo matar dos pájaros de un tiro, sino cazar íntegra a la bandada. Porque son diversos los objetivos que se obtendrían: La conducción competente del Sector Defensa, la versación directiva e influyente en el equipo re-estructurado ante La Haya, la sobriedad en el gasto militar, unida a una mayor eficacia de las inspecciones y contraloría de los Institutos, el incremento de la calidad de la formación castrense, etcétera, etcétera (Ollanta sabe más del Gral. Bobbio que yo).
Los gobiernos tienen dos tipos de legitimidades, la de origen y la de ejercicio. Gobiernos ilegítimos ha habido en su origen, pero se legitimaron en su ejercicio. Tan bien los hay a la inversa, sobre todo en el sistema democrático. Para casi la mitad del país, Ollanta carece de legitimidad ideológica para gobernar; sólo si es prudente y asume el buen consejo de los sabios sin intereses creados, él podrá legitimarse en el ejercicio de su presidencia, y si lo hace es de caballeros reconocérselo.
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