martes, julio 26, 2011

¿Qué es Anders Behring Breivik?

¿Qué es Anders Behring Breivik?

BRET STEPHENS

Fuera de lo que fueran, las atrocidades terroristas del viernes en Noruega no fueron el trabajo de terroristas islámicos. Esa especulación, muy presente en las horas inmediatamente posteriores a la enorme explosión en el centro de Oslo, terminó con el arresto de Anders Behring Breivik cuando estaba disparando contra decenas de jóvenes, al estilo de una ejecución, en un campamento en una isla.

Desde entonces, el mundo ha aprendido mucho respecto a quién es Breivik, hasta los detalles cotidianos sobre su época escolar, su granja, el divorcio de sus padres y sus almuerzos habituales con su madre los domingos. La pregunta más importante —y la que ha sido más frecuentemente diagnosticada en forma errónea— es, ¿qué es Breivik?

Associated Press

Quizás porque no muestra señales obvias de enfermedad mental, los medios de comunicación han recurrido a la respuesta política. Además de ser un "noruego étnico", Breivik es un "cristiano", un "entusiasta de las armas" y un "nacionalista de derecha", cuyas opiniones, de acuerdo con la revista Time, "recuerdan la posición política de los neonazis". En una entrevista que se autorealizó como parte de su manifiesto de 1.500 páginas, "2083: una declaración de independencia europea", habla de su orgullo por su "herencia vikinga", dice que pertenece a "un movimiento por los derechos de la población autóctona" e insiste en que no "aceptaré una presencia islámica en Europa".

En resumen, el trabajo de un chiflado derechista.

Sin duda, lo es. Sin embargo, hay muchos dementes derechistas por ahí, muchos de los cuales tienen opiniones mucho más extremas que Breivik, incluso sobre el asunto del Islam. Habitualmente no se embarcan en ataques terroristas. Tampoco alcanza decir que como Breivik leyó este blog o este otro, o admiraba a tal o cual autor, esos blogs o autores son cómplices del crimen. Lo último que hizo Breivik en Twitter fue citar a John Stuart Mill (filósofo inglés del siglo XIX). ¿Acaso el mayor campeón de las libertades civiles va a oler también mal ideológicamente?

Lo más revelador del manifiesto de Breivik es su autodescripción como "Caballero Justiciero Comandante de los Caballeros Templarios de Europa", un grupo que él dice que tiene 80 integrantes y que realizó una reunión secreta en Londres en 2002. El medievalismo fetichista —Breivik parece hacer diseñado un uniforme militar y quiere tenerlo puesto durante su juicio— es significativo: como Osamba bin Laden y sus epígonos, su visión del mundo parece principalmente definida por la política del siglo XIII. Y esa visión del mundo se inclina fundamentalmente por acelerar un apocalipsis.

En un estupendo nuevo libro, "Heaven on Earth: The Varieties of the Millennial Experience" ("El cielo en la tierra: las variedades de la experiencia milenial"), Richard Landes, historiador de la universidad de Boston, hace notar cuán persistente ha sido este tipo de impulso a lo largo de la historia y en diferentes culturas, y cuánto sus muchas variedades —cristiana, marxista, islamista, nazi, ambientalista y así sucesivamente— tienen en común. Breivik, dice Landes, era del mismo palo: "como muchos apocalípticos cataclísmicos activos, cree que el mundo sociopolítico está en enorme tensión, como placas tectónicas que están por chocar, y si puede desencadenar una pequeña explosión en el lugar correcto, desencadenará fuerzas mucho más grandes". En este sentido, agrega Landes, "a lo que se parece más es a la gente que odia".

Tiene razón y no solamente en cuanto a los métodos. De la misma manera que la furia primaria de Al Qaeda ha sido siempre dirigida contra musulmanes a los que se considera apóstatas, traidores o secuaces de Occidente, el principal objeto del odio de Breivik son los que llama "Marxistas culturales" que dominaban la política noruega. "Si se niegan a rendirse antes de 2020", dijo refiriéndose a ellos "no habrá vuelta atrás". "Al final haremos desaparecer a cada uno de ellos".

De la misma manera, el objetivo del masacre de Breivik no era simplemente matar al liderazgo del Partido Laborista, actual y futuro. Era crear un espectáculo y al hacerlo darle energía a su causa. No es un accidente que quiera que los medios de comunicación estén presentes en su juicio: ahora ha entrado en lo que llama la fase de propaganda de su campaña, en la cual imagina que le será dado "un escenario para el mundo" con el cual podrá ganar "decenas de millones de simpatizantes europeos y decenas de miles de hermanos y hermanas que nos respalden completamente y que estén dispuestos a luchar a nuestro lado". Eso es exactamente lo que Al Qaeda tenía la esperanza de lograr (y hasta cierto punto logró) con los atentados del 11 de septiembre de 2011.

En la mañaba del viernes, Breivik escribió que "hoy te transformarás en inmortal". Parece que literalmente quería decir eso. Cualquier otra cosas que se pueda decir de esa particular aspiración, difícilmente se la pueda llamar religiosa (¿cuál sería entonces el sentido de una vida después de la muerte?) , o cristiana (matar niños en masa no es el principio de ninguna fe cristiana), o conservadora (una tendencia política que es fundamentalmente antiutópica).

Es un milenarista: cree que todo tipo de posibilidades de redimirse están al otro lado de una prueba severa de caos y sufrimiento indescriptibles. Cuando fue arrestado, Breivik llamó sus actos "atroces pero necesarios". Stalin y otros marxistas tan despreciados por Breivik habrían dicho lo mismo respecto a las purgas o la liquidación de los kulaks (agricultores rusos ricos).

Esta es la postura política que ha definido nuestra era, y a la que los conservadores, en su mayoría, han hecho lo más posible por oponerse. Intentar ensuciarlos con el nombre de Breivik es peor que una difamación; es una concesión a un asesino con pretensiones de sofisticación intelectual. Y es un malentendido de todo lo que él representa.

Noruega, Europa y probablemente Estados Unidos, ahora tendrán ansiosos debates sobre la xenofobia, el populismo y el crecimiento del neofascismo. Son temas que vale la pena tratar, pero son accesorios a la comprensión de lo que pasó el viernes. De lo que fuimos testigos fue de la irrupción de un impulso —más psicológico que político— que define a una franja más amplia del espectro ideológico de lo que la mayoría de la gente está dispuesta a reconocer. Con respecto a Breivik, no debe haber dudas sobre lo que es: el mal encarnado.


1 comentario:

Sergio A. Rodriguez Sosa dijo...

Los estados que forman la OTAN estan actuado exactamente igual que Breivik. Aunque con diferencias de matices, piensan igual que Breivik