lunes, agosto 08, 2011

El ocaso

El ocaso

La sola idea de pensar que Estados Unidos lleva una mancha en su capacidad de repago, amenaza a su marco operativo

Pedro Ferriz

Luego de casi 100 años de haber recibido la máxima calificación crediticia en el mundo, Estados Unidos fue reprendido por Standard & Poor’s, una de las tres calificadoras de riesgo del planeta. Un deudor perfecto y confiable... sin tacha, tuvo una AAA, como medalla a la absoluta certeza del retorno honorable al fruto de sus compromisos crediticios. Es decir, no hubo por décadas, país más confiable que Estados Unidos, desde terminada la Primera Guerra Mundial en 1918.

La descalificación del pasado viernes puede reflejar el inicio de la caída del gigante de nuestro tiempo. No se debe pensar que un ente de esta naturaleza caiga de un solo golpe, aunque sí se podría asumir la herida al cuerpo de una nación que la haría eventualmente caer de rodillas.

La Casa Blanca hizo esfuerzos febriles por intentar cambiar la determinación de Standard & Poor’s. Existe un acuerdo tácito con el Capitolio para descontar en automático, 1.6 millones de millones de dólares, como erogaciones de las últimas guerras en las que Washington se ha embarcado, tema que no fue observado por la agencia calificadora, al haber considerado que —acordado o no— esto forma parte de su balance contable.

La sola idea de pensar que Estados Unidos lleva una mancha en su capacidad de repago, amenaza a su marco operativo. El esquema capitalista, basado en un voraz consumismo, comienza a levantar nubes de escepticismo. Lo siguiente que veremos, será una seria descalificación a las dos intermediarias hipotecarias más grandes del mundo: Fannie Mae y Freddie Mac. Luego a las aseguradoras, encabezadas por American International Group. Esta cadena de consecuencias implicará a bancos, empresas de infraestructura, industria metal-mecánica, servicios, sistemas de mercadeo —ya sea minorista o mayorista— y todos los giros del sector real, dejando de lado a las empresas de tecnología como Apple o Microsoft, que se ubican aparte, por ser modelos de innovación. Es decir, lo que se ve amenazada es la actividad tradicional del hombre, marcada hasta el final del siglo XX, para abrir un nuevo capítulo en esta fase de la tremendamente cambiante centuria que nos ha tocado compartir. Antesala del inicio de otra historia que pronto será marcada por un pueblo con concepciones diferentes de vida y realidad. China se prepara para determinar el nuevo ritmo global. Tal vez más austero y compartido. Menos consumista y más subsidiario... Una especie de socialismo con entes productivos, que en su mezcla redefinan al capitalismo o bien a un “comunismo revisado” luego de su primer fracaso en el esquema impuesto en 1917. Si se fijan, la China nueva se perfila a semejarse a las democracias más depuradas de la historia. Los conceptos de una vida compartida de Pekín, se asemejan al vivac de Oslo o Estocolmo. Al ideal de Islandia o Copenhague. Formas más simples de existir. Menos acumulación de riqueza y más preocupación por el bienestar común. Consorcios sociales, no familiares o corporativos. Gobiernos exigentes y sociedades comprometidas. Estándares que eliminan opulencia pero también miseria. Cortan los picos de las gráficas de los ricos y famosos, pero también de la hambruna y enfermedad. Yo sé que tengo derecho a beber agua potable, pero debo entender que no requiero una botella nueva y contaminante cada vez que la requiera.

La nota revisada de Standard & Poor’s es un parteaguas. El sendero que recorrerá el hombre del futuro es tan diferente como incierto. Conceptos como naturaleza y paz. Diversidad o pobreza, serán vistos con ojos frescos. La humanidad ha decidido reinventarse. Si observamos, el matiz que nos ocupa, está cifrado en cómo debemos contabilizar las guerras. Cómo evaluar procesos de destrucción, aturdimiento y odio, contra un andamiaje de seria preocupación sobre la forma de abordar la certeza venidera.

No puedo imaginar al siglo XXII con diferencias sociales, caos o desventuras. Por ello, vivimos el vértice de lo viejo con lo nuevo. Nuestra conciencia humana se pondrá a prueba. Si ayer salimos del paleolítico para derivar en Da Vinci o Einstein. Hoy tendremos que volar de un hombre planetario a uno cósmico, que entienda su convivencia en parámetros hasta hoy desconocidos.

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