"Los socialistas han arruinado a España"
Duran: "Los socialistas han arruinado a España"
El candidato catalán deja en el aire un pacto con los partidos mayoritarios, y pide que la Generalidad tenga poderes plenos sobre los impuestos.
El candidato de CiU a las elecciones del 20 de noviembre, Josep Antoni Duran i Lleida, acude a los comicios con la esperanza de ser decisivo con la propuesta principal de su programa: que Cataluña recaude y gestione todos sus impuestos.
En una entrevista concedida a El Mundo, Duran considera que "los socialistas han arruinado a España" ya que no han hecho las reformas adecuadas, las han abordado "tarde y a medias", y además han sido impulsadas "desde el exterior".
El candidato catalán también muestra su desconfianza con las propuestas de Rajoy, porque "son desconocidas". Duran lo compara con el primer ministro británico, David Cameron, que "se ha encontrado un país arruinado" y "no habló ni propuso nada antes de las elecciones, y ahora aplica una política económica".
Sobre un posible pacto con PP o con PSOE, Duran pide que los dos partidos se lean su programa y añade que quizás CiU no pactará con ninguno.
Para salir de la crisis, Duran apuesta por dotar al sector energético español de un ‘mix’ para los próximos años, así como tramitar con urgencia la reforma de la negociación colectiva como ley. Respecto a la reforma laboral, el candidato dice que "no se trata de abaratar el despido, sino de introducir más flexibilidad".
Duran tilda de "injusto" el déficit fiscal con el que cuenta Cataluña, y en su programa pedirá que la Generalidad recaude y gestione todos los impuestos, "y pague a España la parte equivalente a los servicios que el Estado presta en Cataluña más un complemento de solidaridad".
Sobre si es o no es CiU independentista, Duran explica que "no está en nuestro programa ni en el del Parlamento Catalán", pese a que en Cataluña "hay un sentimiento independentista creciente porque España no entiende que el problema catalán también es español".
Restauremos el capitalismo
Juan Pina
El colectivismo económico extremo no ganó en Europa Oriental, sino en Europa Occidental. En el Este simplemente se impuso por la fuerza de las armas tras el reparto de Yalta, y sólo mediante una feroz tiranía pudo sostenerse durante décadas. En el Occidente europeo, en cambio, el colectivismo no se impuso por la fuerza sino que logró sutilmente el apoyo generalizado mediante las artimañas de los ingenieros sociales. El sociólogo alemán Ralf Dahrendorf definió como "consenso socialdemócrata" el modelo social, económico y político que triunfó sin derramamiento de sangre al Oeste del Telón de Acero. La nueva democracia no fue una cabal restauración de la truncada por la guerra, sino una distorsión estatalista e intervencionista del concepto mismo de democracia para incluir en él un Estado del Bienestar basado en impuestos confiscatorios y, sobre todo, en un endeudamiento temerario. En mayor o menor medida, todos los partidos se imbuyeron de ese paradigma, haciendo realidad la célebre frase de Hayek sobre los "socialistas de todos los partidos". Casi todos fueron cómplices de la desnaturalización del capitalismo mediante la imposición de todo tipo de ataduras y restricciones a la acción económica humana.
Este colectivismo común al centroizquierda y al centroderecha creó en Europa una economía artificial, falsa, basada en monedas de juguete y deuda rampante, regulada hasta la asfixia y politizada hasta la náusea. Una economía de la que ahora, en pleno derrumbe del sistema, tenemos que desprendernos pero sólo podremos hacerlo si somos capaces de rehabilitar socialmente el capitalismo frente al nuevo y peligroso impulso que está tomando su injusta condena por un cadáver que no es suyo: esta crisis es producto de la intervención keynesiana de la economía. Es el Estado, en Europa y en el resto del Occidente desarrollado, el que la ha provocado inflando burbujas y adulterando el curso de los sectores más estrangulados por el intervencionismo. Ha fallado el Estado arrogante que se creyó capaz de dirigir la economía, no los mercados, que se limitan a reflejar los frutos del desastre generado por los excesos del poder político.
Es necesario desmantelar el hiperestado costoso y entrometido, y para ello hay que desmontar de una vez por todas las falacias colectivistas y proclamar que el capitalismo es el sistema político más solidario que existe (si se le deja en paz) porque es el único que condiciona el éxito de cada cual al servicio de las necesidades de otros. Y una vez restaurada la cabal comprensión de cómo funciona una economía libre, habrá que reformar el sistema para que nunca más podamos caer en burbujas inducidas por los políticos con vocación de ejercer de Reyes Magos con dinero ajeno o, peor, con dinero futuro. Los topes severos tanto al endeudamiento como a la carga tributaria deberían grabarse a fuego en las constituciones de los países libres. Y el dinero debería ser de nuevo el instrumento económico de la gente, no un mecanismo de manipulación económica del Estado. Para ello hace falta restaurar el patrón oro y el pleno encaje bancario, eliminar los bancos centrales y liberalizar la emisión monetaria siempre que esté respaldada. Esta crisis les ha estallado en la cara a los colectivistas que seducen a Europa desde hace seis décadas. Es el momento de que nuestro continente descarte definitivamente su lógica errada y recupere la libertad económica plena, única vía posible a la prosperidad.
"Karl Marx tenía razón"
Manuel Llamas
Durante estos cuatro largos años de crisis internacional hemos denunciado de forma insistente la implementación de auténticas atrocidades económicas, tales como la reducción de los tipos de interés hasta mínimos históricos, el rescate masivo e indiscriminado de empresas y bancos, planes de estímulo (aumento del gasto público), subidas de impuestos o la monetización de deuda por parte de la banca central (Quantitative Easing), entre otras muchas medidas igualmente condenables.
Su resultado salta a la vista: el riesgo de recesión regresa con fuerza y la insolvencia de ciertos estados es ya más que patente. No es preciso ser un lince para percatarse del fracaso obtenido con este tipo de medidas, avaladas en su mayoría por los grandes gurús de la economía mundial. Sin embargo, políticos y académicos no cejan en su empeño e insisten, una vez más, en repetir los mismos errores.
Nouriel Roubini, profesor de Económicas en la Universidad de Nueva York, alcanzó fama y fortuna por avanzar el estallido de la crisis financiera de 2008. Desde entonces se dedica a impartir conferencias por medio mundo, previo pago, convirtiéndose en un referente mediático cuyas opiniones son tenidas muy en cuenta por los políticos. Pero pocos se acuerdan de que este particular profeta predijo 48 de las cuatro últimas recesiones, es decir, que sus previsiones han fallado más que una escopeta de feria.
Por si fuera poco, ha defendido a capa y espada la nacionalización de la banca y el tradicional recetario keynesiano aplicado durante estos años. Ahora, ante el riesgo de recaída, vuelve a recomendar lo mismo: "estímulos fiscales adicionales", "impuestos más progresivos", nuevas inyecciones monetarias, condonación de deuda a empresas y familias y una regulación financiera "más estricta".
En definitiva, más socialismo y menos libre mercado. De hecho, Roubini se quita la careta en su último artículo. Atención: "Karl Marx tenía parte de razón cuando decía que la globalización, la intermediación financiera sin control y la redistribución de la renta y riqueza desde el trabajo al capital podría conducir al capitalismo a su autodestrucción". Y sentencia: "Tenemos que restaurar un equilibrio entre los mercados y la provisión de bienes públicos". Éste es el admirado Roubini, un cuasi marxista confeso.
Su colega Paul Krugman, Nobel de Economía y asesor de Zapatero y Obama –entre otros gobiernos–, no se queda atrás. Su último artículo resume su esencia teórica: "más gasto gubernamental; reducir la deuda familiar mediante la condonación y la refinanciación de las hipotecas; y un esfuerzo por parte de la Reserva Federal [...] con el objetivo intencionado de generar más inflación a fin de aliviar los problemas de endeudamiento".
Krugman, el economista que recomendó a Greenspan crear una gran burbuja inmobiliaria en 2001 para superar la crisis puntocom. Krugman, el iluminado que junto a Mankiw (otro referente mundial a nivel académico) propuso generar una elevada inflación mediante la eliminación de dólares por sorteo. Krugman, el virtuoso que ahora defiende una invasión alienígena en EEUU –es decir, una tercera guerra mundial– para reactivar la economía... Éste es Krugman, el economista predilecto de los socialistas.
Y qué decir del reconocido Kenneth Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y profesor de Políticas Públicas en la prestigiosa Harvard. Un analista de diagnósticos más o menos certeros, pero de recetas igualmente nefastas. Y es que Rogoff tiene muy clara la solución a aplicar: una "inflación moderada" de hasta el 6% "durante varios años".
Aunque él mismo explica que, "por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos desde los ahorradores a los deudores [...], al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida [...] Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales", concluye sin rubor. Así pues, Rogoff defiende abiertamente el envilecimiento de la moneda, sin importarle lo más mínimo sus terribles consecuencias ni que paguen justos por pecadores.
Roubini, Krugman y Rogoff, tres claros ejemplos de cómo opera el mainstream académico y de por qué aún estamos como estamos. ¡Enhorabuena, sus eminencias! ¡Enhorabuena!
Manuel Llamas es jefe de Economía de Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de MarianaLa segunda gran contracción
CAMBRIDGE – ¿Por qué todos siguen refiriéndose a la reciente crisis financiera como la "Gran Recesión"? El término, después de todo, se fundamenta en un peligroso diagnóstico erróneo de los problemas que enfrentan los Estados Unidos y otros países, que conduce a malos pronósticos y a malas políticas.
La frase "Gran Recesión" crea la impresión de que la economía está siguiendo los patrones de una recesión típica, sólo que de manera más severa – algo así como un resfrío muy fuerte. Es por eso que a lo largo de esta crisis, los expertos y analistas que han intentado hacer analogías con anteriores recesiones de posguerra de EE.UU. han errado tanto. Es más, demasiados diseñadores de políticas se han basado en la creencia de que, al fin y al cabo, esta es sólo una recesión profunda que puede ser doblegada mediante una generosa ración de herramientas convencionales de política, ya sea política fiscal o de rescates masivos.
Pero el verdadero problema es que la economía mundial esta gravemente sobreapalancada y no existe ninguna salida rápida sin un esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago, represión financiera, o inflación.
Un término más preciso, aunque menos tranquilizador, para la crisis actual es la "Segunda Gran Contracción". Carmen Reinhart y yo propusimos este apelativo en nuestro libro This Time is Different publicado en 2009, fundamentándonos en nuestro diagnóstico de la crisis que indica que esta es una crisis financiera profunda típica, no una recesión profunda típica. La primera "Gran Contracción", por supuesto, fue la Gran Depresión, tal como subrayan Anna Schwarz y el fallecido Milton Friedman. La contracción afecta no sólo a la producción y al empleo, tal como ocurre en una recesión normal, sino también a la deuda y crédito, y al desapalancamiento que típicamente tarda muchos años en consumarse.
¿Por qué discutir sobre semántica? Bueno, imagine que tiene neumonía, pero cree que es sólo un resfriado fuerte. Usted, sencillamente, podría no tomar el medicamento correcto, y ciertamente esperaría que su vida vuelva a la normalidad más rápido de lo que realísticamente es posible.
En una recesión convencional, la reanudación del crecimiento implica un razonablemente brioso retorno a la normalidad. La economía no sólo recupera el terreno perdido, pero en el transcurso de un año, típicamente, logra alcanzar y regresar a su tendencia de largo plazo al alza.
Las secuelas de una crisis financiera profunda típica son algo completamente diferente. Como Reinhart y yo hemos demostrado, típicamente, una economía tarda más de cuatro años sólo para alcanzar el mismo nivel de ingresos per cápita que había logrado en su pico pre-crisis. Hasta el momento, a lo largo de una amplia gama de variables macroeconómicas, incluyendo producción, empleo, deuda, precios de vivienda, e incluso capital, nuestros puntos de referencia cuantitativos basados en las anteriores crisis financieras profundas posguerra han demostrado ser mucho más precisos que la convencional lógica de recesión.
Muchos comentaristas han argumentado que el estímulo fiscal ha fracasado en gran medida no porque fue mal guiado, sino porque no fue lo suficientemente grande como para combatir una "Gran Recesión". Pero, en una "Gran Contracción", el problema número uno es la excesiva deuda. Si los gobiernos que mantienen calificaciones crediticias sólidas van a gastar sus escasos recursos eficazmente, el enfoque más eficaz consiste en catalizar las renegociaciones y reducciones de la deuda.
Por ejemplo, los gobiernos podrían facilitar la rebaja de las hipotecas a cambio de una participación en cualquier apreciación futura en los precios de vivienda. Un enfoque similar puede aplicarse a los países. Por ejemplo, los votantes de los países ricos en Europa quizás podrían ser persuadidos a involucrarse en un rescate mucho más grande de Grecia (uno que sea, en los hechos, lo suficientemente grande como para funcionar), a cambio de pagos más altos en diez a quince años si el crecimiento griego es mayor.
¿Existe alguna alternativa a años de vaivenes políticos e indecisión?
En mi artículo de diciembre de 2008, sostuve que la única forma práctica de acortar el próximo periodo de doloroso desapalancamiento y crecimiento lento sería la aceleración sostenida de una inflación moderada, por ejemplo, 4 a 6% durante varios años. Por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos de los ahorristas a los deudores. Pero, al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida. A la larga, dicha transferencia se llevará a cabo de una u otra manera, de todos modos, esto es lo que Europa está aprendiendo de manera dolorosa.
Algunos observadores consideran cualquier insinuación de inflación, incluso de inflación modestamente elevada, como una forma de herejía. Sin embargo, las Grandes Contracciones, a diferencia de las recesiones, son acontecimientos muy poco frecuentes, que ocurren quizás una vez cada 70 u 80 años. Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales.
La gran prisa por saltar al tren de la "Gran Recesión" ocurrió porque la mayoría de los analistas y diseñadores de políticas simplemente tenían en mente el marco analítico equivocado. Desafortunadamente, está demasiado claro cuán equivocados estaban.
Por qué importa el libre comercio
NUEVA YORK - Al contrario de lo que a menudo afirman los escépticos, la defensa del libre comercio cuenta con bases sólidas. Se extiende no sólo a la prosperidad general (o "PNB agregado"), sino también a los resultados distributivos, lo que hace que el argumento de libre comercio sea además moralmente atractivo.
El vínculo entre apertura comercial y prosperidad económica es fuerte y sugerente. Por ejemplo, Arvind Panagariya de la Universidad de Columbia dividió los países en desarrollo en dos grupos: países "milagro" con índices de crecimiento per cápita del PIB de 3% o superior, y países "debacle" con tasas de crecimiento negativa o cero. Panagariya encontró que los índices de crecimiento del comercio reproducían esa tendencia en el período 1961-1999.
Por supuesto, se podría argumentar que el crecimiento del PIB hace crecer el comercio, y no al revés... hasta que uno examina los países en profundidad. Tampoco se puede argumentar que el crecimiento del comercio tenga poco que ver con la política comercial: si bien los menores costos del transporte han incrementado los volúmenes de comercio, también lo ha hecho la constante reducción de las barreras comerciales.
Más convincente es el notable repunte de las tasas de crecimiento del PIB en la India y China después de haber desmantelado las barreras comerciales a finales de 1980 y principios de 1990. En ambos países, la decisión de revertir las políticas proteccionistas no fue la única reforma que se llevó a cabo, pero fue un componente importante.
En los países desarrollados, también la liberalización del comercio, que comenzó durante la posguerra, fue acompañada por otras formas de apertura económica (por ejemplo, un retorno a la convertibilidad de la moneda), lo que tuvo como resultado un rápido crecimiento del PIB. La expansión económica se vio interrumpida en los años 1970 y 1980, pero la causa fue la crisis macroeconómica provocada por el éxito del cartel de la OPEP y las políticas deflacionarias subsiguientes que llevó a cabo el entonces presidente de la Reserva Federal Paul Volcker.
Más aún, es erróneo el argumento negativo de que la experiencia histórica pesa a favor del proteccionismo. El historiador económico Douglas Irwin ha cuestionado el argumento de que la política proteccionista del siglo XIX ayudara al crecimiento de las industrias nacientes en los Estados Unidos. También ha demostrado que muchos de los países que tuvieron éxito en el siglo XIX con altas tasas arancelarias, como Canadá y Argentina, utilizaron los aranceles como fuente de ingresos, no como una forma de proteger la industria nacional.
Tampoco deben preocuparse los defensores del libre comercio de que la apertura comercial no haya producido crecimiento adicional para algunos países en desarrollo, como sostienen los críticos. El comercio es sólo un factor facilitador. Por ejemplo, si la infraestructura es deficiente o hay vigentes políticas internas que impiden a los inversionistas responder a las oportunidades del mercado (como las sofocantes restricciones de los países del sur de Asia al otorgamiento de licencias ), no habrá resultados. Para que la apertura comercial resulte beneficiosa, es necesario que haya políticas complementarias.
Pero entonces los críticos cambian de argumento y plantean que el crecimiento impulsado por el comercio beneficia sólo las élites y no a los pobres, que no es "incluyente". Sin embargo, en la India el paso a un crecimiento acelerado después de reformas entre las que se incluía la liberalización del comercio ha sacado de la pobreza a cerca de 200 millones de personas. En China, que creció más rápido, se estima que más de 300 millones de personas han dejado de ser pobres desde el inicio de las reformas.
De hecho, los países desarrollados también se benefician del efecto del comercio en la reducción de la pobreza. Contrariamente a la opinión popular, el comercio con los países pobres no empobrece a los países ricos... más bien al contrario. El cambio técnico no calificado y que ahorra mano de obra es lo que está ejerciendo presión sobre los salarios de los trabajadores, mientras que las importaciones más baratas que hacen alto uso de mano de obra de los países en desarrollo ayudan a los pobres que consumen estos bienes.
Si un comercio más libre reduce la pobreza, resulta presuntuoso por parte de los críticos el mostrarse como poseedores de la verdad. En realidad, los partidarios del libre comercio son quienes tienen más autoridad moral: por lo menos mil millones de personas todavía viven en la pobreza, ¿qué mayor imperativo moral tenemos que reducir ese número? Es embriagador hablar de "justicia social", pero es difícil hacer realmente algo al respecto. Aquí, el libre comercio tiene una clara ventaja.
Como ha demostrado el historiador Frank Trentmann, en la Gran Bretaña del siglo XIX el libre comercio se defendía en términos morales: se promovía no solo para impulsar la prosperidad económica, sino también la paz. También merece la pena recordar que el Secretario de Estado de EE.UU. Cordell Hull fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1945 por políticas que incluían sus incansables esfuerzos a favor del libre comercio multilateral. Es hora de que el Comité noruego del Nobel dé nuevamente un paso al frente.
Jagdish Bhagwati es profesor de Economía y Derecho en la Universidad de Columbia y miembro senior en Economía Internacional en el Consejo sobre Relaciones Exteriores. En la actualidad co-preside el Panel de Personas Eminentes de la UNCTAD sobre "Globalización centrada en el desarrollo"
¡Viva el comercio sexual voluntario!
La llama de la polémica en torno al comercio sexual se vio reavivada en la Argentina con la decisión de la presidente Cristina Fernández Viuda de Kirchner de prohibir los anuncios de índole sexual en los periódicos, y amenazando que el ubicuo ojo estatal se posará también sobre la tevé e internet. En el caso de los anuncios en la prensa escrita – conocidos normalmente como Rubro 59 por el código otorgado – el motivo de la prohibición según CFK es desalentar el comercio sexual y la trata de personas: “La oferta sexual del rubro 59 es un delito y una profunda discriminación a la condición de la mujer como tal“. A partir de la promulgación de la ley, todo anuncio sexual queda vetado so pena de multas y prisión.
Entre los muchos puntos que se pueden destacar de la postura de CFK quiero rescatar algunos que considero importantes y analizarlos brevemente, ya que como es costumbre los políticos locales están mirando todo el tiempo el accionar de nuestros vecinos con el fin de importar lo que consideran medidas que valen la pena intentar aquí.
Uno de los principales errores en la óptica de CFK es que pone en la misma bolsa al comercio sexual voluntario y al forzado. El eje principal de la prohibición de los anuncios es justamente desalentar el consumo de servicios sexuales, y que con esto el tráfico de personas cese.
La trata de personas va de contramano con el derecho natural de todo ser humano de ser dueño de su cuerpo y por lo tanto la visión anarcocapitalista rechaza rotundamente este accionar. Pero asimismo, esa visión de libertad de accionar individual entiende que cada ser humano es el único dueño de su cuerpo y por lo tanto puede hacer con él lo que se le venga en gana, siempre y cuando este accionar no vaya en contra de la vida, libertad o propiedad de un tercero.
Y precisamente es el comercio sexual voluntario el que se ve afectado; la decisión de restringir los avisos sexuales distorsiona el libre comercio en ese mercado y obliga – como toda prohibición – a que surjan escenarios alternativos de contacto entre el proveedor y el cliente de esos servicios. La decisión de CFK no va a hacer otra cosa que generar un mercado alternativo de ofrecimiento que para el Estado controlador son más ajenos e inaccesibles que un periódico. Seguramente florecerán los sitios web de anuncios clasificados en donde los más amigados con la tecnología pondrán sus anuncios y los de la vieja escuela se quedarán con algún tipo de folleto impreso que aparecerá en paredes de baños, subtes, trenes y estaciones. Es decir, logra un efecto contrario al deseado.
Ahora, ¿es moralmente correcto el comercio sexual voluntario? Total y absolutamente. Las leyes son creadas – en principio – como métodos para reducir los conflictos. Una ley que funciona evita todo tipo de dilema o problema de derechos claramente asignados en el asunto referido. Llevemos esto al plano de la propiedad del cuerpo. Hay tres únicos modos posibles: que uno se posea a sí mismo, que un tercero posea a uno y que todos se posean simultáneamente. Consideremos una de las alternativas a que uno se posea a sí mismo: que otro lo haga. Aquí el conflicto es inevitable; otro podría obligarme a realizar cosas que no deseo, violando mi libertad de acción o inacción. La otra alternativa es que la propiedad de una persona sea en conjunto, es decir, que dos o más personas sean copropietarios de un determinado individuo. De vuelta, el surgimiento de conflicto es inminente: la inacción total resultaría si se dependiese del permiso de todos. Surge como única alternativa – lógica y correcta – como base del derecho justo que sirva al propósito de evitar conflictos para poder vivir en sociedad, que cada persona se posea a sí misma. Cualquier ley que diga algo que no sea esto generará conflictos y por ende pierde su razón de ser.
Partiendo de este punto podemos dar otro paso y deducir que si una persona, dueña de sí misma, utiliza una herramienta propia, el fruto de ese uso le corresponde a esa misma persona. En el caso del comercio sexual voluntario, mano de obra y herramienta son la misma persona. Decir a alguien que no puede lucrar con una parte de su cuerpo es afirmar que esta persona no es dueña de ese sector de su cuerpo y que no lo puede utilizar para generar lucro (o para cederlo voluntariamente a cambio de algo o nada). El nombre para una persona que no puede disponer libremente de su cuerpo es “esclavo”. Una sociedad que entiende como común y correcto que un obrero metalúrgico pueda vender sus manos a un patrón que a cambio le ofrece una suma de dinero, y que aplica la misma lógica a las piernas de un deportista o la espalda de un estibador del puerto, no puede justificar racionalmente que dichas extensiones no se puedan realizar con el resto de las partes del cuerpo.
Intentar justificar la negativa al uso del propio cuerpo recurriendo a tradiciones y/o costumbres personales y particulares es digno de una mentalidad totalitaria. Ni siquiera voy a entrar a conversar sobre la hipocresía de llamar “discriminación” a que una persona libremente decida que su progreso se va a dar o no a través del comercio sexual voluntario. Es un disparate propio de los discursos de una era victoriana en donde la masturbación era condenada con latigazos.
El comercio sexual voluntario es moralmente irreprochable –es una transacción en donde una de las partes ofrece un producto que la contraparte necesita, y entre ambos fijan un precio acorde que satisface la relación coste/beneficio de todos los involucrados. Negar el derecho a una persona de voluntariamente ceder su tiempo/esfuerzo/herramientas –en este caso su propio cuerpo– a cambio de una remuneración es lo verdaderamente inmoral.
Un mercado de oferta sexual libre beneficia tanto a los que ofertan como a los que consumen. Al haber una oferta desregulada, la información se puede presentar amplia y detalladamente, lo que genera una ventaja para el consumidor que sabe mejor lo qué está adquiriendo, reduciendo la asimetría en la información. El anunciante – por su parte – logra que los clientes que soliciten el producto sepan las condiciones de la transacción. Creer que la ilegalidad de la promoción del comercio sexual – en este caso el voluntario – va a lograr que la demanda disminuya es demostrar un desconocimiento fabuloso de cómo funcionan los mercados, la sexualidad humana, y por sobre todo una hipocresía mayúscula. Otro punto a favor del comercio sexual voluntario y su libre publicidad es que, al igual que cualquier otro producto a vender, genera réditos a los que ofrecen plataformas para dichos anuncios. Tanto la prensa papel, como la tevé e internet mueven una importante suma de dinero en anuncios de servicios sexuales.
La verdadera inmoralidad en esta cuestión está en las sucias manos del Estado y sus cafichos de turno, promiscuas manos que se empeñan en meterlas en los más íntimos fueros de los individuos, violando la más básica de las libertades humanas, sobre el propio cuerpo.
El Dow Jones sube un 1,9% y termina de recuperar las pérdidas de la semana anterior
ÚLTIMA HORA
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Wall Street amplió hoy los avances de la jornada en la recta final de la sesión y el Dow Jones de Industriales, su principal indicador, acabó con una subida del 1,9% animado por las noticias de adquisiciones empresariales, entre las que destacó la compra de Motorola Mobility por parte de Google.
Según datos provisionales al cierre, ese índice, que agrupa a las 30 mayores empresas cotizadas de EE.UU., sumó 213,88 puntos para cerrar en 11.482,9 unidades, al tiempo que el selectivo S&P 500 ganó el 2,18% y el índice compuesto del mercado Nasdaq lo hizo el 1,88%.
¿Puede un liberal ser demócrata?
SEIS PREGUNTAS SOBRE DEMOCRACIA
1. ¿Puede un liberal ser demócrata? Si por demócrata entendemos el excluir las vías violentas, sí, por supuesto. Pero en cuanto entramos a definir y precisar, surgen dificultades e incompatibilidades. En estos tiempos no creo que se pueda, ya que las izquierdas han pervertido el concepto de Democracia, hasta hacerlo equivaler impropiamente a sufragio activo universal y obligatorio. Y han pervertido además el concepto de Ley, que ahora equivale a cualquier mandato del legislador, por arbitrario que sea. Combinando ambas perversiones, las izquierdas han convertido la democracia en instrumento de dominación política y redistribución de ingresos, directo camino de servidumbre al socialismo. Hoy hay que elegir: ser liberal o ser demócrata.
Así piensan Hayek en "Camino de servidumbre", Jouvenel en "Sobre el Poder", y Schumpeter en "Capitalismo, socialismo y Democracia". (Y Tocqueville, Acton, y nuestro Ortega.) Y los socialistas no lo piensan ni lo dicen: lo hacen. A diario. En Cuba y Venezuela ya llegaron a la meta final; en otros países latinoamericanos están en camino, y cada vez más cerca.
Para que un liberal pueda ser otra vez demócrata, ha de remontarse antes en todo caso a las raíces mismas del liberalismo, y regresar al verdadero y original concepto de democracia, vigente desde el Israel bíblico y la remota Antigüedad clásica hasta el siglo XIX, pasando por la tan injustamente denostada Edad Media.
2. ¿Qué es democracia? En Democracia -acepción primigenia y liberal-, los principales cargos públicos están abiertos al mérito, y personas de todo origen y procedencia familiar y social pueden acceder a ellos, sin exclusiones caprichosas. Democracia significa inexistencia de restricciones arbitrarias al sufragio electoral pasivo: cualquiera puede ser elegido. Pero eso no significa que absolutamente todos los cargos públicos son de elección popular: en una democracia no lo son p. ej. los Ministros y empleados de la inmensa burocracia estatal, los policías, gendarmes (carabineros) y demás personal militar, ni los jueces y diplomáticos, todos funcionarios públicos propios; tampoco lo son las muchedumbres de docentes y personal médico a sueldo del Estado (funcionarios públicos impropios.) ¡O sea que la mayoría de los cargos públicos -propios o impropios- NO son de elección popular en las democracias! ¡Entonces elección popular y democracia no son términos sinónimos e intercanjeables!
En pocas plabras: Democracia no significa que todos votamos para Ministro, General del Ejército, Almirante o Juez de la Corte Suprema, sino que todos podemos alcanzar esos altos cargos ingresando a la respectiva carrera y reuniendo las cualificaciones, sin importar nuestra procedencia social. Eso es Democracia. Otra cosa es República. Así como en una Democracia no hay restricciones arbitrarias al sufragio pasivo o derecho a ser elegido, en una República no las hay en principio al sufragio activo o derecho a elegir; la elección popular de los Magistrados, o al menos de muchos de ellos. Eso es República.
España, Inglaterra y Arabia Saudita no son Repúblicas sino Reinos, Monarquías hereditarias: no cualquiera puede ser Jefe de Estado sino el Rey; aunque de resto pueden ser o no democracias. De hecho son democracias los dos primeros; no así Arabia Saudita. Pero en ninguno de los tres países los ciudadanos votan para Jefe de Estado: el cargo no es de elección popular. Por eso ninguno es una República. Aunque República tampoco significa elección popular irrestricta (sufragio activo universal absoluto), porque normalmente no votan los residentes extranjeros, los condenados por ciertos delitos, y los niños y adolescentes (por ahora.)
En estos tópicos, ¡tremenda ignorancia y confusión hay en Latinoamérica, que las izquierdas aprovechan en su exclusivo beneficio!
3. ¿Hay restricciones razonablemente justificadas al derecho al voto universal? No hablamos de excluir del derecho al voto a los negros, a los indios, a los analfabetos. Ni a las mujeres, ni a los pobres, ni a los siervos o empleados en relación de subordinación, ni a los deudores. Nada de eso. (Aunque estas fueron algunas de las restricciones históricas impuestas al sufragio popular ...)
Pero en el pasado hubo mucho pensamiento liberal consistente y crítico -p. ej. en los tratados de Derecho Constitucional del XIX europeo y estadounidense- que se hizo la pregunta por la justificación del sufragio activo sin restricciones en una República. Preveía que sin límite alguno, este principio conduciría a la perversión del republicanismo: la tiránica dictadura de las masas, a través de algún César encumbrado. Y el pensamiento liberal iluminista encontró la respuesta en otras bases racionales (no arbitrarias, no caprichosas ni prejuiciosas): en el inconciliable conflicto de intereses entre votar y ser funcionario, dependiente, contratista o beneficiario del Estado. Eso es sencillamente inmoral. Es ser juez y parte a un tiempo, cobrar y darse el vuelto. Por tanto, razones comprensibles justifican el excluir de la nómina electoral a quien recibe del Gobierno un sueldo o pensión, contrato, licencia, beneficio o dádiva.
Hablamos entonces de evitar un elector que vote sistemáticamente por quien le prometa conservar y aumentar su empleo o sinecura, u otorgárselo si no lo tiene aún; y de evitar un candidato propenso a este tipo de intercambios. Hablamos de clientelismo, antigua enfermedad política conocida y combatida en Grecia, que acabó con el Imperio Romano, y que arruinó a países otrora ricos, como la Inglaterra prethatcheriana. En su mayoría, las Constituciones de las colonias inglesas en América contemplaban esta decente y simple providencia que limitaba el sufragio activo.
En la América latina de hoy, sin mercados funcionando libremente, no hay expansión económica y creación de riqueza. No existen prácticamente oportunidades de buenos empleos privados. Y aunado a ello, el voto popular universal e ilimitado nos está matando. Nos conduce paso a paso aunque rápidamente al socialismo versión final. Y precisamente por el mismo camino que evitaba aquel mencionado criterio liberal restrictivo, fundado en razones morales: el conflicto de intereses.
En nuestros países, tan sabia prescripción jurídica -que puede ser legal o constitucional- limpiaría el padrón electoral, reduciendo su masa aproximadamente a la mitad de su cifra actual, y barrería con toda suerte de políticos clientelistas, cualquiera sea su excusa: el socialismo u otra. Y nos despejaría el camino a la solución del problema. Pero los actuales "liberales" no mencionan una palabra de este tema, y defienden a capa y espada la democracia en su pervertida noción corriente. Y cada vez más pervertida, a medida que engordan las nóminas estatales de toda suerte. Nos toca entonces a los liberales genuinos hacer la "modesta proposición". Si no, ¿quién la haría?
4. ¿Por qué los anticastristas llevan casi 50 años fracasando? Y eso que han sido apoyados por los Gobiernos de EEUU, y que han empleado absolutamente todos los métodos -incluso los más violentos- excepto uno sólo: el buen juicio. Y eso que el régimen castrista ha sufrido repetidamente calamidades económicas y crisis políticas, hostigamiento externo, peleas con la URSS, peleas internas, caídas de prestigio fuera y dentro del país, y otros muchos eventos de los cuales han esperado siempre los anticastristas el eternamente "inmediato" fin de la dictadura. Sin embargo, ahí tenemos los hechos.
Muchas razones explican este fracaso. Pero una hay de fondo y principal, de la cual las demás derivan: el miedo a la defensa frontal e integral del capitalismo liberal, con todas sus implicaciones, tanto las clara y evidentemente buenas, p. ej. crecimiento económico para todos, como las aparentemente malas -o definitivamente malas para algunos-, p. ej. la democracia limitada.
La primera regla básica de la política dice que cuando un Gobierno es malo, la oposición debe ser mejor; y demostrarlo. Y la segunda dice que Ud. no tiene que demostrar solamente lo malo que tiene su contrario, sino lo bueno (o lo preferible), que tiene Ud.; y fundamentarlo. Y hablando en general, el anticastrismo no le ha mostrado al pueblo cubano el camino a la prosperidad y al bienestar, que es el Gobierno limitado en un contexto de libre mercado, nada menos que Consejo de Dios a las Naciones según la Biblia rectamente interpretada. Tal vez en el fondo esa oposición contra Castro es presa de la misma mentalidad anticapitalista que aqueja a los hermanos Fidel y Raúl ... y a la inmensa mayoría de la gente en Cuba y en el subcontinente, hechizada por un discurso que es nada más el eco de los ancestrales sentimientos de envidia a la riqueza y odio al rico, muchas veces pregonado por un cristianismo pésimamente entendido.
En su mayoría el anticastrismo se define así, más anti que pro. Y para colmo "anticastrista", ni siquiera anticomunista. ¡Y el colmo de los colmos: la oposición cubana se deja llamar "disidencia"! Acepta el apelativo, de sumiso estilo soviético tipo '70 y '80. Y no cesa de "mostrar las heridas" ante los medios masivos de comunicación, estrategia casi única, a la que son tan afectos sus dirigentes.
Y su defensa de ideas se limita a la democracia; y a veces ni eso siquiera: a los "Derechos Humanos" solamente. Parece que el anticastrismo quiere una especie de socialismo "blando", democrático y sin Castro; alternativa ante la cual mucho cubano y cubana de a pie parece preferir el socialismo castrista, que ve como más duro y efectivo, asumiendo que socialismo es algo bueno. Y que absolutamente todos están de acuerdo en la "justicia social", el igualitarismo y otros postulados básicos del socialismo, "light" o regular.
Pero todo en medio de esa gran vaguedad conceptual -mal encubierta en pura retórica- que aqueja a tanto exponente del anticastrismo: sin definiciones claras, sin precisiones ni ajustes semánticos, ni mucho menos cuestionamientos. ¿Democracia? Puede ser cualquier cosa; incluso socialismo. ¿Y Liberalismo? Idem: cualquier cosa, lo mismo da. El "pensamiento blando".
5. ¿Nos espera a los venezolanos la misma suerte de los cubanos? Es mi temor que sí -motivo de mis preguntas y comentarios-, porque el chavismo se asemeja al castrismo como una gota de agua a la siguiente, pero también así se parece el antichavismo al anticastrismo. Idéntica respuesta en ambos casos, parece haberse convertido ya en un reflejo condicionado. De este modo Chávez nos terminará enterrando a todos, después de enterrar a Castro -con todos los muy altísimos honores- en La Habana.
6. ¿Es indetenible a la "marea roja" en América latina? En otras palabras: ¿Qué la impulsa? Pues el "pensamiento blando", que le suministra esas vaguedades que la movilizan, tipo "justicia social", "democracia participativa", y todas las más recientes insensateces de la "política correcta" que difunden las Agencias de la ONU y otras burocracias internacionales. Y el mismo "pensamiento blando" alimenta a la marea roja de muchas viejas y trágicas confusiones, p. ej. entre libertad y democracia, y entre democracia e igualdad.
Y si el "pensamiento blando" empuja la marea roja, por lógica es incapaz de detenerla. Pero ya sabemos que populismo mata lógica. Y sensatez.
La economía de la demanda
Stephen Moore
Si rebajar los impuestos no funciona, ¿por qué es tan popular en el exterior?
Recientemente estaba hablando con Mart Laar, el antiguo primer ministro de Estonia y el padrino del impuesto único (flat tax) de ese país. Según me explicó la mayor oposición de su reforma del impuesto único no vino del público sino en los economistas y otros "sabios" del gobierno.
"Me dijeron, 'No podemos tener un impuesto único. No está probado. No va a funcionar. Va a provocar déficit presupuestarios'', recuerda Laar. Sin embargo, él estaba convencido de que sí podía funcionar porque lo había leído en el clásico de Milton Frriedman, "Libre para Escoger". Y así fue que, en 1994, Llar hizo caso omiso de los economistas y estableció un impuesto único de 23 %. Desde entonces, Estonia ha experimentado uno de los crecimientos económicos más rápidos del mundo.
Aquí hay una lección para nosotros: frecuentemente las elites intelectuales resisten las ideas revolucionarias en la economía. Ronald Reagan lo descubrió en 1980 cuando fue ridiculizado por proponer rebajas en las tasas marginales de impuestos como cura para la alta inflación y el malestar económico de los años 70.
Garner Ackley, un antiguo presidente del Consejo de Asesores Económicos le dijo al Congreso que sería "un milagro" si las rebajas de impuestos fueran a reducir la inflación y aumentar el crecimiento. Pero justamente la reducción de la inflación y el aumento del crecimiento fue lo que sucedió en los años 80.
Y aquí estamos 27 años más tarde: con 40 millones de más empleos y un valor neto casi $50 billones mayor, y sin embargo la intelectualidad de izquierda sigue obsesionada con desacreditar la economía de la oferta (supply-side economics). En las últimas semanas, el New York Times, el New Yorker, la New Republic y muchas otras publicaciones "liberales" han dedicado grandes espacios para atacar toda la teoría de que bajar los impuestos pueda aumentar los incentivos para invertir, ahorrar y trabajar.
Los campeones originales de la idea, hombres como Arthur Laffer y George Gilder, no sólo están equivocados, según la New Republic están "enfermos", "trastornados" y "posiblemente dementes". James Surowiecky se queja en el New Yorker de que prescribir bajar impuestos para la economía es equivalente a "decir que la mejor forma de tratar a los enfermemos es hacerles una sangría para sacarles los malos espíritus".
La calidad de este discurso rara vez se remonta por encima de estas tonterías. Sin embargo, algunos argumentos se repiten tanto que es necesario confrontarlos. Uno es que los economistas de la oferta alegan deshonestamente que las rebajas de impuestos aumentan los ingresos por impuestos. Ahora bien, nosotros podemos discutir eternamente si los ingresos por impuestos hubieran sido más altos o más bajos sin las rebajas de impuestos de Bush en el 2003. Pero queda un hecho muy obstinado: Los ingresos por concepto de impuestos han subido, no bajado, en $745,000 millones en cuatro años desde las rebajas del 2003.
Surowiecky nos dice que "miles de estudios" encuentran que las rebajas de impuestos de Bush han conducido a "mayores déficits presupuestarios".
¿Mayores déficits? Tras la segunda rebaja de impuestos del 2003, el déficit presupuestario bajó de $401,000 millones en el año fiscal del 2003 a $163,000 millones en el AF del 2007.
La economía de la oferta también se denuncia como un instrumento para dar grandes beneficios impositivos a las corporaciones y personas de grandes ingresos. Pero, puesto que tantos americanos ricos son demócratas, no está claro por qué los republicanos debieran de estar tan preocupados por ayudarlos.
En todo caso, la porción de los impuestos pagados por el 1% y 5% de las personas de mayor ingresos ha estado subiendo desde 1980 hasta el 2007, aunque las tasas de impuestos hayan estado bajando. Hoy, los impuestos a los ingresos más altos son la mitad de lo que eran en los años 70. Sin embargo, la porción de impuestos pagados por el 1% de los mayores ingresos es el doble (39%) de lo que era entonces (19%).
Independientemente lo que uno crea sobre los efectos distributivos de las rebajas de impuestos de Reagan y Bush, no se puede ignorar la realidad de que la tasa de crecimiento económico ha subido tras cada uno de los cambios. Lo mismo que sucedió en los años 60 tras las rebajas de impuestos del presidente Kennedy. Robert Rubin y otros dicen que la economía floreció en los años 90 también, después de que Bill Clinton aumentara los impuestos. Pero la economía de la oferta nunca ha dicho que sólo importan las rebajas de impuestos. El comercio importa. Una buena moneda importa. Las regulaciones importan, En los años 90, las políticas monetarias, comerciales y de gastos se inclinaban hacia el crecimiento, compensando el impacto negativo de los aumentos de impuestos de Clinton.
Lo que los críticos no pueden responder es lo siguiente: Si el modelo de la reducción de impuestos es tan malo, ¿por qué tantas naciones de todo el mundo lo están adoptando? ¿Qué explica el Milagro Irlandés? ¿Por qué Alemania, Francia y el Reino Unido están rebajando los impuestos a las corporaciones? ¿Por qué hay 18 naciones con impuestos únicos (flat taxes)? ¿Han enloquecido sus dirigentes o han sido engañados por estafadores? Quizás una mejor explicación es que comprenden intuitivamente lo que ha encontrado un nuevo estudio del National Bureau of Economic Research ha encontrado: Los países con bajas tasas de impuestos en los negocios tienen índices estadísticamente significativos más altos de nueva formación de empresas, inversiones e ingresos.
Obviamente, la historia no está del lado de los críticos de la economía de la oferta. Están perdiendo la discusión en todas las capitales del mundo. Polonia acaba de anunciar que quiere tener un impuesto único de 15% para el 2009. Pero la obsesión de la izquierda americana con la idea de que los índices impositivos no importan nos dice algo importante sobre el futuro. Están preparando el terreno para enormes aumentos de impuestos si capturan la presidencia.
Viva Estonia.
Unos cuantos valientes
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Victor Davis Hason
En los últimos años se ha vuelto popular decir que la historia está determinada por las grandes e inanimadas fuerzas de la tecnología, el medio ambiente, el sexo, la raza o la clase social. Le restamos importancia al papel de los individuos, como si la idea de que una persona pudiera cambiar la historia fuera anacrónica. Pero no es así.
Tomemos a Nicolás Sarkozy, el nuevo presidente de Francia. Desde hace 60 años, el poder del estado en Francia ha estado creciendo. A los trabajadores gubernamentales les han estado dando espléndidas compensaciones y retiros mientras la competitividad del país disminuía en un mundo cada vez más globalizado.
En el exterior, la cínica política francesa tradicional ha tratado de conseguirlo todo: permanecer dentro de la protección de la alianza occidental pero, al mismo tiempo, criticar ásperamente a Estados Unidos para ganar un tratamiento comercial y político preferencial con los gobiernos autoritarios de Asia, Africa y el Medio Oriente.
Pero hace pocas semanas, un reformista irrumpió en la escena. Un hombre con la visión de Francia como una fiel defensora de loa valores occidentales.
Sarkozy, prácticamente solo, ha restaurado la amistad de Francia con Estados Unidos, ha empezado a reformar la economía francesa y está luchando por estimular el espíritu empresarial francés, indispensable para una economía libre y en expansión.
Los sindicatos, la elite intelectual francesa y los socialistas lo presentan como un reaccionario, como un títere americano pero, mientras más lo hacen, más se compromete él a reconquistar para Francia su importancia comercial y geopolítica.
Y Sarkozy no es el único en desafiar el status quo.
A principios del 2007, los demócratas afirmaron que la guerra de Irak estaba perdida. Pero el general David Petraeus, el jefe militar de la zona, elaboró otra estrategia, la de mandar más tropas americanas a las comunidades iraquíes al mismo tiempo que cambiar radicalmente la táctica para garantizar una mejor seguridad.
En respuesta, destacados miembros del Congreso sugirieron que su testimonio era ingenuo o mentiroso.
No importa. Se mantuvo firme cuando las bajas aumentaron en lo que las tropas americanas tomaban la ofensiva contra Al Qaida y reclamaban los centros urbanos. Todavía nadie sabe si el nuevo optimismo en Irak será permanente. Pero todo el mundo está de acuerdo en que si el general Petraeus no puede asegurar Irak, ningún otro jefe militar va a poder hacerlo.
Cambiar la historia, de una forma más sutil, es lo que ha hecho Ayaan Hirsei Ali, la feminista holandesa, nacida en Somalia.
Se crió como musulmana pero se rebeló contra la práctica de los matrimonios arreglados y del apartheid sexual, y se atrevió a desafiar las amenazas a los que cuestionaban esas prácticas del siglo VII.
Cuando los occidentales, especialmente los conservadores, critican al Islam radical por esto, frecuentemente son presentados como islamo-fobos. Pero Hirsi Ali le ha mostrado al mundo que una mujer liberal puede denunciar el extremismo islámico, su intolerancia de la diversidad religiosa, su aplastamiento de la mujer y su cruel chantaje a los musulmanes moderados.
Hirsi Ali ha sido atacada desde todos lados pero nadie puede callarla. Obviamente, los fundamentalistas del Medio Oriente han tratado de silenciarla. Pero muchos liberales holandeses no la han tratado mucho mejor. Al principio la aplaudieron pero ahora es criticada por defender y exaltar los valores occidentales, como una conservadora cualquiera.
Hirsi Ali le pide a los musulmanes que tengan la misma visión crítica que otras religiones tienen de sus compañeros de fe. Theo Van Gogh, el director de “Sumisión”, un documental sobre las mujeres en el Islam escrito por Hirsi Ali fue asesinado por un terrorista islámico. Pero Hirsi Ali no ha dejado que las amenazas contra su vida obstaculicen su misión.
¿Qué tienen en común estas personalidades que están cambiando el status quo? En primer lugar, no sólo tienen convicciones sino que actúan en base a las mismas y, sobre todo, están dispuestos a soportar la inevitable crítica que esto genera. En segundo lugar, aunque tienen convicciones extraordinariamente firmes, ninguno es abiertamente partidista. Todos buscan el bien común.
Sarkozy, un conservador, nombró a un socialista como su ministro de Relaciones Exteriores. Hasta el día de hoy, nadie sabe si el general Petraeus es demócrata o republicano. Hirsi Ali quiere igualdad para las mujeres y mayor tolerancia en el mundo musulmán y, por consiguiente, un mejor entendimiento entre Occidente y el Islam.
Intrépidos iconoclastas como estos pueden significar una enorme diferencia. Ellos nos recuerdan que la historia no es anónima y que algunos valientes pueden cambiarla.
México es menos violento que Colombia y tiene tasas similares a Brasil, según el gobierno
El secretario del Consejo de Seguridad Nacional niega que el país sea el que tiene la mayor cifra de homicidios en Latinoamérica en la presentación del último de los "10 mitos de la lucha contra el crimen"
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de agosto.- A pesar de que estados como Sinaloa, Tamaulipas y Chihuahua enfrentan retos importantes de agresiones que se han generado por la competencia de los grupos criminales, México no es uno de los países más violentos del mundo, afirmó el secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, Alejandro Poiré Romero.
"Como país, a pesar del aumento registrado en los últimos años, mantenemos una tasa de homicidios significativamente menor que la de varios países de la región latinoamericana. Aún frente a aquellas experiencias reconocidas en el ámbito internacional por hacer frente a la criminalidad en beneficio de sus comunidades, como es el caso de Colombia, México tiene una tasa de homicidio claramente inferior. Incluso Brasil tiene una tasa de homicidios similar a la de nuestro país", explica.
Respecto al último de los 'Diez mitos de la lucha contra el crimen organizado' que señala que 'México es uno de los países más violentos del mundo', aseveró que el país mantiene una tasa de homicidios significativamente menor que la de varios países latinoamericanos.
“Tanto el negocio del narcotráfico en el pasado, como el del crimen organizado de hoy, siempre ha estado caracterizado por la violencia, la rivalidad, la venganza y la profunda desconfianza de quienes integran las redes delincuenciales y que buscan, siempre en condiciones de inestabilidad, el control de rutas y mercados ilegales mediante la acción violenta.
"Hacer frente a este fenómeno con efectividad requiere además ubicarlo en su dimensión correcta", argumenta.
Poiré Romero agrega: "La pregunta que muchos se hacen es si México es uno de los países más violentos del mundo. La respuesta es clara: no lo es.
"Sin dejar de reconocer los desafíos que viven algunas zonas del país como Tamaulipas, Chihuahua y Sinaloa que a lo largo de los últimos años han focalizado la violencia asociada a la competencia criminal, y que en 2010 concentraron el 50 por ciento de los fallecimientos ocurridos por presunta rivalidad delincuencial en el país, veamos algunos datos comparados", finaliza.
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