Tal
como los imaginarios centenares de millones de dólares en lingotes de
oro de Pinochet en un banco de Hong Kong, que simplemente no existían,
pero llenaron titulares en Chile denostando al ex Presidente,
información que fue considerada “seria” por el entonces canciller
Foxley, ahora pierde contenido la investigación de las famosas cuentas
en el Banco Riggs. Se ha sobreseído al albacea del general, abogado
Oscar Aitken, y no hay procesados en la causa.
Ningún hecho del Gobierno Militar ni ninguna situación que afectara
al Presidente Pinochet le hizo más daño que la denuncia sobre su cuenta
en el Banco Riggs. Personas muy próximas a él “tomaron distancia” a raíz
de la campaña de injurias y calumnias, que dieron por veraces sin
investigar nada, desatadas tras descubrirse esa cuenta.
Lo primero que debe decirse al respecto es que dicha cuenta no tiene
nada que ver con el Gobierno de Pinochet, porque la abrió en 1994, es
decir, mucho después de haber entregado el poder.
Lo segundo es que la abrió a instancias del dueño del Banco, Mr.
Joseph Albritton, que obviamente no deseaba hacerse rico con los
depósitos del general, sino que era admirador de la obra de su gobierno y
deseaba ayudarlo, consciente de los enormes beneficios que la acción
del régimen militar deparó para la Humanidad (ejemplo exitoso de
economía libre, causa mediata de la caída del Muro de Berlín –cosa que
no probaré hoy, pero sí otro día– y ejemplo que siguieron numerosos
países, para su propio bien).
Lo tercero que debe recordarse es que la jauría marxista se lanzó
sobre Pinochet en su carácter de enemigo público universal número uno
del comunismo. En los Estados Unidos los marxistas de allá no usaron las
facultades de investigación que abrió la Patriot Act dictada con motivo
de los atentados a las Torres Gemelas para ese fin, sino para ver si
encontraban una cuenta de Pinochet, y la encontraron. Y en Chile el
director socialista de Impuestos Internos hizo una investigación
detallada de todos los gastos e ingresos del general desde 1973
adelante.
¿Y saben ustedes qué descubrió? Que en sus 17 años de gobierno hubo
un total de sólo 544 mil quinientos dólares que no se podía justificar
con sus ingresos normales. (“La Tercera”, 8 de octubre de 2005).
Pudiendo haberse llevado para la casa cien millones de dólares en
gastos reservados no investigables, lo único que el Director socialista
de Impuestos internos encontró que no se podía justificar era quinientos
mil dólares, en 17 años.
¡ESA SUMA SE LA LLEVABAN LAGOS Y SUS AD LÁTERES PARA LA CASA CADA DOS
MESES EN SOBRES CON BILLETES DE GASTOS RESERVADOS! Esta afirmación mía,
que he hecho muchas veces, tuve ocasión de probarla ante un Tribunal
que me citó para fundamentarla. Detalles en mi libro “Terapia para
Cerebros Lavados”, El Mercurio-Aguilar, pág. 450.
Lo cuarto que debo recordar es una conversación que presencié entre
dos personas de gran fortuna, chilenas, cuando vino Margaret Thatcher a
comienzos de los 90, en que una de ellas le dijo a la otra: “Deberíamos
preocuparnos de que el general tuviera un fondo a salvo de los
marxistas, porque le van a iniciar juicios y le van a quitar todo lo que
pueda haber ahorrado en su vida”.
No sé qué relación tuvo esa frase, que oí personalmente, y el
posterior ofrecimiento de Mr. Albritton, que efectivamente recibió
depósitos del general y se los invirtió con altas rentabilidades, hasta
que los izquierdistas norteamericanos los descubrieron.
La quinta cosa que debe tenerse presente es que en el Tribunal del
caso Riggs, donde están embargados todos los fondos que se puedan haber
detectado en cualquier parte del mundo a nombre del general, hay menos
de siete millones de dólares. Su viuda tiene que pedir periódicamente de
esos fondos para pagar las contribuciones de sus inmuebles, porque no
tiene ingresos para solventarlas. ¿Esa es “la fortuna de Pinochet”?
Cuando sus injuriadores le acusaban de “recibir dinero de las ventas
de armas” yo lo había ido a ver a su casa, llevándole un libro de
regalo, y me dijo: “Ahora andan diciendo que recibí comisiones por
ventas de armas…. ¡Jamás he recibido nada de eso! ¿De dónde sacan esas
cosas?”.
El sobreseimiento del albacea, abogado Aitken, prueba que no lo
sacaban de ninguna otra parte que de la infinita capacidad marxista de
mentir, injuriar y disfrazar la verdad.
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