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jueves, febrero 16, 2012
Colombia: Los extremos se unen – por Camilo de Molina
Por eso quienes nos preocupamos un poco por el bienestar público vemos con desconcierto que nuestros sueños se vean traicionados por grupos que lo único que hacen es pelearse y unirse según y como les convenga, con el objetivo de alcanzar cargos en el poder y lucrarse de los dineros públicos. Grupos que ya parecen mafias traicionando a sus electores, usando ideas populares para hacerse elegir, pero al momento de la verdad encumbrarse en el poder y devolverlo a los mismos de siempre, a los rancios politiqueros que hemos visto desfilar por toda suerte de cargos desde hace décadas.
Lo más preocupante quizá, es que no nos damos cuenta que en materia de seguridad ha sido así. Terroristas de izquierda y derecha, narcotraficantes ambos como no ha habido par en nuestra historia, han aprovechado este declive moral de la política desde hace muchos años para penetrar las instancias públicas y hacerse a sus objetivos. La parapolítica es un fenómeno que demuestra esto y a propósito, ni qué mencionar la farcpolítica, que le antecede por décadas y le lleva mucho camino recorrido (algo que le ha permitido entre otras cosas no ser tan fácil de desmontar).
Todo esto tiene efectos devastadores para el progreso de la patria porque de la misma manera que los contrarios se alían para hacer negocios ilícitos relacionados con la contratación y el reparto de puestos burocráticos, también se alían para vengarse de enemigos en común. ¿Y quién es el enemigo común? El que se atreva a amenazar sus planes.
O si no vean cómo los líderes de los paramilitares, que bajo el mandato de Uribe fueron extraditados y cuyas organizaciones fueron disueltas, se unen con otros simpatizantes de narcoterroristas, esta vez de extrema izquierda, que resultaron debilitados por la acción del mismo gobierno. De suerte tal que los corruptos que detentan cargos dentro de las ramas del poder público (y quienes guardan afinidad de negocios e intereses con unos y otros), se prestan al teatro que el expresidente Uribe ha calificado como una “venganza criminal”.
Por eso vemos a Teodora viajar tanto a las cárceles norteamericanas o a personas que con fundaciones, colectivos y ONG de ideología afín a la extrema izquierda dialoguen con los presos terroristas de la extrema derecha. Quiero poner un ejemplo, pero antes dejo en claro: la justicia en nuestro país está politizada. Si algo aprendieron los grupos narcoterroristas es que infiltrando la justicia el país podía estar a sus pies (por eso la toma y el incendio al Palacio de Justicia en el 85).
Retomando hacia el ejemplo hipotético: imagine que usted es un exparamilitar, que se siente dolido porque pensó que la desmovilización iba a ser un paso seguro para, por lo menos, en papeles pagar sus males a la sociedad y que quedaría feliz pasando sentencia de unos años de cárcel para seguir mandando desde ella y salir al cabo del tiempo con la mayoría de su dinero intacto. Pero llegan y le desarman su organización, lo extraditan, le dañan su plan; porque si hay algo que los narcos detestan es la extradición (recuerde que también esto motivó lo del Palacio de Justicia).
¿Cómo vengarse de ese gobierno que le infiltró su organización, lo desmanteló y tras de todo cortó sus planes? Hay un dicho que reza “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Las personas perfectas para aliarse en una venganza serán las del otro extremo, y quienes como usted, también resultaron perjudicados en su accionar criminal por el mismo gobierno. La receta está dada. Y más si ese otro lado tiene grandes amigos y simpatizantes en los ejecutivos de la rama judicial del momento. No hay que ahondar ni pensar mucho: la negociación es tácita, está prácticamente hecha… una mano lava la otra y ambas se lavan juntas.
Éste es el tipo de corrupción al que nos enfrentamos. Una pérdida total de valores políticos y de ideología que abre camino a una corrupción rampante que crea las condiciones perfectas en que los extremos pueden convergir y los monstruos con otros monstruos se enamoran mutuamente para calumniar a un gobierno inmensamente popular, que rescató a la población del desespero en que nos dejaron las administraciones elegidas en los noventa.
Pero no es un asunto meramente nacional, también se presenta en campos internacionales: extrema izquierda y extrema derecha ya comparten casi los mismos valores. Los extremos se unen, fascismos de un lado y del otro, antisemitismos (camuflado ahora como anti-israelismo).
Parece que nadie está a la altura del momento histórico que vive la humanidad y sus exigencias. Para dar solución a ello debemos ser librepensadores, personas que no sacrifiquen sus ideales por intereses económicos, que sepan que si se conforman movimientos o partidos políticos éstos no deben ser simples desechables útiles, sólo para intereses electorales; personas que comprendan que la unidad o el trabajo en equipo con otras fuerzas políticas no puede degenerar en una orgía de politiquería cual burdel de burocracias. Los ciudadanos debemos ser personas de centro porque los extremos nunca han solucionado algo, han defraudado, se han corrompido y por último se han aliado en componendas criminales que terminan destruyendo la legitimidad de las instituciones públicas.
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