Benjamín Forcano
Nuestros tiempos tienen que forzar las condiciones que hagan realidad
las palabras de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros los pueblos
hemos resuelto evitar a las generaciones el horror de la guerra”. Pero
no son los pueblos sino unas élites descabelladas las que, una vez más,
pretenden imponer a la humanidad el desquiciamiento de una nueva
guerra.
Nosotros seguimos el curso cotidiano de nuestra vida, lo sigue la
sociedad, pero a nuestras espaldas y con resuelta determinación Estados
Unidos e Israel aceleran los preparativos de la guerra contra Irán.
Estados Unidos, que tiene más de 60 bases militares e instalaciones en
la zona de Oriente Medio con un Comando Central en Qátar, ya ha enviado
a Israel más de 8.000 pilotos y técnicos aéreos del ejército
estadounidense. A los países vecinos de Irán cerca del Estrecho de
Ormuz ha enviado reservistas de la Fuerza Aérea, aviones, 110
aviadores, más de 15.000 marines y en Kuwait se han replegado una buena
parte de las tropas sacadas de Irak.
Al mismo tiempo, en colaboración con los servicios secretos de la
Mossad, viene financiando a grupos terroristas dentro de Irán y a
ellos se les atribuye el asesinato en los dos últimos años de los cinco
científicos iraníes. Cosa que varios senadores estadounidenses han
celebrado como una cosa maravillosa, pues puede, entre otras cosas,
servir para poder apropiarse de los recursos energéticos del país.
Estados Unidos sigue reforzando el Consejo de Cooperación del Golfo
(Arabia Saudita, Qátar, Bahrein, Kuwait, Omán, Los Emiratos Árabes
Unidos) con armas y con un sistema de escudos antimisiles. En el 2004,
Israel invadió Líbano y en el 2008-2009 hizo la agresión a Gaza. Desde
entonces, Estados Unidos ha incrementado el suministro de armas a
Israel.
La quinta flota de Estados Unidos en el Golfo Pérsico se ha reforzado
aumentando el número de portaaviones, varios de ellos nucleares. En
noviembre de 2011 han probado un nuevo misil hipersónico de “Ataque
Global Inmediato”, lanzado a una velocidad de 6 mil km. hora, que puede
alcanzar cualquier parte del mundo. La Fuerza aérea dispone de una nueva
bomba llamada “Penetrador Masivo de Artillería”, armada con una
cabeza de uranio, capaz de penetrar 60 metros de hormigón (38 m. de roca
dura). Tiene el poder destructivo de una pequeña bomba nuclear. El
Pentágono ha pagado $ 330 millones para poder producir 20 de estas
bombas.
En el presente, el Pentágono pone énfasis en una guerra robotizada con
aviones no tripulados, con el uso de mini-drones MALDI (dirigidos a
interferir los radares enemigos), con la guerra espacial e informática
y la expansión de bases de operaciones especiales por todo el mundo.
Después de haberse reunido en diciembre pasado altos mandos de Estados
Unidos e Israel, han comenzado a realizar maniobras militares conjuntas
de defensa, guiadas por radar y computadora como nunca antes se han
realizado. Israel está haciendo simulacros sorpresa para comprobar la
disponibilidad de su ejército y asegurar la continuidad de Gobierno, en
el caso de una evacuación y reubicación del mismo. Miembros del
Gobierno de Israel han pedido un bloqueo masivo de Irán por mar y
aire. Ehud Barak ha dicho: “Estamos listos para atacar ahora”. No es de
extrañar, por tanto, que Rusia haya programado maniobras militares en
la zona en previsión de un ataque militar de Estados Unidos e Israel a
Irán.
Lo dicho hace entender que el gasto de defensa de Estados Unidos, que
llega a un 50 % del gasto militar mundial, se haya doblado en el último
decenio, alcanzando la cifra de $ 553.000.000.000.
Los datos aducidos son preocupantes, en el sentido de que el poder de
minorías nacionales desalmadas contradicen y se imponen al sentir
mayoritario de la sociedad.
Todas las guerras son demenciales, pero lo son mucho más las guerras de
nuestros días. Sin embargo, con su poder mediático ingente, logran
ocultar esa demencia y presentarla como necesidad imperiosa frente a
otros males mayores que sobrevendrían sin la guerra. Y así comienzan a
marearnos con su hipócrita retórica. Lo sabemos y lo hemos experimentado
hasta la saciedad en las guerras de Irak y Afganistán. Pero, han
logrado paralizar nuestra acción y conducir arrogantemente lo que
esperaban iba a ser un triunfo. Hoy, se retiran con la amargura del
fracaso. Pero retornan sin aprender, condenados a proseguir el fatal
recorrido de sus intereses imperialistas, aunque cueste millones de
vidas y laceren hasta la médula al resto de la humanidad.
El clamor creciente contra la guerra brota del corazón de los pueblos.
Nos habíamos hecho a la idea de no reincidir nunca más en semejante
locura. Nadie, dentro de la política occidental, pide que países como
Estados Unidos, Francia, Inglaterra, India, Rusia, Israel, etc. que
poseen armas nucleares, se desarmen y se sometan a los dictados del
Consejo de Seguridad.
En este punto, se hace patente la contradicción más obscena: prohibir a
unas naciones lo que a otras se permite, por la sola razón de que sólo
así se puede conseguir con la fuerza lo que no es posible con el
Derecho. ¿Por qué Irán no y otras naciones sí? ¿Quién se imagina que
Estados Unidos se desarme y destruya su arsenal atómico si otras
naciones se lo piden y que, de no hacerlo, le serán enviados inspectores
internacionales y se le constreñirá a hacerlo con la guerra?
La desigualdad es la piedra angular de toda la historia colonizadora e
imperialista y la clave que sustenta la ventaja y superioridad de unas
naciones sobre otras. Hay, de parte de quienes más dicen defender la
justicia y el Derecho Internacional, una transgresión palmaria de los
mismos. Basta con leer los dos primeros artículos de la Carta de las
Naciones Unidas:
“Los propósitos de las Naciones Unidas son: 1. Mantener la paz y
seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas
para prevenir y eliminar amenazas a la paz y para suprimir actos de
agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios
pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del
derecho internacional , el ajuste o arreglo de controversias o
situaciones internacionales susceptibles de conducir al
quebrantamiento de la paz. 2. Fomentar entre las naciones relaciones
de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y
de la libre determinación de los pueblos, y tomar medidas adecuadas
para fortalecer la paz universal” (Capítulo I, Artículo 1) .
“Para la realización de estos propósitos la Organización y sus miembros
procederán de acuerdo con los siguientes principios: 1. La
Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de
todos sus miembros” (Capítulo I, artículo 2).
La praxis histórica de determinadas políticas nos lleva a concluir que,
en realidad de verdad, esa igualdad soberana es humo de pajas. ¿Por qué
unas naciones pueden tener armas de destrucción masiva y otras no?
Quiero aplicar al momento presente, lo mismo que cuando la guerra de
Irak escribió Eduardo Galeano: “El presidente del planeta anuncia su
próximo crimen en nombre de Dios y de la democracia. Así calumnia a
Dios. Y calumnia, también, a la democracia, que a duras penas ha
sobrevivido en el mundo a pesar de las dictaduras que Estados Unidos
vienen sembrando en todas partes desde hace más de un siglo”.
Estoy convencido que una guerra como la que se está anunciando es del
todo injustificable y representará la muerte de grandes valores para
una convivencia internacional justa, libre y pacífica.
- Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
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