Oriente Próximo 2012-02-12
GEES
Si
Siria cae, Hezbolá, ya preponderante en Líbano y muy útil para Damasco
por la presiónd e sus milicias sobre Israel y por sus servicios
terroristas, quedará aislada, mientras que Hamás buscará el apoyo de los
islamistas egipcios
Ya no es tan feroz el lobo como solía. Los tiempos han cambiado y a
pesar de una media superior a cien muertos por semana desde que
comenzaron en el pasado marzo, el brutal régimen sirio no ha sido capaz
de acabar con las protestas, que están ya pisando el umbral de la guerra
civil. Hafez, el padre del actual líder, Bashar, lo hizo de un solo
golpe en 1982, arrasando la ciudad de Hama, con un mínimo de 10.000
víctimas mortales, probablemente muchas más. Su hermano Rifat, que
dirigió la operación, alardeaba de que habían sido 37.000. Los efectos
del terror pervivieron hasta el alzamiento actual. Ahora Homs, el
principal núcleo de resistencia, cercada militarmente, está siendo
bombardeada por artillería pesada, con entre 50 y 100 muertos diarios.
Quizás el actual Al Assad esté dispuesto a extirpar la gangrena
repitiendo la hazaña de su padre.
Las peticiones de intervención se multiplican en occidente y la
polémica sobre sus virtudes y vicios arrecia en los medios de
comunicación. Se discute la legitimidad, la factibilidad, el balance
humanitario y las implicaciones estratégicas. Todo está entremezclado,
pero ocupémonos de éstas últimas.
Además de la amenaza interna que supone para los regímenes
tradicionales la revuelta árabe y la del peligro islamista que ésta trae
consigo, todo el problemático orden medio-oriental se ve sacudido por
la pretensión Iraní a la hegemonía regional y la formación de un arco
chita que partiendo del país de los ayatolas tiene como indispensable
eslabón a Siria, que arma al Hezbolá libanés y al Hamás palestino, a
pesar de que éste es suní. El régimen sirio, nominalmente baasista,
representa ante todo el poder político y laico de una minoría religiosa,
los alawíes, que constituyen una herejía del chiísmo, a la que todos
los musulmanes en general desprecian como ajena a su fe, pero a la que
los líderes religiosos iraníes han acogido convenientemente en su seno,
prestándole respetabilidad a cambio de una sólida alianza. Si Siria cae,
Hezbolá, ya preponderante en Líbano y muy útil para Damasco por la
presión de sus milicias sobre Israel y por los servicios de su magnífica
organización terrorista, quedará aislada, mientras que Hamas buscará el
apoyo de los islamistas egipcios, ya mayoritarios en el parlamento. Por
otro lado, Siria es el principal aliado en la región de Rusia, la cual
ya ha anunciado que defenderá al régimen de Al Assad con todas sus uñas
y dientes…diplomáticos.
La materialización de la hipótesis del derrumbe baasista debería ser
para muchos una bendición sin restricciones. Para los israelíes, desde
luego. Para ellos, ese arco chií es un auténtico cerco erizado de muchas
docenas de miles de misiles que apuntan a su territorio desde la
absoluta inmediatez o desde la distancia iraní. Para los países suníes,
sería la liberación de la mayor amenaza geopolítica que se cierne sobre
sus cabezas. Estados Unidos no recogería más que beneficios. ¿Por qué la
duda? Además de todos los azares de una guerra, el régimen que
sucediera podría ser hiperislamista.
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