¿Cómo será la próxima recesión en EEUU?: una mirada a una contracción económica en 2011
El fantasma de la Gran Recesión, si es que alguna vez salimos de ella, vuelve a hacer acto de presencia en Estados Unidos. Aunque los más optimistas prefieren hablar de estancamiento, la última encuesta realizada por el Wall Street Journal entre 53 economistas apunta a que, a día de hoy, existen 1 de 3 posibilidades de que la economía del país se contraiga.
Bien, aunque la confianza del consumidor de la Universidad de Michigan mejoró ligeramente en su última lectura, es cierto, que sus niveles siguen tonteando con mínimos históricos y recuerdan a los días posteriores al colapso de Lehman. Por otro lado, las solicitudes semanales de subsidio por desempleo siguen superando la cota psicológica de las 400.000 peticiones, es decir, se sigue sin generar suficiente empleo. La actividad manufacturera en la región de Nueva York continúa hundiéndose y la inflación sigue al alza.
En estas circunstancias cabe preguntarse qué tipo de escenario desataría una nueva recesión a este lado del Atlántico y qué repercusiones se registrarán en los distintos sectores del país, así como su efecto económico, especialmente en el mercado laboral. A continuación, explicamos punto por punto un resultado bastante fehaciente puesto de manifiesto por el portal 24/7 Wall Street.
1. Vivienda
El coste de las viviendas en las zonas donde los precios ya han caído en un 50% o más seguirá a la baja. Estas regiones suelen tener las mayores tasas de desempleo, los gobiernos locales se ven en apuros para ofrecer los servicios básicos y los potenciales compradores son conscientes de que los precios inmobiliarios podrían caer aún más. Los valores inmobiliarios en estas áreas podrían caer otro 20%. En el resto del país, el desempleo prolongado y la falta de voluntad de los bancos para prestar provocaría una inapetencia en el mercado inmobiliario, incluso con los tipos hipotecarios históricamente bajos.
2. Desempleo
El desempleo alcanzaría rápidamente el 10% en caso de una nueva contracción. En la recesión económica de 1982, la tasa de paro superó el 10% durante diez meses consecutivos y llegó a tocar un 10,8% durante dos meses. En estos momentos, la economía estadounidense vive una situación mucho más complicada que en 1982. Muchos empleados que trabajaban en sector manufacturero ven imposible su vuelta al trabajo y las fábricas donde trabajaban no volverán a abrir sus puertas. Muchas empresas han adoptado una política para mantener la mayor cantidad empleados temporales durante el mayor tiempo posible. Esto permite a las empresas despedir a la gente de forma rápida y sin indemnización.
La congelación de las contrataciones contribuyen a mantener entre 200.000 y 300.000 personas sin trabajo al mes. En el momento álgido de la recesión, en 2009, había cerca de seis personas que buscaban empleo por cada puesto vacante, de acuerdo con el Departamento de Trabajo. Si la economía vuelve a contraerse, el mercado de trabajo podría volver a ese punto.
3. Gasto del Consumidor
Una de las principales razones por las que la que el consumo de EEUU no se detuvo al comienzo de la última recesión fue que muchos ciudadanos aún contaban con acceso a préstamos con garantía hipotecaria concedidos en la cúspide del boom inmobiliario en 2005 y 2006. En el primer trimestre del año, la caída de precios de la vivienda ha reducido el capital inmobiliario de los estadounidenses hasta alcanzar casi el porcentaje más bajo desde la Segunda Guerra Mundial, según la Reserva Federal. Con más de 11 millones de hipotecas sobrepasando el valor del activo que lo respalda, el consumidor no tendrá ningún colchón si la economía continúa su deterioro en los próximos seis meses.
4. Renta Variable
Si la evolución de los mercados de renta variable toma como referencia lo ocurrido en 2008 y principios de 2009, el S&P 500 podría bajar desde su nivel actual hasta un mínimo de 676 puntos. Esta situación borraría de inmediato miles de millones de dólares de las cuentas corporativas, pensiones e inversiones. Las empresas serían menos propensas a invertir en nuevas fábricas, equipos y servicios. Muchos ciudadanos verían gran parte de sus pensiones esfumarse en un abrir y cerrar de ojos. Toda esta situación provocaría una enorme caída en el gasto del consumidor, lo que alargaría aún más las caídas en el mercado de valores.
5. Sistema financiero
El efecto sobre la mayor parte de la industria bancaria del país sería catastrófico, especialmente entre los bancos regionales y comunitarios, donde se registra el mayor número de créditos inmobiliarios residenciales y comerciales. La FDIC se vería obligado a pedir dinero prestado al Tesoro para poder cubrir el cierre ordenado de algunos de estas entidades. El número de bancos en quiebra podría alcanzar el nivel registrado durante la crisis de los bancos comunitarios años atrás, cuando más de 700 bancos y prestamistas hipotecarios tuvieron que echar el cierre o ser intervenidos. A ello habría que sumar el temor a que los impagos de deuda en Grecia acaben por hundir a algunos de los grandes bancos europeos. La caída del precio de las acciones de Bank of America es una clara señal de la tensión que todavía vive el sistema financiero de EEUU.
6. Deuda
El aumento del déficit y un rápido aumento de la deuda nacional estadounidense fue el principal motivo por el cual S&P rebajó la calificación crediticia de EEUU. La deuda pública alcanza ya los 14,7 billones de dólares, su nivel más alto de la historia, por lo que la preocupación está servida entre los inversores de bonos del Tesoro de EEUU si la no se comienza a controlar la situación. La incapacidad del Tesoro para controlar el gasto haría que el coste de asegurar dicha deuda se disparase . Esto a su vez podría llevar a una nueva rebaja de calificación de la deuda del gobierno.
¿Qué fumaron mientras medían?
Alejandro Hope |
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“Las estadísticas son como los bikinis.
Lo que revelan es sugerente, pero lo que esconden es vital”
—Aaron Levenstein
El mercado de las drogas ilícitas es grande. Muy grande. Tal vez se trate del mercado ilegal más grande en la historia de la humanidad ¿Pero tiene realmente las proporciones descomunales que a menudo se le asignan? No lo sabemos de cierto, dada la condición subterránea del comercio de drogas, pero el hecho se da por sentado sin mayor discusión. En México, medios, comentaristas, políticos, funcionarios públicos y algunos académicos asumen sin más que, en efecto, el negocio mundial del narcotráfico vale centenares de miles de millones de dólares.
Tanta certeza es inmerecida. Las estimaciones sobre el tamaño de los mercados de drogas proceden, salvo excepciones, de instituciones interesadas en describir al fenómeno con proporciones inmensas: agencias de inteligencia estadunidenses, organismos multilaterales involucrados en el control de narcóticos, dependencias mexicanas del sector seguridad, etcétera.
Peor aún, la mayoría de los cálculos sufren de opacidad metodológica: poco o nada sabemos sobre sus procedimientos, sus parámetros o sus fuentes. Por ejemplo, la Oficina Nacional de Política de Control de Drogas de Estados Unidos (ONDCP, por sus siglas en inglés) presentó en 2006 una estimación sobre los ingresos del narcotráfico en México, citando como únicas fuentes a sí misma y al Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas (NDIC, por sus siglas en inglés), y sin proveer información alguna sobre el método de cálculo.1
El sesgo natural tiende por tanto a la exageración. Durante años, el Programa de Naciones Unidas para el Control de Drogas (UNDCP, por sus siglas en inglés) ubicó en 500 mil millones de dólares los ingresos generados a nivel mundial por el comercio de drogas.2 En 1997, sin mayores explicaciones, la cifra bajó a 400 mil millones; al indagar sobre el origen del número, el economista colombiano Francisco Thoumi descubrió que la estimación (de origen dudoso, por lo demás) era de 365 mil millones, pero, por razones de comunicación, los funcionarios de la ONU decidieron redondearla hacia arriba.3
Otro caso bien documentado se refiere a las estimaciones anuales del gobierno de Estados Unidos sobre producción de narcóticos. En un artículo publicado en 1996, Peter Reuter ironizó sobre la producción estimada de marihuana en México en 1989, según el Departamento de Estado: la cifra presentada implicaba la existencia de no menos de 35 millones de usuarios crónicos y compulsivos en Estados Unidos, la mitad de la población entre 15 y 35 años. Y a ese total habría que agregarle los consumidores de marihuana estadunidense, colombiana, canadiense, etcétera.4
Fábulas nacionales
Los números inventados no son monopolio de agencias extranjeras. En enero pasado, la Secretaría de Seguridad Pública federal divulgó una presentación con estimaciones sobre el tamaño del mercado de drogas en México y otros países. El cálculo incluía las siguientes cifras:5
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Si las cifras parecen raras, es porque lo son. De ser correctos los datos de la SSP, serían ciertas las siguientes afirmaciones:
• Un cigarro de marihuana (0.5 gramos) se vende en México al menudeo en 90 pesos.6
• El precio al menudeo de la marihuana en México es 47% mayor al prevaleciente en Estados Unidos.7
• Al menudeo, la marihuana y la cocaína se venden exactamente al mismo precio en México (15 dólares por gramo).8
• La marihuana es un vicio para ricos y la cocaína es para el consumo popular: un usuario promedio de marihuana en México debe desembolsar anualmente 30 mil 512 pesos; un consumidor promedio de cocaína requiere apenas de dos mil 891 pesos al año.9
• La venta al menudeo de anfetaminas en México es un negocio pro bono: los narcomenudistas ganan apenas dos centavos de dólar por gramo, menos de lo que ganarían por unidad si revendieran cigarros sueltos.10
Puesto que sus implicaciones son absurdas, las cifras de la SSP no pueden ser correctas. En particular la estimación sobre el valor del mercado nacional parece fuera de toda proporción ¿De qué tamaño es el error? No lo sabemos con certeza plena, pero un breve ejercicio permite ponerle números gruesos al despropósito.
El mercado mexicano de drogas es previsiblemente una fracción del mercado estadunidense y el tamaño de esa fracción está determinado por los diferenciales de población, prevalencia, consumo medio por usuario y precios.
La población de Estados Unidos es 2.75 veces mayor que la de México. La prevalencia en el consumo en el último año de todas las drogas ilegales, según las últimas encuestas disponibles en ambos países, es 11 veces mayor en Estados Unidos que en México,11 pero supongamos que la encuesta mexicana tiene niveles de error superiores a los de su equivalente estadunidense y que, por tanto, la diferencia es de sólo la mitad (5.5 veces).
No hay evidencia para suponer que los usuarios mexicanos consumen un volumen de drogas sustancialmente distinto al de sus pares en el país vecino, pero, para fines del argumento, asumamos que un consumidor estadunidense utiliza en promedio 20% menos drogas que uno mexicano. Por último, no conocemos con plena certeza el diferencial de precios al menudeo, pero, basado en diversas fuentes, es razonable suponer que los precios mexicanos son en promedio 5 a 10 veces menores que los prevalecientes en Estados Unidos.12 Para fines de cálculo, tomemos el piso de ese rango.
Al combinar todos los parámetros se obtiene que el mercado estadunidense es, como mínimo, 60 veces más grande que el mercado mexicano.13 ¿Y cuánto gastan los vecinos en drogas? Según la última estimación seria disponible, 65 mil millones de dólares, aproximadamente;14 se trata, sin embargo, de una estimación algo vieja (del año 2000), así que asumamos un número 30% mayor, consistente con la evolución de la inflación acumulada en Estados Unidos en la última década: 85 mil millones de dólares. En ese caso, el mercado mexicano de drogas tendría un valor de 1.4 miles de millones de dólares, una cifra seis veces inferior a la presentada por la Secretaría de Seguridad Pública.
Pequeño error de 500% (como mínimo).
Los motivos de la hipérbole
La tentación de lo inmenso es producto, en parte, de incentivos políticos y burocráticos. Para un funcionario público es más fácil justificar incrementos presupuestales y ampliaciones de facultades si la amenaza se percibe enorme. Asimismo, si el narcotráfico es gigantesco, la continuidad de las políticas se impone, y los reveses o las carencias se excusan. Inventar cifras, por inverosímiles y absurdas que parezcan, es entonces una táctica de supervivencia burocrática.15
Pero las cifras enormes son igualmente funcionales para críticos y adversarios del gobierno en turno. Ante datos magnificados, toda medida parece siempre insuficiente: ¿de qué sirve decomisar 200 millones de dólares si el negocio es de 40 mil millones al año? Aun para los promotores de la legalización de drogas los datos estratosféricos resultan útiles: le confieren dramatismo al argumento y legitiman la demanda de cambios radicales.
Los medios, por su parte, son consumidores ávidos de números descomunales: vende más un titular de decenas de miles de millones de dólares que uno de centenares de millones. Y el público mismo parece querer encontrar una suerte de simetría del mal: si un fenómeno genera 40 mil homicidios en cuatro años, no puede más que ser inmenso. Parafraseando a Peter Reuter, hay clientela para cifras grandes, pero no para cifras correctas.16
En cierto modo, el descuido (o malicia) en la construcción de los números no es un tema decisivo. Ninguna definición sustantiva depende hoy de la precisión de los datos (basta con que sean grandes) y los impactos sociales del narcotráfico no son una función directa del tamaño del negocio.17
Sin embargo, no es un hecho inocuo. Hay una diferencia entre grande y gigantesco. Si se asume que las bandas del narcotráfico tienen ingresos de 40 mil millones de dólares y un ejército de 100 mil hombres, el asunto es claramente de seguridad nacional. Si sus ingresos se estiman más bien en una décima parte de ese monto y su estructura armada en unos cuantos miles, el tema pasa a un terreno de orden público.
Los números mágicos tienen el efecto de clausurar alternativas. Dificultan pensar en pequeño, en medidas concretas que ayuden a restablecer la seguridad, un delito a la vez. Y, en paralelo, contribuyen al desánimo social: con cifras monumentales, no hay luz al final del túnel. Exigir precisión, o al menos racionalidad en los datos sobre drogas y narcotráfico no es una exquisitez sin sentido; es una manera de devolverle el sentido de proporción, la imaginación y la esperanza a la discusión sobre seguridad pública.
Wall Street sigue de racha alcista y el Dow toca el 11.500
A Wall Street todavía le queda fuelle para seguir subiendo. Los índices neoyorquinos avanzan y el Dow Jones recupera los 11.500 puntos de forma momentánea, pese a que la banca en bloque cotiza con descensos. Research in Motion sufre un duro varapalo cercano al 20%.
Cumplida ya la primera parte de la sesión, el mercado se prepara para despedir la semana como la acabó, al alza. En su quinta jornada con avances, el Dow Jones se apunta ya un 0,7%, que le colocan por encima de los 11.500 puntos. El S&P 500 y el Nasdaq Composite ganan un 0,5%.
Wall Street busca su pleno. La principal plaza bursátil del mundo lidia de manera favorable con la persistente crisis en la eurozona y a la espera de las novedades que se produzcan en el Ecofin, las compras se generalizan. En las últimas jornadas los líderes europeos se han esforzado por inyectar confianza en los mercados y disipar las crecientes dudas ante el posible impago de Grecia.
El euro, que llegó a cotizar por debajo de los 1,35 dólares, se recuperó ayer hasta los 1,39 dólares tras el anuncio conjunto de los bancos centrales internacionales para aportar liquidez en dólares al sistema Hoy en cambio se relaja un 0,5%, hasta los 1,37 dólares.
Hoy el mercado estadounidense ha recibido una noticia alentadora, con la mejora de la confianza del consumidor que elabora la Universidad de Michigan en la lectura preliminar de septiembre. Ascendió hasta los 57,8 puntos, desde los 55,7 puntos del dato definitivo de agosto, y por encima de los 56 puntos pronosticados por el consenso del mercado.
El dato ha sido la única referencia macroeconómica de relevancia para cerrar la semana. A partir del lunes, el mercado comenzará a especular con los resultados de la reunión de la Fed, en la que podrían adaptarse nuevos estímulos monetarios.
Al margen de las expectativas en la economía, este viernes el mercado vive también con la influencia de la volatilidad tradicional de las jornadas de vencimientos de las opciones de futuros, conocida como la cuádruple hora bruja. En el mercado de materias primas, que suele ser uno de los más sensibles a esta particular día, el precio del crudo West Texas baja más de un dólar hasta los 88 dólares. Por su parte, el oro se dispara más de 40 dólares y se negocia en los 1.819 dólares.
Castigo a Research in Motion
El principal movimiento bajista del día se lo lleva el fabricante de BlackBerry, la canadiense Research in Motion. Sus acciones caen cerca del 20% tras anunciar unas cuentas trimestrales muy alejadas de las expectativas del mercado. Los malos resultados han llevado también a rebajar sus previsiones y lanzar otro 'profit warning', lastrado por el éxito de los móviles y las tabletas de Apple.
Sin salir del sector tecnológico, Netflix es otro de los valores que provoca los recelos del mercado. A la fuerte corrección de ayer, sus acciones suman otro 5% de caída después de recortar su pervisión de suscriptores para el tercer trimestre del año. Desde julio, cuando su valor cotizaba en máximos históricos, acumula ya una depreciación del 40%.
Los bancos, a la baja
El sector financiero se viste de rojo. Liderados por las caídas de Bank of America (-2%) y JPMorgan (-1,5%), que son los que más caen ahora mismo en el Dow Jones, las acciones de Morgan Stanley (-1,8%), Citigroup (-0,7%) y Wells Fargo (-1,15%) no esquivan las pérdidas.
Es hora de pensar lo impensable en Europa
Para resolver una crisis en la que lo imposible se convirtió en posible, hay que pensar lo impensable. La solución de las crisis de deuda soberana en Europa exige estar preparados para la posibilidad de que Grecia, Portugal y posiblemente Irlanda se declaren en suspensión de pagos e incluso que abandonen la eurozona.
Partiendo de este supuesto, se deberían tomar medidas para prevenir una debacle financiera en toda la eurozona. La primera debe ser proteger los depósitos bancarios: si un euro depositado en un banco griego se perdiera como consecuencia del impago y el abandono de la eurozona, un euro depositado en un banco italiano valdría inmediatamente menos que otro depositado en un banco alemán u holandés, y esto provocaría una estampida sobre los bancos de los países deficitarios.
Además, en los países que entren en suspensión de pagos será necesario mantener algunos bancos en funcionamiento para evitar que se produzca un colapso económico. Paralelamente, habrá que recapitalizar el sistema bancario europeo y colocarlo bajo supervisión europea (en lugar de nacional). Por último, se deberá proteger del contagio a los bonos públicos emitidos por los otros países deficitarios de la eurozona. Los dos últimos requisitos son válidos incluso si ningún país se declara en suspensión.
Todo esto costará dinero, un dinero que no se puede conseguir en el marco de los acuerdos vigentes entre los líderes de los países de la eurozona. Así que no queda otra opción que crear el componente que falta: una agencia europea de hacienda, con poder para recaudar impuestos y, por consiguiente, para emitir deuda. Esto demandará celebrar un nuevo tratado que transforme el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera en un organismo de hacienda con todas sus atribuciones.
Cambio de actitud de Alemania
Pero esto no será posible sin un cambio de actitud radical, especialmente en Alemania. La opinión pública alemana aún comete el grave error de suponer que está en condición de decidir si quiere defender el euro o no defenderlo. Pero el euro ya existe, y los activos y pasivos del sistema financiero global están de tal modo interrelacionados sobre la base de la moneda común que el derrumbe de esta moneda produciría una catástrofe que ni las autoridades alemanas ni ninguna otra autoridad podrían contener. Cuanto más tiempo tarden los alemanes en darse cuenta de este hecho innegable, mayor será el precio que deberán pagar tanto ellos como el resto del mundo.
Ahora bien, ¿se podrá convencer a la opinión pública alemana? Aunque tal vez la canciller Angela Merkel no consiga persuadir de la validez de este argumento a todos los miembros de su coalición, podría contar con la oposición para crear una nueva mayoría dispuesta a respaldar las medidas necesarias para salvar al euro. Una vez resuelta la crisis del euro, Merkel ya no tendría que preocuparse tanto por la próxima elección.
Prepararse para la posibilidad de que tres pequeños países se declaren en suspensión de pagos o abandonen el euro no quiere decir necesariamente que se los deje librados a su suerte. Por el contrario, si se les diera la posibilidad de una quiebra ordenada (financiada por los otros países de la eurozona y por el Fondo Monetario Internacional), Grecia y Portugal tendrían más opciones políticas a su disposición.
Además, se pondría fin al círculo vicioso (que ahora amenaza a todos los países deficitarios de la eurozona) por el cual, al ver que las medidas de austeridad debilitan las perspectivas de crecimiento, los inversores comienzan a exigir tipos de interés exorbitantes, lo que a su vez obliga a los gobiernos a recortar aún más el gasto.
La salida de la eurozona ayudaría a los países que atraviesan las peores dificultades a recuperar la competitividad. Pero si prefieren quedarse, también pueden hacerlo, siempre que estén dispuestos a hacer los sacrificios necesarios: el Fondo Europeo de Estabilidad protegería los depósitos colocados en los bancos locales, el FMI colaboraría con la recapitalización de sus sistemas bancarios y de este modo estos países tendrían un modo de escapar de la trampa en la que están metidos. Cualquiera que sea la decisión que se tome, la Unión Europea no puede permitir que estas economías se hundan y arrastren consigo a todo el sistema bancario internacional.
Todos los países miembros de la UE (y no solamente los de la eurozona) deben aceptar el hecho de que la salvación del euro exige la firma de un nuevo tratado. De eso no hay ninguna duda. De modo que conviene comenzar ya mismo el debate sobre el contenido de ese tratado, porque por más urgidos que estén los líderes europeos para llegar a un acuerdo, las negociaciones ciertamente irán para largo. Ahora bien, una vez que haya acuerdo sobre las cuestiones de principio, el Consejo Europeo podrá autorizar al BCE a cubrir lo que haga falta para que haya protección por adelantado contra cualquier peligro de insolvencia.
Tener a la vista una solución para las crisis de deuda soberana de la eurozona sería una fuente de alivio para los mercados financieros. De todos modos, como sin duda las condiciones de un nuevo tratado las pondrá Alemania, es casi seguro que se produzca una importante desaceleración económica. Pero tal vez eso impulse en Alemania un cambio de actitud más profundo, lo que a su vez permitiría la adopción de políticas anticíclicas. Cuando eso ocurra, podría recuperarse el crecimiento en gran parte de la eurozona.
George Soros, Presidente de Soros Fund Management 5 Project Syndicate.
Femicidios de la guerra contra las drogas
BARCELONA – La cantidad de mujeres asesinadas está en aumento en gran parte de América Central y México. En algunos países, como Honduras, el incremento es cuatro veces superior al de los hombres. Es más, muchos de estos asesinatos son cometidos con extrema violencia -salvajismo sexual, tortura y mutilaciones- por perpetradores (muchas veces involucrados en el crimen organizado) que actúan con un alto grado de impunidad.
En países como Chile, Argentina y Costa Rica, donde los niveles generales de violencia son más bajos, los asesinatos de mujeres normalmente son cometidos con menos violencia, por parejas o ex parejas en el contexto de un "abuso doméstico".
En América Latina, todos estos crímenes se conocen como "femicidios": asesinatos de mujeres precisamente por ser mujeres. Los casos vinculados con violencia doméstica son tratados con indulgencia por las cortes; en algunos países, los celos o la falta de condenas previas pueden reducir el castigo. Aquellos crímenes cometidos por extraños, muchas veces con una intensa crueldad -y muy a menudo asociados con grupos del crimen organizado como las maras centroamericanas-, rara vez terminan en los tribunales.
Sin embargo, la realidad de América Latina en los últimos años demuestra cierta yuxtaposición entre estas categorías. Los asesinatos brutales de mujeres también ocurren en países como la Argentina, donde una asombrosa cantidad de mujeres fueron quemadas por sus parejas o ex parejas. En México, mujeres han sido asesinadas por asesinos a sueldo, contratados por sus maridos o parejas para hacer que el homicidio parezca obra del crimen organizado. Y, en los países centroamericanos, hay mujeres que son asesinadas por grupos criminales como una suerte de amenaza o mensaje a sus maridos o compañeros.
No obstante, el femicidio en América Latina sigue siendo una cuestión de realidades diferentes. La tasa para las mujeres en El Salvador es la más alta de la región: 13,9 cada 100.000. En Guatemala, la tasa es de 9,8 cada 100.000 mujeres; y en los estados mexicanos como Chihuahua, Baja California y Guerrero, la tasa casi se triplicó entre 2005 y 2009, a 11,1 cada 100.000. Por otra parte, las tasas en países como Chile y Argentina no superan 1,4 cada 100.000.
Esa diferencia subraya una realidad fundamental: la violencia asociada con la "guerra contra el narcotráfico" y el crimen organizado -incluyendo la corrupción estatal- en algunos países tiene consecuencias específicas para las mujeres. Como sucede en la guerra, la violación cruel de las mujeres es simbólica: crea cohesión dentro de los grupos armados, reafirma la "masculinidad" y es una forma de atacar "la moral del enemigo".
Pero la violencia "doméstica" también se está agravando: si bien hay mujeres en todo el mundo que son amenazadas por sus parejas, el riesgo se eleva sustancialmente cuando los hombres tienen fácil acceso a armas y una probabilidad menor de ser llevados ante la justicia, como sucede en México y Guatemala, donde la tasa de impunidad supera el 95%.
Desde 2007, se adoptaron varias leyes que sancionan específicamente los femicidios: en Costa Rica y Chile, estas leyes tienen como objetivo exclusivamente aquellos asesinatos cometidos por parejas o ex parejas, mientras que en Guatemala y El Salvador, también se incluyen los asesinatos cometidos por extraños. En los últimos meses, leyes e iniciativas similares proliferaron también en México.
No resulta claro si estas leyes efectivamente castigarán los crímenes o simplemente reducirán la visibilidad de los números: si un crimen exige ciertos elementos difíciles de probar para ser considerado un femicidio, una gran cantidad de asesinatos seguirán registrados en los libros como simples homicidios, y las autoridades podrán decir que "redujeron" la tasa de femicidios.
En países como Chile o Costa Rica -así como en gran parte del mundo-, los defensores de los derechos de las mujeres exigen que el estado prevenga los femicidios respondiendo de manera rápida y efectiva a las amenazas de muerte y abuso. En los países más afectados, también exigen que los asesinos vayan a juicio. Pero no basta con sancionar nuevas leyes, teniendo en cuenta que los sistemas policiales y judiciales están debilitados en gran parte de la región.
Mientras la "guerra contra las drogas" siga siendo un buen negocio no sólo para los traficantes y lavadores de dinero, sino también para la industria de las armas de los países desarrollados, la inundación de armas en la región seguirá alimentando la violencia -que incluye manifestaciones extremas contra las mujeres- y debilitando el sistema judicial. La falta de control de las armas, sumada a la impunidad, hace que los asesinatos resulten más fáciles y baratos.
Sin duda, la violencia contra las mujeres existe en tiempo de paz. Pero aumenta y empeora en tiempos de guerra. La "guerra contra las drogas" debe terminar y eso exige cambios a nivel mundial en las políticas de control de drogas que, desafortunadamente, ninguna iniciativa anti-femicicio menciona. Poner fin a esa guerra no erradicará los femicidios en América Central y México, pero al menos podría reducir la tasa de asesinatos de mujeres a las cifras más "saludables" de otros países afortunados de estar más lejos de las principales rutas del narcotráfico.
Patsilí Toledo es un abogado de la Universidad de Chile y miembro del Grupo Antígona de Investigación sobre Género y Derecho, de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El precio del 11 de septiembre
NUEVA YORK – Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011 realizados por Al Qaeda tenían la intención de dañar a Estados Unidos, y lo consiguieron, pero en formas que Osama Bin Laden probablemente nunca se imaginó. La respuesta del presidente George W. Bush a los ataques puso en riesgo los principios básicos de Estados Unidos, socavando su economía y debilitando su seguridad.
El ataque a Afganistán posterior a los ataques del 11 de septiembre fue comprensible, pero la posterior invasión de Irak fue totalmente ajena a Al Qaeda, a pesar de que Bush trató de establecer un vínculo. Aquella guerra que se eligió llevar a cabo se convirtió de manera rápida en muy costosa, alcanzando órdenes de magnitud que fueron más allá de los $60 mil millones que se afirmaron al principio, ya que una colosal incompetencia se encontró con tergiversaciones deshonestas.
De hecho, cuando Linda Bilmes y yo calculamos los costos de la guerra de Estados Unidos hace tres años, la cifra conservadora alcanzo entre $3 a $5 billones de dólares. Desde aquel entonces, los costos se han elevado aún más. Debido a que casi el 50% de las tropas que regresan cumplen los requisitos para recibir algún tipo de pago por incapacidad, y hasta el momento más de 600.000 de ellos han sido atendidos en instalaciones médicas para veteranos, ahora estimamos que los pagos por incapacidad y asistencia médica en el futuro alcanzarán en total una cifra que se encuentra entre los $600 a 900 billones. Sin embargo, los costos sociales, que se refleja en los suicidios de veteranos (que han superado los 18 por día en los últimos años) y las desintegraciones familiares, son incalculables.
Aún en caso de que Bush fuese perdonando por llevar a Estados Unidos, y a gran parte del resto del mundo, a la guerra con pretextos falsos, y se le perdonara tergiversar el costo de dicho emprendimiento, no hay excusa para la forma en la eligió financiarla. La suya fue la primera guerra en la historia pagada enteramente con créditos. Mientras que Estados Unidos entraba en batalla, teniendo déficits que ya estaban muy elevados por su recorte de impuestos del año 2001, Bush decidió lanzar una nueva ronda de “alivio” tributario para los ricos.
Hoy en día, Estados Unidos centra su atención en el desempleo y el déficit. Estas dos amenazas al futuro de Estados Unido pueden ser remontadas, y no en poca medida, a las guerras en Afganistán e Irak. El aumento en los gastos de defensa, junto con los recortes tributarios de Bush, forman la razón clave por la que Estados Unidos pasó de un superávit fiscal de 2% del PIB cuando Bush fue elegido a su lamentable déficit y situación de deuda de hoy en día. El gasto público directo en dichas guerras, hasta el momento, asciende a aproximadamente $2 billones de dólares, lo que significa $17.000 por cada hogar estadounidense, y existen gastos cuyas facturas aún no se reciben que aumentarán dicha cifra en más del 50%.
Es más, como Bilmes y mi persona argumentamos en nuestro libro La Guerra de los Tres Billones de Dólares, las guerras han contribuido a la debilidad macroeconómica de Estados Unidos, lo que exacerbó su déficit y deuda. En aquel entonces, como es el caso ahora, la agitación en el Oriente Medio condujo a precios del petróleo más elevados, lo que obligó a los estadounidenses a gastar dinero en importaciones de petróleo que de otra manera podría haber sido gastado en la compra de bienes producidos en EE.UU.
Pero en aquel entonces, la Reserva Federal de EE.UU. escondió estas debilidades creando una burbuja inmobiliaria que condujo a un boom de consumo. Se necesitarán años para superar el excesivo endeudamiento y sobreendeudamiento en bienes raíces resultantes.
Irónicamente, las guerras han debilitado la seguridad de Estados Unidos (y del mundo), una vez más en formas que Bin Laden no se hubiera podido imaginar. Una guerra impopular hubiera dificultado el reclutamiento militar bajo cualquier circunstancia. Pero como Bush trató de engañar a Estados Unidos sobre los costos de guerra, financió insuficientemente a las tropas, inclusive negándose a realizar gastos básicos; por ejemplo, fondos para vehículos blindados y resistentes a minas que son necesarios para proteger vidas estadounidenses o fondos para la adecuada asistencia médica de los veteranos que regresan. Un tribunal de EE.UU. dictaminó recientemente que los derechos de los veteranos habían sido violados. (¡Sorprendentemente, el gobierno de Obama afirma que se debe restringir el derecho de los veteranos a apelar ante los tribunales!)
La extralimitación militar de manera predecible a dado lugar a nerviosismo sobre el uso de la fuerza militar, y el conocimiento de otros tienen sobre la existencia ha debilitado también la seguridad de Estados Unidos. Pero la verdadera fuerza de Estados Unidos, en vez de encontrarse en su poder militar y económico, se encuentra en su "poder blando", en su autoridad moral. Y dicho poder también se debilitó, ya que EE.UU. violó derechos humanos básicos como el habeas corpus y el derecho a no ser torturado, lo que puso en duda su compromiso de larga data con el respeto al derecho internacional.
En Afganistán e Irak, los EE.UU. y sus aliados sabían que para alcanzar la victoria a largo plazo se necesita ganar corazones y opiniones. Pero los errores cometidos en los primeros años de dichas guerras complicaron la ya difícil batalla. El daño colateral de la guerra ha sido masivo: según algunas versiones, más de un millón de iraquíes han muerto, ya sea de manera directa o indirecta, a causa de la guerra. Según algunos estudios, por lo menos 137.000 civiles han muerto violentamente en Afganistán e Irak en los últimos diez años; sólo entre los iraquíes, hay 1,8 millones de refugiados y 1,7 millones de personas desplazadas dentro del mismo país.
No todas las consecuencias fueron desastrosas. Los déficits a los cuales las guerras estadounidenses financiadas con deuda han contribuido tan poderosamente han forzado ahora a que EE.UU. enfrente la realidad de sus restricciones presupuestarias. El gasto militar de Estados Unidos sigue siendo casi igual al gasto que hace todo el resto del mundo en su conjunto, dos décadas después del fin de la Guerra Fría. Algunos de los gastos que se aumentaron fueron destinados a las costosas guerras en Irak y Afganistán y a la más amplia Guerra Global contra el Terrorismo, pero la mayor parte se desperdició en armas que no funcionan contra enemigos que no existen. Ahora, por fin, esos recursos serán reubicados, y EE.UU. probablemente obtenga mayor seguridad pagando menos.
Al Qaeda, no obstante que no ha sido derrotado, ya no parece ser la amenaza que surgía de manera tan importante tras los ataques del 11 de septiembre. Pero el precio pagado para llegar a este punto, en los EE.UU. y en los demás países, ha sido enorme, y en su mayoría evitable. El legado estará con nosotros durante mucho tiempo. Vale la pena pensar antes de actuar.
Joseph E. Stiglitz es profesor universitario en Columbia University, Premio Nobel de economía y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy (Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial).
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