Geithner llega con un plan
Manuel Llamas
Por primera vez en la historia, el secretario del Tesoro de Estados Unidos asistirá a una reunión de ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea (Ecofin). La cita, que comienza este viernes en Wroclaw (Polonia), será crucial para atisbar el camino que emprenderá Bruselas a fin de contener la crisis de deuda pública en la eurozona, en un momento en el que Grecia pende de un hilo. La visita del secretario estadounidense Timothy Geithner no es una cuestión baladí, ya que evidencia la honda preocupación de Washington por lo que está aconteciendo en Europa.
En este sentido, el propio presidente Obama acaba de recordar que el problema no es Grecia sino "España e Italia". Efectivamente, Bruselas lleva meses discutiendo cómo afrontar una posible caída de alguno o ambos países. Y es que, por un lado, la compra de deuda pública por parte del Banco Central Europeo es, hoy por hoy, un mero parche, muy limitado y temporal; por otro, el actual Fondo de rescate europeo (EFSF, por sus siglas en inglés) carece de recursos suficientes para sostener a países tan grandes, tras acudir en ayuda de Grecia –dos veces–, Irlanda y Portugal; además, los ansiados eurobonos siguen contando con el rechazo de Alemania y otros socios comunitarios; y puesto que los esfuerzos de Madrid y Roma por contener el déficit están resultando insuficientes o erróneos, la gran pregunta es ¿qué hacer?
Geithner viene con un plan debajo del brazo. El secretario pretende que Europa imite los mecanismos de monetización de deuda aplicados por EEUU tras la quiebra de Lehman Brothers. En concreto, el primer programa de compra de activos bancarios puesto en marcha por la Reserva Federal (FED) a finales de 2008 y principios 2009 con el respaldo del Tesoro.
El objetivo de dicho programa, llamado Term Asset Backed Loan Facility (TALF), consistía en inyectar 1 billón de dólares en el mercado crediticio para impulsar la concesión de préstamos a familias y empresas. ¿Cómo? La FED concedió créditos a 3 y 5 años a los bancos aceptando como colateral (aval) préstamos para la compra de automóviles, estudiantiles, tarjetas de crédito, hipotecas, etc. Es decir, a cambio de activos poco líquidos. Para afrontar posibles pérdidas, el Tesoro aportó inicialmente 20.000 millones de euros extraídos del Fondo de rescate bancario, el llamado Plan Paulson para inyectar capital público al sector financiero.
La idea era favorecer la concesión de créditos a familias y empresas ofreciendo a la banca una línea de liquidez extraordinaria a través de la FED que, a su vez, contaba con el respaldo del Tesoro. Y es que, dada la delicada situación financiera que sufría EEUU, el mercado interbancario (donde los bancos se prestan dinero) estaba completamente cerrado, al igual que sucede ahora en la zona euro.
Geithner planteará a Bruselas un mecanismo similar. Puesto que el Fondo de rescate europeo, dotado con 440.000 millones de euros, no tiene dinero suficiente para salvar a España e Italia, Bruselas puede emplearlo para avalar al BCE –u otro ente– en su compra masiva de bonos públicos a los bancos (mercado secundario), los activos subprime que ahora nadie quiere o cuyo valor se está desplomando. Una monetización por la puerta de atrás, sólo que a la europea. De este modo, al tiempo que se sostiene en el aire a países con problemas también se lograría refinanciar a la banca.
Sin embargo, en realidad se trata de una mera transferencia. Los activos tóxicos que poseen los bancos (deuda pública de países periféricos, con alto riesgo y escasa liquidez) pasarían a engrosar el balance del BCE, el sostén del euro, empleando como colchón el dinero de los contribuyentes europeos. Además, lo más grave es que este tipo de mecanismos desincentiva por completo la necesaria austeridad que precisan aplicar los estados. Una nueva huida hacia adelante a través de complejos mecanismos financieros, con la ventaja para los políticos de que no precisaría aprobación parlamentaria ya que el aval público –el dinero del EFSF– ya está disponible.
Por último, en caso de que no cuaje la idea, cabe recordar que el Fondo Monetario Internacional ya tiene su artillería preparada por si es preciso en última instancia, y también aquí Geithner, como representante de EEUU –principal contribuyente del Fondo–, tiene mucho que decir. No me extraña que Bruselas dé la bienvenida a Mr. Geithner.
Manuel Llamas es jefe de Economía de Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana.
Contra El concursante
Juan Ramón Rallo 1
Un video de la película El concursante se ha hecho muy popular en internet. En él se nos explica que todo el sistema financiero es una farsa diseñada por los bancos para apropiarse de toda la riqueza de los ciudadanos.
El razonamiento es el siguiente: en un principio, la humanidad empleaba el trueque para intercambiar bienes y servicios, pero los inconvenientes de éste forzaron a la gente a emplear un bien como medio de cambio universal, el oro; con su aparición, los agentes pasaron a necesitar un oro que no poseían por hallarse almacenado –todo él– en una empresa llamada "banco". El banco, como monopolista del oro, no estaba dispuesto a venderlo, sólo a prestarlo. Y, así las cosas, la entidad pasa a prestar a diez personas durante un año todo el oro que existe en la economía, digamos 100 monedas, a cambio de un "módico" interés del 10%: es decir, todos reciben diez monedas de oro y al cabo de doce meses deben devolver 11. Obviamente, como en la economía sólo hay 100 monedas, no será posible devolver 110, por lo que deberán aplazar el pago con el banco, a cambio de lo cual éste devengará nuevos intereses. Pero si los deudores no podían pagar 110, tampoco podrán abonar 120. Al final, la deuda pendiente con el banco será tan grande que éste recuperará todo el oro que había prestado (las 100 monedas de oro) y, además, tendrá el derecho a quedarse con todas las propiedades de sus deudores para resarcirse por los intereses no percibidos. Los ciudadanos habrán transferido toda su riqueza al banco por ser esclavos del dinero.
Como digo, el vídeo se ha hecho tremendamente popular en internet, pero mucho me temo que su fama no se debe a su rigor y calidad. Los errores son numerosos y abundantes, hasta el punto de que cuesta encontrar alguna escena que no esté plagada de varias falacias. Empecemos:
- El dinero no se introduce en la economía como un préstamo: En el vídeo se asume que todo el oro de la economía lo posee el banco y que éste, en lugar de venderlo, se dedica a prestarlo al resto de la sociedad. La hipótesis es absurda: al principio ningún bien es dinero, sino que todas las mercancías se valoran por su utilidad directa y se intercambian vía trueque. Llega un momento, sin embargo, en el que algunos agentes descubren que unas mercancías son más fácilmente intercambiables que otras, por lo que pasan a demandarlas masivamente como paso intermedio para sus compras. Dicho de otra manera, el dinero, antes de ser dinero, era un bien que se adquiría y vendía como cualquier otro. En caso de haber estado todo él atesorado en los almacenes de una sola persona –"la que inventó el sistema", se dice en el vídeo, cuando el dinero no lo inventó nadie en particular, sino que fue descubierto socialmente–, el resto de agentes jamás lo habrían podido utilizar en sus intercambios y, por tanto, jamás se habría desarrollado como dinero.
- El banquero nunca gasta, sólo acumula dinero: Ligado con el error anterior, que el banquero nunca vende el oro significa que nunca gasta el dinero en nada. Vamos, tanto se enriquece que ni siquiera se digna a comprar el pan. Y es que, si decidiera comprar algo, estaría intercambiando una mercancía (pan, hortalizas, coches, pisos...) por oro, esto es, estaría vendiendo el oro. Y, a partir de ese momento, esas monedas saldrían de sus almacenes y podrían emplearse para pagar los intereses de su deuda.
- Ningún bien es siempre y en cualquier contexto dinero: El dinero es el bien económico que reúne las mejores propiedades para ser medio de cambio y de no cambio. En cada momento histórico, y según el contexto, diversos bienes han desempeñado ese papel (las vacas, la sal, las conchas, el tabaco, el trigo, el hierro, el cobre, la plata, el oro...). Una de esas propiedades fundamentales es la disponibilidad: si, por ejemplo, una sociedad dispusiera de amplios yacimientos de oro pero fuera incapaz de explotarlos, no utilizaría el metal amarillo como dinero por muy superiores que fueran sus propiedades sobre las del resto de bienes. Pero eso tampoco significa que ningún bien actuara como dinero, sino que se utilizarían otros: el proceso de descubrimiento de los mejores medios de cambio y de no cambio jamás se detiene. En el caso del vídeo, si la gente no tenía acceso al oro porque lo atesoraba un avaricioso banquero, las personas habrían efectuado sus intercambios mediante otros bienes (la plata, el platino o, en caso de extrema necesidad, las propias hortalizas que salen en el video).
- Los proveedores de dinero son los mineros, no los bancos: Si de oro hablamos, quienes introducen el dinero en la economía no son los bancos, sino los mineros. Esto significa no sólo que la cantidad de dinero no está dada, sino que, cuando los mineros extraen el oro y lo utilizan para comprar bienes y servicios, van introduciendo la nueva producción minera en el mercado. En la actualidad, es cierto que es el banco central –el central, no los bancos privados– quien crea el dinero fiduciario en régimen de monopolio, pero, de nuevo, los ciudadanos que tienen billetes del banco central no tienen que devolvérselos con intereses, por lo que tampoco se compadece con el vídeo.
- Los bancos privados se dedican a crear promesas de pago, no dinero: El matiz es fundamental por dos motivos. El primero es que la inmensa mayoría del oro que tengan los bancos no es suyo, sino que les ha sido a su vez prestado por otras personas: los bancos son grandes acreedores pero también grandes deudores (a los que también pagan intereses), de modo que si no cobran sus créditos tienen un serio problema. El segundo es que la práctica totalidad de las promesas de pago de los bancos no se saldan con dinero sino por compensación; esto quiere decir que la deuda puede terminar pagándose con otra deuda. Vamos a desarrollar un poco más estos dos puntos.
- Los impagos son un problema, no una bendición, para la banca: En el vídeo se da a entender que el banquero está entusiasmado con que sus deudores no le paguen, pues así podrá cobrarles más intereses y, finalmente, quedarse con sus propiedades. Sin embargo, no olvidemos que el banco está endeudado con otras personas (los tenedores de sus billetes o depósitos), de modo que si sus créditos le son impagados, podrá verse abocado a la quiebra. Por ejemplo, si un banco ha pedido prestadas 100 onzas de oro que luego invierte en una hipoteca, en caso de que el hipotecado sólo le devuelva 10 y de que sólo pueda realizar 30 por la venta del piso, tendrá una deuda pendiente de 60 que lo llevará a la bancarrota.
- El pago de intereses no imposibilita la devolución de los préstamos: Primero, es falso que todo el dinero de la economía le sea adeudado al sistema bancario. Las familias y las empresas tienen enormes cantidades de dinero en propiedad (incluso en forma de créditos contra la banca); por tanto, si un individuo pide un préstamo de 100 onzas de oro, lo dedica a crear una empresa que fabrica televisores y obtiene unas ganancias anuales de 120 onzas, podrá hacer frente a unos intereses de hasta el 20%. Segundo, aun cuando una economía sólo utilizara como medios de cambio las deudas de los bancos, podría llegar a devolver todos los préstamos a través de los pagos por compensación: más deudas también supondrían más medios de pago. Por ejemplo, imaginemos que los empresarios de una economía disponen de unas mercancías valoradas en 100 onzas de oro y piden unos préstamos de 90 billetes al banco (equivalentes a 90 onzas) para pagar a sus trabajadores, proveedores y accionistas, a cambio de los cuales se comprometen a devolver 100 billetes dentro de un año. El banco, por tanto, se embolsa unos beneficios de 10 billetes, que procederá a imprimir y repartir entre sus accionistas. Finalmente, cuando todos los agentes implicados hayan gastado sus 100 billetes en adquirir todos los bienes que ofrecen los empresarios, éstos le repagarán sus deudas al banco. Éste poseerá 100 billetes que serán deudas contra sí mismo, por lo que pasará a cancelarlos. La labor de intermediación del banco –el haber facilitado los medios de pago de la economía– le habrá sido recompensada con la entrega a sus accionistas de unos bienes valorados en 10 onzas. Pero, ¿qué sucedería si el banco no hubiese imprimido preventivamente 10 billetes para sus accionistas? Pues exactamente lo mismo: los empresarios le habrían devuelto al banco los 90 billetes que habrían ingresado de sus ventas a los consumidores y, para cobrarse los 10 billetes restantes, los accionistas del banco habrían pasado a apropiarse de las mercancías invendidas por los empresarios (las mismas que podrían haber comprado imprimiendo esos billetes). En definitiva, desde un punto de vista económico, el pago de intereses sólo supone la apropiación de una parte de la producción presente como remuneración por el uso anticipado de unos recursos ajenos.
Con todo lo anterior no quiero negar que los bancos puedan generar un volumen de deuda inmanejable e impagable, sobre todo cuando se dedican a crear medios de pago presentes contra bienes que, siendo optimistas, sólo existirán en el futuro. En tal caso, asistiremos a una crisis bancaria (los bancos no podrán remunerar a los accionistas y acreedores merced a unos bienes que no se han creado) y económica (muchas estructuras empresariales no guardarán relación alguna con las ofertas reales del resto de bienes y servicios). Pero, desde luego, ni la creación de dinero hipoteca al resto de la sociedad, ni el cobro de intereses es una actividad usuraria que imposibilita el pago de todas las deudas, ni los bancos salen beneficiados cuando sus créditos resultan impagados: para criticar las malas prácticas bancarias no es necesario recurrir a ninguna teoría económica profundamente deficiente.
Algo de historia y de los estilos del viejo PRI
Ha sido por lo menos curiosa la actitud de los panistas ahora que tienen el poder. Se la pasan criticando a los priístas pero se la pasan igual, tratando de gobernar como ellos, imitando sus modos, sus estilos, aprovechando los vicios del viejo régimen para apuntalarse y asegurar su continuidad en el poder con discursos como ese que trata de convencernos de que en el priato “todo era corrupción”, que imperaba el amiguismo y el compadrazgo. Y lo peor es que dicho por señores como el titular de la secretaría de Hacienda, que sólo se explica que esté en ese sitial por su amistad con el Presidente en turno.
Eso no significa, como sugieren mañosamente los priístas, que lo que pasó antes haya estado mejor. ¿Quién era José López Portillo antes de llegar a la secretaría de Hacienda? ¿Qué méritos tenían para haber llegado al gabinete personajes como Rosa Luz Alegría, Eduardo Pesqueira, Esteban Moctezuma y, ya en el colmo, “el Negro” Durazo?
La verdad es que todos ellos fueron creaciones presidenciales sin más mérito que la amistad o el parentesco, la mayoría de las veces sin tener siquiera experiencia en las responsabilidades que se les encomendaron.
Pero que no nos vengan los panistas con que ellos son mejores, porque habría que recordarles algunos casos que ejemplifican muy bien que el amiguismo, la improvisación y el nepotismo, pero más aún la corrupción y la antidemocracia si bien no llegaron con los gobiernos del PAN bastante que han sido aprovechados y hasta estimulados por ellos.
¿Así que con qué cara se escandalizan hoy de los Moreira quienes han engendrado a las Gómez del Campo, a los Vicencio Tovar y a los Gómez Mont?
En fin, que esto viene a relación por el manejo que se está dando a la sucesión presidencial desde Los Pinos y al discurso –insisto- con el que se pretende arropar a quien a todas luces aparece como el “tapado” presidencial, que por un lado perora contra el regreso al pasado y por otro se beneficia y construye sus posibilidades exactamente igual como se construía a los ungidos por el “gran dedo” en los criticados gobiernos del PRI.
Me refiero a la manera como llegó a la presidencia Luis Echeverría, por ejemplo, una carrera hecha en los pasillos de Palacio, mediante un servilismo y una abyección que ha sido motivo de infinidad de anécdotas; o José López Portillo, cuyo único mérito fue ser amigo de la infancia de Echeverría; y un poco más atrás Miguel Alemán, encumbrado en un momento en el que las figuras populares eran militares pero como el Presidente en turno pensaba que su deber era “interpretar” lo que quería el pueblo y como según él el pueblo no quería más militares, decidió orientar su dedo hacia los civiles y organizar las elecciones para que esa interpretación se convirtiera en hecho.
Efectivamente, igual que ahora, en 1945 Manuel Avila Camacho tenía su favorito, dicen quienes lo conocieron que profesaba una auténtica “debilidad” por su joven secretario de Gobernación, pero como además le gustaba jugar el juego de la democracia, para imponerlo antidemocráticamente montó toda una simulación.
Dejó que se manifestaran los intereses políticos de varios aspirantes, hombres de la talla de Javier Rojo Gómez, Miguel Henríquez Guzmán, Jesús Agustín Castro y Ezequiel Padilla; alentó incluso las aspiraciones de alguno de ellos, dejó hasta que integraran sus grupos de apoyo, sólo que llegado el momento de la gran decisión los mandó llamar uno por uno y los hizo recular.
Desde luego que los Lozano, los Lujambio y los Cordero distan mucho de las biografías y el talento de aquellos personajes, pero los vicios y las mañas son los mismos. Contaba José C. Valadés que para asegurar su decisión el señor Avila Camacho simplemente llamó a los presidenciables y le hizo saber que el candidato era Alemán.
Así lo hizo con Henríquez, con Rojo Gómez, con Agustín Castro y con Padilla desde luego, pero éste último de plano se negó a declinar y se lanzó a una campaña desigual que acabó en fraude y con la obvia imposición del señalado por la voluntad presidencial.
Por cierto que Avila Camacho hizo en su quinto informe profesión de fe democrática y ofreció:
“Todos aquellos que, dentro de los términos legales, aspiren a contender en la lid de las próximas elecciones, gozarán, sean quienes fueren, de las garantías que ha de impartir el Ejecutivo a los ciudadanos para que su voluntad se defina nítidamente”.
Parte del ritual, claro, y una prueba más de lo confiable que en este país ha sido la palabra presidencial sobre todo en cuanto a elecciones se refiere.
Y así podríamos seguir nuestro recuento, que incluye a don Francisco I. Madero, nada menos que el “apóstol de la democracia”, quien siendo Presidente no sólo impuso como Vicepresidente a un amigo sino que se empeñó en que llegaran a los gobiernos de los estados puros revolucionarios y no titubeó en meter las manos en las elecciones de aquellos años.
Contaba Eduardo Correa que con motivo de las elecciones en Michoacán, habiendo ganado la gubernatura el Partido Católico, el jefe de la zona militar, el general Casso López, le dio el triunfo al candidato maderista, y cuando los líderes católicos acudieron a protestar ante el Presidente éste les contestó tranquilamente que la revolución tenía que ganar en Michoacán pero que reconocía que ellos debían tener alguna participación, por lo que sacando de la bolsa de su saco la planilla de diputados tachó algunos nombres y en su lugar puso el de los católicos.
Al menos Madero lo hacía abiertamente. Porque hay de estilos a estilos. Y si de hipocresía y engaños se trata, el maestro fue sin duda Adolfo Ruiz Cortines, quien podía jactarse de que engañó a todos en el juego de su sucesión.
Fue tan cínico que le hizo creer a Gilberto Flores Muñoz que él sería el elegido, y cuando no pasó esto y Flores le fue a reclamar, simplemente le dijo: “La perdimos, ‘pollo’ –así lo llamaba-, la perdimos”. Y a Adolfo López Mateos igual.
Según Luis Spota el entonces secretario del Trabajo le había platicado cómo supo que era el elegido: “Aproximadamente como un mes antes del destape –le confesó- en un acuerdo presidencial, don Adolfo (Ruiz Cortines) súbitamente me preguntó mi edad. Al yo decirle que 48 años, movió la cabeza negativamente expresando:
‘Muy joven, señor licenciado. Habrá que esperar; ya ve, yo llegué a los 62’.
Me sentí descartado y procuré resignarme. Al mes me citó en Los Pinos y sin mayor preámbulo me informó que al día siguiente iba yo a ser destapado… Mi sorpresa fue mayúscula… ¿Por qué –le dije- hace un mes me descartó usted? ‘Me faltaba una prueba –me contestó-: sus reacciones a la adversidad, pero, además, no era conveniente que usted se enterara con tanta anticipación’”.
¡Así se hacían los Presidentes en la era del PRI! Y cuando uno recuerda esto no puede menos que concluir en que hay un dejo ruizcortiniano en lo que pasa hoy. Es tan parecido, que entre algunos panistas existe la certidumbre de que Felipe Calderón optará finalmente por apoyar a un candidato ajeno a su partido y en la izquierda hay quien se hace cruces esperando que salga de sus filas ese favorecido.
No por nada, a sabiendas de sus prácticas, el ex priísta Juan José Rodríguez Prats, quien es hoy ideólogo del PAN, escribió a manera de conclusión en su biografía de Ruiz Cortines: “Fue un político que le imprimió a su carrera la devoción por los principios morales”.
Sí claro, de la moral del viejo PRI que es, claramente, la moral de algunos panistas, ya que para nadie es un secreto que entre la clase política actual más de uno quisiera emular a aquellos viejos políticos. Y los tiene como ejemplo.
Es decir, que efectivamente con estos métodos es muy posible que a cualquiera se le encumbre como Presidente. Que, como dice Andrés Manuel López Obrador, “hasta una vaca gane”. Porque si es malo el método, peor aún es a quien puede acabar por beneficiar.
Pues al menos en los años del PRI había entre los priístas mucha gente de talento, brillante, políticos que entendían lo que era la política, pero ahora, a lo más a que podemos aspirar es a que de los panistas llegue el menos mediano. Basta ver su pasarela.
¿Viva México, también secuestrado por partidos políticos y narcotraficantes?
Francisco Martín Moreno*
En este año, en este mes, los mexicanos conmemoramos 201 años del Grito de Dolores y sólo 190 de la consumación de la independencia de España. A partir de esta última fecha empezamos a ser una nación libre en el ámbito exterior, sólo que la revolución que iniciara Hidalgo en 1810 en ningún caso convirtió en astillas las estructuras feudales que estuvieron vigentes durante tres siglos y que de haberlas hecho volar efectivamente por los aires nuestro proceso de desarrollo hubiera adquirido otra dinámica con otros resultados diametralmente opuestos a los que padecemos en la actualidad.
Es imposible entender el México de nuestros días sin haber estudiado a fondo el siglo XIX mexicano, ese tránsito entre el oscurantismo inquisitorial y la férrea burocracia monárquica y los deseos de remontar el vuelo dentro del contexto de una filosofía política derivada de la Ilustración, del Enciclopedismo y, en general, de las ideas refrescantes y liberales derivadas de la Revolución Francesa.
Logramos, sí, la independencia de España pero no la independencia doméstica. Para lograr esta última fue menester someter a la Iglesia católica al imperio de nuevas leyes que no pudieron aplicarse hasta que el bravo indio de Guelatao las impuso contra viento y marea, pólvora y cañones, muertes y destrucción, para consolidar una parte de la verdadera independencia.
Estados Unidos, a modo de ejemplo, nunca tuvo que luchar contra una Iglesia que financiaba golpes de Estado cuando se trataba de menguar sus intereses materiales y políticos ni padeció a un clero voraz que se apropió de más de la mitad del territorio nacional.
Rompimos las cadenas externas pero no así las internas ni pudimos liberarnos de la mordaza ni alcanzamos, sino hasta muy tarde, la libertad de cátedra, la de expresión, después de escapar de la pira y de las cárceles eclesiásticas...
Estados Unidos no tuvo que enfrentarse a una Iglesia que fuera el primer agente financiero que acaparara prácticamente todos los capitales de la Colonia y fuera el primer prestamista, el primer banquero, el primer acreedor hipotecario, de cuyos recursos dependiera, en buena parte la prosperidad de las trece colonias, en su caso.
Despojar a los representantes de Dios aquí en la Tierra de sus inmensas fortunas materiales representó la desviación de los escasos capitales con los que contaba el México independiente, para aplacar los golpes y las asonadas patrocinados por el clero.
Despojar a este último de su patrimonio implicó la destrucción del país hasta que Juárez, con las Leyes de Reforma, decapitó de un tajo a la hidra de las mil cabezas, momento a partir del cual, ya en la segunda mitad del siglo XIX, México empezó a adquirir realmente su independencia doméstica, ahora ya comprometida, por otro lado, con las deudas externas que propiciaron invasiones e intervenciones foráneas que nos proyectaron de nueva cuenta al atraso.
¿Qué hacía Estados Unidos mientras nosotros luchábamos hasta el límite de nuestras fuerzas por apartarnos de la garganta al clero que devoraba toda la sangre de la nación?
Estados Unidos tenía una sucesión presidencial estable y consolidaba su democracia y sus instituciones públicas y con ello afianzaba el desarrollo económico del país. En Estados Unidos no tuvieron un clero que detentara durante toda la colonia, el monopolio educativo y que produjo, en el caso de México, a la llegada de Iturbide, un aberrante 98% de analfabetos con lo que era imposible construir un país.
¿Cómo construirlo cuando una mayoría aplastante y aberrante no sabía hacer nada?
Después de un impasse del imperio de Maximiliano y de la Restauración de la República y de los años de la tiranía porfirista, el primer maestro del país fue el gobierno, que produjo en 70 años de priismo 50 millones de mexicanos en la miseria, otro fracaso educativo más, esta vez de nuestro tiempo.
¿Dónde estaba la independencia si el ejercicio de la banca dependía prácticamente del clero, el campo mexicano se encontraba abandonado y descapitalizado, la esclavitud existía camuflada hasta entrado el siglo XX, el país no se había industrializado, la educación había fracasado y los caudillos se arrebataban el poder, al extremo de que Santa Anna regresó 11 veces a la Presidencia?
¿En nuestro días somos independientes cuando para sobrevivir tenemos que importar más de 20 mil millones de dólares de alimentos y otros tantos miles de millones de dólares en gasolina en un país petrolero y contamos con 50 millones de mexicanos sepultados en la miseria, sin olvidar a los millones de ninis, otros de los indignados de nuestros días?
¿Cuál independencia doméstica si la nación se encuentra secuestrada por los sindicatos oficiales, unos rufianes analfabetos funcionales que lucran con el ahorro público con toda impunidad y ante la pasividad de la sociedad, como si no se tratara del hurto descarado del patrimonio de todos los mexicanos?
¿Viva México, también secuestrado por los partidos políticos o por las pandillas de mafiosos narcotraficantes que se apoderaron de carreteras, estados de la Federación o, bien, ¡Viva un Congreso!, que sólo se representa a sí mismo o ¡Viva! el cáncer de la corrupción que devora, como una gran metástasis, el organismo social?
Conmemoremos con un grito, sí, sonoro y doloroso, pero no tenemos muchos motivos para festejar...
El Impuesto de Patrimonio provocó en Francia la huida de sus grandes fortunas
El tributo a la riqueza recuperado por el Gobierno acelera la salida de capitales en aquellos países donde se aplica.
Aparentemente, la explicación que José Blanco ha dado tras el Consejo de Ministros que ha reimplantado el Impuesto de Patrimonio es impecable. "Lo justo a juicio del Gobierno es no recortar en educación sin pedir un esfuerzo a los que más tienen. Lo justo es repartir las cargas de la crisis", ha dicho. El ministro de Fomento ha subrayado que "sólo el 0,6 % de los millones de contribuyentes" tendrán que pagar este tributo, alrededor de 160.000 ciudadanos. Ha insistido en que se trata de una medida excepcional que se toma en un momento de excepcionalidad económica, en el que "son muchas las familias que tienen que apretarse el cinturón".
Blanco quiere aclarar que en un momento de crisis, el Ejecutivo impone un tributo para obligar a los más ricos a que también arrimen el hombro. El problema es que rascando un poquito parece que no todo está tan nítido. Tal y como Libre Mercado ha denunciado (en consonancia con lo que defendía el propio José Luis Rodríguez Zapatero hace un par de años), este tipo de tributos acaban recayendo sobre la clase media y generando efectos perversos sobre el capital de los ahorradores.
Pero además, es que ni siquiera es seguro que un Impuesto sobre el Patrimonio acabe generando ingresos netos para el Estado. Como denuncia en esta entrada de su blog Jesús Encinar (fundador de idealista.com), hay muchas razones por las que puede pensarse que en realidad la recuperación de este tributo tenga determinados efectos secundarios que minoren los ingresos públicos.
En Francia, por ejemplo, un estudio de su propio Ministerio de Finanzas afirmaba que en 2006, un millonario abandonaba su país cada día para eludir la presión del fisco (y eso que el tipo marginal era del 1,8%, mientras que en España será del ¡2,5%!). Evidentemente, si un ricachón abandona España cada día, el Estado dejará de percibir la cantidad correspondiente a su Impuesto de Patrimonio. Pero, además, tampoco pagará el IVA de sus compras, su IRPF y muchos otros tributos. Por lo tanto, es muy posible que, paradójicamente, se pierdan ingresos fiscales. Según Eric Pinchet, autor de un estudio fiscal citado en este artículo, a costa de conseguir los 2.600 millones de euros que recaudaba cada año, el Estado francés sufría una salida de capitales de 125.000 millones.
Es el colmo del absurdo: cobrar menos que antes de implantar un impuesto (excepto que el motivo para aprobar la implantación de este tributo no sea el generar ingresos sino buscar un lema rentable desde el punto de vista electoral). Es por eso, por lo que todos los países de Europa han ido abandonando el Impuesto del Patrimonio a lo largo de los años. Ahora mismo, sólo Francia lo mantiene y, como decíamos antes, con un tipo marginal muy inferior al español.
Según un estudio del Institut de l’enterprise francés, el IP contribuye a la "fuga de capital", provoca "altos costes" en las administraciones encargadas de recaudarlo (no es fácil controlar el valor de todos los patrimonios de un país) y, además, distorsiona la asignación de recursos (puesto que los inversores empiezan a moverse en función de dónde se les cobra y no por los intereses de sus negocios).
Los otros costes
Además, los costes no son sólo económicos. En este sentido, es reveladora la historia de Denis Payre, un empresario francés entrevistado en el artículo de The Washington Post antes citado. Este creador de una empresa de alta tecnología, cuenta cómo el fisco le quería cobrar 2,5 millones en 1997, puesto que tenía acciones en su compañía que el mercado valoraba en más de 100 millones, Pero claro, él no tenía ese dinero, lo que tenía eran títulos de una empresa que, además, no podía vender. Esto le llevó a marcharse a Bruselas, donde puso en marcha nuevas compañías.
Evidentemente, su negocio en Francia continuó marchando, pero el coste para este país fue alto. Por un lado, perdió un contribuyente. Por otro, perdió una enorme cantidad de capital humano (el conocimiento que podía aportar Payre y el de sus empleados de mayor nivel que, probablemente, fueran con él a Bruselas). Los hijos de este hombre, si los tiene, posiblemente prefieran quedarse en Bélgica, donde han crecido, que en Francia. Y todo por un tributo que no llega al 1% del total de los ingresos del Estado.
En España, el déficit previsto para este año es de 60.000 millones y la deuda pública ha alcanzado los 700.000 millones de euros. Por lo tanto, si se recaudan los 1.080 millones que quiere Salgado, sólo se reducirá el déficit en un 1,5% (una cifra mínima).
Pero no es sólo eso. El Gobierno ha asegurado que es un tributo excepcional y que sólo estará vigente dos años. Esto hace la medida aún más incomprensible. Se arriesga a expulsar a los ricos de su país a cambio de 2.000 millones de euros, ¡menos del 0,3% del total de la deuda! Porque los millonarios que se vayan ahora quizás no vuelvan. No se trata de mimar a los ricos o de tener miedo de que se vayan: simplemente, es cuestión de no cobrarles por tercera vez y de no inventar un impuesto que penalice su ahorro. Pero claro, a menos de dos meses de unas elecciones, quizás esto no importe demasiado.
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