domingo, marzo 30, 2008

EE.UU.: Los demócratas pretenden confundir en lugar de liderar en materia comercial

por Daniel Ikenson

Daniel Ikenson es analista de política comercial en el Cato Institute y autor del estudio de Cato "Threadbare Excuses: The Textile Industry's Campaign to Preserve Import Restraints" (Excusas Desgastadas: La Campaña de la Industria Textil para Preservar las Restricciones a las Importaciones)".

Uno no necesita mirar más allá de la campaña presidencial estadounidense para comprender por qué el país está experimentando una reacción popular en contra del comercio internacional. En lugar de mostrar liderazgo y articular una alternativa constructiva al ataque al comercio, los senadores Barack Obama y Hillary Clinton están intensificando este ataque.

La narrativa anti-comercio de estos candidatos depende en aseveraciones desacreditadas preparadas para engañar y confundir. Primero está la aseveración de que la competencia con las importaciones explica la reducción el sector de manufacturas estadounidense, incluyendo la pérdida de trabajos. Segundo está el argumento de que los tratados comerciales, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), han causado que aumente el déficit comercial estadounidense, lo cual significa que estamos perdiendo en lo que respecta al comercio.

Pero el sector de manufacturas estadounidense no está en declive. En realidad lo contrario es cierto. La producción, los ingresos y las ganancias del sector todos lograron récords en 2006, y la información preliminar del gobierno indica que nuevos récords fueron logrados en 2007. Las fábricas estadounidenses siguen siendo las más prolíficas del mundo, produciendo 2,5 veces el valor de la producción china.

El empleo en las industrias de manufacturas ha estado reduciéndose, pero eso no es nada nuevo; llegó a su punto más alto hace 29 años, en 1979. Las ganancias en productividad y el cambio de un énfasis en manufacturas hacia productos de mayor valor agregado y que requieren de más tecnología para su elaboración han reducido la demanda de la tradicional mano de obra para manufacturas.

Entre 2000 y 2003 hubo una pronunciada recesión en el sector de manufacturas, durante la cual 2,8 millones de trabajos fueron eliminados en el sector. Los dos candidatos se basan en esa estadística para establecer que 3 millones de trabajos de manufacturas han sido perdidos desde 2000 debido a los malos acuerdos comerciales, como el TLCAN, como si esa tendencia estuviese continuando. Eso es incorrecto.

Entre 1979 y 2007 el número de trabajos en el sector de manufacturas estadounidense se redujo de 19,4 millones a 14 millones o en un 192.857 anuales. Durante el periodo de recesión entre 2000 y 2003, la tasa de reducción de trabajos se aceleró a 933.333 anuales. Pero entre 2004 y 2007, el declive fue de solo 100.000 anuales. En otras palabras, el periodo de severas reducciones de empleo se acabó hace cinco años (antes de la última campaña electoral presidencial). En los últimos cuatro años la tasa de reducción en el empleo de manufacturas ha estado muy por debajo del promedio de los últimos 28 años.

Si el comercio tuviera algo que ver con la pérdida de esos 2,8 millones de trabajos entre 2000 2003, las importaciones no tuvieron la culpa. Las importaciones de manufacturas no aumentaron para nada durante esos tres años. Las exportaciones estadounidenses, sin embargo, se redujeron en un 11 por ciento durante ese mismo periodo. Si el comercio tuviese algo que ver con la pérdida de 2,8 millones de trabajos, es más factible que una desaceleración en las exportaciones, y no un aumento en las importaciones, explicaría algo del declive.

El TLCAN entró en efecto seis años antes del 2000 y ha estado en efecto 4 años después del 2003. Si el TLCAN tuviese la culpa de las pérdidas de empleo entre 2000 y 2003, entonces debería obtener crédito por el desempeño estelar del sector de manufacturas durante los 1990s y por el desempeño aún mejor del sector desde 2003.

Si algo se puede decir sobre el déficit comercial, es que los acuerdos comerciales han sido una forma de moderarlo. Entre 2000 y 2007, el déficit general estadounidense en productos manufacturados se duplicó desde $300 mil millones a aproximadamente $600 mil millones. Pero con los países del TLCAN, el déficit ha sido relativamente y consistentemente pequeño, de alrededor de $40 mil millones anuales. Con todos los países con los cuales tenemos un tratado de libre comercio, el déficit ha sido aún más bajo, de alrededor de $25 mil millones anuales desde 2000. Y con los países del CAFTA, el comercio de manufacturas pasó de un déficit de $1.000 millones anuales entre 2000 y 2005 a un superávit de alrededor de $1.000 millones anuales durante los dos años desde que se implementó el tratado.

La fijación en la balanza comercial es equivocada de todas maneras. Las preguntas importantes son si la economía está creciendo y creando buenos trabajos y si la inversión adecuada está siendo realizada para habilitar el crecimiento a futuro. Desde 1993 (el año antes del TLCAN) el tamaño de la economía estadounidense ha crecido por un 54 por ciento en términos reales; 27 millones de trabajos netos nuevos han sido creados, la productividad del trabajador ha aumentado en un 39 por ciento y la compensación real ha aumentado en un 23 por ciento. Esta expansión económica ocurrió mientras que las importaciones aumentaron de $589 mil millones en 1993 a $1,9 trillones en 2007.

Las importaciones son esenciales, no solo para los consumidores sino también para los productores estadounidenses quienes dependen de componentes, materiales crudos y equipo de capital hechos en el extranjero. Y mientras que la demanda estadounidense se ha desacelerado, la importancia de mercados confiables y crecientes en el extranjero nunca antes ha sido tan evidente. Las exportaciones estadounidenses fueron más fuertes que nunca en 2007.

El comercio—tanto las importaciones como las exportaciones—ha sido vital para el éxito del sector manufacturero estadounidense y para la economía de EE.UU. en general. Quien sea que sea el próximo presidente del país ya lo sabe. El problema es que dos de los candidatos a la presidencia continúan pretendiendo otra cosa.

McCain y el voto hispano

Andres Oppenheimer

El candidato republicano John McCain pondrá en el aire sus primeros anuncios en español de su campaña la semana entrante con la esperanza de ganar el crucial voto hispano en las elecciones de noviembre. Pero dadas las posturas antiinmigración de su partido, se le hará difícil ganar esa batalla.

La mayoría de los encuestadores coinciden que el candidato republicano necesitará alrededor de 40 por ciento de los votantes hispanos --que se estiman en 9 millones-- para ganar las elecciones de noviembre, casi el mismo porcentaje que el presidente Bush obtuvo en el 2004.

Pero, aunque McCain tiene más cercanía con los latinos que sus ex rivales para la nominación republicana, --en el 2006 fue uno de los principales proponentes del proyecto de ley de reforma inmigratoria que incluía una vía para la legalización de millones de trabajadores indocumentados-- los demócratas dicen que hay varias razones por las cuales será muy difícil que McCain logre ganar una parte considerable del voto latino.

Primero, el partido republicano ha ahuyentado a muchos hispanos durante los últimos tres años con la retórica antiinmigración de casi todos sus candidatos. Durante las primarias republicanas, los ex candidatos Mike Huckabee, Mitt Romney y Tom Tancredo abogaron por la deportación masiva de millones de trabajadores indocumentados, sin ofrecer una vía a la legalización para quienes hubieran pagado sus impuestos y cumplido otros requisitos.

El 5 de marzo, un grupo de senadores republicanos presentó una serie de nuevas leyes antiinmigratorias, incluyendo una que de hecho aboliría el uso del español en los documentos gubernamentales. El 76 por ciento de los hispanos perciben un creciente sentimiento antilatino en el país, según una encuesta reciente del encuestador demócrata Sergio Bendixen.

Segundo, un porcentaje récord del 78 por ciento de los hispanos que asistieron a las urnas en las primarias de este año votaron por los demócratas, sugiriendo que habrá una afluencia masiva de hispanos que votarán por el partido demócrata en noviembre, según el New Democratic Network, un grupo dedicado a cultivar el voto hispano para ese partido.

''A McCain le costará mucho alcanzar el nivel de votos latinos que consiguió Bush, porque el clima general ha cambiado mucho'', dice el director de NDN, Simon Rosenberg. ``La postura republicana respecto de la inmigración ha sido muy perjudicial para todos los republicanos''.

En tercer lugar, los demócratas tratarán de desacreditar el rol de McCain como principal proponente de la ley de reforma inmgiratoria McCain-Kennedy, respaldada por la mayoría de los hispanos. Los demócratas alegarán que McCain abandonó el proyecto cuando inició su campaña presidencial, acatando el sentimiento antiinmigración de su partido, y que permitió que el proyecto de la ley fuera finalmente derrotado en el Senado.

Según Rosenberg: ``En un momento crucial para la comunidad latina, se distanció de un tema de enorme importancia para los latinos''.

Además, los demócratas dicen que la mayoría de los hispanos se oponen a la guerra de Irak y apoyan el seguro de salud universal. Las posturas de McCain en ambos temas no funcionarán bien entre los latinos, afirman.

Pero los partidarios de McCain replican que a McCain siempre le ha ido muy bien con el voto hispano: en su estado natal de Arizona ha ganado repetidamente con más del 70 por ciento del voto hispano. Y en las recientes primarias de Florida, obtuvo el 51 por ciento de los votos hispanos a pesar de que sus rivales republicanos gastaron quince veces más dinero, afirman.

''No se puede calificar a John McCain de antiinmigrante'', dice Ana Navarro, asesora de asuntos hispanos del candidato republicano. ``Durante toda la primaria republicana, se negó a hacer uso de la retórica antiinmigración y antihispana, y mucho menos lo haría de ahora en más''.

Según sus asesores de campaña, los hispanos elegirán a McCain porque será el candidato que representa los valores familiares, el patriotismo y el coraje político necesario para tratar de solucionar problemas espinosos como la inmigración y la salud pública.

McCain empezó su campaña en procura del voto latino la semana pasada, cuando mencionó a Latinoamérica en primer lugar entre otras regiones del mundo durante un discurso dedicado a la política exterior pronunciado en Los Angeles. Según sus funcionarios de campaña, esta semana empezarán a difundirse sus primeros anuncios en español en Nuevo México.

Mi opinión: De todos los recientes candidatos republicanos, McCain es de lejos el que tiene mejores posibilidades de conquistar votos hispanos. Pero los demócratas arrancan con una enorme ventaja entre los votantes latinos, y buscarán mantenerla tratando de desacreditar a McCain como un ''traidor'' en la reciente lucha legislativa por la reforma migratoria.

Si los correligionarios republicanos de McCain siguen insistiendo con su cruzada antiinmigración, y los latinos acuden a las urnas en noviembre en las mismas cantidades en que lo han hecho en los últimos meses, no veo como McCain pueda revertir la caída libre que su propio partido se ha autoinfligido entre los votantes hispanos.

Cinco razones por las que Raúl Castro fracasará

Carlos Alberto Montaner

Raúl Castro va a fracasar como gobernante. Cuando heredó la presidencia de Cuba se proponía tres tareas. Primero, mantener el poder. Segundo, mejorar sustancialmente las condiciones de vida de los cubanos. Tercero, fortalecer la institucionalidad vigente en el país para asegurar la transmisión futura de la autoridad sin sobresaltos, especialmente cuando él y Fidel hayan muerto.

Los tres propósitos estaban firmemente entrelazados, aunque el último es el verdaderamente importante. Para mantener el poder a largo plazo era indispensable aliviar la miseria que padecen los cubanos, fenómeno que, en su momento, aumentaría la legitimidad del partido comunista y facilitaría la renovación permanente de la clase dirigente. Raúl sabe que él y su hermano están por encima de las instituciones y tienen suficiente capacidad de intimidación como para gobernar sin consenso, pero ese poder no es transmisible.

Son cinco, por lo menos, las razones que conspiran contra el éxito de Raúl:

  1. El veto permanente de su hermano a cualquier medida aperturista. Acaba de suceder en La Habana. Convocaron a una reunión para anunciar algunas leves disposiciones que facilitaban los viajes al exterior de los cubanos y Fidel no quiso admitirlas. El es una persona muy cautelosa, totalmente paranoica. Está convencido de que cualquier cambio pone en peligro la estabilidad del régimen. Fidel no ignora que el sistema es un desastre, pero es su desastre. Es su obra y quiere preservarla. En lo que decide morirse, su último y más triste papel sobre la tierra será sabotear cualquier medida de gobierno sensata que el país necesite.

  2. Granma, el diario del partido comunista, acaba de publicar, sorprendido, que el 19% de los cubanos no trabaja aunque les ofrezcan un empleo. Incluso, han explicado las razones: les pagan muy poco y en una moneda inservible. Se han dado cuenta de que es mejor morirse de hambre sin trabajar que morirse de hambre trabajando. Es una actitud perfectamente racional.

  3. Raúl comprende la importancia de los estímulos materiales para motivar la laboriosidad de las personas, pero no puede satisfacer esas necesidades porque el sistema es intrínsecamente improductivo. Mientras no haya competencia real, propiedad privada e instituciones hospitalarias con la creatividad individual (inevitablemente conducentes a la desigualdad), no aumentará la producción de manera significativa. Si realmente quisiera entender por qué Cuba es un país miserable y cómo pudiera dejar de serlo, todo lo que tiene que hacer es observar la realidad coreana. Los del norte padecen un sistema como el que él y su hermano preconizan. Los del sur gozan de una economía libre como la que él y su hermano detestan.

  4. Durante casi medio siglo Raúl Castro dirigió el ejército con cierta habilidad y su instinto será tratar de manejar al país por los mismos métodos. Fracasará. Un ejército es una estructura vertical de ordeno y mando fundada en la obediencia ciega y en la repetición monótona de formas petrificadas de hacer las cosas. Una sociedad moderna, innovadora y productiva, sin embargo, está basada en el tanteo y error, en el cambio permanente, en la constante renovación de las élites dirigentes y en la aparición espontánea de nuevas formas de agrupación. Los ejércitos están concebidos para matar y morir eficientemente. El aparato productivo de una sociedad y el ámbito público en que éste se cobija tienen una función totalmente diferente: crear riqueza y generar el espacio institucional adecuado para que los individuos persigan sus propios fines.

  5. Una sociedad no puede permanecer de espaldas al entorno histórico en el que vive. Cuba no puede ser permanentemente la excepción anacrónica de un universo comunista que se desmoronó en sólo tres años a partir de que los alemanes derribaran el muro de Berlín. Los jóvenes cubanos de la década de los sesenta vivieron la (equivocada) ilusión de que construían el mundo del mañana. Los jóvenes cubanos del siglo XXI viven, con horror, la pesadilla de ser los últimos representantes del pasado, los fantasmagóricos sobrevivientes y guardianes de un universo que se hundió por su incompetencia y crueldad.

Seguimos sin saber cuándo Cuba comenzará su viraje hacia la normalidad --pluralismo político, democracia, libertades, derechos humanos, modelo económico racional, relaciones cordiales con sus vecinos, atmósfera sosegada--, pero nadie debe tener la menor duda de que ésa es la única dirección en la que puede moverse el país. Raúl puede favorecer el trayecto o puede entorpecerlo. Pero no está en su mano evitarlo de manera permanente.

Aquel discurso
Alvaro Vargas Llosa

Washington, DC—Casi cualquier forma de incorrección política posee una cualidad seductora, incluso si lo que se dice o escribe resulta escandaloso y ofensivo. Pero cuando arroja luz sobre algunas verdades importantes, y cuando la persona que las profiere tiene una vasta audiencia, ella asume una significación subversiva. Ese fue el caso del discurso sobre el asunto de la raza pronunciado por Barack Obama en Filadelfia el 18 de marzo.

Elogio ese discurso con la salvedad de que no comparto muchas de las ideas del candidato sobre el rol del Estado. Al igual que buena parte de la izquierda, no ve la contradicción entre denunciar la intromisión del Estado en el cuerpo, el dormitorio o la conciencia de una persona y querer corregir los males de la sociedad gastando más dinero del pueblo —y por tanto cobrándole más impuestos— y limitando su libertad de elección.

En cualquier caso, el discurso hizo más que ofrecer un contexto histórico y rescatar los matices: fue al meollo de la cuestión racial en los Estados Unidos.

La corrección política exige que hablemos de la comunidad negra como víctima, y sólo como víctima, de los blancos. Pero lo cierto es que existen también razones endógenas que explican el relativo fracaso económico de los estadounidenses de color en las últimas décadas. Esas razones tienen que ver con el victimismo y la transferencia de la culpa por la condición propia a fuerzas que escapan al control de uno. Esta visión maniquea ignora los logros de muchos negros en los negocios, las artes, el deporte y otros quehaceres.

El hecho de que —como lo destacó Obama al criticar la visión anquilosada del Reverendo Jeremiah Wright— muchos negros hayan progresado en los Estados Unidos da fe de las oportunidades para la movilidad social que las instituciones contemporáneas ofrecen a los hijos y nietos de la esclavitud.

La corrección política exige que los autoproclamados voceros de las minorías no pregonen valores “blancos” porque al hacerlo traicionan a su gente (razón por la cual se ha atacado despiadadamente al actor negro Bill Cosby por criticar las costumbres sociales del gueto). Obama trascendió no sólo las fronteras raciales sino también las ideológicas cuando elogió el valor de la responsabilidad individual, refiriéndose a él como un valor “conservador” —con lo cual quiso decir que no tenía ningún complejo a la hora de valorar lo que es una piedra angular de la visión social del adversario.

La corrección política exige que nadie reconozca la existencia del temor que se tienen unos y otros porque la violencia se alimenta de ese instinto primitivo. Pero suprimir ese temor a la hora de expresarse, que es lo que hace la corrección política, no es lo mismo que superarlo: apenas garantiza que “ese encono [no sea] expresado en público, en frente de compañeros de trabajo o amigos blancos. Pero se expresa en la peluquería o en la mesa de la cocina”.

Algunos le han recriminado a Obama equiparar distintas formas de desconfianza racial en el tramo más personal de su discurso. Refiriéndose a Wright, dijo: “No puedo repudiarlo él como no puedo hacerlo con mi abuela blanca, una mujer que ayudó a criarme, una mujer que se sacrificó una y otra vez por mí …pero una mujer que una vez confesó su miedo a los hombres de raza negra que pasaban cerca suyo en la calle”.

Como Christopher Caldwell, un editor de “The Weekly Standard”, una publicación no precisamente de izquierda, escribió recientemente en el “Financial Times”, “aquí es realmente donde reside la sutileza del argumento de Obama”. La columna vertebral de todas sus políticas relacionadas con la raza, continúa argumentando Caldwell, ha sido que el progreso negro significa, en palabras del propio Obama, “unir nuestras reivindicaciones particulares —por una mejor atención médica, mejores escuelas, y mejores empleos— a las aspiraciones más amplias de todos los estadounidenses”.

El discurso nos induce a creer que eso solamente podrá ocurrir si se dan dos condiciones: que los negros dejen de verse a sí mismos como un enclave defensivo dentro de una sociedad estadounidense más amplia y que los blancos dejen de enmascarar sus prejuicios aún no resueltos en contra de los negros con el eufemismo de la corrección política.

Tengo para mí que sólo los poderes de mestizaje y transformación de la sociedad libre —política, económica y moralmente libre— disolverán el temor y las recriminaciones mutuas en algo que se aproxime a un país sin prejuicios raciales. Eso significa, en mi opinión, que algunas de las políticas proteccionistas e intervencionistas que Obama propugna no alcanzarán el objetivo que él fijó con tanta elocuencia. Pero el mero hecho de que un hombre con posibilidades reales de llegar a la Presidencia esté dispuesto a tratar en público estas verdades inefables ha convertido a esta campaña presidencial, por un breve instante, en algo muy significativo.

Su historia personal y sus talentos oratorios lo situaban en una posición excepcional para pronunciar aquel discurso. Es admirable que, teniendo tanto que perder, escogiera hacerlo.

Colombia advirtió sobre presencia de las FARC en seis países de Sudamérica

BOGOTÁ.- El gobierno colombiano advirtió sobre la presencia de integrantes de las FARC a seis países de Sudamérica, que no tomaron las recomendaciones de Bogotá en serio, reseñó hoy la prensa local.

Las "alertas fueron respondidas con evasivas o, simplemente, no fueron tenidas en cuenta", informa el diario bogotano "El Tiempo".

Las autoridades presentaron al presidente Álvaro Uribe un informe confidencial que "documenta 43 alertas que, desde septiembre del 2004, el DAS (servicio secreto) les ha suministrado a organismos de inteligencia de seis países suramericanos".

"En ellas, este organismo previene cuatro veces al gobierno de Argentina; dos, al de Bolivia; siete, al de Brasil; cuatro, al de Perú; 16, al de Ecuador, y diez, al de Venezuela sobre la presencia de miembros y contactos del grupo guerrillero y sobre la ubicación de campamentos y hasta emisoras clandestinas instaladas en esos países".

Según el reporte, Argentina recibió 18 advertencias. En una de ellas, del 18 de diciembre del 2006, se alertaba a ese gobierno sobre la presencia de siete miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en su territorio.

"(Se) encontró un reporte más reciente que data del pasado 15 de febrero. Ese día, se le envió a Venezuela copia de la información que dieron fuentes presenciales sobre la permanencia en ese país de Pedro Antonio Marín, alias 'Tirofijo’, jefe máximo de las FARC", expresa el informe.

Asimismo, Bogotá informó a Quito en noviembre de 2007 sobre la ubicación de campamentos de las FARC en la frontera. "Pero pese a estas advertencias, ni Venezuela ni Ecuador respondieron positivamente a la información entregada".

Investigadores del DAS aseguran que "si esos llamados hubiesen sido atendidos, Colombia habría podido capturar a jefes de las FARC, como Luciano Marín Arango, alias 'Iván Márquez’, de cuya presencia se alertó a Venezuela, con ubicación concreta, desde octubre del 2005", dice el diario bogotano.

El 1 de marzo, militares y policías colombianos abatieron en territorio ecuatoriano al número dos de las FARC, "Raúl Reyes", lo que desató una crisis diplomática entre Quito, Caracas y Managua con Bogotá.

España: El mito de la seguridad laboral

por José Carlos Rodríguez

José Carlos Rodríguez es miembro del Instituto Juan de Mariana y periodista de Libertad Digital.

Cada vez que a alguien se le ocurre siquiera mencionar la necesidad de flexibilizar el mercado laboral español, le caen palos de todos lados, a izquierda y derecha. Y eso que el empleo tiene en nuestro país unos costes altísimos comparados no sólo con los de los celebérrimos "países de nuestro entorno" sino también con cualquier otro del mundo, como puso de manifiesto el informe Doing Business 2008 del Banco Mundial, que nos colocaba en ese apartado en el puesto 154 de un total de 178 países estudiados.

Lo que se suele defender como principal ventaja de la regulación española del mercado laboral es que proporciona una gran estabilidad al trabajador. Al saber que es difícil y caro despedirle, puede contar con sensación de seguridad en su puesto laboral que además crece de año en año, según aumenta la indemnización que habría que pagarle. Esto, naturalmente, es cierto. La cuestión es que no es lo único que sucede cuando los poderes públicos aumentan el coste del despido (entre otras trabas a la contratación libre) y muchas veces no somos capaces de conectar esas otras consecuencias con su causa correcta.

Así, un informe de la OCDE (pag. 92) explica que en los países en los que la regulación laboral es más estricta, los trabajadores tienen más miedo a perder sus empleos, incluso aquellos que disfrutan de un contrato indefinido con todos los parabienes y protecciones que el Estado ha decidido otorgarles. Los trabajadores españoles son los que tienen más temor a ser despedidos. Y no sólo los temporales sino también quienes tienen un contrato indefinido.

La razón es obvia para quien quiera verla, y es que a la hora de evaluar si te preocupa perder tu trabajo el factor más importante son las probabilidades de encontrar otro con relativa facilidad tras el despido. Y cuando los costes de contratar son más altos de lo necesario debido a la regulación del mercado laboral, es mucho más difícil emplearse de nuevo. Así, la anhelada seguridad y estabilidad del trabajador español se torna dependencia absoluta del empresario o jefe que tenga en su puesto actual.

No sé si habrán vivido ustedes en sus carnes las consecuencias de esa subordinación o conocen a quienes la padecen; yo sí conozco casos, incluso en un gremio como el informático en el que, la verdad, no hay tanta escasez de oportunidades como en la mayoría. Las horas extra impagadas, el mobbing y otros abusos son mucho más fáciles cuando el mercado laboral dificulta al trabajador encontrar otro empleo, atándolo al que tiene a pesar de los pesares.

Una de las leyes económicas de sentido común que debería saber todo ciudadano que aspire al voto informado es que las barreras de salida suponen siempre barreras de entrada. Si un Gobierno pone trabas a que una empresa deslocalice sus fábricas, otras compañías se lo pensarán muy mucho antes de establecerse en sus dominios. Si el despido sale caro, los empresarios preferirán exprimir a sus empleados actuales mediante horas extra cuando las cosas van bien para no enfrentarse a los costes de despedir a quienes pudiera contratar cuando van mal dadas.

Sin embargo, los autodenominados "agentes sociales" seguirán defendiendo un sistema que ni siquiera consigue el objetivo que se marca explícitamente. Allá ellos. El problema es que tanto los gobiernos de izquierda como los de derecha han sacralizado el "diálogo social" hasta tal punto que hacer una reforma sin contar con estos sindicatos sin representación parece una herejía. Sería ya hora de dejar atrás ese lastre.

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