España: El mito de la seguridad laboral
por José Carlos RodríguezJosé Carlos Rodríguez es miembro del Instituto Juan de Mariana y periodista de Libertad Digital.
Cada vez que a alguien se le ocurre siquiera mencionar la necesidad de flexibilizar el mercado laboral español, le caen palos de todos lados, a izquierda y derecha. Y eso que el empleo tiene en nuestro país unos costes altísimos comparados no sólo con los de los celebérrimos "países de nuestro entorno" sino también con cualquier otro del mundo, como puso de manifiesto el informe Doing Business 2008 del Banco Mundial, que nos colocaba en ese apartado en el puesto 154 de un total de 178 países estudiados.
Lo que se suele defender como principal ventaja de la regulación española del mercado laboral es que proporciona una gran estabilidad al trabajador. Al saber que es difícil y caro despedirle, puede contar con sensación de seguridad en su puesto laboral que además crece de año en año, según aumenta la indemnización que habría que pagarle. Esto, naturalmente, es cierto. La cuestión es que no es lo único que sucede cuando los poderes públicos aumentan el coste del despido (entre otras trabas a la contratación libre) y muchas veces no somos capaces de conectar esas otras consecuencias con su causa correcta.
Así, un informe de la OCDE (pag. 92) explica que en los países en los que la regulación laboral es más estricta, los trabajadores tienen más miedo a perder sus empleos, incluso aquellos que disfrutan de un contrato indefinido con todos los parabienes y protecciones que el Estado ha decidido otorgarles. Los trabajadores españoles son los que tienen más temor a ser despedidos. Y no sólo los temporales sino también quienes tienen un contrato indefinido.
La razón es obvia para quien quiera verla, y es que a la hora de evaluar si te preocupa perder tu trabajo el factor más importante son las probabilidades de encontrar otro con relativa facilidad tras el despido. Y cuando los costes de contratar son más altos de lo necesario debido a la regulación del mercado laboral, es mucho más difícil emplearse de nuevo. Así, la anhelada seguridad y estabilidad del trabajador español se torna dependencia absoluta del empresario o jefe que tenga en su puesto actual.
No sé si habrán vivido ustedes en sus carnes las consecuencias de esa subordinación o conocen a quienes la padecen; yo sí conozco casos, incluso en un gremio como el informático en el que, la verdad, no hay tanta escasez de oportunidades como en la mayoría. Las horas extra impagadas, el mobbing y otros abusos son mucho más fáciles cuando el mercado laboral dificulta al trabajador encontrar otro empleo, atándolo al que tiene a pesar de los pesares.
Una de las leyes económicas de sentido común que debería saber todo ciudadano que aspire al voto informado es que las barreras de salida suponen siempre barreras de entrada. Si un Gobierno pone trabas a que una empresa deslocalice sus fábricas, otras compañías se lo pensarán muy mucho antes de establecerse en sus dominios. Si el despido sale caro, los empresarios preferirán exprimir a sus empleados actuales mediante horas extra cuando las cosas van bien para no enfrentarse a los costes de despedir a quienes pudiera contratar cuando van mal dadas.
Sin embargo, los autodenominados "agentes sociales" seguirán defendiendo un sistema que ni siquiera consigue el objetivo que se marca explícitamente. Allá ellos. El problema es que tanto los gobiernos de izquierda como los de derecha han sacralizado el "diálogo social" hasta tal punto que hacer una reforma sin contar con estos sindicatos sin representación parece una herejía. Sería ya hora de dejar atrás ese lastre.
por Carlos Sabino
Carlos Sabino es profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala y colaborador permanente de Cedice y de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE).
Raúl Castro lo sabe bien y ha tenido, además, sobrado tiempo para pensarlo: sin el liderazgo de su hermano, sin su carisma y su peculiar personalidad, él tendrá que actuar con infinito cuidado para poder mantenerse en el poder. Un pueblo que vive literalmente al borde de la miseria, una economía desquiciada e incapaz de sostenerse por sí misma y muchos aspirantes al poder supremo le crearán condiciones difíciles al ejercicio del mando sin sobresaltos. Por un lado tendrá que maniobrar con cuidado para que ninguno de los otros jerarcas adquiera demasiado peso: tendrá que balancear presiones, distribuir bien los puestos, evitar rivales que pueden convertirse en demasiado poderosos. Eso ya lo ha logrado en parte, pues ahora tiene en la mayoría de los puestos clave del gobierno a figuras de la vieja guardia que lo respaldan, por lo que ese no será su principal problema. Mucho más desafiante resultará para él la necesidad de mantener la continuidad del régimen mientras trata, a la vez, de satisfacer las demandas de la población.
Raúl, como viejo comunista y hermano del líder legendario de la revolución, no podrá ni querrá apartarse de la tradición revolucionaria ni estará en condiciones de imponer un brusco viraje que comience a desarticular el régimen. No lo hará por supuesto ahora, cuando Fidel sigue vivo, pero no lo podrá hacer tampoco después de su muerte: un Raúl que se desdice de todo su pasado, que arroja por la borda 50 años de totalitarismo, no resultaría creíble, ni llegaría a serlo cuando llegue el fatal desenlace que le aguarda a su hermano. Raúl no podrá ser el Gorbachov del Caribe.
Pero algo tendrá que cambiar, aunque no sea en el plano de la imagen que proyecta ante el país y ante el mundo: no podrá gobernarse ahora Cuba como en los viejos tiempos, como si nada hubiese pasado, porque la retirada de Fidel del poder favorece en algo los deseos largamente reprimidos de la población, de una población que está harta de su forma de vida y que ansía cambios, sobre todo en el terreno económico. Raúl Castro, entonces, tendrá que caminar como un equilibrista, con una larga pértiga que apunta por un lado hacia el mantenimiento del sistema y por el otro hacia los cambios que, sin duda, la mayoría requiere.
¿Podrá, este nuevo gobierno de Cuba, seguir el ejemplo de lo que hizo Deng Xiaoping en China, abriendo la economía gradualmente y desarrollando un sistema capitalista bajo la sombrilla política del partido comunista? ¿Estará en condiciones Raúl Castro de ir satisfaciendo poco a poco las ansias de libertad de los cubanos pero manteniendo a la vez el sistema que en buena medida ha ayudado a crear, y que hoy lo ha puesto en la cima? Lo dudamos.
En primer lugar porque el nuevo presidente de Cuba no puede tomar distancias con el pasado, como Deng lo hizo con Mao y, en segundo lugar, porque Cuba es una pequeña isla, de frágil economía, y no la inmensa nación asiática, donde pudieron implementarse los cambios poco a poco, en regiones diferentes y en un contexto histórico mucho más favorable para una transición gradual. Los cubanos esperarán con ansiedad los vagos cambios prometidos hasta ahora, pero no se contentarán fácilmente. Cuando desaparezca la figura casi mítica de Fidel arreciarán las presiones y Raúl tendrá entonces que tomar decisiones difíciles. Si mantiene el inmovilismo actual podría estar preparando las condiciones para un estallido de todas las presiones acumuladas; pero si se lanza por el camino de los cambios podrá desatar fuerzas que, como en la Unión Soviética de Gorbachov, se escapen por completo de sus manos.
La transición de Cuba hacia la democracia o la economía de mercado seguramente será diferente a la ocurrida en otras naciones que soportaron regímenes comunistas. Y en tal escenario la solidaridad que los latinoamericanos mostremos hacia el sufrido pueblo cubano podrá convertirse, si así nos lo proponemos, en un factor importante para que el cambio resulte efectivo y a la vez pacífico.
Acostumbrada a la miseria Cuba espera por un cambio
Los nuevos y relucientes autobuses turísticos se colocaron en el pórtico del elegante hotel, y descendieron veintenas de turistas extranjeros que provocaron gran agitación entre el personal cubano: recepcionistas, botones y guías.
Menos de dos décadas después de que su economía implosionó por el colapso de su patrocinador comunista, la Unión Soviética, Cuba se ha reconstruido como un imán caribeño para vacacionistas que ahora atrae más de dos millones de visitantes al año.
Sin embargo, aun cuando los $2,000 millones anuales que ahora gana Cuba con el turismo han ayudado a rescatar su moribunda economía, los expertos dicen que la isla comunista enfrenta una lista abrumadora de problemas que la hacen vulnerable.
El nuevo presidente, Raúl Castro, quien asumió el más alto cargo en la isla en febrero después de que su hermano Fidel se retiró por enfermedad, de alguna forma tiene que revertir la baja productividad y los salarios bajos, detener el hurto endémico, resolver problemas monetarios que están generando desigualdad en los ingresos y estimular a los campesinos para que cultiven suficientes alimentos para los 11 millones de habitantes de la isla.
''Es una sociedad estancada'', dijo Javier Corrales, politólogo de la Universidad Amherst. ``Cuba es más pobre ahora de lo que era antes de la revolución a finales de la década de 1950, y la mayoría de los indicadores económicos no han llegado a los niveles de finales de los 80, antes del colapso de la Unión Soviética''.
Dicho lo cual, Cuba se ha recuperado en forma asombrosa desde el Período Especial a principios de los 90, cuando la isla perdió aproximadamente $6,000 millones anuales en subsidios soviéticos y la escasez plagó al pueblo cubano.
Fidel Castro respondió recurriendo al turismo, e invitó a una gran cantidad de inversión extranjera para ayudar en la reconstrucción de la infraestructura abandonada. Poco a poco, Cuba salió a duras penas de la crisis, y su economía se estabilizó aunque no prosperó precisamente.
Los bienes de consumo retornaron, cientos de miles de cubanos encontraron trabajo en el sector turismo, y el Período Especial quedó atrás como un recuerdo doloroso.
Ahora, según el gobierno cubano, la economía de la isla es muy exitosa, y el PIB avanzó un 11.8 por ciento en el 2005, 12.5 por ciento en el 2006 y 7.5 por ciento en el2007.
El problema, afirman los economistas, es que Cuba ha creado su propio método para calcular las cifras, y agrega miles de millones de dólares para justificar atención médica, educación y servicios sociales gratuitos proporcionados por el Estado.
''Ningún otro país usa esta metodología'', observó Carmelo Mesa Lago, economista de la Universidad de Pittsburgh. ``Nadie sabe lo que significan estas cantidades porque los cubanos no han dicho cómo calculan estos valores. Hice un ejercicio especulativo y obtuve un PIB de cerca de la mitad de las cifras oficiales''.
A pesar de la controversia, la mayoría de los académicos estadounidenses está de acuerdo en que la economía cubana está creciendo.
Además de los ingresos del turismo, la isla se ha estimulado con los altos precios del níquel, con lo cual ha ganado otros $2,000 millones, junto con $400 millones por la venta de sus puros, famosos en todo el mundo.
Sin embargo, otros indicadores preocupan a economistas extranjeros. Los cubanos dependen de aproximadamente $800 a $1,000 millones al año en remesas de familiares en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, mientras parece que el Estado cubano está sustituyendo su viejo patrocinador soviético con un benefactor nuevo y generoso: Venezuela.
El presidente socialista de ese país, Hugo Chávez, vende 100,000 barriles de petróleo diarios a $27 el barril a Cuba proporcionando un ingreso adicional a los cubanos, dijo Mesa Lago. Cuba paga a Venezuela enviando unos 30,000 trabajadores médicos y sociales para brindar servicios a los partidarios pobres de Chávez.
''En el 2006, Cuba calculó el valor de esos servicios en cerca de $5,000 millones'', dijo Mesa Lago. ``Ha sido un gran impulso para Cuba, pero es muy riesgoso. La historia ha demostrado que si se colapsa el patrocinador, Cuba queda en el limbo''.
Al parecer apostando a lo seguro, Raúl Castro ha firmado acuerdos comerciales con China, Irán y Brasil, que le han abierto nuevas líneas de crédito por valor de miles de millones de dólares, una herramienta esencial para un país que no tiene acceso al Banco Mundial ni al Fondo Monetario Internacional debido a su prolongada enemistad con Estados Unidos.
Sin embargo, aunque Cuba ha firmado nuevos acuerdos con países extranjeros, ha reducido sus sociedades con empresas extranjeras. Algunas compañías se han quejado amargamente por las regulaciones que rigen la contratación y pago de trabajadores y otros procesos burocráticos.
Funcionarios cubanos aseguran que están reduciendo sus sociedades con compañías extranjeras más pequeñas para concentrarse en los grandes jugadores de sectores esenciales, principalmente con transacciones con empresas de Canadá, China, India, Brasil y Venezuela para explotar níquel y petróleo en la plataforma marítima cubana.
Pero, aún cuando ha progresado en estos sectores, Cuba está impedida por su incapacidad para alimentarse. Debido a que su sistema agropecuario está asediado por la ineficiencia y pocos incentivos, importó $1,600 millones en alimentos el año pasado.
Para resolver este problema, en los últimos meses, Raúl Castro arregló viejas deudas entre el Estado y los campesinos, aumentó el precio de la leche y la carne de res, incrementó el salario de los jornaleros agrícolas y exhortó a los campesinos a cultivar más.
Sin embargo, mientras impulsa estas reformas, aún tiene que lidiar con las secuelas de una decisión del 2005 de reducir drásticamente la industria azucarera, otrora vital para la isla, debido a los bajos precios mundiales. Se cerraron decenas de ingenios y unos 150,000 trabajadores quedaron sin trabajo. Aunque los cubanos dicen que los volvieron a capacitar y que el desempleo nacional es de menos de 2 por ciento, economistas extranjeros piensan que las cifras son de dos a tres veces más elevadas.
Mientras tanto, Cuba está experimentando una ''fuga de cerebros'', ya que los profesionales capacitados están saliendo de la isla si pueden hacerlo o abandonando empleos como ingenieros o médicos que pagan $15 mensuales para trabajar en el turismo, donde pueden ganar mucho más.
La lucha de los cubanos por trabajar en el turismo resalta un problema más, el sistema monetario dual de Cuba. A la mayoría se le paga en pesos comunes, mientras que quienes están empleados en el turismo tienen acceso a los pesos convertibles que tienen que usar los turistas. Estos valen 25 veces más que los comunes, lo cual crea enormes disparidades en el ingreso y resentimientos profundos en la población.
''Raúl sabe que se necesita eliminar la moneda dual'', comentó Paolo Spadoni, economista de la Universidad Rollins, en Winter Park, Florida. ``La desigualdad en el ingreso es un problema grande''.
Otro dolor de cabeza más son los hurtos y la actividad en el mercado negro.
Es típico que los alimentos que el Estado permite comprar mensualmente mediante la libreta de racionamiento duren entre una semana y 10 días. No sorprende que muchas personas roben cosas de sus centros de trabajo y las vendan en el mercado negro, una práctica tan común que, según se dice, las compañías paraestatales contabilizan en sus presupuestos un 15 por ciento para cubrir pérdidas.
''Es una verdadera carga para la economía cubana'', dijo Spadoni. ``Lo cual nos devuelve al tema crucial de los incentivos. Tienen que resolver esto, pero hasta ahora todo lo que han hecho son llamados a una mayor disciplina, lo cual no soluciona el problema''.
Académicos estadounidenses creen que Raúl Castro está consciente de la cantidad de retos a los que se enfrenta su economía. En su papel de líder interino en los últimos 19 meses, ha hecho un llamado a un debate abierto sobre la situación.
Sin embargo, aun si introduce reformas graduales, no hay ninguna certeza en el resultado.
''Raúl aumentó las expectativas al pedir un debate y sugerir reformas, pero eso abrió la caja de Pandora'', expresó Mesa Lago. ``Hasta ahora ha hecho muy poco. Todo lo que podemos hacer es observar y ver qué pasa''.
El turismo es la principal actividad económica de Cuba. Muchas compañías extranjeras se asociaron con el Estado cubano en el sector con transacciones en las que es habitual que ellas administren los hoteles.
El campo corta el diálogo con el gobierno argentino
Tras una frágil tregua de unas horas, las cuatro principales entidades agropecuarias de Argentina volvieron ayer a la huelga rural que ya lleva 17 días y advirtieron que quizás no irían a una reunión de mañana para dialogar con el gobierno.
''La Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias, ante la falta de respuesta al reclamo de los productores agropecuarios ha decidido continuar con las medidas de protesta que iniciáramos el pasado 12 de marzo de 2008'', dijeron las entidades en un comunicado al que tuvo acceso AP.
Los presidentes de las entidades --la Sociedad Rural Argentina, la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO), la Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) ''se reunirán y evaluarán el resultado de las mismas el próximo miércoles 2 de abril'', agregó el comunicado.
El gobierno se mantiene firme en no ceder ni en los gravámenes y según los ruralistas solo habría ofrecido una ayuda para los pequeños productores, que expresaron no estar satisfechos con la oferta oficial.
Mientras los bloqueos se reanudaban en las rutas, los líderes de las entidades agropecuarias coincidieron en que el gobierno no tendría voluntad para resolver el problema y que estaría de más seguir con las negociaciones iniciadas el viernes.
El levantamiento del paro fue la condición que impuso la presidenta Cristina Fernández para iniciar las conversaciones. ''Fuimos a dialogar y resulta que el diálogo consiste en una serie de generalidades, sin precisiones'', dijo Buzzi. ''Por lo tanto, dudamos que haya reunión el lunes'', agregó el dirigente.
En la madrugada del sábado, el jefe del gabinete Alberto Fernández, quien se había reunido el viernes con los líderes de las entidades agrarias, reconoció que no hubo acuerdo pero dijo que el encuentro ``ha sido sumamente útil e importante''.
Tras la falta de acuerdo en la reunión con el gobierno, los productores agropecuarios volvieron a cortar las rutas en las provincias de Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe y Chaco. El corte afecta a los camiones que transporten productos primarios o sus derivados, básicamente alimentos como carne, frutas, verduras y granos.
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