Júbilo inmortal: los colombianos celebran que el mundo los vea con nuevos ojos
Colombia nos ha dado a Gabriel García Márquez, un Premio Nobel, y a Shakira, la ganadora de un Grammy. Programas de TV como Betty la Fea nacieron aquí, y sus diseñadores de modas han hecho de Medellín un centro de la alta costura.
Los colombianos de todo el mundo celebraron algo más que el emocionante abrazo de Ingrid Betancourt y su madre en el aeropuerto de Bogotá. Celebraron que el resto del mundo estuviera mirando a su bello país con nuevos ojos: que estuvieran viendo un país con héroes y profesionales y no un estado fallido y lleno de delincuentes.
En lo que se ha descrito como una operación de rescate perfecta, comandos colombianos se adentraron en la selva en helicóptero y rescataron a Betancourt y a otros 14 rehenes en manos de las FARC.
En lo que ríos humanos colmaban las avenidas de Bogotá y Medellín, colombianos y colomboamericanos desde Kendall hasta Queens contemplaban, con inmenso orgullo, las grandes cadenas televisivas de EEUU. Durante décadas, las únicas imágenes que habían visto de su pueblo eran las de sangrientos barones de la droga o las de tontos latinoamericanos, como tanto le gusta presentar a Hollywood cuando los personajes de los malos ya están ocupados. Una simple búsqueda de ''Colombia'' en la Internet muestra muy poco positivo, especialmente en los principales medios de comunicación.
Pero el jueves por la mañana, las muestras del coraje y el profesionalismo de las fuerzas especiales de Colombia llenaban las primeras planas del Washington Post, el Wall Street Journal y el Miami Herald. Comentaristas de CNN, MSNBC, la BBC y otros explicaban que la planificación y ejecución de la operación había sido impecable. Sin derramar una gota de sangre habían rescatado a Betancourt, una ex candidata presidencial, y a tres ciudadanos norteamericanos cuyo avión había sido derribado hacía cinco años mientras cumplía con una misión de vigilancia antinarcóticos para Northrop Grumman, un contratista de defensa.
Aun en Israel, hogar del temido y respetado servicio de inteligencia del Mossad, Haaretz y otros periódicos describían el operativo en términos que rebosaban admiración.
Lo más notable es que en esta ''película'', los colombianos eran los héroes y sus militares se mostraban capaces y profesionales. El resto del mundo estaba vitoreando alegremente con nosotros, no condenándonos.
Qué diferencia con hace unos pocos años cuando David Letterman se preguntaba si la candidata colombiana para Miss Universo no sería en realidad una mula de la droga.
Sería difícil encontrar un colomboamericano o un emigrado colombiano que no haya sido objeto de burlas por sus compañeros de trabajo, o por algún reciente conocido. Pero, para los que saben de los muchos que han muerto o han sido secuestrados durante este conflicto, nunca hay motivo de risa.
Somos los primeros en reconocer que estos problemas de imagen están basados en una buena medida de realidad. Pero esa imagen es unilateral e ignora el valor que Colombia ha demostrado en su lucha contra las drogas y el terrorismo. El estereotipo ignora toda la complejidad del país.
Nuestra nación es algo más que una selva donde se produce coca. Tiene montañas coronadas de nieve, ciudades llenas de rascacielos e instituciones médicas de fama mundial. Colombia nos ha dado a Gabriel García Márquez, un Premio Nobel, y a Shakira, la ganadora de un Grammy. Programas de TV como Betty la Fea nacieron aquí, y sus diseñadores de modas han hecho de Medellín un centro de la alta costura.
Este es un país con gente que cubre todo el espectro de la humanidad. Hay terroristas pero también hay madres que, contra toda esperanza, le piden a Dios todas las noches volver a ver a sus hijos. Hay funcionarios corruptos, pero también de extraordinaria integridad. Sobre todo, es un país lleno de honestos contadores, plomeros, cardiólogos y, por supuesto, caficultores.
Así que, tras décadas de vernos presentados en blanco y negro, el jueves pasado no fue sólo un gran día para Betancourt sino también para 42 millones de personas. En lo que el resto del mundo elogiaba a nuestros dirigentes políticos y a nuestros soldados; en lo que extraños nos felicitaban en Miami y en Washington D.C, todos esperábamos que esto fuera el principio no tanto de un nuevo capítulo sino de un nuevo libro, uno basado no sólo en nuestros defectos sino en la integridad de nuestro carácter.
Julio Jaramillo y José Dante Parra Herrera son miembros de la junta de la Asociación de Servicio Colombiano Americana.
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