Cristina Tardáguila Río de Janeiro |
Desde que asumió el comando de la misión de paz de la ONU en Haití y apaciguó el problemático barrio de Cité Soleil, en la capital Puerto Príncipe, el Ejército de Brasil cosecha elogios en la comunidad internacional.
Pero, en territorio brasileño, la institución armada enfrenta críticas sin precedentes desde que se restauró la democracia en 1985.
El brillo que los militares han ganado en misiones de paz en el extranjero se ve oscurecido por operativos que en el país generan condena. En junio pasado, en Río de Janeiro, tuvo lugar uno de los casos que más rechazo han causado.
Once de los 200 militares que vigilaban la realización de obras públicas en un barrio marginal controlado por narcotraficantes en la ciudad confesaron su responsabilidad en la muerte de tres jóvenes.
El Ejército brasileño ha tenido éxito en su misión de controlar Ciudad Soleil, uno de los barrios más peligrosos de Puerto Príncipe. |
Entre los once militares encarcelados por el asesinato de los tres jóvenes, está un oficial: el teniente Vinicius Ghidetti de Andrade Moraes, de 25 años de edad.
Tras arrestar por desacato a los jóvenes, los entregaron a los delincuentes locales para que recibiesen una especie de castigo.
Esa noche los tres detenidos, que se suponía estaban bajo custodia de los militares, fueron brutalmente asesinados por los narcotraficantes.
La justicia todavía investiga si los delincuentes ofrecieron a los militares cerca de US$12.000 por cada joven que, según se dice, serían miembros de una facción rival en el narcotráfico.
Supuestamente, si nada hubiese salido a la luz, el dinero habría sido repartido horas después del crimen.
Mezcla de errores
El caso abrió un debate en el país: ¿por qué el ejército que tiene éxito en Haití fracasa en una tarea aparentemente más sencilla en casa?
Un carro blindado del Ejército brasileño recorre las calles de Cité Soleil, Puerto Príncipe. |
"En Río, pusieron al Ejército, armado, a vigilar obras sin la libertad de acción de la policía. Además, no le ofrecieron ningún entrenamiento específico", afirmó.
Según dijo, mientras los militares que van a Haití se entrenan 24 horas al día a lo largo de seis meses antes de embarcar, aprenden a usar técnicas de combate callejero y a disparar con precisión, los que se quedan en el país sólo disponen de dos horas de entrenamiento diario muy general.
"Asimismo, muchos de los militares brasileños tienen orígenes humildes. Muchos nacieron o viven en barrios marginales. Son personas que no tienen el distanciamiento psicológico necesario para trabajar en esos lugares. En Haití, es diferente. Todos son extranjeros y nadie conoce a nadie", añadió.
Diferencias
En la opinión del coronel retirado Cláudio Barroso Magno Filho, que comandó más de 1.000 hombres en Haití entre 2006 y 2007, la respuesta también está en el momento político de los dos escenarios.
"Mientras en Haití todos están del mismo lado y quieren una solución enérgica y de combate para erradicar a los delincuentes, en Río no hay una convergencia de esfuerzos", afirmó.
"Hay momentos en los que la policía carioca parece oponerse al ejército, rezar para que todo le salga mal. Los gobernantes, por su parte, no quieren asumir la responsabilidad de optar por acciones más drásticas a favor de la seguridad", puntualizó.
Obras
Sin embargo, la principal diferencia entre el desempeño del ejército brasileño dentro y fuera del país parece ser la estrategia conocida en el ámbito militar como ingeniería social.
Puede que los militares hayan interpretado el desacato de los jóvenes como un desacato al país, lo que supuestamente justificaría un duro castigo. Un absurdo Wadih Damous, presidente del Gremio de Abogados en Río de Janeiro |
"En Río, el Ejército se limitó a las obras. En lugar de obtener un avance paulatino, generó un gran rechazo popular", señaló el oficial, que apaciguó el barrio más peligroso de Haití con seis operaciones.
"No se puede olvidar que seguramente la tropa en Río también estaba desmotivada y subordinada a un teniente mal orientado", subrayó.
Corrupción
El Gremio de Abogados de Brasil en Río de Janeiro (OAB-RJ), que se destacó por sus declaraciones de repulsa a la actuación de los militares, indicó, a su vez, otros tres motivos para el fracaso del Ejército en la ciudad.
El primero es fruto de la ideología enseñada en los cuarteles, la de que el Ejército existe para defender a la patria y que cualquiera que ataque a la entidad ataca a la nación.
"Puede que los militares hayan interpretado el desacato de los jóvenes como un desacato al país, lo que supuestamente justificaría un duro castigo. Un absurdo", afirmó Wadih Damous, presidente de la OAB-RJ.
"En Haití, también hay un relevo frecuente de tropas. En Río, desgraciadamente, el soldado convive demasiado tiempo en la zona de actuación y se involucra con su gente. Este podría ser otro motivo", destacó.
Por último, concluyó Damous, en Haití, al ser una misión de la ONU, hay una fiscalización más grande de las tropas y mucho menos espacio para la corrupción.
"Aquí, el crimen lo corrompe todo".
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