viernes, agosto 01, 2008

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El show de la globalización debe continuar

por Tyler Cowen

Tyler Cowen es profesor de economía en George Mason University y académico asociado del Cato Institute.

Los últimos 20 años han presenciado más comercio mundial, globalización y crecimiento económico que ningún otro periodo en la historia. Pocos comentaristas creían posible que tal aumento del comercio y del nivel de vida se haya producido fuera posible en tan poco tiempo.

Más de 400 millones de chinos han salido de la pobreza entre 1990 y 2004, según el Banco Mundial. India se ha convertido en una economía de crecimiento rápido, la clase media en Brasil y México está floreciendo, y sucesos recientes en Ghana y Tanzania demuestran que algunas partes de África pueden estar prosperando.

A pesar de estos fabulosos avances, existe un rechazo a la globalización y una amplia creencia de que esta requiere moderación. La gente común y corriente con frecuencia cuestiona las ventajas del comercio internacional, y ahora inclusive muchos intelectuales se están volviendo más escépticos. Aún así los hechos muestran que la actual sensación negativa con respecto de la economía simplemente no está justificada. Las clásicas recetas económicas de comercio, inversión e incentivos, nunca han tenido más éxito en generar enormes beneficios para el bienestar humano.

El proceso de globalización ha tenido sus caídas, por supuesto, como se ha reflejado recientemente en el aumento de los precios de las commodities, pero esto es consecuencia de cuanto y con qué velocidad ha aumentado la prosperidad. Países como China se han vuelto ricos tan rápidamente que la producción mundial de energía y alimentos han sido incapaces de igualar su paso. Pero el rápido crecimiento económico es la dirección correcta aún cuando algunos de los pobres que quedan todavía, sufren por los altos precios de los alimentos.

A pesar de lo que mucho que se ha dicho con respecto a un necesario “receso” de la globalización, el comercio mundial en realidad se está acelerando y esto es algo bueno. Los grandes cambios frecuentemente vienen juntos, así que cuando las cosas buenas pasan es importante mantener la tendencia. Es verdad que las conversaciones en la Organización Mundial de Comercio se han detenido y que el partido demócrata, al menos en su retórica, se ha alejado de la herencia del libre comercio del Presidente Bill Clinton.

Pero el volumen de comercio, sin embargo, es probable que siga aumentando así sea solo porque la economía mundial está extendiéndose. Además, una gran mayoría de estadounidenses nunca había estado mejor posicionada para beneficiarse del intercambio global y de la prosperidad del resto del mundo.

Los defensores del comercio se concentran en los beneficios de los bienes que llegan del extranjero, como zapatos lujosos de Italia y computadoras baratas de Taiwán. Pero las nuevas ideas son el verdadero premio. Para el 2010, China tendrá más científicos e ingenieros con PhD.’s que los Estados Unidos. Estos profesionales no son fundamentalmente una amenaza. Al contrario, ellos son creadores cuyas ideas probablemente mejoren la vida de estadounidenses comunes y corrientes, y no solamente aquella de la elite empresarial. Cuanto más acceso tengan los chinos al mercado estadounidense y a otros mercados, más podrán permitirse una educación superior y tendrán más incentivos para innovar.

Los economistas conservadores y liberales coinciden que las nuevas ideas son la principal fuente para mejorar las condiciones de vida. Necesitamos urgentemente nuevas biotecnologías, una cura para el SIDA y una infraestructura energética más limpia, por nombrar unas cuantas cosas. El comercio es parte de la estrategia para conseguir estos fines. Una China y una India más ricas también significan un mayor potencial de recompensas para los estadounidenses y otros que invierten en alguna innovación. Un producto o una idea que era comercializado solamente en los Estados Unidos y en Europa hace 20 años podrían ser vendido a mil millones más en el futuro.

Esos beneficios tardarán en realizarse, pero el comercio con China ya ha aliviado a los estadounidenses más pobres. Una nueva investigación de Christian Broda y John Romalis, ambos profesores en la Escuela de Negocios en la Universidad de Chicago, ha demostrado que las importaciones baratas de China han beneficiado desproporcionadamente al estadounidense pobre. De hecho, para el pobre, las rebajas en tiendas como Wal-Mart han compensado la mayor parte del incremento en la desigualdad del ingreso medido a partir de 1994 hasta el 2005.

A pesar de todos estos beneficios, la tendencia intelectual que predomina actualmente es la de disculparse por el libre comercio. Un reclamo común es que la liberación del comercio debería continuar sólo si está acompañado de nuevas políticas para re-entrenar a trabajadores desplazados o más bien, ameliorar las consecuencias de la volatilidad económica.

De acuerdo, las ventajas de una buena red de seguridad están bien establecidas, pero la globalización no es la principal fuente de problemas para la mayoría de los trabajadores estadounidenses. Los problemas en los servicios de salud, las malas escuelas para nuestros niños o, recientemente, las malas prácticas bancarias han provocado disrupciones mayores —y han sido fundamentalmente fallas domésticas.

Lo que realmente está sucediendo es que mucha gente, en los Estados Unidos o en el exterior, desconfía enormemente de las relaciones económicas con los extranjeros. Estos reclamos se derivan de la básica naturaleza humana —específicamente, nuestra tendencia a dividir a la gente “en grupos” y “fuera de los grupos” y a exaltar a uno y a satanizar al otro. Los estadounidenses temen que los extranjeros prosperen a costa suya o “controlen” algunos aspectos de la economía.

Se podría aplacar estos sentimientos dejando de respaldar un poco el comercio, o administrándolo de tal manera que se reduzca una reacción hostil. Renunciar al ímpetu, sin embargo, no es necesariamente el camino correcto a seguir. Si somos demasiado apologéticos con respecto a la globalización, podemos alimentar las irracionalidades principales, en vez de domarlas. El riesgo es que llegaremos a enmarcar al comercio como una fuente fundamental del sufrimiento y las pérdidas, lo cual pondría a los votantes más nerviosos, no menos.

Está mal minimizar los costos de la globalización, pero la realidad es que hemos estado minimizado sus beneficios por mucho tiempo. Los políticos ya consienten la desconfianza de los estadounidenses hacia los extranjeros. No hay ninguna necesidad de que el resto de nosotros nos unamos al coro. En cambio, necesitamos hacer conciencia de las ventajas cosmopólitas del comercio y el, a menudo oculto —pero no menos verdadero— beneficio a los estadounidenses comunes y corrientes.

Si miramos las tendencias de los 20 últimos años, tenemos muchas razones para creer que la era moderna del libre comercio recién empieza.

Argentina: Se confirma el rumbo de colisión

por Roberto Cachanosky

Roberto Cachanosky es Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE, y Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina).

Con problemas en todos los frentes y cada vez menos aliados, el matrimonio Kirchner persiste en los errores y la confrontación.

Hace más de una semana, me mostraba escéptico sobre un posible cambio en las formas y el fondo de la política de Cristina Fernández de Kirchner a partir de la derrota que sufrieron en el Senado, no solo a manos de Cobos, sino de una importante cantidad de senadores peronistas y radicales kirchneristas que no acompañaron el proyecto oficialista.

¿Por qué pensar que los Kirchner iban a aprovechar las nuevas circunstancias para cambiar, si durante 5 años vinieron desaprovechando las fabulosas oportunidades que nos dieron los mercados internacionales para lanzar una etapa de crecimientos sostenido?

La sola lectura de los fundamentos del decreto que debería haber derogado la resolución 125 reflejan ese espíritu de confrontación permanente que ya no puede explicarse como una táctica política sino que, desde mi punto de vista, ha pasado a ser tema de otras disciplinas como la psiquiatría. Y no es una ironía el hacer referencia a las ciencias médicas dado que no es fácil explicar porqué causa el matrimonio presidencial parece gozar tanto con la agresión verbal, la división de la sociedad y las descalificaciones. Los dichos de Cristina Fernández de Kirchner sosteniendo que la clase media se equivoca si cree que su progreso se debe a su esfuerzo personal, sino que se debe a las políticas por ella aplicadas, son una clara muestra de ese comportamiento de agredir a los sectores que, ya en el 2007, no la acompañaron con su voto. Así que los Kirchner parecieran tener una incontenible vocación por ganarse enemigos. Si en el 2007 la clase media urbana le votó en contra y en el 2008 el matrimonio no tuvo mejor idea que pelearse con los sectores rurales que la apoyaron con su voto, lejos estamos de poder apelar al análisis político para explicar semejante comportamiento. Claramente el matrimonio está decidido a chocar el barco contra el iceberg y hasta pareciera estar disfrutando con los destrozos que van a causar.

No debe extrañar, entonces, que el leal ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, haya optado por saltar del barco, haciéndome recordar el salto que, oportunamente, también dio Roberto Lavagna allá por fines del 2005 cuando la inflación empezaba a convertirse en un dolor de cabeza.

Nuevamente, con la renuncia de Fernández, comenzaron los comentarios sobre la oportunidad que tenía la presidente de oxigenar su gobierno, de cambiar el gabinete y de alejar a su marido de la gestión presidencial.

Bastó que, otra vez, los analistas formularan esta última sugerencia para que, nuevamente, Cristina decidiera, en un mismo día, acudir a dos actos públicos junto con su marido. ¿Cuál es el mensaje que uno recibe frente a semejante comportamiento? Ni se les ocurra que voy a cambiar.

Otro dato a tener en cuenta. Quienes apostaron a que luego del cachetazo en el Senado y la renuncia de Fernández venía el dáalogo, el nuevo secretario de Agricultura dijo que no iba a recibir a la Comisión de Enlace del campo sino que iba a recibir a las entidades por separado. En otras palabras, de entrada plantea un conflicto innecesario, forzando una nueva situación de conflicto, de la cual parece gozar el elenco gubernamental.

Hagamos un pequeño resumen de la situación del matrimonio presidencial. Electoralmente tiene en contra a los grandes centros urbanos y a las zonas rurales. Solo les queda el conurbano bonaerense siempre y cuando la inflación no termine de alejarlos del oficialismo.

La caja que los ayudaba a disciplinar a gobernadores e intendentes ya no es tan abundante (¿lo habrá percibido Alberto y por eso renunció?). Basta con ver las transferencias de recursos no coparticipables a las provincias para darse cuenta que estas empiezan a estar en serios problemas. Cuando se compara el primer semestre de este año con el primer semestre del año pasado, las transferencias a las provincias subieron solamente el 10%. Muy por debajo de la inflación y del 36% que se incrementaron los gastos corrientes.

El otro dato relevante es que los gastos de capital, obras públicas, subieron nada más que el 17,4% primer semestre contra primer semestre. Como referencia vale la pena tener en cuenta que en el electoral primer semestre del 2007 los gastos de capital aumentaron el 42% con relación al primer semestre del 2006.

En otras palabras, la pregunta que deben estar formulándose más de un gobernador e intendente kirchnerista, es, ¿para qué alinearme con el matrimonio si tengo problemas financieros y, encima, no me mandan plata para las obras públicas? El apoyo al matrimonio empieza a ser puro costo y cero beneficio para más de un intendente y gobernador.

Como si todo esto fuera poco, la inflación no solo se ha comido los salarios reales, llevando a nuevas negociaciones, sino que el llamado tipo de cambio competitivo ha dejado de serlo. Como referencia, tomemos el “Índice Big Mac” que elabora la revista The Economist. En abril del 2003 un Big Mac costaba $ 2,70 en EE.UU. y $ 1,43 en Argentina (el tipo de cambio, en ese momento, era de $ 2,88). En julio de este año un Big Mac en EE.UU. cuesta $ 3,57 y en Argentina $ 3,64. Este solo dato confirma mis anteriores afirmaciones de que el tipo de cambio real ha vuelto a los niveles del 2001, con lo cual el corazón de la política económica del Gobierno ha quedado destruido.

De los superávit gemelos, vemos que el superávit de balance comercial tiende a evaporarse, por un menor ritmo de crecimiento de las exportaciones y por un acelerado aumento de las importaciones, sobre todo por el incremento de las importaciones de combustibles para paliar la crisis energética. En el primer semestre de este año, dichas importaciones se duplicaron respecto al 2007. Paralelamente el superávit fiscal, cuando se le quita la contabilidad creativa, también se deteriora. Así que los superávit gemelos también tienden a desaparecer.

En síntesis, no sólo los Kirchner siguen batiendo récords en la tarea de conquistar más enemigos políticos sino que, encima, la economía ya no les sonríe como un par de años atrás.

A pesar de todo eso, no están dispuestos a cambiar el rumbo y muestran una férrea decisión de seguir con la confrontación, ya sea por estrategia o por cuestiones que, a esta altura, solo la psiquiatría puede explicar.

El costo del intelectualismo barato


por Manuel Hinds

Manuel Hinds ex Ministro de Finanzas de El Salvador y autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Council on Foreign Relations, 2006).

Mire la gráfica adjunta y siéntase triste por lo que está pasando en Latinoamérica. La gráfica compara los ingresos por habitante de las distintas regiones de los países en desarrollo, expresados como porcentaje de los ingresos por habitante de los países desarrollados, de 1975 a 2005. Note que de las seis regiones hay tres que tienen curvas que van hacia arriba (lo que indica que sus ingresos están mejorando en comparación con los de los países desarrollados) y hay tres que van hacia abajo (que indica lo contrario). Las regiones que están mejorando son Asia Oriental y Pacífico (China, Malasia, Indonesia, etc.); Asia del Sur (India, Pakistán, Sri-Lanka); y, recientemente, después de una caída brutal, Europa Oriental y Asia Central. Las regiones que están perdiendo su competencia con los países desarrollados son América Latina, el Medio Oriente y el Norte de África, y África al sur del Sahara. Es triste ver que Latinoamérica, que era en 1975 la región con más ingreso por habitante, y la que se esperaba que se desarrollara más rápidamente, vio caer su ingreso por habitante de 35% a 26% del ingreso de los países desarrollados en los últimos 30 años. En ese período, el ingreso por habitante de Asia Oriental creció de 5% a casi 20% del de los países desarrollados, y el de Asia del Sur de 7% a 10%. Si estas tendencias siguen así, en unas dos o tres generaciones sólo habrán tres regiones subdesarrolladas en el mundo: Latinoamérica, el Medio Oriente y África.


FUENTE: World Development Indicators, Banco Mundial.

¿Qué es lo que hace la diferencia entre los que crecen y los que caen? En esencia, la bayuncada intelectual que domina a las regiones que están retrocediendo. Latinoamérica, como las otras dos regiones perdedoras, se ha quedado trabada en un intelectualismo barato basado en las ideas estériles del pasado—culpando a las regiones exitosas por los fracasos propios; prefiriendo la envidia y el odio a la emulación positiva de lo que les ha dado el éxito a los otros; creyendo que el progreso se logra aislándose del mundo externo y protegiéndose de éste; dando a la envidia el puesto preponderante entre las motivaciones del actuar político y económico.

Las regiones exitosas están teniendo éxito porque en vez de rezongar contra la globalización están integrando sus economías a las cadenas internacionales de producción; porque en vez de culpar a los países desarrollados por el subdesarrollo propio están exportándoles bienes y servicios a estos países; porque en vez de hundirse en la mediocridad del negativismo, han tomado la responsabilidad de sus propios destinos, sin esperar limosnas de gobiernos propios o extranjeros. En el Asia exitosa, el héroe popular, el modelo a emular, es el empresario exitoso, el científico que descubre cosas útiles y las adapta a la producción, el ingeniero que da vida a obras eficientes, el artista que da nombre y alma al país. En Latinoamérica el héroe todavía es el gobernante que da expresión a las envidias populares. Estos incluyen a presidentes que no pagan las deudas de sus países, promueven la coca e insultan vulgarmente a los países poderosos. Incluyen a Chávez que tiene plata para promoverse sólo porque se apropia de los ingresos que Venezuela tiene no por eficiencia sino por un accidente del destino—su petróleo. Parafraseando el dicho tan popular, uno puede decir "Dime a quién admiras y te diré quién eres y hacia adonde vas¨. Si estas actitudes siguen dominando a Latinoamérica, no es difícil predecir que vamos a seguir declinando, y que seremos subdesarrollados por mucho tiempo después de que Asia se haya desarrollado plenamente.

1 comentario:

- CLARABOYA - CR Zapata dijo...

El costo del intelectualismo barato

El artículo es del 2008. Entretanto la tortilla ha empezado a volcarse, si se observa la crisis económica en Europa y EEUU, y el crecimiento en AL.

Por cierto que nos falta mucho en AL, pero no olvidemos que estamos saliendo de varios abismos: el de las dictaduras (los 70s), la década perdida (los 80s) y el neoliberalismo (90s), grandes frenos a nuestro progreso.

Más allá de lo señalado, lo importante es preguntarnos, a qué se deberá que los gobernantes de tinte clientelar gozan de tanto arraigo, qué se puede hacer para reducirles esos réditos, qué es posible y bajo qué condiciones.

Hace ya un tiempo que no nos contentamos en AL con cuestionamientos, y menos sin sustento, ahora esperamos que vengan con propuestas.