La sombra de Solzhenitsyn en América Latina
Por Carlos Alberto Montaner
El Diario Exterior
Madrid -- Hace casi veinte años, un compañero de celda de Alexander Solzhenitsyn me contó en Moscú una anécdota reveladora sobre el extraordinario personaje que acaba de morir. Ocurrió en 1945, poco antes del fin de la Segunda Guerra, en la que el futuro premio Nobel había participado como artillero. Pese a sus méritos como soldado y a su condición de comunista, lo habían apresado por burlarse de Stalin en una carta personal enviada a un amigo. No era una crítica ideológica, sino casi una travesura juvenil sobre la apariencia del Padrecito.
En esa época, Solzhenitsyn todavía era un convencido en las virtudes del sistema. Cuando llegó a la celda, un lugar infecto, maloliente y sin ventilación en el que una veintena de presos políticos se morían de frío, preguntó dónde se orinaba o defecaba. Le señalaron un humilde cubo en un rincón del recinto. ´´¿Y cómo --preguntó-- eliminan los residuos?´´ Le explicaron que se ocupaba de eso un tipo llamado Vladimir. ´´¿Vladimir? No puede ser --gritó Solzhenitsyn--, el hombre que hace ese trabajo humillante no puede llevar el nombre glorioso de Lenin´´, y se ofreció él para que no se siguiera mancillando la memoria del fundador del Estado soviético.
Quien me relató la historia, también ex comunista convertido en disidente y demócrata, con una sonrisa pícara me hizo entonces una observación curiosa: ``todo era muy raro; en una semana nos convertíamos en comunistas leyendo consignas y otras tonterías, pero luego esa inmunda bazofia ideológica, totalmente irracional, se multiplicaba sola en nuestro cerebro y tuvimos que pasarnos años extrayendo disparates y detritus teóricos hasta que quedamos totalmente limpios y curados´´.
A Solzhenitzyn la cárcel lo limpió y lo curó del comunismo. Toda su obra importante gira en torno a esa experiencia: Un día en la vida de Iván Denisovich, El pabellón del cáncer, El primer círculo y, claro, su monumental Archipiélago Gulag. La cárcel lo convirtió en un gran personaje forjado con el dolor propio y ajeno y en un escritor notable. Tal vez, si no hubiera pasado por el horror de los campos de concentración soviéticos, sólo hubiese sido un (más o menos) excéntrico profesor de matemáticas o física, disciplinas que estudió en la universidad. Lo que lo transformó en un verdadero apóstol de la lucha por la libertad fueron las palizas, los atropellos, y aquel médico que les dijo a los guardias que siguieran torturando a un detenido ``porque todavía podía aguantar un poco más de dolor´´.
De todos los documentos escritos contra la sinrazón comunista el más demoledor es Archipiélago Gulag. No es una gran obra literaria. Incluso, como es muy extenso, puede llegar a ser tedioso, pero ese enorme catálogo de atrocidades infligidas a los prisioneros durante tanto tiempo, consignadas con la sangre fría de un notario, acaba con cualquier vestigio de simpatía que una persona sensible y razonable pueda tener por el marxismo-leninismo. Por eso, poco tiempo después de publicarlo, Solzhenityn fue expulsado de la URSS, privado de la ciudadanía soviética y sometido a un feroz ataque internacional a cargo de todos los peones que manejaba el KGB. Leonid Brezhnev, el dictador de turno en Moscú, se dio cuenta de que el escritor ruso había golpeado en la línea de flotación del sistema.
Hace unos meses surgió la buena idea de que un grupo de historiadores redactara el Libro negro del comunismo latinoamericano. Sería un recuento, país por país, de los crímenes y delitos cometidos en nombre del marxismo por los pistoleros seducidos por esa ideología.
Todos los demócratas conocemos y repudiamos los excesos monstruosos de las dictaduras de derecha en el continente --Somoza, Pinochet, los militares argentinos y un repugnante etcétera--, pero hace falta un catálogo ordenado y minucioso de las barbaridades cometidas por esta secta frenética de la izquierda rabiosa. Todas las barbaridades: desde la muerte de Trotsky en México, al genocidio de los misquitos en Nicaragua, los fusilamientos cubanos, los horrores sin límites de Sendero Luminoso, las crueles historias de los narcoterroristas de las FARC, hasta los odiosos asesinatos y secuestros cometidos por el ERP en Argentina y los tupamaros en Uruguay.
Cuando se expuso el proyecto alguien preguntó que a quién se le dedicaba el libro. No hay duda: a Alexander Solzhenitzyn. El señaló el camino.
El olvidado de Beijing 2008
Por Manuel Malaver
Analítica
Anótenlo: Chávez no fue a la inauguración de los “Juegos Olímpicos de Beijing 2008” porque no lo invitaron y no lo invitaron porque los líderes chinos están hartos de este revolucionario sesentoso que cada vez que se da una vuelta por la Gran Muralla se deshace en elogios a Mao Tse Tung y a la revolución socialista que durante casi tres décadas convirtió a China en uno de los países con mayores índices de pobreza, desigualdad e injusticias sociales del mundo.
Cháchara que está bien se pasara por alto cuando Chávez aparecía en Beijing prometiendo el oro y el moro, diciendo mentiras como aquella de que tenía la clave para solucionar los problemas energéticos de Asia y el globo y no ahora que ya se sabe que Venezuela dispone de reservas de crudo mayormente pesadas y que solo con enormes inversiones podrían ser rentables para cualquier país que no sea Estados Unidos, que ya las hizo.
La otra cuestión es que invitados por Chávez a invertir en gas, petróleo, minas y obras de infraestructura, los chinos se han tropezado con la gigantesca corrupción, la ausencia de reglas de juego y el burocratismo elefantiásico que campean en la revolución bolivariana, y que volatizan y transforman en activos de la boliburguesía chavista toda inversión que se proponga ayudar al pueblo venezolano, mientras mejoran las cuentas internacionales de China.
Porque algo que se niega aceptar el anacrónico y nostalgioso comandante-presidente de Venezuela, es que en el país de Deng Tsiao Ping prospera un agresivo, frenético y salvaje capitalismo que es el responsable de que China crezca a tasas sostenidas de más de 10 por ciento desde hace 20 años, que se haya convertido en la segunda economía del mundo, amenace con desplazar a Japón como la referencia cultural y de desarrollo humano de Asia y reduzca a ritmo acelerado los pavorosos índices de pobreza y desigualdad que le dejó el socialismo.
Para demostrarlo la magnífica inauguración de los “Juegos Olímpicos Beijing 2008” con la exhibición de la revolución urbana más audaz y vanguardista que haya experimentado cualquiera de las capitales del mundo en los últimos 50 años, el liderazgo en las tecnologías de punta que hasta hace muy poco parecían ser monopolio exclusivo de Estados Unidos y un puñado de países de Asia Oriental y la revelación del pueblo chino como uno de los que más avanza en su empeño de probar que las leyes del mercado no son incompatibles con una reducción dramática de las injusticias, la pobreza y la desigualdad.
Y con poca o ninguna identidad con los profetas que andan por el mundo reivindicando, aconsejando y financiando recetas como las que promovió Mao Tse Tung, con el resultado de que uno de los pueblos mejor dotados de Asia y el mundo tuvo que empezar de cero, echar a la basura una utopía tan inviable como inútil y aprender de países como los que hoy son sus principales aliados, Estados Unidos y Japón, para tratar de recuperar el tiempo perdido.
También fue la causa de hambrunas, como aquella que a comienzos de los 60 desencadenó el llamado “ Gran Salto Adelante” y de las masivas violaciones de los derechos humanos que siguieron a la “Gran Revolución Cultural Proletaria”.
Y de las cuales no se salvaron los actuales líderes de China, o sus parientes más cercanos, pues no había forma de protegerse de un mesianismo totalitario que llevó a extremos su empeño en demostrar que los dogmas de la utopía marxista son viables.
De modo que, olvido total para el pichón de dictador venezolano y rechazo para una estafa ideológica que ya el pueblo chino y sus líderes saben muy bien que lo único que deja son secuelas de sufrimiento, hambrunas, desigualdad y atropellos sin fin para quienes en defensa de su dignidad se niegan a aceptar que el bienestar sea incompatible con la libertad, la democracia y el estado de derecho.
En la disputa por la Casa Blanca, los empresarios son clave
Por Monica Langley
The Wall Street Journal
Jason Furman, director de política económica de Barack Obama, pasará el fin de semana en la exclusiva comunidad costera de los Hamptons, en las afueras de Nueva York, como lo hacen muchos ejecutivos de Wall Street. Pero no estará en un viaje de descanso, sino que en una misión. Él participará de pequeñas reuniones con empresarios para explicar las políticas fiscales demócratas y los eventos de recaudación de fondos con famosos.
En la campaña presidencial de Estados Unidos, la carrera para seducir a los líderes empresariales se está calentando. Con creciente atención en la economía, los dos candidatos tratan de conseguir el respaldo empresarial, cortejando a los presidentes
ejecutivos más conocidos.
El último esfuerzo de la campaña de Obama por calmar los temores de los empresarios consiste en presentar en detalle sus propuestas para aumentar los impuestos sobre la renta y las ganancias de la inversiones, básicamente para aclarar que estos serán más pequeños de lo que la retórica de campaña podría dar a entender.
El sector empresarial ha argumentado que un gran aumento de impuestos desalentaría las inversiones e aumentaría los costos, y los republicanos ¿incluyendo el senador John McCain ¿ han criticado el plan fiscal de Obama, diciendo que perjudicaría a la economía.
Muchos opinan que los dos candidatos tienen puntos flacos en el manejo de la economía.
McCain, un héroe de la guerra de Vietnam, tiene credibilidad en lo que se refiere a las relaciones internacionales y la seguridad nacional, pero no tanto en sus políticas domésticas y económicas.
Obama, que está en su primer ciclo en el Senado, carece de un largo historial en escenario político y preocupa a algunos ejecutivos debido a declaraciones percibidas como anti corporativas durante la primera fase de la campaña. Ambos candidatos creen que recabar el apoyo de líderes empresariales les ayudará
a mejorar sus credenciales económicas.
Las dos campañas pelean por los presidentes ejecutivos más destacados.
McCain ya cuenta con el apoyo de Fred Smith, de FedEx Corp., John Thain de Merrill Lynch, y Henry Kravis, gurú de los fondos de inversiones.
En el campo de Obama está el inversionista Warren Buffet, el ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker y Robert Wolf, presidente de UBS Investment Bank.
Los candidatos están "eligiendo grandes marcas empresariales respetadas por el público" con la esperanza de que los votantes las conectarán con "soluciones para la economía y más empleo", dice Judith Samuelson, directora ejecutiva del programa de Empresas y Sociedad del Aspen Institute. Pero ambas campañas tratan de mantener el equilibrio para no parecer demasiado a favor de las grandes empresas. McCain dice públicamente que apoya los incentivos para pequeñas empresas y Obama promete que eliminará los impuestos sobre ganancias de capital para pequeñas empresas.
McCain presentará esta semana una lista "Tech 100" de los ejecutivos de alta tecnología que apoyan su plan económico, que incluiría a John Chambers de Cisco Systems Inc. y Scott McNealy de Sun Microsystems Inc. En la campaña, McCain se ha visto acompañado del economista de la Universidad de Stanford John Taylor, que lo asesora sobre el precio del crudo y los mercados de futuros, ya que el candidato ha sugerido más explotación en alta mar. En otros momentos, Carly Fiorina, la ex presidenta ejecutiva de Hewlett-Packard Co. o Meg Whitman de eBay Inc. lo han acompañado en la campaña.
"Con la economía...a las puertas de una recesión, John mantendrá los impuestos bajos, creará incentivos para el empleo y ayudará a las pequeñas empresas", dijo Whitman.
La campaña de Obama responde que el plan fiscal de McCain "es más de las mismas políticas fallidas de Bush consistentes en bajar impuestos a ricos y grandes corporaciones", dice Austan Goolsbee, profesor de la Universidad de Chicago. "El plan económico de Obama está centrado en relanzar la economía y aliviar las dificultades de los estadounidenses comunes".
Con dos propuestas tan distintas, algunas compañías han respondido con ejecutivos que apoyan a ambas partes. En Merrill Lynch, Than apoya McCain, mientras que el presidente, Gregory Flemings, apoya a Obama. Otros, como Rick Wagoner, presidente ejecutivo de General Motors Corp. , buscan sacar ventajas del interés de las campañas en los empresarios, presionando a ambos candidatos a adoptar políticas que ayuden a las automotrices nacionales.
Entre los líderes empresariales indecisos, uno de los grandes "premios" sería el presidente ejecutivo de Google Inc., Eric Schmidt. Furman, asesor de Obama, se comunica con frecuencia con Schmidt por email. Al menos en lo que se refiere a Google, parece que Obama tiene ventaja.
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