"Hoy les digo a ustedes que los desafíos que enfrentamos son reales, son serios y son muchos", dijo Obama en su discurso tras jurar como 44to presidente de Estados Unidos.
En lo que constituye uno de los hechos históricos de la democracia estadounidense, Barack Obama juró como el primer presidente negro en las escalinatas del Capitolio. El juramento lo hizo apoyando su mano derecha sobre la misma Biblia sobre la que también jurara Abraham Lincoln en 1861 y que no había sido utilizada para este tipo de ceremonias desde entonces.
Obama, el presidente número 44 de la larga historia democrática de los Estados Unidos, se comprometió ante los símbolos republicanos y federales por excelencia de esta nación: ante el Capitolio y frente al titular de la Suprema Corte norteamericana.
Con la presencia de más de dos millones de personas en el tradicional Mall que une el Monumento a Washington con el Parlamento de los EEUU, Obama pronunció la fórmula que quedará en la historia: "Juro solemnemente que ejecutaré fielmente el cargo de Presidente de los Estados Unidos".
Junto a Obama se encontraba en todo momento a su esposa Michelle, uno de los pilares fundamentales en su carrera hacia la Casa Blanca. George W. y Laura Bush también formaron parte de la ceremonia que elevó al ex senador de Illinois a la máxima magistratura norteamericana.
Los tramos sobresalientes del discurso
En uno de los tramos más significativos de su discurso, el nuevo Presidente dijo que "el mundo ha cambiado y debemos cambiar con él. Por mucho que pueda hacer el Gobierno, son la fe y determinación del pueblo" las que pueden hacer realidad el cambio", afirmó.
"No vamos a pedir disculpas por nuestra forma de vida ni a titubear con nuestra defensa, y para los que quieran lograr sus objetivos induciendo al terror y asustando a inocentes, que sepan que nuestra determinación es más fuerte. No podréis vencernos, nosotros os derrotaremos", ha advertido.
Por otra parte, hizo un llamamiento a los musulmanes a iniciar un "nuevo camino" juntos en el que predomine el "respeto mutuo". "A aquellos líderes en todo el planeta que buscan sembrar conflicto, o responsabilizar de los males de su sociedad a Occidente (les digo): sabed que vuestro pueblo os juzgará por lo que podéis construir, no por lo que destruis", añadió.
"Queda trabajo por hacer", añadió, con especial atención a la crisis económica. Se dirigió a quienes dudaron de su proyecto, de la posibilidad de desarrollar grandes ideas y ponerlas en marcha. "La cuestión no es si el Gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si realmente funciona o no ".
Una nueva era
Según los analistas internacionales, con la asunción de Obama, también se abre una nueva era en la economía y en la política mundial: los frentes en Afganistán y en Irak serán los máximos desafíos que afrontará junto a su designada secretaria de Estado, Hillary Clinton, ex rival suya en las primeras demócratas.
La crisis financiera internacional, que explotó a partir de los créditos subprime otorgados por entidades de poca solidez económica, será también el punto crucial y más urgente que el mundo le reclamará a Obama a partir de esta misma tarde, cuando comience a mudar sus valijas y documentos a la Casa Blanca y dé inicio a una extensa ronda de reuniones con los protagonistas de la economía.
Tim Geithner -actual presidente de la Fed- será secretario del Tesoro y Larry Summers, el jefe del Consejo Económico Nacional. Christina Romer será directora del Consejo de Asesores Económicos y a Melody Barnes, al frente del Consejo de Política Nacional. En tanto que el ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker se encargará de dirigir un nuevo consejo asesor en materia económica. Esos serán quienes deberán concretar las ideas y las medidas económicas de Obama.
El poder y el delirio
El poder y el delirio
Enrique Krauze
Año y medio después de salir a la luz la versión original, en francés, recibimos la versión española del trabajo más pulido y completo del periodista, editor, traductor y comentarista político Marc Saint-Upéry sobre los cambios más recientes y los nuevos retos de Suramérica. El sueño de Bolívar es, sobre todo, como se explica en el subtítulo, un estudio comparativo de “los desafíos de las izquierdas suramericanas”. Producto de diez años de residencia en Suramérica y de cuatro años de viajes, reportajes, conversaciones y lecturas por el hemisferio occidental, el autor, antiguo editor de la prestigiosa casa francesa La Découverte, maneja como pocos los hilos que permiten presentar de forma interesante, apasionante a veces, un asunto tan complejo y heterogéneo como el rompecabezas suramericano.
En un viaje a Caracas poco después del referéndum venezolano de diciembre del año pasado, el historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze, discípulo y amigo de Octavio Paz, habló con docenas de empresarios, académicos, periodistas, políticos, clérigos, ex militares, escritores y artistas sobre la llamada “revolución bolivariana”. En julio de 2008, volvió por segunda vez para atar los cabos sueltos. El poder y el delirio, resultado de esos viajes, pretende ser, en palabras del autor, “una historia del presente en el que confluyen enfoques tan diversos como el histórico, el reportaje, la biografía, la entrevista, la crónica, el análisis ideológico y el ensayo” (p. 18)
De Bolívar, a Saint-Upéry le interesa, sobre todo, el sueño imposible de la unidad y todas las contradicciones y paradojas que ese sueño encierra, con infinitos reflejos y similitudes en la realidad actual. Krauze, en cambio, desde una mirada mucho más próxima y profunda a Bolívar y a Venezuela, está convencido de que, al salir de la cárcel en 1994, Hugo Chávez, “con la certeza íntima de convertirse en presidente, se propuso lo que muchos gobernantes y caudillos: usar la figura del héroe (Bolívar) para sus propios fines políticos”. (p. 174) “Chávez es un venerador de héroes y un venerador de sí mismo”, escribe Krauze. “Su hechizo popular es tan aterrador como su tendencia a ver el mundo como una prolongación, agradecida o perversa, de su propia persona”. (p.20)
Tras una reflexión introductoria sobre las izquierdas suramericanas, el autor francés desmenuza el calvario y la resurrección de Lula da Silva (cap. 1), los excesos, dilemas, sombras y luces del brujo Chávez (cap. 2), el doble juego de los señores Kirchner (cap. 3), las verdades y falsedades sobre el resurgimiento indígena (cap. 4) y el distanciamiento acelerado del imperio del norte (cap. 5). “No estoy en la agenda secreta de los grandes príncipes de la política o del poder económico, ni frecuento asiduamente los pasillos de los ministerios, aun cuando el azar de las trayectorias militantes ha llevado a algunos de mis amigos o compañeros a ocupar cargos de responsabilidad importantes, especialmente en Brasil, en Bolivia y en Ecuador”, reconoce el autor al principio de su vuelta al continente.
El resultado es mucho más y mucho mejor que una simple recopilación de reportajes. Hay mucha investigación de campo, numerosas entrevistas destiladas y un empeño evidente -vicio periodístico siempre perdonable- de demostrar que estuvo allí, que no habla de oídas o de leídas. Pero, a diferencia de tanto periodismo por impregnación, el autor, que no oculta su militancia de izquierdas, se distancia lo suficiente para ofrecer una perspectiva iluminadora, ni romántica ni radical ciega, increíblemente esclarecedora.
A la pregunta que se vienen haciendo todos los especialistas desde hace años, si hay un giro a la izquierda o “una oleada de izquierda”, su respuesta es obvia, pero inteligente: sí, por supuesto, pero “no creo que ese giro […] sea totalmente unívoco ni que se inscriba en un relato teleológico de la marcha triunfal de la historia continental hacia el progreso, la justicia social y la paz”. (p. 336).
Haciendo suyo el análisis del ex presidente boliviano Jorque Quiroga, Krauze es más pesimista: “Algunos países del Caribe y Centroamérica han sido ‘petrocomprados’ (Honduras y quizá pronto Salvador); otros están ‘petrohipotecados’ (Argentina), ‘petrointimidados’ (Costa Rica) o, en el caso más benigno, ‘petroconscientes’; Chávez no ha vacilado en apoyar a Humala en Perú o acosar a Chile, Brasil y México apoyando de diversas formas sus movimientos disidentes. El caso colombiano ha sido el más alarmanete: el apoyo a las FARC (probado en las computadores de Raúl Reyes)”. (p. 354-355)
¿Es Lula de izquierdas? “Soy un mecánico tornero, he llegado a la presidencia gracias a una infinita paciencia y no necesito ser de izquierdas para luchar por la igualdad, pero si la gran definición de la izquierda es luchar por la igualdad, no hay nadie más a la izquierda que yo”, contesta él mismo en la obra de Saint-Upéry. (p. 89) ¿Ha logrado Chávez imponer ya una dictadura? “Está lejos de ser unívoca o irresistible”, contesta el periodista. “Por un lado, se trata de una especie de autoritarismo anárquico y desorganizado cuyo resultado es más una desinstitucionalización rampante que la supresión violenta de las libertades democráticas. Por otro, tiene su contrapeso en un impulso participativo de las ‘masas’ y en unos sólidos reflejos democráticos de la sociedad, chavistas incluídos”. (p. 111).
Krauze es mucho menos optimista y generoso con el nuevo caudillo venezolano. Tras un breve recorrido por la historia de Venezuela, defiende a Rómulo Betancourt, que presidió el país entre 1959 y 1963, como “la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina” y explica cómo sus sucesores, cada vez peores, cada vez más corruptos, destruyeron su obra y acabaron abriendo las puertas, tras coquetear con la posibilidad de elegir presidenta a una ex Miss Universo, de par en par a la revolución chavista. “Chávez no es un bufón como aseguran sus críticos superficiales”, añade. “Es el continuador del proyecto de Fidel Castro para Venezuela y América Latina. Nada menos”. (p 70).
Los chavistas lo consideran vigente; los críticos, absurdo, anacrónico. Krauze, como sus mentores venezolanos (Pérez Marcano, Teodoro Petkoff, Pino Iturrieta…), una amenaza real. Entre los críticos a los que Krauze tilda de superficiales tendríamos que incluir a Saint-Upéry, aunque a Krauze no le habría venido mal tener en cuenta el texto del francés, en las librerías dos años antes que el suyo. De hecho, ni lo cita. Nada dogmático, el autor francés refuerza cada opinión con ejemplos vividos, testimonios de autores de prestigio y los antecedentes imprescindibles para comprender el presente. Es una pena que, para hacer el texto más digerible, las citas no sean académicas, pero la bibliografía final es de consulta obligada para quien desee profundizar hoy en el estudio de Suramérica.
Upéry explica cómo, tras unos comienzos valientes -decapitación de la jerarquía militar, purga drástica de la corrupta policía federal, limpieza de los podridos tribunales y sindicatos peronistas, conversión de la maldita ESMA (Escuela Superior de Mecánica de la Armada) en Museo de la Memoria, anulación de las leyes de obediencia debida y punto final…-, en la Argentina de los Kirchner, cada día más cuestionados y debilitados, podría consolidarse a medio plazo otra versión más del ‘peronismo infinito’ mencionado por Maristella Svampa en el capítulo 3, con lo que el siempre discutible izquierdismo de los señores K. se desdibujaría aún más. Aunque no son el objeto principal del libro, Ecuador y Bolivia reciben atención suficiente para entender la travesía iniciada, respectivamente, por Correa y Evo Morales. En cuanto a las grandes ausencias -Chile, Uruguay, Perú y Colombia -, Saint-Upéry confiesa que “abarcar la totalidad del mundo iberoamericano estaba fuera de mis capacidades intelectuales, físicas y, sobre todo, financieras. Habría supuesto al menos dos años más de investigación, lecturas y viajes, con todas las consecuencias previsibles, incluida tal vez una rebelión doméstica en mi hogar”.
El principio del fin de Chávez
El principio del fin de Chávez
por Carlos Ball
Carlos Ball es Periodista venezolano, director de la agencia de prensa AIPE (www.aipenet.com) y académico asociado del Cato Institute.
En el recién publicado Índice de Libertad Económica 2009, Venezuela es el segundo país que más cayó (después de Zimbabue), por corrupción, expropiaciones y devaluaciones, y ocupa ahora el puesto 174 entre 179 naciones.
Así como precios récord del petróleo han financiado los fraudes y aberraciones de Hugo Chávez, la fuerte caída del ingreso petrolero en el 2009 le dificultarán instrumentar las trampas y compras de conciencias que requiere su proyecto de eternizarse en el poder. El precio de exportación del barril petrolero venezolano aumentó de 22 dólares en el 2002 a 126,50 dólares en julio del 2008. El año pasado, el gobierno venezolano obtuvo ingresos por exportaciones petroleras de más de una cuarta parte del total de todos los ingresos petroleros recibidos desde 1999.
Pero en el 2009, la situación será radicalmente diferente. Los 93.000 millones de dólares en exportaciones petroleras del 2008 caerán alrededor de 66 por ciento, a unos 32.000 millones de dólares. Parte del hueco lo tratará de cubrir Chávez con inflación, pero el cambio será demasiado brusco y sucede cuando menos le conviene. Todas las demás exportaciones venezolanas alcanzaron en 2008 apenas 6.900 millones de dólares y se estima que caerán por debajo de los 6 mil millones este año. Por la caída del poder adquisitivo del dólar, la realidad es que las exportaciones no petroleras de Venezuela se han reducido considerablemente, en términos reales, durante el gobierno de Chávez, y las exportaciones del sector privado venezolano crecen menos que la población porque solamente a los amigos del gobierno no los regulan, no los amenazan, no los atacan, no los expropian, no los multan ni los roban.
El considerable aumento del valor de las exportaciones petroleras venezolanas en el 2008 se debió exclusivamente a muy altos precios en los primeros ocho meses, ya que en Venezuela la producción petrolera está en franca decadencia desde que Chávez despidió a 20.000 técnicos y profesionales que trabajaban en PDVSA, tras la huelga iniciada en diciembre del 2002. La mayoría fue reemplazada por cortesanos de Chávez, sin conocimientos ni experiencia petrolera. La incapacidad de los funcionarios de PDVSA y la falta de nuevas inversiones —debido a que Chávez no toma en cuenta los intereses de largo plazo del país— lograron reducir la producción petrolera a casi la mitad del tope alcanzado hace 10 años.
Los chavistas hablan a menudo de expansión económica, pero mientras la demanda interna ha crecido 104 por ciento en los últimos cinco años, ese crecimiento ha sido cubierto con importaciones, las cuales aumentaron 370 por ciento.
El inmenso problema que Chávez confronta es que los gastos de su gobierno requieren un precio petrolero por encima de los 95 dólares, pero se estima que este año apenas alcanzará 50 dólares, lo cual obligará a una drástica reducción y les cerrará todo acceso a fuentes de crédito del exterior, mientras Venezuela encara una grave recesión y una inflación del 50 por ciento.
Previendo el desastre, Chávez ha invitado a empresas extranjeras a participar en la extracción de petróleo pesado en la Faja del Orinoco, pero más de la mitad ya le han dicho: "No, gracias". Quizás Chávez ya se está arrepintiendo de haber regalado 53.000 millones de dólares a 33 países, según estimaciones de Julio Borges, coordinador nacional del partido Primero Justicia.
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