REFLEXIONES LIBERTARIAS
CONVERSACIONES CON EL TIO GILBERTO III
Ricardo Valenzuela
Pasó la primera semana después de mi reunión con el tío Gilberto, y se me hacia eterna para que, transcurriendo los días, llegara la fecha de la siguiente puesto que se había iniciado mi fascinación con ese hombre que se develaba ante mí. Así me presento a la siguiente y luego que la tía Sofía nos acomodara en su salita preferida, nos surtiera de café y galletas, inicia Don Gilberto:
En 1908, me encontraba ya en Guadalajara cursando la preparatoria que en esos años constaba de cinco. Para 1911, iniciaba ya la carrera de leyes cuando Madero tomaba posesión de la presidencia, después de la renuncia de Porfirio Diaz expresando no querer derramar la sangre de los mexicanos. Pero don Porfirio nunca imaginó el baño que esperaba al país. En un viaje que hice a la capital del país, me movió a inscribirme en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y así continuar allá mi carrera. Tuve la fortuna de ser alumno de Antonio Caso, a quien le debo en gran parte mi amor por el estado de derecho.
Sin embargo, aun después de la toma de posesión de Madero como Presidente, la efervescencia política del país continuaba y los estudiantes tomábamos parte, lo cual desembocó en una huelga que preparamos en la facultad. El Director de la escuela de Jurisprudencia era don Luis Cabrera, quien luego jugara importante papel al estructurar la nueva Constitución de 1917. El haber participado en la huelga, me valió la expulsión de parte de Cabrera por lo que tuve que regresar a Guadalajara en 1912 y poder así continuar mis estudios.
Se iniciaba la sangrienta lucha que Porfirio Diaz había tratado de evitar cuando el traidor, Victoriano Huerta, asesinara al presidente Madero usurpando la presidencia. En ese momento lo interrumpo. Entonces tío; ¿Qué fue realmente la revolución Mexicana? Buena pregunta me revira. Fue un movimiento con un sólo propósito claro; sacar a Porfirio Diaz de la presidencia. Ahora, Madero era liberal y estaba de acuerdo con muchas de las acciones y postulados de Don Porfirio, pero el mundo en esos momentos sufría una congestión ideológica que convirtió al movimiento en un ente sin pies ni cabeza.
Madero ya en la presidencia, con su sueño de llevar todo por los causes legales pero, sobre todo, porque no había material, era incapaz de dar soluciones a los problemas que gente impaciente exigía. México, al no participar en la revolución industrial, era un país todavía en la etapa de la agricultura y por ello, la tierra era la gran demanda de la población. Los grandes latifundios que existían, como el de las 2,000,000 de hectáreas de Luis Terrazas en Chihuahua, no se habían formado precisamente bajo los dictados del mercado. Era todavía rasgos de la economía feudal herencia de la colonia. Pero tampoco existía un marco legal, instituciones, mercados, talento empresarial, infraestructura para llevar a cabo una verdadera reforma agraria de forma veloz.
Cuando el país se le empieza a desmoronar a Madero, llegó el momento que mucha gente, y te confieso que yo entre ellos, pensamos que en algo Díaz tenía razón. El liberalismo tiene dos ángulos fundamentales que son; los mercados y la democracia republicana. Pero para que la democracia pueda operar con eficiencia, los mercados lo deben de estar haciendo ya con todo lo que los debe respaldar: estado de derecho, prensa libre, libertad de expresión, de credo, respeto a los derechos de propiedad, balance de poderes, partidos políticos que provoquen competencia en ese campo. Nada de eso teníamos en México cuando quisimos que la democracia hiciera el milagro.
Cuando el cuartelazo de Huerta, el gobernador de Sonora, Maytorena, tuvo sus dudas de hacia dónde apuntar, y fue cuando la figura de Obregón, quien entonces era Coronel, arremetió contra los huertistas en el estado y empezó a brillar su estrella que no se apagaría hasta su muerte.
Cuando el General Obregón llegaba a Guadalajara en 1914, yo presentaba los exámenes correspondientes a las materias del quinto año. Fue ahí cuando tuve la oportunidad de conocer a ese extraordinario paisano y conversar con él. Después de la primera reunión, el General me invitó a incorporarme a su Estado Mayor. Con gran pena tuve que declinar la invitación, pues debía presentar mi examen profesional, previas prácticas profesionales durante seis meses. El General lo entendió y siempre voy a recordar sus palabras: “Entiendo su sentido de responsabilidad joven Valenzuela, pero le aseguro que nuestras vidas se volverán a cruzar.”
¿Cómo era Obregón? Le pregunto ahora. Se le llena la cara de júbilo y luego de un silencio de segundos responde: era un hombre impresionante. Extremadamente inteligente y exitoso en todo lo que había emprendido. Era de familias acomodadas del estado e inclusive, inventor de algunos implementos agrícolas. Era un hombre visionario y de un valor indomable. Es uno de los muy pocos hombres que yo conocí en esa difícil época, que tenía una visión muy clara de hacia donde debería dirigirse el país. Las ideas que estaban moldeando el mundo occidental, realmente eran nuevas y el laboratorio más visible era los EU y, con ellas, ya se habían convertido en el país más rico y poderoso del mundo en menos de cien años. Él lo entendía pues más que revolucionario o político…era un estadista.
Continúa: Luego de cumplir con todos los trámites, se fijó fecha para mi examen profesional Diciembre de 1914; pero días antes las tropas de Villa tomaban la ciudad de Guadalajara. Hay que recordar que, en su momento Villa y Zapata se rebelaron contra Carranza y, en un acto de locura, en su convención de Aguas Calientes lo desconocían y nombraban su propio presidente en la figura de Eulalio González. Es decir, en ese momento, México supuestamente tenía dos presidentes. Fue cuando se iniciara la etapa más sangrienta del llamado movimiento revolucionario.
Ante el ataque de Villa, tanto el gobernador como el jefe militar de la plaza, tuvieron que evacuarla. Yo había establecido buena amistad con el gobernador, Aguirre Berlanga, quien había sido mi Profesor en la clase de derecho Constitucional, por lo que tuve que esconderme mientras Villa permanecía en la ciudad. Finalmente la abandonaba con rumbo a Celaya y se me fijaba nueva fecha para mi examen para Enero de 1915. Pero para mi sorpresa, Villa regresaba a Guadalajara por lo cual, el propio gobernador me propuso presentar mi examen en ciudad Guzmán, que, ante ese caos, había sido declarada capital provisional.
Pero Villa nos seguía en la retirada hacia ciudad Guzmán, por lo que el Gral. Diéguez tuvo que organizar la defensa fortificándose en la Cuesta de Sayula. Finalmente, el 17 de Febrero, en el Palacio Municipal de ciudad Guzmán, presentaba mi examen profesional ante diez sinodales, quienes eran presididos por el propio gobernador figurando entre ellos el Procurador del Estado, el Secretario de Gobierno, los magistrados del supremo tribunal de justicia. El examen duraría casi tres horas, mientras se escuchaban las detonaciones de los cañones de la batalla entre Diéguez y Villa. “Yo si recibí mi título profesional al sonoro rugir del cañón.”
El sistema judicial, como todo el país, era un edificio en ruinas y el presidente Carranza iniciaba un plan de rehabilitación general del mismo. Luego de ocupar algunos puestos en el nuevo sistema, estando en Tampico como organizador los tribunales militares, recibí la invitación de parte del Procurador General de Justicia de la Nación, el Lic. Ignacio Noris, para ocupar una Subprocuraduría. Pero solo unos meses después, el presidente activaba un plan para reorganizar los tribunales superiores de los estados. Entonces se me comisionó para tal labor en mi estado de Sonora, a donde me trasladé acompañado de Emilio Portes Gil, quien luego sería presidente.
El presidente Carranza, haciendo un gran esfuerzo para establecer orden en ese caos post revolucionario, nombraba Gobernador interino a don Adolfo de la Huerta para que luego convocara a elecciones. Pero con un poder concentrado durante tantos años en la figura de don Porfirio, y al tomar Madero la presidencia sin recogerlo en su totalidad, surgían los caciques estatales que lo arrebataban. En esos momentos, en Sonora, ya Plutarco Elías Calles era el hombre fuerte del estado, y lanza su candidatura a la gubernatura y como contrincante tendría a José Obregón, hermano del General.
El presidente Carranza, invita entonces a don Adolfo de la Huerta a su gabinete y, levantando gran polvareda, me nombra a mi gobernador interino cuando apenas contaba con 25 años de edad.
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