La OTAN tomará finalmente el mando de la operación militar sobre Libia
Un rebelde libio, en las afueras de Ajdabiya. | AFP
- Los países de la alianza llegan a un principio de acuerdo tras salvar las reticencias turcas
- Los detalles del acuerdo aún no están claros. Los 28 países miembros seguían negociando esta noche
- Según una fuente diplomática, la OTAN asumirá el mando el 'lunes o el martes'
- París precisa que la OTAN tomará el mando militar. El liderazgo político recaerá en un 'grupo de contacto'
Agencias | Ankara | Bruselas
Seis días después del inicio de la operación internacional sobre Libia, los países miembros de la OTAN han llegado a un principio de acuerdo este jueves para tomar el mando de la intervención militar contra las fuerzas de Gadafi, que hasta ahora dirigen EEUU, Francia y el Reino Unido.
Así lo anunció el ministro de Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, el país de la alianza más reticente a que asumiese el mando. "La coalición constituida tras la reunión de París va a abandonar su misión lo más rápido posible y confiar la operación en su conjunto a la OTAN con un sistema de mando único", declaró el jefe de la diplomacia turca, citado por la agencia de prensa Anatolie, en respuesta a las preguntas de los periodistas en Ankara.
El ministro explicó que este "principio de acuerdo" había sido confirmado durante una teleconferencia son sus homólogos Hillary Clinton (EEUU), Alain Juppé (Francia) y William Hague (Reino Unido).
"Los países de la OTAN están de acuerdo para lanzar [el proceso] que va a permitirles tomar el relevo de la coalición el lunes o el martes", precisó una fuente diplomática de la Alianza Atlántica en Bruselas, citada por AFP.
Fuentes estadounidenses citadas por el New York Times han expresado su confianza en que Washington pueda pasar el mando militar de la misión en días. El acuerdo contempla, según estas fuentes, separar el liderazgo político y militar de la operación.
Mando militar y político separados
Según París -otro de los más reticentes a ceder el mando al organismo-, el compromiso prevé que la alianza tenga el control de la parte estrictamente militar. "La estructura de mando de la OTAN se utilizará para llevar a cabo las operaciones previstas por la resolución de Naciones Unidas", ha precisado el Elíseo en un comunicado.
"Francia ha conseguido la creación de un comité de liderazgo político", señalaba el comunicado de la presidencia gala. Se tratará de un "grupo de contacto" que "reunirá a los Estados que participan" en la operación militar sobre Libia, aclaró una fuente diplomática. El grupo incluirá además a los países árabes, la Liga Árabe y la Unión Africana. Su primera reunión está prevista este martes en Londres.
Sin embargo, los detalles finales del compromiso de la OTAN todavía no estaban claros esta noche. Los embajadores de los 28 países miembros de la alianza proseguían a las 21 horas sus negociaciones en la capital belga.
Por ahora, Turquía -que no fue invitada a la reunión de París- sigue descontenta con las reglas de funcionamiento previstas para la zona de exclusión aérea sobre el cielo libio, insistiendo en que se eviten los bombardeos contra blancos terrestres, según un alto diplomático.
Según una fuente diplomática, el compromiso se arreglaría de modo que "los países que deseen llevar a cabo ataques sobre Libia lo hagan y aquellos opuestos, no". Los primeros se encargarían de una zona de exclusión aérea amplia, donde se autorizarían los bombardeos sobre blancos terrestres (bases, tanques y artillería de Gadafi...), denominada "No fly zone plus". Los segundos serían responsables únicamente de la vigilancia aérea y de las baterías de defensa antiaérea.
Siete días de reuniones
Los representantes de los estados miembros de la OTAN negocian en Bruselas desde hace siete días para intentar ponerse de acuerdo sobre el papel exacto del organismo. Hasta ahora, sólo habían logrado un acuerdo para vigilar las costas libias contra el tráfico de armas y mercenarios.
Numerosos países insistían en que la alianza tomase totalmente la dirección de las operaciones. Sin embargo, Francia -temerosa de enfadar a los países árabes- era reticente. El martes, Washington (deseoso de ceder el mando de la intervención) dijo que su presidente, Barack Obama, había hablado con su homólogo galo, Nicolas Sarkozy, y habían acordado que la OTAN tendría un "papel clave".
Sin embargo, el miércoles la reunión de los países miembros no llegó a ningún acuerdo, fundamentalmente por las reticencias de Turquía, que había sido muy crítica con los ataques que la coalición. "Las demandas e inquietudes de Turquía han sido escuchadas", ha dicho este jueves el ministro Davutoglu.
Sus declaraciones se han producido, precisamente después de que el parlamento turco diese luz verde a la participación de Turquía en las operaciones en Libia, consistente en cuatro fragatas, un buque de apoyo y un submarino bajo mando de la OTAN para asegurar que se respeta el embargo de armas impuesto a Libia.
La crisis Libia
La crisis Libia
La intervención militar en Libia, avalada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, plantea serios interrogantes tanto desde el punto de vista político como militar.
Si el objetivo de la misión es humanitario -parar la violencia contra los civiles-, la pregunta es por qué no se interviene también en otros países donde el atropello a los derechos humanos es tan flagrante o más que el perpetrado contra ellos por el régimen libio. Si la meta es derribar al Gobierno de Gadafi y sustituirlo por un sistema democrático, eso obligaría al uso de fuerzas terrestres para ocupar el país y embarcarse en un proyecto de construcción del Estado durante un largo espacio temporal.
Si se obvia esta opción, la alternativa es armar a los rebeldes y, en consecuencia, alimentar una guerra civil. Cualquiera de esas opciones plantea un escenario inquietante y muestra la ausencia de una estrategia clara para abordar el problema. No hay, o no se conoce, un plan concreto con una perceptible combinación de medios y fines.
Por último, los ataques aéreos, desde la guerra de los Balcanes a la de Irak, en los años anteriores a la invasión aliada, no han servido nunca para hacer caer un régimen. Pero el escepticismo ante la intervención de los aliados en Libia se ve abonado por otras consideraciones.
Para empezar, se corre el riesgo de generar un efecto boomerang en las masas del mundo árabe ante una acción perpetrada por el imperialismo norteamericano y el neocolonialismo europeo. Aunque la Liga Árabe haya endosado las incursiones aéreas y navales contra las fuerzas de Gadafi para proteger a la población civil, la calle en los estados de la región considera marionetas de Washington a la mayoría de los regímenes representados en ella.
En este contexto, la hostilidad contra Occidente tiene serias posibilidades de incrementarse de manera brutal en la zona, alimentar el islamismo radical en Oriente Medio y acentuar, en lugar de paliar, la inestabilidad. Si esto sucede, el apoyo de los Estados moderados a la causa aliada tenderá a debilitarse de manera proporcional al nivel de la intervención y al grado de protesta de las turbas.
Por otra parte, existe un desconocimiento real y general sobre las verdaderas motivaciones de los rebeldes. Quizá sean unos paladines de la democracia alzados contra un brutal tirano, pero nadie lo sabe? Tal vez su móvil tenga otra relación de causalidad. Libia es un Estado artificial creado por los poderes coloniales.
Italia aglutinó en una sola entidad territorial tres provincias radicalmente diferentes: Cirenaica, en el este, con Bengasi y Tobruk como las dos grandes ciudades; Tripolitania, en el oeste, cuyo principal enclave urbano es Trípoli y la menos populosa e importante área de Fezzan en el sudoeste. Todas esas partes del territorio libio están habitadas por tribus que no tienen nada en común y que a lo largo de la historia han tenido relaciones de una abierta rivalidad. Esa excursión histórica no es baladí. La división entre Cirenaica y Tripolitania persistió tras la independencia de Libia y se ha mantenido hasta la fecha. Todas las revueltas anteriores contra el tripolitano Gadafi, incluida la actual, han tenido su origen en el este.
La agenda de los rebeldes es incierta, pero hay dos potenciales escenarios para los aliados si la insurrección triunfa. Primero, los líderes insurgentes quieren mantener intacta Libia y, simplemente, mandar ellos en lugar de sus rivales tripolitanos; segundo, desean dividir el país y asegurar la independencia de Cirenaica. Esta última opción tiene un importante precedente.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el rey Hidris pidió a los Aliados reinar sólo en Cirenaica porque el control de la amalgama tribal-territorial de toda Libia era muy difícil y podía conducir a una inestabilidad crónica.
Ahora, la materialización de esta hipótesis, forzada por una intervención foránea, supondría apostar por una zona del país frente a otra, alimentando el resentimiento de las tribus derrotadas y un agravamiento del rencor a Occidente en el mundo musulmán. Es más, esa solución salomónica produciría una situación de equilibrio inestable y, probablemente, una guerra civil crónica. Parece evidente que esta opción no minimizaría, sino todo lo contrario, las víctimas civiles.
Si se excluye armar a los insurgentes y alimentar un conflicto civil, la única posibilidad es invadir Libia, como se hizo en los casos de Afganistán y de Irak; esto es, optar por imponer un cambio de régimen a través de una acción militar. Con independencia de los importantes efectos secundarios de esta decisión, existe un obstáculo de fondo para su éxito.
La experiencia enseña que los países occidentales no están dispuestos a mantener fuerzas de ocupación durante el tiempo necesario para hacer viable y estable el régimen que sustituya al tirano. Por añadidura, EEUU realiza ya un importante esfuerzo bélico en otros teatros de operaciones, por ejemplo en Afganistán. ¿Estaría dispuesta Europa a llevar el peso de una intervención terrestre seguida de una etapa indefinida de ocupación? ¿Lo haría sola o con los aliados la Liga Árabe? La respuesta a ambas preguntas es negativa. Por añadidura, el niet a esa alternativa se ve reforzado por la delicada posición económica, financiera y presupuestaria de los aliados. La guerra es un negocio caro.
Quien escribe estas líneas apoyó la invasión de Afganistán e Irak. En mi opinión, ambas acciones bélicas, con sus aciertos y con sus errores, tenían por meta eliminar amenazas evidentes para la seguridad global y, además, estaban orientadas a un objetivo claro. Por añadidura, el impacto estratégico de la crisis Libia es limitado, no desborda sus fronteras. Nada gustaría más a este columnista que la caída del coronel Gadafi, la desaparición de un tirano sanguinario.
Sin embargo, aquí y ahora, la intervención en Libia no reúne ninguna de las características exigibles para el éxito de una operación de esa naturaleza porque sus costes son a priori muy superiores a los beneficios que podría reportar. Eso sí, por un momento, Sarkozy puede sentirse Napoleón?
Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.
'Oui, mon général'
J. R. Pin Arboledas: 'Oui, mon général'
Curiosa sucesión de acontecimientos. Sarkozy recibe a los rebeldes libios en el Elíseo. Ellos dicen tener el apoyo de Francia. El Estado galo ni afirma ni desmiente. Pero, acto seguido, traslada su embajada de Trípoli a la capital de la revuelta: Bengasi. Otros líderes occidentales se pronuncian contra Gadafi. Entre ellos, el presidente español.
Gadafi reacciona y empieza sus ataques; sus tropas avanzan e inclinan la balanza militar a su favor. Bengasi está a punto de claudicar. La diplomacia gala se da cuenta de su error estratégico: ha abandonado a Gadafi, que parece que se consolida al frente de Libia. Francia inicia una maniobra diplomática; consigue el apoyo de Cameron en Reino Unido y el de Obama en EEUU.
Mientras tanto, el español Rodríguez Zapatero tiene que presentar un plan de austeridad, acabar la reforma laboral y la financiera. El tribunal de examen está presidido por la cancillera Merkel y el presidente Sarkozy. Parece que lo tiene difícil.
El presidente español ha marcado el 19 de marzo para que sindicatos y patronal lleguen a un pacto; pasa la fecha y no hay acuerdo. Se acerca el día 24, fecha en que se reúne el Consejo Europeo, donde hay que presentar los deberes hechos. Rodríguez Zapatero se olvida de su tradición pacifista y se decanta por la ini- ciativa bélica francesa.
La diplomacia gala neutraliza a China y Rusia y el Consejo de Seguridad de la ONU aprueba una resolución que autoriza el uso de la fuerza contra el régimen libio para "proteger la población civil".
La aviación francesa inicia los ataques contra las fuerzas de Gadafi, derriba sus aviones y carros de combate. Bengasi se salva. Estados Unidos anuncia que prefiere que sean los europeos los que lideren la acción bélica dentro de la OTAN; es decir, Francia e Inglaterra.
Rodríguez Zapatero llega hoy al Consejo Europeo. Esta vez como aliado militar de Sarkozy, aliado fiel y cumplidor. No tiene todos los deberes económicos hechos. Pero esta vez sabe como presentarse ante el francés. Basta con decir: "Oui, mon général".
"La próxima burbuja está en los campos agrícolas y las commodities"
Robert Shiller: "La próxima burbuja está en los campos agrícolas y las commodities"
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Robert Shiller, profesor de Economía de la Universidad de Yale, tiene fama de ser un caza burbujas. De hecho, ya predijo la llegada del boom de las subprime años atrás y ahora atisba una nueva tormenta en ciernes. Desde su punto de vista, en estos momentos los campos agrícolas son "el caballo ganador" entre los candidatos a protagonizar la próxima subida artificial de precios.
Shiller explicó en un artículo publicado en Project Syndicate que esta predicción no sólo se debe al reciente boom en los precios de terrenos agrícolas tanto en EEUU como en Reino Unido sino que viene a acompañado de una situación similar a la ocurrida en la década de los 70, cuando la subida de los precios de los alimentos también desató una burbuja en este sector.
"La gente considera que el mercado inmobiliario y el de los campos agrícolas caminan de la mano pero las tierras de cultivo no han experimentado una caída similar al del sector de la vivienda", dijo."Los precios de los campos agrícolas sólo han caído un 5% desde su punto álgido en 2008 comparado con la caída del 37 por ciento que ha sufrido el mercado inmobiliario desde 2006", añadió.
El co autor del índice S&P Case Shiller, que mide el precio de la vivienda en las principales ciudades del país, reconoció que los campos de cultivo son unos activos con menos potencial de especulación ya que "sólo cuentan con un valor de 1,9 billones de dólares en EEUU frente al total de los 16,6 billones de dólares que el mercado inmobiliario registró en 2010".
¿Próxima burbuja?
En este sentido, Shiller también afirmó que las condiciones meteorológicas y los cambios en la demanda podrían estar generando otra burbuja en el sector de las commodities. "La preocupación por el calentamiento global, y su efecto en el precio de los alimentos, o los crudos inviernos, y su incremento en el coste energético, son pruebas de contagio", afirmó Shiller.
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Continúan las ganancias en Wall Street: el Dow Jones avanza el 0,7%, hasta 12,170,56
La Bolsa de Nueva York ha cerrado con fuertes ganancias en todos sus índices a pesar de la crisis política de Portugal, que ayer por la noche provocó la dimisión de su primer ministro, y la inestabilidad en Oriente Medio. De este modo, el Dow Jones ha avanzado el 0,7%, hasta los 12,170,56, mientras que el selectivo S&P 500 ha subido el 0,93%. Por su parte, el tecnológico Nasdaq ha ganado el 1,41%.
Wall Street terminó el día con esos ascensos a pesar de la difícil situación que vive Portugal, cuyo primer ministro, José Sócrates, dimitió el miércoles después de que el Parlamento luso no aprobase su último plan de austeridad.
La crisis política en Portugal reavivó los temores a la crisis de deuda en Europa, que podría ralentizar la recuperación económica de la zona.
Sin embargo, ni esa crisis, ni la inestabilidad en Libia y otros países como Yemen o Siria, ni los problemas en la planta nuclear japonesa de Fukushima parecían calar hoy sobre el ánimo de los inversores, que se decantaron por las compras durante toda la sesión.
Ese tono alcista se había visto animado en el inicio de las contrataciones por el dato conocido en EEUU sobre las solicitudes de subsidio por desempleo, que bajaron la semana pasada en 5.000, con lo que el número de personas que perciben ese beneficio quedó en su nivel más bajo en casi tres años.
Los protagonistas del día
El sector tecnológico fue uno de los que más avanzó esta jornada -el 1,42% en conjunto-, y en el Nasdaq destacaron los ascensos del 8,39% de Micron Technology y el del 7,97% de Nvidia, así como los de Yahoo (4,34%), Amazon (3,5%) y Apple (1,7%), al tiempo que Oracle y Research In Motion cerraron con avances del 2,32 y el 2,61%, respectivamente, minutos antes de que difundieran sus cuentas.
El Dow Jones se cubrió de verde y entre los avances destacaron la tecnológica Hewlett-Packard (2,45%), la cadena de tiendas Home Depot (2,01%), la farmacéutica Pfizer (1,91%), la cadena minorista Walmart (1,84%), el fabricante de maquinaria pesada Caterpillar (1,51%), el grupo Walt Disney (1,47%) y la operadora de telefonía AT&T (1,42%).
Materias primas y divisas
Solo tres empresas de ese índice cerraron en números rojos, entre ellas la tecnológica Cisco y Bank of America (-1,25% en ambos casos), esta última afectada por la negativa de la Reserva Federal a autorizarla a elevar el dividendo que reparte entre sus accionistas.
Fuera de ese índice la cadena de tiendas Best Buy cayó el 5,4% a pesar de haber presentado unos resultados empresariales por encima de lo esperado por los analistas, mientras que la petrolera ConocoPhillips ganó el 1,48% un día después de anunciar que venderá entre 5.000 y 10.000 millones de dólares en activos para recomprar acciones y realizar inversiones.
En otros mercados el crudo de Texas bajó a 105,6 dólares por barril, el oro descendió a 1.434,8 dólares la onza, el dólar bajó frente al euro (que se cambiaba por 1,4174 dólares) y la rentabilidad de deuda pública estadounidense a diez años subía al 3,4 %.
La guerra del pequeño Nicolás
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LLUÍS BASSETS
Sarkzoy ha exhibido la virtud de sus defectos. Sin su oportunismo, su megalomanía y su atolondramiento ahora Gadafi estaría de nuevo cómodamente instalado en Trípoli, dispuesto a chulear a los europeos y al mundo. Probablemente habría entrado ya en negociaciones con Rusia y China para cambiar de socios en la extracción de crudo de las mayores reservas de África y, por supuesto, habría castigado la rebelión con la represión al uso en esos casos. La paz de los cementerios y las cárceles se habría instalado en Libia, para tranquilidad de quienes consideran que todas las guerras son igualmente indecentes. El pésimo ejemplo de un dictador que disuelve las protestas de su pueblo a cañonazos y le arrastra a la guerra civil, quedaría inscrito en el manual de comportamiento para los regímenes árabes en crisis. Benditos sean pues los defectos de este presidente que nos había proporcionado hasta ahora más espectáculos grandilocuentes y penosos que resultados políticos eficaces. Intervenir en Libia, aunque fuera tarde y en el último minuto, es una de las pocas cosas decentes que se podía hacer después de sostener a los dictadores durante 40 años y de mirar los toros desde la barrera los últimos 40 días. Nunca valió tanto la frase tópica de que Dios escribe recto con rasgos torcidos. Esta intervención militar del sábado, cuando un puñado de aviones franceses destruyó a cuatro blindados de Gadafi en las puertas de Bengasi, es lo mejor que ha hecho Sarkozy en toda su vida política. Se le recordará y pasará a la historia por ello.
Sarkozy ha tomado tres decisiones graves a espaldas de la UE, pero ha evitado la catástrofe
Que la intervención inicial, suficiente para frenar a Gadafi, haya sido buena no quiere decir que todo esté ya resuelto ni que todo vaya a ser bueno y benéfico a partir de ahora. Más bien al contrario. El uso de la fuerza produce desperfectos también en quien la usa. Es el retroceso de las armas. Sobre todo si no está detrás el aguante que da un mando único, claro y efectivo, bien arropado por un buen consenso político. Llueven las críticas, no sobre Sarkozy, sino sobre Obama. Por demasiado débil y por meterse donde no le llaman, por no pedir autorización al Congreso y por no contarnos cómo saldremos del avispero, porque hace como Bush y porque no hace como Bush.
Alemania ha vuelto a despegarse de Europa, algo a lo que hay que empezar a habituarse. Turquía también, y se tensa su posición dentro de la Alianza Atlántica. Los italianos se sienten puenteados por Francia y humillados por Berlusconi, su primer ministro solidario con Gadafi y no con los libios. Rusia, que accedió con su abstención a la resolución 1973, tiene a la greña al presidente Medvédev y al primer ministro y expresidente Putin. Sarkozy ha tomado tres decisiones graves, a espaldas de las instituciones europeas y sin consultar a sus socios. Reconoció unilateralmente al Consejo Nacional libio como interlocutor de la UE el 10 de marzo en la víspera del Consejo Europeo: como hizo la Alemania de Kohl reconociendo a Croacia en 1991. Creó una coalición de voluntarios en el Elíseo en una reunión convocada de urgencia después de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas diera su aprobación a la resolución 1973, que autoriza la creación por la fuerza de un espacio de protección aérea. Y esta misma tarde lanzó un primer ataque aéreo por su cuenta. Ahora está acordando y cerrando con Obama la estructura de mando político de la misión, la cuarta decisión sin contar con la UE. Su virtuosa actitud tiene móviles poco virtuosos: borrar sus complicidades con los regímenes dictatoriales del norte de África, actuar como líder europeo e incluso mundial y relanzar así su imagen presidencial para recuperarse en los sondeos ante el avance amenazador de Marine Le Pen y buscar la reelección en 2012.
A pesar del éxito de Sarkozy en el primer golpe, esta intervención militar no tendrá éxito por lo que puedan aportar a partir de ahora Francia y su presidente. Sin Estados Unidos y sin la Alianza Atlántica no habrá nada que hacer. Pero la France ha sido reivindicada. Muchos franceses se sentirán orgullosos. El resto de los europeos no. Sarkozy ha difuminado parte de la vergüenza por la inacción pero no la vergüenza por el pésimo funcionamiento de las instituciones europeas. Todas, especialmente la UE, pero también la OTAN. Solo se salva el pequeño Nicolas, con sus gloriosos defectos, útiles por una vez. Y también en alguna medida los políticos españoles, con Zapatero y Rajoy en cabeza, siempre con el paso cambiado, capaces por un día de hacer las cosas bien cuando los otros las hacen mal.
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