miércoles, marzo 23, 2011

Todos descendemos de homeless

Stone age people Por Alberto Benegas Lynch (h)

Diario de América

Los que habitamos este planeta -y eventualmente los que habitan otros planetas- descendemos de “homeless”. En el origen a nadie le apareció una vivienda por arte de magia, a nadie se le entregó una casa del aire. Los que primero poseyeron y habitaron una cueva tuvieron que cavar y acondicionarla. Igual que el resto de los bienes, las viviendas no surgen de la nada, demandan esfuerzo. La combinación perseverante de trabajo con recursos naturales se encamina al logro de los bienes apetecidos. Todos descendemos de brutos y de situaciones miserables (cuando no del mono).

Entonces, el fenómeno de los “homeless” no es nuevo, tiene la edad del hombre. Lo nuevo es que la mayor parte de los “homeless” contemporáneos son consecuencia de las políticas devastadoras del estatismo recalcitrante. El empecinamiento en establecer impuestos expropiatorios para enriquecer al príncipe, las absurdas reglamentaciones que entorpecer y bloquean el espíritu innovador del comerciante, las trabas al comercio exterior, los elefantes blancos creados por gobernantes ciegos ante la realidad, las cargas mal llamadas “sociales” que generan desempleo, los controles de precios, las estafas legales que se conocen con el nombre de “inflación”, las inauditas legislaciones dignas de una producción de Woody Allen, las justicias adictas al poder de turno, los intentos de amordazar a la prensa independiente, las corrupciones galopantes y demás tropelías del Leviatán empobrecen a tal extremo que primero barren con los puestos de trabajo y finalmente dejan a la gente literalmente en la calle desguarnecida y sin defensa alguna.

Primero ocurre con los más pobres pero el bocado (más bien tarascón o mordisco gigante) de la angurria gubernamental avanza y hace estragos paso a paso en las más diversas capas sociales. Esto puede paliarse en un principio con la caridad y las obras filantrópicas pero si continúa el tsunami estatista no hay valla de contención que sea capaz de frenar el hambre, la enfermedad y la generalizada desesperación.

Y todavía hay cretinos morales que sugieren mitigar el mal con más de lo mismo en lugar de abrir de par en par la energía creadora respetando los derechos de todos haciendo que retrocedan los aparatos de la fuerza a sus misiones específicas de seguridad y justicia (que es lo único que no hacen estos trogloditas del poder). No hay confianza en las bendiciones de la libertad, solo se usa la expresión para cantar a los alaridos y adornados de escarapelas, himnos patrios pero que los cantores olvidaron por completo el sentido de lo que recitan y declaman cual autómatas estupidizados en grado superlativo por el Leviatán. En la práctica están rindiendo pleitesía al altar de la espada y a la regimentación esclavista.

Lamentablemente con estas políticas se está escribiendo una historia patética: se retrotrae la civilización que tanto cuesta establecer al estado de barbarie y de “homeless” pero no porque nada había antes sino debido a la sistemática destrucción de lo existente. Y esto se exacerba con políticas que otorgan compulsivamente recursos a los necesitados puesto que no solo crea una infame relación de dependencia con el gobierno (es decir con el fruto del trabajo ajeno) sino que se incentiva a no trabajar.

Para rematar los males en el contexto de los “homeless”, se ha puesto de moda la canallada de sostener que “nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo necesario”. Este pensamiento ridículo es explicado magníficamente por Alberto C. Salceda quien remarca que “¿quiere decir que nadie tiene derecho a la educación universitaria mientras alguien carezca de educación primaria, y que por ello debemos clausurar todas las universidades? ¿Quiere decir que nadie tiene derecho a la educación primaria mientras alguien carezca de alimento y vestido, y que, en consecuencia, debemos cerrar todas las escuelas? ¿Quiere decir que no debemos construir ni usar templos, teatros, ni salas de concierto, mientras alguien carezca de una vivienda confortable? ¿Qué no debemos usar lociones, perfumes ni jabón mientras haya hambre en la India? ¿Qué no podemos bailar ni tocar la flauta si falta quien labre la tierra en África Central y quien acarree alimentos a los países subdesarrollados? ¿Qué nadie debe fumar ni mascar chicle hasta que los patagones hagan tres comidas por día?”. Es que en una sociedad abierta el que aumenta su riqueza es porque sirvió exitosamente a sus semejantes o lo recibió voluntariamente de otro y la creatividad aumenta los bienes disponibles, no se trata de un proceso de suma cero sino de suma positiva. Termina su artículo Salceda escribiendo: “Supongamos que hay alguien que considere que la tiara del Papa supera su propia necesidad cuando tantos hombres padecen de hambre y de frío […] Pero para lograr este propósito será indispensable que haya alguien que quiera y pueda comprar la tiara. Y para el que la compre (probablemente un petrolero tejano) la tiara será más superflua aún que para Su Santidad. Sólo gracias al apetito de lo superfluo y a la posibilidad de adquirirlo se habrá podido disponer del dinero necesario para comprar comida y ropa”.

En este contexto, es oportuno destacar la imbecilidad máxima con que nos informa Fox News ha sido la resolución de Marc Sarnoff, Director del Department Authority de la City Commission de Miami, quien a través de su vocero David Krash, declaró que ha dispuesto que nadie le puede dar alimentos a los “homeless” debido al “riesgo de intoxicación” y que, por ende, quienes deseen entregar comida deben “realizar primero el entrenamiento correspondiente en la oficina gubernamental del caso, de lo contrario los trasgresores serán pasibles de multas”. ¿Habrase visto sandez mayor? Se trata de una embestida a dos puntas: por un lado los gobiernos crean el problema y luego obstaculizan que se mitigue.

Por otra parte, y en otro orden de cosas, constituye un riesgo mayúsculo que los gobiernos actúen como custodios de la salud de la gente en materia de intoxicaciones puesto que la politización de este delicado asunto conduce a que cuando se producen envenenamientos, en el mejor de los casos, solo se reemplazan algunos funcionarios por otros en lugar de abrir el proceso de auditorias al mercado para que instituciones compitan por instalar su sello de garantía sabiendo que si hay un problema les va la vida a los controladores. Pero este ejemplo en Miami excede todo razonamiento y pone al descubierto, en múltiples direcciones, la torpeza extrema para con los “homeless”.

Es pertinente recordar estos desvíos en Estados Unidos. En este sentido, tengamos presente la definición del converso Hilaire Belloc respecto al estado servil en su libro con ese mismo título: “Denominamos estado servil al arreglo de la sociedad en la que un número considerable de familias e individuos están obligados por la ley positiva a trabajar para beneficio de otras familias e individuos de modo tal que se estampa a toda la comunidad con la marca de dicho trabajo”. En el prólogo a una nueva edición a esa obra, escribe el también converso Robert Nisbet que “nos encontramos que Estados Unidos vive bajo una forma de gobierno que se acerca más y más a la definición de Belloc del estado servil […] Tal como predijo Belloc, encontramos disminuidas y limitadas las libertades reales de los individuos por el Leviatán que hemos construido en nombre de la igualdad. Más y más americanos [norteamericanos] trabajan por ley para mantener a otros americanos [norteamericanos]”. Si eso sucede en el baluarte del mundo libre, queda poco para el resto de los países.

Es de esperar que la antedicha regresión espeluznante y aterradora en la historia pueda revertirse si no se quiere que lo que hoy sucede en países considerados atrasados por sus desatinadas políticas no se extienda, incursionando y perforando como un mortífero roedor en las mentes de quines viven en lugares prósperos como consecuencia de marcos institucionales sensatos que premian el trabajo productivo en el contexto del respeto recíproco, con lo que tradicionalmente han ofrecido condiciones de vida atractivas para la gente y en donde los “homeless” eran solo los vagos ya que los desafortunados eran atendidos esmeradamente por la caridad poniendo de relieve el estrecho correlato entre obras filantrópicas y libertad (que a esta altura de los acontecimientos, donde muchos están acostumbrados a recurrir a la tercera persona del plural, es pertinente recordar que, por definición, se trata de bienes propios entregados voluntariamente y, si es posible, de manera anónima).

Es de gran provecho refrescar la categórica definición de George Madison, el padre de la Constitución estadounidense, respecto de la tarea de todo gobierno de una sociedad abierta: “El gobierno ha sido instituido para proteger la propiedad de todo tipo […] Este es el fin del gobierno, solo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo”. Este es el eje central al que se refiere Ludwig von Mises al definir la sociedad libre y la condena a la propiedad es lo que Marx y Engels sostienen es el aspecto medular de su tesis. A esta institución se refiere Nisbet en el antedicho prólogo como la razón de su abandono de ideas socialistas: “cuando era estudiante tenia una considerable confianza en lo que estaba haciendo el New Deal […pero luego] nunca más imaginé que podía existir una genuina libertad individual aparte de la propiedad individual”. A este soporte ineludible y básico para poder respirar el oxígeno que brinda el espíritu liberal alude la obra de Richard Pipes Propiedad y libertad. Dos conceptos inseparables a lo largo de la historia, que es la misma tesis que, entre tantos otros, desarrolla exhaustivamente Gottfried Dietze en su libro titulado En defensa de la propiedad.

Histeria nuclear

Histeria nuclear

Nuclear Hysteria Por Alvaro Vargas Llosa

El Instituto Independiente

Madrid—Pocas partes del mundo han experimentado una psicosis como la que se ha apoderado de buen número de europeos tras el drama ocurrido en la planta de Fukushima Dalichi a raíz del terremoto en Japón.

El comisario de Energía de la Unión Europea, Günther Oettinger, pasó de anunciar un “apocalipsis” nuclear a confirmar una “catástrofe” atómica y a declarar que varios reactores europeos son inseguros. La alemana Angela Merkel, la dirigente más influyente de la UE, ha ordenado paralizar los reactores alemanes construidos antes de 1980.

Los medios de comunicación europeos han alentado a los ciudadanos a comprar pastillas de yodo como antídoto contra la radiación, Dios sabe por qué: en el caso de que la radiación de Fukushima se desplazara en grandes magnitudes, lo harían en dirección al este. Algunos órganos explicaron que los niveles insuficientes de yodo en la sal producen cretinismo y deformaciones fetales. El mensaje, supongo, es que si los ciudadanos consumen más yodo no sólo estarán protegidos contra un accidente nuclear sino que serán más saludables...

La política y la ignorancia han alimentado, en perfecta aleación, la campaña de terror. En el caso de Alemania, la conexión entre lo que decía Oettinger, miembro de la oficialista Unión Demócrata Cristiana de ese país, y lo que hacía Merkel, que afronta elecciones regionales difíciles, al suspender el funcionamiento de algunas plantas salta a los ojos. Esto, a pesar de que Berlín había luchado a brazo partido hace seis meses para extender la vida útil de varios reactores que iban llegando al final de su ciclo.

Además, la forma y el momento del anuncio de que los 143 reactores de la UE serán sometidos a exhaustivas pruebas ha contribuido a la impresión generalizada de que la renaciente industria nuclear es una amenaza para Europa. Los esfuerzos de larga data en España, donde funcionan ocho reactores, para superar una resistencia profundamente arraigada han sido socavados por el pánico: Madrid ya emite señales de que su apoyo a la energía nuclear ha disminuido. Aparte de Francia, cuya industria —especialmente a través de grandes empresas como Areva y EDF— tiene participación importante en la construcción y operación de plantas en todo el mundo, sólo el británico David Cameron ha mantenido la calma, indicando que los planes de poner en marcha nuevas plantas para el año 2025 siguen vigentes.

Pocas autoridades y medios noticiosos explicaron, a medida que transcurrían los días, que la cuestión principal en Fukushima no eran los propios reactores sino las piscinas de combustible gastado, cuyos sistemas de refrigeración se habían dañado porque la falta de energía eléctrica obstaculizó el funcionamiento de las bombas de agua. ¿Por qué importa esta distinción? Porque cundió la impresión de que los reactores podrían explotar como una bomba nuclear, algo materialmente imposible.

Fukushima es una prueba de la relativa seguridad de aquellos reactores frente a un monstruoso desastre natural que no se puede repetir en la mayoría de los países en los que hay reactores similares. Esto no quiere decir que la seguridad de las piscinas de combustible gastado no importe. Como explica Julio Gutiérrez, un físico nuclear español, en el futuro la industria prestará más atención a la seguridad de las piscinas. Hasta ahora los esfuerzos en materia de seguridad se habían concentrado mayormente en garantizar que los núcleos de los reactores no pudiesen experimentar un colapso total. La industria ha tenido éxito en eso.

En medio siglo, a excepción de Chernobyl, los poquísimos incidentes significativos con reactores comerciales tuvieron consecuencias menores. Incluyo el accidente de Three Mile Island en 1979 a pesar de la fusión parcial del núcleo de un reactor: nadie murió y los niveles de radiación liberados en la atmósfera no fueron muy superiores a los que producen las fuentes naturales. Chernobyl, en cambio, fue víctima del sistema político de la Unión Soviética. A pesar del estado decrépito de su tecnología, el Estado soviético nunca reconoció el problema, y mucho menos solicitó ayuda. Aquellos habían sido también factores clave en el desastre de la planta militar rusa de Mayak en los años 50'.

La experiencia enseña cómo las reacciones exageradas pueden ser contraproducentes en este ámbito sensible. Estados Unidos dependería menos de los combustibles fósiles, de Oriente Medio e incluso de Venezuela si Three Mile Island no hubiese causado tres décadas de virtual paralización de su industria nuclear. Tal vez el reciente fiasco de los subsidios al etanol, que han contribuido a la escasez en la oferta de alimentos, podría haberse evitado también.

Sería una trágica equivocación que Europa revirtiese la tendencia de los últimos años hacia el renacimiento de la energía nuclear para uso civil. Sólo los autócratas rusos y los tiranos de Oriente Medio, de quienes la energía europea depende demasiado, saldrían ganando.

Alvaro Vargas Llosa es académico senior en el Independent Institute y editor de “Lessons From the Poor”.

Estados Unidos vuelve al ataque

Estados Unidos vuelve al ataque; arresta la ICE a 130 extranjeros

La agencia de Seguridad Nacional informó que los detenidos cuentan con historiales de violación, asalto, robo y posesión de narcóticos

Notimex
WASHINGTON, 23 de marzo.- El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) arrestó hoy en Virginia a 130 extranjeros con antecedentes penales y a ocho fugitivos, como parte de una operación de tres días.

La agencia de Seguridad Nacional informó que la localización de los extranjeros, con historiales de violación, asalto, robo y posesión de narcóticos, se realizó en coordinación con agentes de Operaciones de Aplicación de la Ley de Deportaciones (ERO) del ICE.

También participaron la Policía Estatal de Virginia, el Servicio de Alguaciles de Estados Unidos y 10 agencias policiales locales.

El director del ICE, John Morton, expresó: “somos un país con una orgullosa historia de inmigración. Si vienes aquí legalmente, trabajas duro y cumples con las reglas, Estados Unidos te recibe con los brazos abiertos”.

“A los que vienen ilegalmente y cometen crímenes en contra de sus vecinos y comunidades, no descansaremos hasta encontrarlos y enviarlos a casa”, sentenció el directivo.

A su vez, el gobernador de Virginia, el republicano Robert McDonnell, dijo que “pese al estatus de residente legal permanente de algunas de estas personas, sus crímenes violaron claramente las condiciones que les permitían permanecer legamente en este país”.

Por su parte, el alguacil del condado de Loudoun, en Virginia, Stephen O. Simpson, resaltó que la entidad “tiene una larga relación de trabajo con el ICE, que ha sido de gran ayuda para nuestros ciudadanos”.

“Este esfuerzo continuo resalta la importancia de una relación entre el ICE y la policía local para lograr nuestra misión principal, que es mejorar la seguridad pública al deportar a extranjeros criminales de nuestras comunidades”, abundó.

El día que Calderón pidió la cabeza de Pascual

Carlos Loret de Mola
El día que Calderón pidió la cabeza de Pascual

El presidente Calderón llegó a Washington el 3 de marzo a su reunión con Barack Obama en la Casa Blanca con un objetivo primordial: la cabeza del embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual. Su solicitud no caía de sorpresa al mandatario vecino ni a su secretaria de Estado, Hillary Clinton, quienes por canales privados habían sido informados de la petición, a cambio de dejar atrás el episodio Wikileaks y comparecer sobre el asesinato del agente estadounidense en San Luis Potosí.

Pascual, embajador de carrera y académico connotado, no llegó a México a inaugurar exposiciones de arte ni figurar en las páginas de sociales. Inauguró, a una cuadra de la sede de la embajada sobre el Paseo de la Reforma del DF, una oficina de la Iniciativa Mérida, donde trabajan en temas de inteligencia especialistas mexicanos y estadounidenses, y su voz era referencia constante de las primeras planas de los diarios nacionales. Desde que aterrizó en Guadalajara hace 19 meses la señal de "éste va en serio" fue inequívoca: llegó con Obama en su avión, el Air Force One, algo inusual para un representante diplomático.

Pascual rediseñó la cooperación de las dos naciones en materia de seguridad en medio de una doble frustración: la del gobierno de México que sólo ha recibido una cuarta parte de la ayuda prometida en la Iniciativa Mérida pero ya es sometido a todas las evaluaciones del Congreso estadounidense y las Organizaciones No Gubernamentales relevantes (llegó el garrote, pero no la zanahoria); y la de los políticos de nuestro vecino que simplemente no ven avances, ruta ni destino en la estrategia de Calderón contra el narcotráfico.

Nunca fue un embajador protocolario. Fue analítico, escrutador, muy "movido" en las esferas políticas al grado de resultar incómodo a dos personajes con quienes nunca tuvo buena relación: la canciller Patricia Espinosa y el representante de México en Washington, Arturo Sarukhán. Siempre cuestionaron su protagonismo en la relación bilateral y excesiva intromisión. Y claro, era embajador de Estados Unidos, puesto aquí para defender sus intereses... porque de pronto parece que algunos piensan que su misión era ponerse del lado de México.

Cuando se filtraron los cables por WikiLeaks su permanencia se volvió tema de Estado para el presidente de México, indispuesto a soportar cualquier cuestionamiento al Ejército por parte del embajador. Por ahí reventó la liga. Lo de menos fue agitar el sentimiento nacionalista que siempre da votos, subir al PRI y al PRD al barco de la "invasión extranjera" (marcadamente a la ex canciller Rosario Green y al coordinador Carlos Navarrete), y terminar obteniendo la cabeza deseada, aunque sea a regañadientes (léase la carta de Clinton donde se informa de la renuncia).

Borrón y cuenta nueva. Y a empezar desde frío.

Saciamorbos. Que no lo den por muerto. Su amigo y colega Jim, cercanísimo a la poderosa canciller, lo rescatará. Y entonces, más arriba y más cerca, seguirá diciendo lo mismo.

¿Por qué nos reímos de Pascual?

Raymundo Riva Palacio
¿Por qué nos reímos de Pascual?

Carlos Pascual regresará a Washington como una víctima de los humores del presidente Felipe Calderón y de la manera heterodoxa como procesó un conflicto en el gabinete de seguridad por los cables secretos que el embajador de Estados Unidos en México envió a sus jefes en Foggy Bottom. Pascual cometió errores de valoración a partir de una mala calidad de información, no menores ciertamente, pues a partir de ellos la administración Obama formulaba políticas hacia México. Pero la forma como quedó expuesto, vulnerable y descabezado por el presidente, que hizo inevitable su renuncia, no va a quedar sin costo para el gobierno mexicano.

Mal hacen algunos funcionarios en Los Pinos en festinar que el presidente le cortó la cabeza a Pascual. La ignorancia no es buena consejera, y la soberbia menos. Mal hacen quienes elaboran privadamente cálculos para demostrar que el presidente y su gobierno salen fortalecidos de este episodio, cuando la realidad es el que mayor daño hará a las relaciones bilaterales por la simple razón de que las actuales relaciones eran las mejores, en términos de colaboración, comunicación fluida y voluntad política, que jamás hubieran tenido las dos naciones.

El presidente Calderón no tuvo, empieza a ser claro, ninguna alternativa mejor para apaciguar la ira de las Fuerzas Armadas contra Pascual, que cortarle públicamente la cabeza. Pero a la vista de los resultados, se puede presumir que si Calderón hubiera pedido en privado al presidente Barack Obama el relevo de embajador para salvaguardar esa relación espléndida que llevaban, se la hubiera concedido. No fue así, y el jefe de Estado mexicano arrinconó a Obama, le metió una daga a la diplomacia de la cancillería estadounidense -¿por qué no otras naciones exigen el mismo trato con sus embajadores que el de México?- y lo colocó a rango de tiro de los republicanos. Las cosas no pueden quedarse así.

No se sabe si Obama designará un nuevo embajador en México o si le dará un trato distante al mantener por el resto del sexenio a un encargado de Negocios. Pero para Pascual, a quien en el epílogo de su vida pública mexicana elogiaron en Washington y la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, reiteró y enfatizó su relación de amiga con él, se está preparando una nueva encomienda a nivel de subsecretario, con lo cual enviarán el mensaje que nada de lo que reportó el embajador a su gobierno, revelado por WikiLeaks, está desautorizado y que la víctima de hoy será un héroe mañana.

Este es el mensaje que no se está entendiendo. Razones prácticas llevaron a Obama a aceptar la renuncia, no por un mal desempeño de Pascual, sino porque el incendio en la pradera mexicana era incontenible. Calderón y México –como medios, diputados y senadores sugieren-, no son vencedores sino todo lo contrario. Calderón será quien paradójicamente tendrá la mayor pérdida, porque Pascual era el mejor aliado que tenía el secretario más vapuleado por la opinión pública y con quien más ha invertido capital político el presidente, Genaro García Luna de Seguridad Pública.

Pascual era un convencido de la construcción de instituciones civiles, y fue el principal respaldo de García Luna en la edificación de una nueva Policía Federal, apoyándolo en Washington para la obtención de recursos materiales y tecnología que provocaron incluso la envidia de las Fuerzas Armadas y la PGR. Con su salida pierde García Luna –el que más dentro del gabinete–, pero también pierde, a la distancia, el emisario del presidente ante la Casa Blanca, el embajador Arturo Sarukhán, que trabajó muy cerca de Pascual para persuadir tanto a las diferentes áreas del gobierno estadounidense como en el Capitolio, del respaldo incondicional a México en su guerra contra el narcotráfico.

Sarukhán se quedará solo en sus gestiones en Washington cuando menos por un buen tiempo, y no está claro si el embajador mexicano perderá el enorme acceso que tenía en la Casa Blanca –motivo por cierto de reclamos oficiales de otras embajadas–, y si ese trato privilegiado se convertirá a uno institucional, bueno y fluido, pero no más allá de esa frontera que en momento críticos hace la diferencia entre los resultados.

No son momentos de gloria para el nacionalismo mexicano. No nos equivoquemos. Quizás el presidente Calderón no tuvo mejor forma de resolver el conflicto en el gabinete detonado por los cables de Pascual, pero al final fue un tiro en el pie del propio gobierno mexicano, que es muy prematuro saber cómo podrá curarse, si es que puede sanarse realmente en lo que resta del sexenio.

Desaguados

Sergio Sarmiento
Desaguados

El agua es materia y matriz, madre y medio. Sin agua no hay vida.

Albert Szent-Gyorgyi

La naturaleza no ha sido generosa con México en materia de agua. En la clasificación internacional de disponibilidad que ofrece la página de internet Natiomaster, nuestro país se ubica en el lugar 87 del mundo con 4,624 metros cúbicos por persona. Estamos muy atrás de países como Canadá, que se encuentra en el décimo lugar con 94,353 metros cúbicos por persona, 20 veces más que México.

Pero no sólo tiene México poco agua, sino que ésta se concentra en tan solo dos estado del sur del país: Tabasco y Chiapas. De hecho, el sureste de México, con sólo el 23 por ciento de la población del país, acumula el 68 por ciento de la disponibilidad de agua. El 77 por ciento de la población mexicana vive en zonas semiáridas o desérticas (imagenagropecuaria.com). La ciudad de México sufre la peor presión hídrica pese a no estar ubicada en la zona más árida, debido a la concentración de población, a la altitud, al agotamiento de los acuíferos y a la lejanía de las fuentes de agua.

La mayor parte del agua del país, un 77 por ciento, se utiliza en el sector agropecuario. Me dice José Luis Luege, director de Conagua, que en Europa se registran cifras de 40 por ciento y algunos países alcanzan niveles de sólo 20 por ciento.

No sorprende que el uso de agua en el campo mexicano sea tan elevado. El líquido, quizá porque algunos políticos lo consideran un "derecho" y no un bien sujeto al comercio, no se cobra en general. El Estado, incluso, impulsa el desperdicio con subsidios al pago de electricidad por bombeo agrícola.

En la ciudad de México estamos viendo una batalla que nos demuestra una vez más cómo la ignorancia o la mala fe de los políticos tienen al final consecuencias muy dañinas. Los diputados de la Asamblea Legislativa quieren mantener la facultad de establecer las tarifas del agua que tradicionalmente se han encontrado en la ciudad de México en niveles muy bajos lo cual ha generado un enorme desperdicio del líquido. El gobierno capitalino, en cambio, ha sugerido entregar esta facultad a un consejo profesional que tome en cuenta factores técnicos y también la necesidad de preservar el agua. Si hay una tarifa que no puede estar en manos de políticos es precisamente la del producto más valioso que tenemos.

Los distintos órdenes de gobierno están tomando medidas para atacar el problema. El gobierno de la ciudad de México, por ejemplo, aumentó el precio del agua el año pasado, si bien lo hizo con un complejo sistema que dejó a muchos con líquido virtualmente regalado. Aun así, el alza de precios parece haber influido en una moderación del consumo en la ciudad más dispendiosa del país.

La Conagua federal, mientras tanto, está haciendo esfuerzos para introducir sistemas de tecnificación del uso del agua en la agricultura, otorgando subsidios a los agricultores que aceptan introducir tecnología a cambio de reducir su cuota de agua. El problema es que el país sigue sufriendo las consecuencias de un sistema perverso en que el agua no sólo no se cobra, sino que el agricultor que no utiliza completa su cuota la pierde total o parcialmente al año siguiente.

La solución de fondo debe ser otra, pero es tan sencilla y eficiente que los políticos se niegan a aplicarla. El mejor sistema de regulación del consumo y de preservación de un recurso es el de precios realistas. Pero con el argumento de que cobrar lo que cuesta el agua es capitalista e inhumano, los políticos sólo están logrando el objetivo de acabar con uno de los recursos más escasos y valioso de nuestro país. Quizá eso es lo que quieren: comprar votos, a cambio de destruir el ambiente.

Colosio. A 17 años del homicidio de Luis Donaldo Colosio no podemos cerrar los ojos al comentario de Luis Colosio Riojas, hijo de Donaldo, en su cuenta de Twitter: "¡Cómo me molesta la Fundación Colosio del PRI! No hacen más que explotar el nombre de mi padre por intereses personales. Hipócritas. Fraude.".

De la causa a la farsa

De la causa a la farsa

“La historia está repleta de aspirantes a “grandes hombres” que tuvieron éxito en su empeño y terminaron siendo monstruosos farsantes.”

Ricardo Medina

Un personaje estupendamente logrado de V. S. Naipaul (identificado tan sólo como “el padre de Willie Chandran” en “Media Vida”, en el capítulo inicial: “Una visita de Somerset Maugham”) me llevó a una reflexión perturbadora: la historia está repleta de aspirantes a “grandes hombres” que tuvieron éxito en su empeño y terminaron siendo monstruosos farsantes. Atrapados en su propia cadena de engaños, condenados a repetir hasta el último día de sus vidas el mítico papel que con todo entusiasmo les aplaudimos.

Ah, las grandes causas, como la justicia, la defensa de los más débiles, la resistencia pacífica contra la opresión, la lucha de clases, las reivindicaciones de las mujeres o de los obreros o de los campesinos, la conservación del ambiente y demás.

¡Con qué facilidad culminan las grandes causas en grandes embustes! Farsas a las que “el pueblo bueno”, las muchedumbres candorosas, los rebaños de opinión, siguen otorgando el carácter sagrado e intocable que solemos dar a los clavos ardientes, los cuales, así lo creemos, nos sirven de sostén para no caer en el abismo.

El otrora luchador social, o el filántropo encantador, o el predicador carismático o el rebelde de oficio, con frecuencia son conscientes de que han devenido en farsantes y en instrumento de otros farsantes, pero no pueden escapar al destino que se forjaron a pulso. Soñaron con hacer “algo grande”, lo lograron y quedaron atrapados.

En sus delirios arrastraron y seguirán arrastrando a miles (porque hay farsas que trascienden a los farsantes y son consagradas por los historiadores de ocasión), pero no hay remedio: la turba quería creer en alguien; la turba creyó en ellos gracias a los fabricantes de mitos –los medios- y están condenados a permanecer en el nicho de los santones.

Basta buscar un poco en la memoria y se pueden citar media docena de estos falsos héroes contemporáneos que suscitan fervores y fanatismos: el político que retóricamente desafió al sistema calificándolo de “mafia” explotadora; el filántropo que derrama cada diciembre, ante las cámaras de televisión, unas cuantas lágrimas conmovedoras al hablarnos de sus pobrecitos desharrapados; el sacerdote que provoca fervorosas conversiones en sus feligreses con sus sermones, aquél con fama de santo en vida y que más tarde –desengaño cruel– resultaría ser un abominable corruptor de menores.

Ah, las causas nobles y sus enredos morales. Zutano jura por lo más sagrado que no lo mueve el “obsceno” afán de lucro (a pesar de que se embolsa sin pudor las monedas que las muchedumbres candorosas dan sin reticencia a los admirables de turno), y lo dice con unción beatífica, como si obtener un beneficio material fuese un pecado y no una tendencia natural de los seres humanos que suele arrojar beneficios colectivos.

Farsantes que se dicen legítimos presidentes; farsantes que fuman pipa ocultos tras un pasamontañas; farsantes de lacrimosos discursos que saltan de la sacristía al escenario escudados en los desdichados a los que dicen proteger; farsantes que cedieron a la tentación de la fama y siguen representando hasta el final su papel de víctimas (porque ser víctima es carta de impunidad social y moral); farsantes que, alquilándose al mejor postor, hasta se sueñan futuros “presidentes ciudadanos”, pontífices laicos de la bondad sin límites.

Las grandes causas. Habría que tenerles miedo.

El flagelo de la pobreza

El flagelo de la pobreza

“200 años de vida independiente y 100 años de la “revolución” que traería justicia a todos los mexicanos y el avance alcanzado, claramente no ha sido suficiente. ¿Qué es lo que se ha hecho mal? Un rápido repaso apunta a diversos elementos.”

Isaac Katz

Casi 25 millones de mexicanos sobreviviendo en una situación de pobreza alimentaria, en dónde su ingreso no les alcanza para ingerir la cantidad mínima recomendable diaria de calorías y proteínas; aproximadamente 60 millones de compatriotas, casi la mitad de la población, viviendo en una situación de pobreza patrimonial, en dónde su ingreso no cubre las necesidades mínimas de alimentación, salud, educación, vivienda y transporte. México vive en un drama del cual otros 60 millones están, o aparentar estar, ajenos porque no han conocido el drama de la pobreza. El “talibán” Humberto Morerira, novato líder del PRI, acusa al gobierno de Calderón de ser el causante de tal situación, señalamiento sin ninguna base sólida, porque el problema de la pobreza en México es ancestral, realmente de siglos y cuya explicación fundamental está en el hecho de que, excepto en algunos periodos muy particulares como la “década del desarrollo estabilizador”, la economía mexicana ha experimentado largos periodos de estancamiento, como lo fue prácticamente todo el siglo XIX y como lo han sido las últimas tres décadas.

Sin duda, la única fuente de abatimiento de la pobreza es el crecimiento económico; creación de empleos con salarios reales crecientes es la única manera de reducir, e inclusive acabar, permanentemente, con el problema de la pobreza. México no ha crecido históricamente lo suficiente, lo que aunado a la sucesión de varias crisis macroeconómicas recientes, algunas de origen interno y otras externo, entre las que destacan 1907, 1910, 1913-1916, 1929-1931, 1938, 1947-1948, 1956-1954, 1976-1977, 1981-1989, 1994-1995, 2000—2001 y 2008-2009, redunda en que cualquier avance que se haya logrado en el abatimiento de la pobreza, termina por ser únicamente transitorio.

200 años de vida independiente y 100 años de la “revolución” que traería justicia a todos los mexicanos y el avance alcanzado, aunque no sin ser significativo, claramente no ha sido suficiente, tal como lo muestran las cifras actuales de pobreza. ¿Qué es lo que se ha hecho mal? Un rápido repaso apunta a diversos elementos.

Primero, sin lugar a dudas, ha sido la enorme, inaudita, ineficacia e ineficiencia del gasto gubernamental. Década tras década, billones de pesos tirados a la basura en programas sin ton ni son, mal diseñados y pésimamente ejercidos y plagados de corrupción. Un absoluto desperdicio; peor aun; una destrucción neta de la riqueza de este país. Uno de va pueblo en pueblo, a lo largo y ancho del país, y resulta sorprendente (sic) que después de tantos billones de pesos ejercidos en los rubros de “combate a la pobreza” e “infraestructura urbana”, siga habiendo calles sin pavimentar y hogares sin acceso a agua potable y drenaje.

Segundo, el absoluto fracaso del sistema educativo nacional. Década tras década, billones de pesos gastados con el resultado de una población que es, para efectos prácticos, analfabeta funcional. Educación (sic) para masas con una total negligencia en lo que toca a calidad y rendición de cuentas; un sistema educativo secuestrado por un sindicato notoriamente corrupto.

Tercero, un arreglo institucional en donde lo que menos ha prevalecido es el “imperio de la ley”. Corrupción gubernamental, apropiación de rentas por parte de poderosos grupos de interés, contratos que no se cumplen por ineficacia, ineficiencia y corrupción del sistema judicial, “presuntos culpables” acompañados de impunidad en la comisión de todo tipo de delitos y más.

¿Quién es el culpable? Sin duda, el gobierno. 500 años de mal gobierno lo explican todo.

¿Proyecto de nación?

¿Proyecto de nación?

“Hace unos días Andrés Manuel López Obrador presentó el Nuevo Proyecto de Nación, lo cual muestra su talante totalitario y absolutista: pretende abarcarlo todo, la nación, con un solo proyecto, el suyo.”

Arturo Damm

Hace unos días Andrés Manuel López Obrador presentó el Nuevo Proyecto de Nación, lo cual muestra su talante totalitario y absolutista: pretende abarcarlo todo, la nación, con un solo proyecto, el suyo.

Más allá de contenido del Nuevo Proyecto de Nación, con el cual López Obrador pretende restaurar la República, lo primero que hay que hacer es caer en la cuenta de lo que tal intención, la de un proyecto de nación, totalitario y absolutista, podría significar, en términos de libertad individual y propiedad privada, de llevarse a la práctica. Un proyecto así significaría, desde el momento en cual habría objetivos nacionales, totales y absolutos, y por lo tanto suprapersonales, la limitación, en algunos casos, y la eliminación, en otros, de la libertad individual y la propiedad privada, tal y como lo muestra la historia de los proyectos de nación, desde los fascistas hasta los comunistas, todos ellos colectivistas, con poco espacio para la libertad y la propiedad, es decir, para el ser humano como tal.

(En la literatura abundan ejemplos de lo que sucede cuando algún iluminado, con el poder para hacerlo, impone un proyecto de nación que, al final de cuentas, o por principio de ellas, es SU proyecto de nación: Nosotros, de Zamyatin; Un mundo feliz, de Huxley; Himno, de Rand; 1984, de Orwell; Fahrenheit 451, de Bradbury, por citar los clásicos).

Debe quedar claro que, si se ha de respetar la libertad individual y la propiedad privada, lo que se requiere no es un proyecto de nación, sino una nación en la cual cada quien, respetando los derechos de los demás, ¡y sin ningún privilegio gubernamental!, pueda intentar hacer realidad sus propios proyectos, que es lo que corresponde a un marco institucional (reglas del juego) que reconozca plenamente, defina puntualmente y garantice jurídicamente la libertad individual y la propiedad privada, propiedad y libertad que, en la medida en la que haya más proyecto de nación, se verán más limitadas, pudiendo llegar a ser eliminadas.

En una nación en la cual cada quien, respetando los derechos de los demás, ¡y sin privilegios gubernamentales!, puede llevar a la práctica sus proyectos, el único fin total (para todos) y absoluto (no relativo) es el respeto a la vida, la libertad y la propiedad de los demás. El respeto a ese fin es el único que justifica el uso de la fuerza del gobierno y, por ello, la eliminación de la libertad individual y la propiedad privada del agresor, como medio para hacer valer la propiedad privada y la libertad individual de la persona agredida.

Dicho lo anterior queda por analizar si lo propuesto por López Obrador es un proyecto de nación, que por su naturaleza es totalitario y absolutista, o solamente un programa de gobierno, parcial y relativo, análisis que dejaré para otra ocasión, recordando que el objetivo de este artículo es aclarar lo que un proyecto de nación, ¡totalitario y absolutista!, podría significar de llevarse a la práctica. Para darnos una idea veamos a Cuba y a Venezuela.

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