Los problemas macro que esconden Argentina y Brasil
Por Enrique Szewach
Generalmente, los chisporroteos en la relación comercial con Brasil han surgido en contextos macroeconómicos desfavorables para alguno de los dos países o para ambos.
O en ocasiones en que se han presentado serias distorsiones o incentivos a la inversión, en alguno de ambos países en particular.
Cuando una recesión afecta al sector industrial del vecino país, por ejemplo, se teme por una “invasión” transitoria de productos brasileños que pueden perjudicar la producción local de algún bien, por competencia desleal, dados los tamaños relativos de las empresas y los stocks que pueden acumularse del otro lado de la frontera.
Cuando ambos países están en recesión, los problemas resultan, obviamente, mayores. Algo similar ocurre cuando alguno de los dos países produce una “maxidevaluación”, como la brasileña de principios del ’99, o la nuestra de principios de 2002, generando, otra vez, una ventaja competitiva transitoria y artificial, para ciertos bienes. Una cuestión más profunda surge cuando alguno de los dos países otorga algún beneficio o incentivo especial para la radicación de ciertas inversiones.
Sucedió, y en alguna medida todavía sucede, con la industria automotriz y la autopartista hacia finales de la década pasada, en algunos estados brasileños. Pasa con algunos rubros de electrónica de consumo en la Argentina de estos años.
. En este contexto, siempre se habló de “equilibrar la cancha”, de “coordinación macroeconómica”, de “igualar estructuras impositivas y financieras”, etc., en el marco del Mercosur, en general, y de la relación Argentina-Brasil en particular.
Sin embargo, se avanzó muy poco, en este sentido, si es que se hizo algo, a la vez que la diferencia de tamaño relativo entre la economía brasileña y el resto de sus socios regionales, se ha mantenido o se ha profundizado en los últimos años.
Está claro, entonces, que mientras no se encaren seriamente las cuestiones arriba mencionadas que hacen al establecimiento de un verdadero mercado común, o hasta que no se decida modificar el arreglo regional y convertirlo en algo más “light”, tipo acuerdo de libre comercio o similar, cada tanto estaremos en presencia de algún problema comercial, entre los dos países o entre todos los integrantes del Mercosur. Resulta evidente, además, y sin querer cargar las tintas nacionalistas, que siendo Brasil la “potencia” regional, su responsabilidad política en todas estas cuestiones es mayor.
Dicho todo esto, lo que llama la atención del actual enfrentamiento con nuestro gran vecino, es que se verifique en un contexto en el cual las dos economías “vuelan” y todo es maravilloso. Brasil es la “niña mimada” de la región para los inversores internacionales, crece con baja inflación, reduciendo la pobreza y ampliando su clase media. La Argentina, por su parte, vive en el “paraíso K”, en donde todas son buenas noticias diarias. ¿Cómo se explica, en este contexto, el conflicto?
Por el lado argentino, porque se intenta corregir con controles “micro” un gran desequilibrio macro. Como ya le comenté desde estas líneas, el Gobierno alienta la demanda y el consumo, frente a una economía que está funcionando a su máxima capacidad, al menos en el corto plazo. Obviamente, el resultado es más inflación y más importaciones. Pero las importaciones implican más demanda de dólares que se suman a la demanda de dólares por salida de capitales, y a la demanda de dólares del propio Gobierno para pagar deuda y mantener elevadas las reservas –perder reservas sería una “afrenta” para el modelo–. En lugar de moderar la demanda y el boom de consumo, se trata de minimizar las consecuencias con medidas administrativas y controles.
Del otro lado sucede algo parecido. Pese a la magra participación del mercado argentino, en las ventas brasileñas y viceversa –salvo automotriz, y algún otro sector– también la economía brasileña muestra, para algunas actividades al menos, problemas de competitividad macro, por la apreciación del real debido a la sobreexpansión de la demanda, entre otras cosas por el gasto electoral que llevó a Dilma a la presidencia. Y, por lo tanto, también aquí se trata de contrarrestar con medidas “micro” los problemas sectoriales causados por la macro.
“Todas las familias felices se parecen, pero cada una es infeliz a su manera”, decía Tolstoi. La Argentina y Brasil están escondiendo su “infelicidad” macro, a su manera.
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