martes, julio 19, 2011

Bin Laden está muerto, Al Qaeda no.

Bin Laden está muerto, Al Qaeda no.


La incursión de las fuerzas especiales norteamericanas que mató a Osama bin Laden en su escondite en Pakistán ha sido un golpe devastador para Al Qaeda. Esta organización terrorista y el movimiento que lidera ahora se enfrentan a un posible vacío de liderazgo y divisiones internas. Pero la batalla está lejos de terminarse: la agresiva actitud de los Estados Unidos y sus aliados (incluyendo medidas militares y, en particular, de inteligencia) son necesarias para convertir una mala situación en una peor para Al Qaeda.

Comencemos con algunas notas de cautela. Como cualquier experto lo diría, uno de los más grandes éxitos de bin Laden es haber creado una organización que le sobreviviera. Cuando bin Laden y unos pocos socios fundaron Al Qaeda en 1988, la organización era pequeña y dependía des millonario saudita para gran parte de su financiación. En los años siguientes, la organización creció para apoyar a los insurgentes a lo largo de todo el mundo musulmán, emitiendo propaganda que influyó sobre miles de millones y, por supuesto, asesinando a miles a través de los ataques terroristas y su participación en guerras civiles. A miles de personas se les pidió que se unieran formalmente a la organización, y decenas de miles recibieron entrenamiento. De manera que Al Qaeda no va a colapsar repentinamente.

En efecto, a corto plazo es posible que el terrorismo se incremente. Algunos jihadistas pueden buscar venganza, atacando a cualquier objetivo que les sea conveniente. El resto de los grandes líderes de Al Qaeda también podrían intentar orquestar ataques para demostrar la continua relevancia de esta organización. Podrían apresurar complots que ya se estarían gestando para atacar objetivos “blandos”, que tienen poca preparación como para contraatacar.

Estas advertencias no deberían eclipsar los potenciales beneficios de la muerte de bin Laden. Bin Laden era un líder terrorista inusual. Los que lo seguían lo describían como humilde y modesto en su comportamiento personal, un millonario que arriesgó sus riquezas y su vida para servir a Dios. Era excepcionalmente carismático, inspirando a muchos que lo conocieron e, incluso, a muchos más que lo vieron en sus videos o que leyeron acerca de él en internet, dedicando sus vidas a la Jihad.

Una de las características más importantes de bin Laden era que él toleraba los diferentes puntos de vista dentro de la comunidad extremista, unificando un movimiento ya propenso a las divisiones. Algunos terroristas intentaron socavar, debilitar, e incluso matar a rivales y disidentes, pero bin Laden era una figura unificadora. En Egipto, Irak, el Magreb, y en otras partes donde trabajó con grupos y líderes locales, hasta intentó, a menudo con éxito, influenciarlos con su agenda más global. Otros sunitas jihadistas no están de acuerdo en absolutamente nada, desde cuáles regímenes tomar como objetivos, la cuestión de si atacar a musulmanes chiítas u otros que no son parte de la corriente sunita, hasta en la cantidad de atención a prestarle a la muerte de civiles. Por su parte, bin Laden tenía una voz firme y constante elogiando a aquellos que deliberadamente mataban civiles, y también exhortando a los jihadistas a enfocarse en primer lugar en los Estados Unidos como su objetivo prioritario.

Cualquier sucesor probablemente tenga pocas de esas cualidades. Ayman Zawahiri, el lugarteniente egipcio de bin Laden que se supone sea su inmediato sucesor, es un revolucionario muy capacitado, pero no tiene el carisma de bin Laden y muchos jihadistas ven a Zawahiri demasiado enfocado en disputas parroquiales dentro de la comunidad islámica. Puede que Zawahiri sorprenda a los escépticos, y que surja como un sucesor capaz, o que surja cualquier otro, pero los zapatos de bin Laden serán difíciles de llenar. El reclutamiento y la financiación pueden sufrir por el hecho de que ricos donantes envíen sus dineros hacia otras causas, mientras que jóvenes impresionables asuman luchas más locales que, mejor aún, se queden en sus casas.

La falta de un líder carismático podría crear fisuras en un movimiento siempre propenso a ellas. Grupos afiliados afines en Yemen, Argelia, y en otros lugares, pueden volverse aún más independientes, reduciendo el alcance global de Al Qaeda.

Aparte de sus cualidades de liderazgo, la misma supervivencia de bin Laden había sido un éxito para Al Qaeda. Por casi diez años bin Laden fue el enemigo público número uno: organizando los ataques terroristas y emitiendo declaraciones en los años posteriores al 11 de Septiembre públicamente demostró que los Estados Unidos, con todas sus riquezas y tecnologías, no era capaz de matar a un hombre que, a los ojos de sus simpatizantes, gozaba de la protección divina. Se convirtió en un símbolo en el mundo árabe y musulmán, y, de hecho, en los círculos revolucionarios globalmente, de la oposición anti-norteamericana. Su muerte termina con este desafío pero también envía otro mensaje: que Estados Unidos será implacable en la caza de sus enemigos. La naturaleza de la muerte de bin Laden –a manos de fuerzas norteamericanas en un audaz ataque- agrega un brillo adicional a la imagen de los Estados Unidos.

La muerte de bin Laden es particularmente oportuna a raíz de la ola democrática que está barriendo con Egipto, Túnez y otros lugares. Estas revoluciones envían el mensaje de que los árabes pueden hacerse cargo de su propio destino y lograr cambios de forma pacífica, un mensaje muy en desacuerdo con el violento extremismo en el corazón de la misión de Al Qaeda. Y ahora esta organización debe consagrar a un nuevo líder que tendrá que promoverse a sí mismo en un tiempo en el que muchos potenciales simpatizantes ahora tienen otros modelos de éxito. Para la juventud árabe, los levantamientos de estos últimos meses pueden hacer de un activismo pacífico una alternativa más convincente que la eterna jihad de Al Qaeda.

Los esfuerzos de la lucha contra el terrorismo de los Estados Unidos y sus aliados deberán continuar, y a corto plazo tal vez incluso incrementarse. El riesgo de ataques por venganza debe llevar a concentrarse en el refuerzo de las defensas. Y lo que es más importante, no habrán de terminarse los ataques agresivos a los líderes de Al Qaeda en Pakistán ni las campañas políticas y de inteligencia. Al Qaeda estará en pleno desorden, y arrestar o matar a los líderes que queda, interrumpir sus comunicaciones, y frustrar sus conspiraciones pueden ponerlos en fuga. -

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