Cajón desastre
Carlos Rodríguez Braun
Mario Trinidad dijo en El País que las Administraciones Públicas "son importantes generadores de empleos; y de empleos que, en su mayoría, no pueden deslocalizarse, como ocurre con los del sector manufacturero". Concluye don Mario que el empleo público no debe disminuir, lo que resulta asombroso, porque su razonamiento apunta a que es urgente aumentarlo. En efecto, al ser un empleo que no se deslocaliza, entonces está garantizado para siempre, no como en la industria. Verdaderamente, no se entiende por qué los políticos a veces reducen el empleo público, con lo beneficioso que resulta y, sobre todo, con el coste nulo que representa para el conjunto de la sociedad.
Nulo fue mi entusiasmo ante este titular de ABC: "Histórico pacto del G-20 para doblar la producción agrícola mundial". Vamos, que para multiplicar por dos la producción de alimentos lo único que se necesita es que los políticos se pongan de acuerdo. El artículo de M. Velasco no hacía referencia alguna a las distorsiones y limitaciones que esos mismos políticos introducen en la producción agrícola, y no le pareció objetable el papel de la FAO, esa burocracia entre inútil y perjudicial, salvo para su nutrida y bien pagada plantilla. Lo malo, por supuesto, es la "especulación", y no la acción de los gobiernos.
Y lo malo para Ramón Górriz, secretario confederal de acción sindical de CC. OO., es el Pacto del Euro marcado por "política conservadoras y ultraliberales". O sea que para don Ramón subir los impuestos es conservador y ultraliberal. Vaya, por Dios. Y el mismo disparate afectó al editorialista de El País, que ante la dimisión de Strauss-Kahn pidió que el FMI no vuelva a "posiciones ultraliberales". O sea que para El País subir los impuestos, que es lo que el FMI siempre ha recomendado para afrontar los déficits públicos, es ultraliberal. Vaya, por Dios.
Sin encomendarse a Dios ni al diablo, Juan José Millás dijo que si todos retiramos el dinero de nuestras cuentas "habríamos conseguido también votar en la urna auténtica, en la de quienes mueven las fichas de la realidad, que es el cajero automático". O bien ignora que el sistema bancario, por la intervención de las autoridades, no conserva en billetes ni la décima parte de nuestro dinero, o bien ignora lo que ha sucedido en la práctica cuando el público decidió retirar de los bancos más dinero del que había: los bancos cerraron las puertas durante un tiempo más o menos largo y cuando las volvieron a abrir había por regla general menos dinero, por inflaciones, suspensiones de pagos y tropelías gubernamentales varias.
Por fin, e ignorando toda suerte de tropelías gubernamentales, Manuel Rivas cerró las puertas a la realidad y al sentido común cuando proclamó que lo que ha sucedido en Haití es nada menos que ¡la utopía neoliberal y capitalista!
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