domingo, julio 17, 2011

EE.UU.: ¿puede quebrar la economía más poderosa?

EE.UU.: ¿puede quebrar la economía más poderosa?

Por Marcelo Cantelmi

Clarín

El diez no es siempre símbolo de suerte o reflejo de éxito. Por lo menos no lo ha sido así últimamente para los EE.UU. Cierta coincidencia de ese número en diversos capítulos del actual laberinto financiero norteamericano, tienta para soltar una mirada un poco más sencilla sobre de qué se trata cuando se multiplican las voces que alertan sobre el tamaño de esa crisis y su novedoso peligro de default. También para recorrer la perspectiva del imperio en un mundo que convirtió en una brisa efímera la unipolaridad nacida en 1989/90 y que tendrá multitud de monedas, muchas y no una economía dominante y por lo tanto consecuentes y diversos liderazgos políticos.

Casi 10 % es el déficit fiscal (gasto por encima del ingreso) de las cuentas de EE.UU., el doble, si sirve como irregular referencia, que el que padece Italia, el país europeo que estremece las espaldas de los líderes de Bruselas ante el peligro de que la península sea el último peñasco que arrastre al euro hacia el desfiladero, como acaba de graficar en su tapa The Economist.

Diez por ciento también es el raquítico caudal de empleo que apenas se crea en EE.UU. en valores mensuales sobre la cantidad que en verdad debería agregarse para estar a tono con el crecimiento de la fuerza laboral nacional. En junio la economía norteamericana sumó 18.000 nuevos puestos, y en mayo 25.000. Justamente casi diez por ciento (9,2%) es el nivel de desempleo que registra la mayor potencia económica del orbe ; la figura se ha mostrado ciertamente inflexible a la baja.

La cuestión laboral es uno de los abismos más complicados que debe sortear el presidente Barack Obama si pretende reelegirse en 2012. Vale detenerse en datos sencillos para determinar lo hondo de esas profundidades. Los norteamericanos sin trabajo suman poco más de 14 millones, pero de ellos sólo poco más de la mitad reciben seguros de desempleo.

El resto ha perdido ese auxilio con el previsible impacto individual, familiar y comunitario.

El escenario se acentúa si se advierte que, siempre según cifras del Departamento de Trabajo de EE.UU., desde 2009 el tiempo de búsqueda de un empleo nuevo no superaba los 40 días en el año. Ahora el desocupado necesita 279 días para encontrar un nuevo trabajo.

Otro 10 % en esta saga aparece cuando se observa cuál es la cifra que Obama pretende recortar del presupuesto federal en la durísima negociación con los republicanos para ampliar el nivel de endeudamiento.

Es un ajuste de unos cuatro billones.

Se lo pretende hacer poco a poco en el curso de los próximos diez años por el impacto recesivo que puede acarrear. Es que se recorta seguro social pero también parte del empleo público que es, dos veces diez, el 20 por ciento de toda la fuerza laboral de EE.UU.

La situación hoy y futura es tan complicada que el ministro de Economía de Obama, Timothy Geithner, declaró con una sinceridad brutal que la crisis permanecerá largo tiempo.

“Para mucha gente, será muy duro, más duro que lo que alguna vez en su vida hayan experimentado”.

En ese escenario aparece la amenaza de default que se produce porque el 2 de agosto vence el límite para que el gobierno pueda endeudarse y pagar sus cuentas. En EE.UU.

el Congreso es el poder que autoriza el endeudamiento. También en Argentina, pero allá se cumple.

Ese límite se lo alcanzó en mayo pasado y es de US$ 14,3 billones. La cifra implica 98% del PBI. La idea es que el país pueda superar el 100% — Italia está en un alarmante 120% —, pero apostando a que el crecimiento posterior y ajustes actuales, revierta ese rojo. Lo que se busca es añadir unos 2,5 billones, con lo cual el país podría fondearse hasta fines de 2012, plenas elecciones. El problema es que no hay acuerdo.

Los líderes republicanos descalifican como “retórica de lucha de clases” las tibias propuestas de Obama para grabar rubros de lujo y ligados a sectores de grandes ingresos. Y concluyen que no habrá solución en tanto Obama esté sentado en su sillón de la Casa Blanca.

La escalada de declaraciones sobre el quebranto norteamericano, incluida la Reserva Federal y el FMI, son fuegos de presión en esta guerra en la que se juega cuánto se ajustará el cinturón como acaba de hacer Italia, que siguió el camino fácil de esparcir el mayor costo de la crisis entre los sectores de rentas media y bajas.

Aunque Obama coincida más que menos con sus adversarios, sabrá que se incinerará electoralmente si va por ese camino que es el que le demandan bancos y empresarios. En el mismo punto de pura presión extorsiva debe colocarse la amenaza de la calificadora Moody’s de rebajar el rating de la deuda norteamericana, lo que elevaría el costo de las hipotecas, los préstamos y de todas las deudas atadas a la tasa del Tesoro. Otra vez mala noticia para la gente.

Las calamidades de EE.UU. son diferentes a las que angustian a Europa aunque con una identidad similar . Lo que sucede es que el crecimiento se ha opacado, y no variará la tendencia rápidamente. Eso hace que los ingresos sean menores, se hayan concentrado y las deudas se compliquen y que, por ejemplo, rubros como los cereales se hayan convertido en una reserva de ganancia especulativa, razón por la que aumentan tanto los alimentos. Esta mutación global que debilita a EE.UU., y que amontona peligrosamente a las economías europeas, diseña otro mundo, y dentro de él otra geopolítica . Por eso el eje se ha corrido al Pacífico, y por eso estalla el norte de Africa. Parecerían confirmarse con un paso muy tardío y desprolijo las profecías de Lester Thurow sobre las guerras económicas del Siglo XXI.

Pero no deberíamos conformarnos con esas verificaciones. Como con el número diez, la idea de cambio no siempre implica algo bueno. También se cambia cuando se retrocede.

Hace cuestión de días, el presidente del eurogrupo Jean Claude Juncker puso a Grecia más dentro de la morsa al sostener que ese país, el más cercano a un inevitable estallido de su economía, debe asumir que esta crisis le devorará su soberanía. El jefe de los ministros de la eurozona sugirió a la revista Focus que una solución para el dilema griego sería que emule a la agencia Treuhandanstalt que en los cuatro años posteriores a la unificación privatizó cerca de 14 mil firmas de la ex Alemania comunista.

Pero como Grecia no se está unificando con nadie, esto se traduciría más bien en un desguace.

Que tal idea se asuma como justa debido a estas contradicciones corre la raya de lo razonable sencillamente a donde reina la selva.

No hay comentarios.: