El video de los soldados martirizados
La historia en breve
Ciro Gómez Leyva
Carlos Marín recibió el video el lunes. Lo abrimos juntos. La tortura a patadas y mazazos hasta la muerte de dos soldados del Ejército mexicano. Un narrador in situ que ordenaba: “Ahora sácale un ojo…” El último círculo del infierno. Le pedí que no lo enviara a mi correo, traduciendo por dentro aquella frase de Coetzee de que algunas cosas no es bueno leerlas ni escribirlas.
Dimos por sentado que no lo transmitiríamos. Pero el miércoles fue día de derechos humanos, acusaciones de Naciones Unidas, réplicas del presidente Calderón. Marín hizo lo que sabe hacer muy bien: reportear. Al poco rato sabíamos en dónde ocurrieron los hechos y quiénes eran las víctimas. Momento de discernir, pues, si debíamos poner al aire esa nota: el propio Marín, Velázquez, Christian, Néstor, Cecilia, Héctor, Santillanes y yo. Ocho razonamientos.
Insistí en que si firmamos un acuerdo de medios contra la violencia fue para cumplirlo. Y que era delicado meter esa imagen a la casa de nuestros televidentes.
Media hora después concluimos que, si bien el Acuerdo marca que no podemos convertirnos en voceros involuntarios de los criminales, deja también un margen para mostrar imágenes, si se “dimensionan adecuadamente (…) en su contexto correcto y su justa medida”.
Diseñamos la edición. Serían dos momentos de video de 30 a 45 segundos cada uno. Introducción y “contexto” correrían por cuenta de Marín. Nos fuimos al aire.
Creo que lo hicimos con cuidado y respeto. Pero eso ya no nos toca determinarlo. Si el Consejo Consultivo del Acuerdo de Medios piensa que cometimos una falta, lo asumiremos. Expondremos por qué tomamos la decisión y seguramente aprenderemos al escuchar sus razonamientos.
Esa es la esencia del Acuerdo, creo.
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