Gigantes de la política
¿Qué hacen en la contienda presidencial del PAN los secretarios Heriberto Félix, Javier Lozano, Alonso Lujambio y Ernesto Cordero, si no rebasan 4 o 5% de las preferencias del electorado?
Ricardo AlemánA un año de la elección presidencial de julio de 2012, las tres fuerzas políticas que estarán en competencia enfrentan un dilema político idéntico: el de la selección de su respectivo candidato presidencial.
Pero el problema no se reduce a la selección mecánica de uno de los aspirantes en cada partido. El problema va mucho más lejos, ya que en los tres partidos existe un puntero o un candidato con posibilidades reales de ganar, pero las burocracias partidistas y las mezquindades políticas los pueden dejar fuera. ¿De qué estamos hablando?
En efecto, de que políticos, gobernantes y —en general— la clase política mexicana desconoce la grandeza. La estatura política para retirarse con grandeza de una contienda perdida, en donde poco o nada tienen que hacer, en donde su empecinamiento se traducirá en una tragedia o, en el mejor de los casos, en donde sólo harán el ridículo. Y contra lo que muchos suponen, el mayor problema aparece en la derecha y la izquierda mexicanas, ya que, en el PRI, el dilema parece resuelto.
¿Qué hacen en la contienda presidencial del PAN los secretarios Heriberto Félix, Javier Lozano, Alonso Lujambio y Ernesto Cordero, si no rebasan 4 o 5% de las preferencias del electorado? ¿Qué hace el gobernador Emilio González, cuyos números están por el suelo? Está claro que tienen todo el derecho a participar, pero también es cierto que sus posibilidades de triunfo —en una elección interna y no se diga en la constitucional— son prácticamente nulas.
¿Por qué razón, en un gesto de grandeza, no se retiran y dejan que compitan los punteros en las encuestas: Santiago Creel y Josefina Vázquez Monta? ¿Por qué no todos los pretensos azules —incluidos los aventajados Vázquez Monta y Creel— no aceptan abrir la posibilidad de un externo bien posicionado? Está claro que ninguno de ellos conoce la grandeza. Todos creen, aseguran y alardean de que pueden ganar en la elección constitucional del 1 de julio de 2012.
Pero el asunto es aún peor en la llamada izquierda mexicana. Está claro que en ese sector existen dos precandidatos bien identificados: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Es un hecho que el primero puntea entre la militancia del PRD, el PT y Convergencia, pero también es cierto que AMLO es el precandidato con más negativos. Es decir, que por cada voto a favor, tiene cuatro en contra.
La otra realidad, igual de contundente, es que Marcelo Ebrard supera a López Obrador en la preferencia de votación abierta; variable que lo convierte en el único candidato capaz de captar el voto de los electores antipriistas, de los que en una década se han decepcionado del PAN, y de todos aquellos que aún creen en la izquierda, pero que nunca votarían por López Obrador. Es decir, que Marcelo Ebrard sería el depositario del “voto útil” contra el PRI y contra el PAN. Pero todos saben que López Obrador tampoco conoce la grandeza política. Y claro, antes muerto, políticamente, que permitir una potencial victoria de Marcelo Ebrard.
Por eso la añoranza. ¿Cuánta falta hacen hoy gigantes de la política mexicana como Heberto Castillo y Carlos Castillo Peraza? En sendos gestos de grandeza, los dos dejaron el camino libre a los políticos que, en su tiempo, podían dar una pelea electoral digna. Se hicieron a un lado y hoy están en la historia.
Si lo han olvidado, o si no lo saben, vale recordar que en los meses previos a la elección presidencial de 1988, en momentos históricos de la llamada izquierda mexicana —sin el que no se entiende el fenómeno electoral de Cárdenas y el nacimiento del PRD— se produjo cuando, en un gesto de grandeza del entonces candidato presidencial del PMT, Heberto Castillo, el científico declinó a favor de Cárdenas, lo que detonó el movimiento social que hoy se conoce como la izquierda mexicana.
Pocos saben que Carlos Castillo Peraza se opuso con toda su fuerza a la candidatura presidencial de Vicente Fox. Pero cuando entendió que era el único capaz de ganarle al PRI, se hizo a un lado y nunca más habló del tema, hasta que lo alcanzó la muerte.
¿Dónde están, hoy, los gigantes de la política mexicana? En la pradera sólo se ven políticos chiquitos, medianos y mezquinos. Y, ni modo, con esos bueyes nos tocó arar.
EN EL CAMINO
Por cierto, en el PRI ya se arreglaron. Y hasta repartieron el pastel. Primero conoceremos el programa y luego se ratificará al candidato. ¿Se imaginan al senador Beltrones en una pelea verbal reclamando una encuesta para saber si el candidato será él o Peña Nieto?
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