domingo, julio 10, 2011

LA PLANIFICACION CENTRAL MURIO CON LA URSS

LA PLANIFICACION CENTRAL MURIO CON LA URSS

Kruschev en 1957 afirmó que en 1960 la URSS superaría a Estados Unidos en la producción per cápita de carne, mantequilla y leche

BALDOMERO VAZQUEZ SOTO

El mercado ha sido durante milenios el único mecanismo económico por medio del cual los seres humanos realizaron la compra-venta de bienes. El intercambio comercial, hasta la llegada del siglo XX, se llevó a cabo sobre la base del precio de cada bien que resultaba de la interacción entre compradores (demanda) y productores (oferta).

Pero el siglo pasado, y por más de 7 décadas, la humanidad fue testigo de cómo en la URSS se realizó un asombroso experimento social: el Estado socialista soviético. El sistema económico de dicho Estado sustituyó al mercado por la planificación central como el instrumento a través del cual se asignaban los recursos y se producían los bienes de capital y de consumo con los cuales la población de ese país satisfacía sus múltiples necesidades.

Al eliminarse la propiedad privada y convertirse el Estado en el único propietario de los medios de producción, éste tuvo a la actividad económica toda bajo su control. El partido comunista soviético utilizó propagandísticamente esa propiedad estatal de las empresas para divulgar la falsa idea que en la URSS se había hecho realidad el paraíso terrenal prometido por la utopía marxista: la erradicación de la “explotación del hombre por el hombre”.

El liderazgo comunista soviético glorificó y difundió la superioridad de la planificación central sobre el mercado, de donde alegaban la superioridad del socialismo soviético frente al capitalismo norteamericano. En la URSS un órgano administrativo gubernamental –el GOSPLAN- tuvo a su cargo la planificación central de la economía a través de planes de 5 años. El primero bajo la dirección del “padre de los pueblos”, Stalin, abarcó de 1929 a 1933. En estos planes quinquenales, la burocracia comunista establecía las cantidades a producir de bienes de capital y de consumo por las empresas, las cuales estaban fijadas en términos físicos, no monetarios, pues se eliminó el cálculo económico. En 60 años se ejecutaron 13 planes quinquenales.

Posiblemente el momento de mayor optimismo de que el futuro pertenecía al socialismo se vivió durante la ejecución del sexto plan quinquenal (1956-1960) con el ascenso de Nikita Kruschev a la jefatura del PCUS. Era tal la confianza, que Kruschev en 1957 afirmó que en 1960 la URSS superaría a Estados Unidos en la producción per cápita de carne, mantequilla y leche (TAUBMAN, W. Kruschev. El Hombre y su Época. Ed. La Esfera de los Libros. 2005, pp. 374).

La planificación central murió con la URSS
El último plan quinquenal (1991-1996) se quedó en papeles porque la Unión Soviética se desintegró en 1991. La planificación central fue enterrada en la misma tumba de la otrora superpotencia que fue la URSS. El mercado había sobrevivido a la mayor amenaza que nunca antes confrontara. La evidencia histórica demuestra que la planificación central como mecanismo económico fue mucho más ineficiente e irracional que el mercado. El socialismo soviético se caracterizó a través de su larga vida por una escasez crónica de bienes de consumo, sobre todo los de primera necesidad.

La escasez de bienes de consumo es consustancial al socialismo, porque en éste no existe conexión entre las esferas del consumo y la producción y un órgano burocrático es el que decide qué y cuánto se produce, sin tomar en cuenta las necesidades y preferencias de los consumidores que en una economía de mercado recoge el sistema de precios. La planificación central deriva irremediablemente en lo que Agnes Heller llama “dictadura sobre las necesidades”.

El socialismo soviético durante su existencia tuvo innumerables seguidores en Occidente (militantes fanáticos de partidos comunistas y socialistas; famosos artistas e intelectuales amantes de la ficción, con Sartre a la cabeza; economistas, sociólogos, periodistas de izquierda del primer y tercer mundo, etc). Todos estaban convencidos de que la existencia en la realidad del sistema económico socialista era la mejor prueba de que “otro mundo mejor era posible”.

La mayoría no vivió para ver el final de su ilusión: la victoria definitiva en 1991 del mercado sobre la planificación central. Victoria que respalda la idea de que no existe alternativa a la economía de mercado.

Pero los socialistas no reconocen esta victoria del mercado y han construido varias escaleras de escape: unos sustituyen la confrontación “planificación central vs mercado” por “estado vs mercado” para arroparse con las consignas de “justicia social”, “inclusión social”, “lucha contra la pobreza”; otros han migrado del totalitarismo rojo al totalitarismo verde, disfrazándose de ecologistas o de “indignados”. En Venezuela y sus satélites utilizan el antifaz del “socialismo del siglo XXI”, que no es otra cosa que el fracasado comunismo castrista.

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