lunes, julio 11, 2011

Los ecologistas de EE.UU. vs. los pobres de Chile

Los ecologistas de EE.UU. vs. los pobres de Chile

Por Mary Anastasia O'Grady

The Wall Street Journal Americas

[amcol0711]

El presidente chileno Sebastián Piñera afirma que, mediante la generación de altos niveles de crecimiento, la política económica de su gobierno puede poner al país en camino de convertirse en una nación desarrollada dentro de una década. Sería una gran noticia, en especial para los millones de chilenos que todavía viven por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, es probable que eso no suceda si los ecologistas se salen con la suya y bloquean el desarrollo energético chileno.

La última causa ecológica en Chile está relacionada con la propuesta de una planta hidroeléctrica en la Patagonia, en el sur del país. En mayo, el organismo regulador chileno encargado de aprobar tales proyectos dio el visto bueno para la construcción de cinco represas productoras de energía. De inmediato, los grupos ecologistas organizaron marchas de protesta en Santiago y amenazaron con demandas que podrían paralizar el proyecto durante años. La aprobación del gobierno de Piñera en las encuestas de opinión también ha recibido el impacto de la propaganda verde que presenta al gobierno como una amenaza de la bella naturaleza.

Chile es un país pequeño, pero este caso merece una atención desmesurada: es el microcosmos de una batalla mundial más amplia entre cómodas elites que han decidido que ha habido suficiente desarrollo y quienes se esfuerzan en pos del crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Armados con abultadas billeteras, tales grupos "ambientalistas" internacionales han puesto a los combatientes de la pobreza a la defensiva. La izquierda chilena también se ha sumado a la refriega, al ver el tema eléctrico como una oportunidad para debilitar al gobierno de centro-derecha.

En una visita a las oficinas de The Wall Street Journal en Nueva York, el mes pasado, el ministro chileno de Minería y Energía, Laurence Golborne, parecía realmente perplejo acerca de los altos niveles de oposición pública al proyecto. El país importa 70% de su energía y las fuentes son caras y poco fiables. Si Chile pretende crecer lo suficientemente rápido como para reducir la pobreza, se necesitan fuentes de energía diversificada y a precios competitivos. Golborne señaló que las centrales nucleares están fuera de discusión debido a la actividad sísmica, pero que el agua es abundante en el sur del país y que es una fuente de energía limpia, reutilizable y no contaminante.

De acuerdo con el centro de estudios chileno Libertad y Desarrollo (LyD), el proyecto hidroeléctrico, conocido como HidroAysén, promete generar más del 30% de la energía que Chile consume en la actualidad. "Es grande, pero también es muy eficiente", me dijo el mes pasado Susana Jiménez, economista de LyD, en una entrevista telefónica desde Santiago. Las represas en la Patagonia inundarán alrededor de 5.190 hectáreas de tierra y producirán 18.400 gigavatios por hora. Se trata de una buena relación de tierra-energía, en comparación con, por ejemplo, Belo Monte, el nuevo proyecto de represa brasileño, que cubrirá 51.600 hectáreas y producirá 28.000 gigavatios por hora. El área afectada por las represas tiene una población local de trece familias, sin que grandes comunidades vayan a ser desplazadas. El consorcio de energía también ha prometido crear una zona de conservación de 11.500 hectáreas y reforestar 4.500 hectáreas con especies nativas.

Las empresas de energía detrás de HidroAysén pueden tener los datos de su lado, pero no han tomado en serio a los ambientalistas extremistas que han convertido a la derrota del proyecto en una gran prioridad en los últimos cuatro años. Uno de esos grupos es International Rivers Network (IRN), una organización no gubernamental con sede en Berkeley, California, que trabaja en todo el mundo en contra de la construcción de represas en los ríos para generar energía hidroeléctrica. IRN le dijo en 2007 al periódico chileno La Nación que recurriría a las grandes fundaciones en busca de financiamiento para oponerse al proyecto. Su abogado también prometió una táctica muy conocida, demonizar a los partidarios de la represa: "La economía chilena depende mucho de su imagen en el exterior, y creemos que la imagen de HidroAysén será asociada con una política energética primitiva y con la imagen de la degradación de la Patagonia, que es un símbolo de naturaleza bastante conocido en el mundo", indicó.

En efecto, los chilenos han recibido una propaganda anti-represas que muestra torres de transmisión superpuestas a las fotografías de parques nacionales en la Patagonia, a pesar de que la planta hidroeléctrica se ubica 300 kilómetros al norte de ese parque.

Peter Hartman, un militante verde residente en Chile, reveló en enero que el esfuerzo para detener HidroAysén ha recibido "ayuda y financiación" de IRN, Greenpeace de España, Natural Resources Defense Council (NRDC) de Estados Unidos y la Fundación Tides, entre otros. En 2008, Robert Kennedy Jr, abogado de NRDC, se reunió con la entonces presidente Michelle Bachelet para hacer lobby en contra de HidroAysén. Además, más recientemente, escribió una carta a Piñera con el mismo fin.

Informes de prensa indican que los ecoextremistas también reciben dinero de la élite adinerada que posee grandes extensiones de tierra en la Patagonia que usan como reservas privadas de caza y pesca. Con mucho dinero en efectivo a su disposición y habilidades bien afinadas en la lucha contra el desarrollo, las ONG resultan formidables. No está claro si Piñera está a la altura del desafío. Bajo la presión ambientalista, ya canceló la construcción de una planta a carbón que había superado los obstáculos regulatorios.

Si el proyecto de HidroAysén es derrotado, las élites ambientalistas mantendrán las silvestres y despobladas extensiones de la Patagonia como su refugio personal. Que millones de chilenos se pierdan la oportunidad de escapar de la pobreza, sin duda, no les quitará el sueño.

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